Calahan
Sí pero, y su ojo ciego?
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Esto iba para el subforo historia. Moderador, si puede moverlo.
Fué en Valencia. No en Madriz.
El retorno de Fernando VII "Que vivan las caenas"
El retorno de Fernando VII solo benefició las oligarquías latifundistas que gobernaban el reino desde el siglo XVI.
Figueres, 22 de marzo de 1814. Fernando VII retornaba a territorio del reino de España. Habían pasado casi seis años desde los truculentos episodios de Bayona (mayo, 1808). Durante aquella etapa de pretendido exilio (1808-1814) había deambulado por Francia viviendo "a cuerpo de rey". Y también, durante aquella etapa (1808-1814) habían pasado muchas cosas en el reino español, entre otras la proclamación de dos Constituciones (Bayona, 1808 y Cádiz, 1812). Fernando VII, oficialmente "el Deseado" y popularmente "el felón" (el traidor) llegaba para recuperar una corona que, en su fuero interno, no deseaba; y para devolver el reino español a las catacumbas del absolutismo y del oscurantismo. Con su retorno se popularizaron las ilustrativas proclamas "que vivan las caenas" referidas al régimen absolutista; y "que mueran los neցros", referido a los liberales.
El golpe de Estado de Aranjuez y la venta de Bayona
Uno de los episodios que mejor dibujan la personalidad de Fernando VII es la forma en que llegó al poder y el uso que hizo de este poder. El 18 de marzo de 1808, lideraba un golpe de Estado (Motín de Aranjuez) perpetrado por las clases más reaccionarias de la corte de Madrid, que se saldaría con el derrocamiento y expulsión de su padre, el pretendido reformista Carlos IV. Todo aquel despliegue de recursos y de testosterona, acabó de la forma más patética e inimaginable. Seis semanas más tarde, el 6 de mayo de 1808, el rey golpista, sin ni siquiera informar a los que lo habían impulsado al poder, vendía la corona española al emperador Napoleón I (Abdicaciones de Bayona) a cambio de una generosísima pensión vitalicia (origen del fondo opaco denominado "bolsillo secreto"); y del trono del Estado satélite de Etruria (el antiguo ducado independiente de Toscana).
Representación del golpe de Estado de Aranjuez (1808). Fuente Wikimedia Commons
El pretendido exilio de Fernando VII
La historiografía tradicional española había insistido hasta la extenuación que Fernando VII había sido víctima de un secuestro, urdido por Napoleón, que había impedido su retorno a Madrid. Pero, en cambio, la investigación historiográfica actual revela que, durante aquellos años de pretendido exilio, el rey golpista vivió una existencia de despreocupación y de lujo. A su retiro dorado de Valençay (a la espera de que París lo autorizara a tomar posesión del trono de Florencia), organizó fastuosísimas fiestas —a cargo de los regímenes bonapartista francés y español— para celebrar los éxitos militares napoleónicos. Las derrotas de la insurgencia española, también. En una de las cartas abiertas que envía al emperador Napoleón —publicada por el diario local Le Moniteur, de Valençay (1810)— proclama: "Mi deseo mayor es ser hijo adoptivo de S.M. el Emperador".
El retorno del "deseado"
Las sucesivas derrotas de Napoleón en el centro y oeste de Europa (1813) alteraron los planes de Fernando VII. La alianza internacional antibonapartista (liderada por Rusia, Prusia, Austria-Hungría y Gran Bretaña); impuso el retorno al dibujo de las fronteras europeas anteriores a la expansión napoleónica (1804). Fernando VII, que todavía esperaba poner las nalgas en el trono del civilizado y arreglado reino toscano, se vio obligado a alterar sus planes; y, de mala gana, inició el camino de retorno a sus antiguos y perversoss dominios. Y, a pesar de su indecorosa —por no decir indecente— conducta en Aranjuez, en Bayona, y en Valençay; sorprendentemente nadie discutió aquel nuevo statu quo. A las potencias antibonapartistas ganadoras del conflicto, ya les iba bien que un personaje como Fernando VII reocupara el trono de Madrid. Y a la clase dirigente española, también.
Representación de las mal llamadas Abdicaciones de Bayona. Fuente Archivo ElNacional.cat
Las potencias antibonapartistas absolutistas y las clases reaccionarias españolas
Aquellas potencias internacionales y aquella clase dirigente española tenían muchas cosas en común. La ideología de Fernando VII no era ningún secreto. Su currículum revelaba, con claridad meridiana, que había sido y que era un personaje de ideología absolutista y oscurantista. Un reaccionario de cabeza a pies. Y en aquel escenario internacional presidido por las cenizas del Imperio napoleónico —hijo de la Revolución Francesa y de sus valores—, las potencias ganadoras gobernadas por regímenes absolutistas (Rusia, Prusia y Austria-Hungría) y las clases reaccionarias cortesanas españolas (las del Motín de Aranjuez, 1808) hicieron pascua y ramos. Los británicos (la única potencia antibonapartista liberal) no se opusieron. Y los liberales españoles (los constitucionalistas de Cádiz —de la Pepa, 1812—) quedaron petrificados, víctimas de su propia ingenuidad.
El Manifiesto de los Persas
El Manifesto de los Persas (un manifiesto firmado por los representantes del partido absolutista español); es la prueba más evidente de la existencia del sumatorio "potencias absolutistas internacionales + clases reaccionarias españolas = Fernando VII". "La cabra pels seus pecats, porta els genolls pelats", dice el refranero catalán [Literalmente "La cabra, por sus pecados, tiene las rodillas peladas", quien siembra vientos, cosecha tempestades]; y Fernando, a pesar de los pecados de Bayona y de Valençay; todavía era el golpista de Aranjuez; y los años de pretendido exilio no tenían que alterar, en absoluto, su pensamiento. Desde que Napoleón hincó la rodilla en la decisiva Batalla de Leipzig (octubre, 1813); las clases dirigentes españolas más reaccionarias no habían contemplado otra posibilidad que devolver el voluble pero oscurantista Fernando al trono español. Era la mejor opción posible para involucionar al escenario de Aranjuez (marzo, 1808); es decir, a los días inmediatamente posteriores al golpe de Estado.
Representación de la entrada de Fernando VII en Valencia. Fuente Wikimedia Commons
"Y que vivan las caenas"
Fernando VII puso los pies en sus antiguos dominios el 22 de marzo de 1814. Pero no entró en Madrid hasta el 13 de mayo de 1814. Durante aquellos cincuenta y tres días, tras*itó por varias ciudades de su reino, precedido por varios generales que le desbrozaban el camino. En Barcelona y en Valencia; la facción absolutista del ejército de Fernando VII, previamente en la real entrada, se entregó a una intensa labor de depuración. De tal forma que, cuando el rey golpista puso los pies en Barcelona, las clases populares, que desde la época del régimen bonapartista habían asumido plenamente el discurso antirrevolucionario y reaccionario de las jerarquías eclesiásticas; le dispensaron una clamorosa bienvenida. O en Valencia, donde las clases populares desengancharon los caballos y estiraron el real carruaje al clamor de "que vivan las caenas".
El régimen de corrupción del rey golpista
El retorno de Fernando VII fue lo peor que le podía pasar a aquella España deplorable de principios del siglo XIX. Aquella depuración que dibuja el camino de Fernando VII entre Figueres y Madrid, anunciaba un brutal estado de represión que sería dirigido por los elementos más radicales del régimen (1814-1820 y 1823-1833). Y una vergonzosa corrupción institucionalizada que tendría en el "bolsillo secreto" de los Borbones su máximo exponente: un fondo opaco que sería utilizado para financiar una gigantesca trama ilegal de tráfico de esclavos, varios intentos de golpe de Estado en las jóvenes repúblicas americanas, y otras turbias actividades. El retorno de Fernando VII solo benefició las clases más reaccionarias de aquella España mísera, atávica y cañí: las oligarquías castellanas y andaluzas; que gobernaban el reino desde el siglo XVI. ¡¡Que vivan las caenas!!
El retorno de Fernando VII: "Que vivan las caenas"
El retorno de Fernando VII sólo benefició las oligarquías latifundistas que gobernaban el reino desde el siglo XVI.
www.elnacional.cat
Fué en Valencia. No en Madriz.
El retorno de Fernando VII "Que vivan las caenas"
El retorno de Fernando VII solo benefició las oligarquías latifundistas que gobernaban el reino desde el siglo XVI.
Figueres, 22 de marzo de 1814. Fernando VII retornaba a territorio del reino de España. Habían pasado casi seis años desde los truculentos episodios de Bayona (mayo, 1808). Durante aquella etapa de pretendido exilio (1808-1814) había deambulado por Francia viviendo "a cuerpo de rey". Y también, durante aquella etapa (1808-1814) habían pasado muchas cosas en el reino español, entre otras la proclamación de dos Constituciones (Bayona, 1808 y Cádiz, 1812). Fernando VII, oficialmente "el Deseado" y popularmente "el felón" (el traidor) llegaba para recuperar una corona que, en su fuero interno, no deseaba; y para devolver el reino español a las catacumbas del absolutismo y del oscurantismo. Con su retorno se popularizaron las ilustrativas proclamas "que vivan las caenas" referidas al régimen absolutista; y "que mueran los neցros", referido a los liberales.
El golpe de Estado de Aranjuez y la venta de Bayona
Uno de los episodios que mejor dibujan la personalidad de Fernando VII es la forma en que llegó al poder y el uso que hizo de este poder. El 18 de marzo de 1808, lideraba un golpe de Estado (Motín de Aranjuez) perpetrado por las clases más reaccionarias de la corte de Madrid, que se saldaría con el derrocamiento y expulsión de su padre, el pretendido reformista Carlos IV. Todo aquel despliegue de recursos y de testosterona, acabó de la forma más patética e inimaginable. Seis semanas más tarde, el 6 de mayo de 1808, el rey golpista, sin ni siquiera informar a los que lo habían impulsado al poder, vendía la corona española al emperador Napoleón I (Abdicaciones de Bayona) a cambio de una generosísima pensión vitalicia (origen del fondo opaco denominado "bolsillo secreto"); y del trono del Estado satélite de Etruria (el antiguo ducado independiente de Toscana).
Representación del golpe de Estado de Aranjuez (1808). Fuente Wikimedia Commons
El pretendido exilio de Fernando VII
La historiografía tradicional española había insistido hasta la extenuación que Fernando VII había sido víctima de un secuestro, urdido por Napoleón, que había impedido su retorno a Madrid. Pero, en cambio, la investigación historiográfica actual revela que, durante aquellos años de pretendido exilio, el rey golpista vivió una existencia de despreocupación y de lujo. A su retiro dorado de Valençay (a la espera de que París lo autorizara a tomar posesión del trono de Florencia), organizó fastuosísimas fiestas —a cargo de los regímenes bonapartista francés y español— para celebrar los éxitos militares napoleónicos. Las derrotas de la insurgencia española, también. En una de las cartas abiertas que envía al emperador Napoleón —publicada por el diario local Le Moniteur, de Valençay (1810)— proclama: "Mi deseo mayor es ser hijo adoptivo de S.M. el Emperador".
El retorno del "deseado"
Las sucesivas derrotas de Napoleón en el centro y oeste de Europa (1813) alteraron los planes de Fernando VII. La alianza internacional antibonapartista (liderada por Rusia, Prusia, Austria-Hungría y Gran Bretaña); impuso el retorno al dibujo de las fronteras europeas anteriores a la expansión napoleónica (1804). Fernando VII, que todavía esperaba poner las nalgas en el trono del civilizado y arreglado reino toscano, se vio obligado a alterar sus planes; y, de mala gana, inició el camino de retorno a sus antiguos y perversoss dominios. Y, a pesar de su indecorosa —por no decir indecente— conducta en Aranjuez, en Bayona, y en Valençay; sorprendentemente nadie discutió aquel nuevo statu quo. A las potencias antibonapartistas ganadoras del conflicto, ya les iba bien que un personaje como Fernando VII reocupara el trono de Madrid. Y a la clase dirigente española, también.
Representación de las mal llamadas Abdicaciones de Bayona. Fuente Archivo ElNacional.cat
Las potencias antibonapartistas absolutistas y las clases reaccionarias españolas
Aquellas potencias internacionales y aquella clase dirigente española tenían muchas cosas en común. La ideología de Fernando VII no era ningún secreto. Su currículum revelaba, con claridad meridiana, que había sido y que era un personaje de ideología absolutista y oscurantista. Un reaccionario de cabeza a pies. Y en aquel escenario internacional presidido por las cenizas del Imperio napoleónico —hijo de la Revolución Francesa y de sus valores—, las potencias ganadoras gobernadas por regímenes absolutistas (Rusia, Prusia y Austria-Hungría) y las clases reaccionarias cortesanas españolas (las del Motín de Aranjuez, 1808) hicieron pascua y ramos. Los británicos (la única potencia antibonapartista liberal) no se opusieron. Y los liberales españoles (los constitucionalistas de Cádiz —de la Pepa, 1812—) quedaron petrificados, víctimas de su propia ingenuidad.
El Manifiesto de los Persas
El Manifesto de los Persas (un manifiesto firmado por los representantes del partido absolutista español); es la prueba más evidente de la existencia del sumatorio "potencias absolutistas internacionales + clases reaccionarias españolas = Fernando VII". "La cabra pels seus pecats, porta els genolls pelats", dice el refranero catalán [Literalmente "La cabra, por sus pecados, tiene las rodillas peladas", quien siembra vientos, cosecha tempestades]; y Fernando, a pesar de los pecados de Bayona y de Valençay; todavía era el golpista de Aranjuez; y los años de pretendido exilio no tenían que alterar, en absoluto, su pensamiento. Desde que Napoleón hincó la rodilla en la decisiva Batalla de Leipzig (octubre, 1813); las clases dirigentes españolas más reaccionarias no habían contemplado otra posibilidad que devolver el voluble pero oscurantista Fernando al trono español. Era la mejor opción posible para involucionar al escenario de Aranjuez (marzo, 1808); es decir, a los días inmediatamente posteriores al golpe de Estado.
Representación de la entrada de Fernando VII en Valencia. Fuente Wikimedia Commons
"Y que vivan las caenas"
Fernando VII puso los pies en sus antiguos dominios el 22 de marzo de 1814. Pero no entró en Madrid hasta el 13 de mayo de 1814. Durante aquellos cincuenta y tres días, tras*itó por varias ciudades de su reino, precedido por varios generales que le desbrozaban el camino. En Barcelona y en Valencia; la facción absolutista del ejército de Fernando VII, previamente en la real entrada, se entregó a una intensa labor de depuración. De tal forma que, cuando el rey golpista puso los pies en Barcelona, las clases populares, que desde la época del régimen bonapartista habían asumido plenamente el discurso antirrevolucionario y reaccionario de las jerarquías eclesiásticas; le dispensaron una clamorosa bienvenida. O en Valencia, donde las clases populares desengancharon los caballos y estiraron el real carruaje al clamor de "que vivan las caenas".
El régimen de corrupción del rey golpista
El retorno de Fernando VII fue lo peor que le podía pasar a aquella España deplorable de principios del siglo XIX. Aquella depuración que dibuja el camino de Fernando VII entre Figueres y Madrid, anunciaba un brutal estado de represión que sería dirigido por los elementos más radicales del régimen (1814-1820 y 1823-1833). Y una vergonzosa corrupción institucionalizada que tendría en el "bolsillo secreto" de los Borbones su máximo exponente: un fondo opaco que sería utilizado para financiar una gigantesca trama ilegal de tráfico de esclavos, varios intentos de golpe de Estado en las jóvenes repúblicas americanas, y otras turbias actividades. El retorno de Fernando VII solo benefició las clases más reaccionarias de aquella España mísera, atávica y cañí: las oligarquías castellanas y andaluzas; que gobernaban el reino desde el siglo XVI. ¡¡Que vivan las caenas!!