Perdoneme Srta. Dark, pero eso que cuenta no tiene lógica ninguna.
Si afirma usted - y estamos de acuerdo - en que los cuadros de Leonardo tienen una profudna reflexión detrás y están llenos de mútliples capas de significado no tiene sentido que el cuadro más querido por el pintor florentino, que le acompaña durante los últimos quince años de su vida y del que sólo se separa con la fin sea un cuadro simple.
Esto que le voy a contar es un poco orate pero confío en que valga para hacerle ver la profundidad insondable de la Gioconda. Piense usted simplemente en "la puesta en escena" - la Mona Lisa es uno de los cuadros más cinematográficos de la historia y ya la primera "capa semántica" daría para una peli.
La situación se desarrolla en la terraza de un palacio situado en un mundo de hielo. Podría ser un mundo apocalíptico futuro, tras una gran glaciación...
Nuestra protagonista no va ataviada con ropas de crudo invierno, así que hemos de suponer que un gran mago de la técnica, un Próspero del futuro, ha desarrollado una energía capaz de crear una microatmósfera alrededor del palacio.
Imaginemos ahora el momento exacto en el que se toma la fotografía. La Mona Lisa esta tomándose un aperitivo en la terraza mientras disfruta de las vistas. Entonces, oye voces, jaleo; hay movimiento dentro del palacio. El príncipe de esta fortaleza en el hielo regresa tal vez de una cacería de animales árticos mutantes. Entonces la joven se da la vuelta, se apoya en la barandilla y sonríe de forma misteriosa a su señor: un mensaje cifrado en un lenguaje que solo ellos dos conocen, una broma entre ellos, una confidencia o tal vez, una referencia a la noche pasada...
En los pliegues del vestido y en las formas escarpadas de las cordilleras esta resumida toda la ciencia de Leonardo. En la sonrisa enigmática de esa cara andrógina todo su conocimiento antropológico.