Lecciones de la Feldschiessen 2017 (Suiza), un ejemplo de cultura de armas cívica y popular

kerevienteya

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Lecciones de la Feldschiessen 2017 (Suiza), un ejemplo de cultura de armas cívica y popular


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Suiza es un país pequeño pero famoso. La mera mención de su nombre evoca paisajes alpinos, relojes, navajas, sabrosos quesos, la entrañable Heidi y quizás el tirador de ballesta Guillermo Tell, pero si a un ciudadano medio de Europa o hasta de Estados Unidos, incluso a un aficionado a las armas de fuego, le preguntásemos qué es la Eidgenössisches Feldschiessen, el encogimiento de hombros y/o el arqueo de cejas serían las respuestas más comunes.
Y nadie podría culparlos, ya que el silencio mediático que rodea este evento —¡incluso en los mismos medios de comunicación suizos!— es espeso.

Lisa y llanamente, podemos traducirla como "Tirada federal de campo" y es ni más ni menos que la mayor competición de tiro del mundo, así como el más concurrido evento deportivo del país centroeuropeo. Tiene lugar una vez al año, durante tres días, generalmente finales de mayo o principios de junio, de forma sincronizada en todo el país helvético, para celebrar el arte del tiro de precisión con pistola y fusil de asalto. En ella tiene cabida cualquier ciudadano suizo mayor de 15 años, desde miembros del Ejército y de la Policía hasta de la reserva militar (una auténtica milicia popular), hombres y mujeres, ancianos y jóvenes por igual. Este año 2017 se ha caracterizado por ser el año en el que más tiradoras femeninas se han inscrito, quizás animadas por la victoria olímpica de su compatriota Heidi Diethelm, una suiza que compitió en las olimpiadas de Río de Janeiro el año pasado, obteniendo medalla de bronce. A este aumento de mujeres tiradoras lo han denominado "efecto Heidi Diethelm".
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La munición es pagada por el Estado, y el evento coordinado por la Federación Suiza de Tiro, fundada en 1824 con una meta clara:

Trazar otro lazo de unión alrededor de los corazones de nuestros ciudadanos, aumentar la fortaleza de la patria a través de la unidad y las conexiones cercanas, y a la vez contribuir, según las capacidades de cada uno de nuestros miembros, a la promoción y perfección del arte del tiro de precisión, un arte hermoso en sí mismo y de la más alta importancia en la defensa de la Confederación.

Todos los clubs de tiro que participan en la Feldschiessen deben tener instalaciones para tiro de rifle a 300 metros y tiro de pistola a 25 metros. Las armas utilizadas son muy variadas, pero en pistola predominan las armas centroeuropeas de todo tamaño (desde las largas y clásicas Sig-Sauer P210 hasta la corta Glock 26) y en rifle las armas militares de dotación —tanto históricas como presentes— del Ejército suizo. No es necesario recordar que Suiza tiene una floreciente industria de armamento ligero, con firmas tan reputadas como Swiss Arms (la antigua SIG), B&T, Sphynx Systems, Hämmerli...

Como aficionado español a las armas, para mí ha sido un privilegio y un honor el haber podido asistir al Feldschiessen este 10 de junio, en el club de tiro de Aesch (no lejos de Basilea), y participar en las tiradas junto con 130.000 ciudadanos suizos de toda condición y edad, que a lo largo y ancho del país, dispararon aquellos días una cifra muy superior a 1 millón de cartuchos, y que se convirtieron en compañeros míos de afición, superando fronteras y barreras culturales. Fue además una participación imprevista, ya que en un principio asistí en calidad de espectador junto con unos amigos suizos que sí iban a participar en la tirada y fue con su ayuda y traducción que pude efectuar las gestiones necesarias para inscribirme como participante. A tal efecto, se montan puestos a la entrada del campo de tiro, y cada puesto se corresponde con un club de tiro, representado por su propio banderín, de orgullosa tradición. Presiden los stands todos los escudos municipales de las localidades que participarán en ese campo de tiro.

La hospitalidad y amabilidad mis amistades suizas fueron las responsables de poder inscribirme como participante en la tirada con pistola a 25 metros, con una impecable Sig-Sauer P320 de 9 mm Parabellum, cedida con gran amabilidad y generosidad por un amigo. La munición del Feldschiessen es proporcionada por el Estado y fue entregada a los participantes en bolsas selladas. Las diversas tantas de la tirada fueron dirigidas por megáfono por los organizadores del evento, que anunciaron todos los pasos del proceso, desde alimentar los cargadores hasta el alto el fuego, con típica eficiencia centroeuropea. Al no entender alemán, las órdenes me fueron traducidas por mis amistades locales, salvando así la barrera idiomática.

La P320 es la respuesta de la industria armamentística suiza a la fiebre de pistolas de polímero con percutor interno y sin martillo externo, inaugurada hace décadas por Glock. Tras ser sometida a exigentes pruebas, ha sido adoptada por las Fuerzas Armadas de EEUU, cosa que no sorprende: gran modularidad, disparador suave en la mejor tradición suiza, y muy sencilla de cambiar de longitud, tamaño y calibre, por no mencionar su cargador con 17 cartuchos.

Al salir del campo de pistola, se habían montado mesas y bancos en el exterior, con preciosas vistas a valles y montañas verdeantes, y a disposición de los participantes había bebidas y aperitivos. El ambiente era magnífico, con gran compenetración entre jóvenes y mayores o entre uniformados y civiles, y profusas muestras de "compañerismo de gremio" entre aficionados. Noté que uno de los amigos de nuestro grupo lucía sobre el pecho una medalla roja y me interesé por ella. Me dijo que se la daban a los participantes que superaban cierta puntuación considerada buena, y para mi sorpresa, me ofreció participar en una tirada con fusil de asalto. No pude negarme y volví a registrarme para una tirada, esta vez con fusil.
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El arma empleada me fue prestada por uno de los responsables de la línea de tiro, que con gran amabilidad se ofreció a guiarme por el proceso. Se trataba de un magnífico SIG SG 550 del Ejército suizo (denominación militar: Sturmgewehr 90) en calibre 5,56x45 mm OTAN, con el modo automático "capado" (cuando los ciudadanos dejan la reserva militar, se les permite llevarse el fusil a condición de suprimir el modo a ráfaga), cargador de 20 disparos (se municionan 18 para todo el ejercicio) y alza diópter de apertura regulable (en lugar de las miras de combate que el arma lleva de serie). La posición de tiro era tendido y con el bípode desplegado. Las dianas son siluetas humanas "B4" divididas por puntuación en 4 sectores: desde la zona periférica (1 punto) a la zona letal (4 puntos). No era escasa la distancia: 300 metros. La máxima puntuación obtenible (18 impactos, todos en zona letal) es de 72 puntos, al alcance sólo de los tiradores más avezados. Los tiradores "junior" (17-20 años de edad) y "senior" (más de 60 años) necesitan 53 puntos para una Annerkennungskarte (mención de honor, una tarjeta verde) y 55 puntos para una medalla "Kranz" (laurel). Los tiradores de 21 a 59 años necesitan 55 y 57 puntos respectivamente. A mis tres décadas de edad, parece que tendré que currármelo si quiero un trofeo. Tan duro es concentrarse en mantener el pulso, la respiración y el control del disparador como no dejarse distraer por el maravilloso y verde paisaje de prados, árboles y montes redondeados que proporciona el telón de fondo a los blancos.
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En un envidiable despliegue de medios, cada puesto de tiro estaba dotado de una pantalla donde aparecían uno a uno los impactos realizados, a fin de que el tirador pudiese realizar ajustes de última hora en sus miras. Aunque la distancia era importante, pude hacer una aceptable agrupación gracias al alza de extraordinaria claridad, la calidad del disparador y a la inestimable ayuda y profesionalidad de mi anfitrión y de mi amigo, que en todo momento me tradujeron las indicaciones de la organización y me guiaron a través de la tirada.

El SG 550 es un fusil fiable, preciso y fabricado con calidad y precisión suizas, y a pesar de ser un fusil de asalto, irradia un estilo y una belleza de los que carecen otras armas militares más toscas. Todo un homenaje a la voluntad de defender el modo de vida y tradiciones particulares de la pequeña y peculiar, pero variada, próspera y hospitalaria, Confederación Helvética. Los controles, muy intuitivos y accesibles. Mecánicamente hablando, un famoso youtubero estadounidense definió el arma "como si el M-16 y el AK47 hubiesen tenido un hijo juntos". Efectivamente, el cierre es de inspiración "kalashnikoviana", igual que el sistema de toma de gases con pistón y la forma de encajar el cargador. El seguro y el retén del cierre, en cambio, son más cercanos a la plataforma AR. Con su disparador crujiente y sistema de gases totalmente regulable, es sin lugar a duda un arma hecha a medida de profesionales bien instruidos. Los cargadores tras*lúcidos de plástico y con tetones para adosar varios juntos, recuerdan al HK G-36 de nuestras Fuerzas Armadas, salvo por el hecho de que en Suiza suelen utilizarse más los cargadores de 20, quizás para permitir un cuerpo a tierra más limpio y pegado al suelo.

A modo de curiosidad, las versiones más cortas de este fusil son utilizadas por personal español de seguridad privada que defienden los barcos de nuestra flota pesquera de la piratería somalí en aguas del Índico. Existen asimismo magníficas versiones en calibre 7,62 mm OTAN y 7,62 mm Soviet. Tristemente, todavía no he visto en armerías españolas ninguna versión de esta arma en calibres "civilizados" como el .222 Remington o el .307 Winchester, tampoco armas mecánicamente capadas en modo repetición. Esto quizás se deba a que el fusil es suizo y la mano de obra suiza es cara e incrementa el precio del arma. El fusil admite tuneos de todo pelaje (raíles Picatinny 1913, ópticas, puntos gente de izquierdas, pistoletes frontales, etc.), pero en el Feldschiessen sólo se admiten modificaciones en las miras de hierro, así como escudos anti-vainas.

Al bajar, me dijeron que tal vez había conseguido tarjeta y/o medalla. Antes, tenía que consultar mi puntuación en unas mesas montadas en una sala del club de tiro. Decorando la sala, podían contemplarse banderas cantonales y municipales, escudos de los diversos clubs de tiro, de antiquísima herencia, y los diversos trofeos deportivos ganados por cada club. En las mesas tenían ya disponibles las puntuaciones de mi tanda, y resultó que mi marca de 58 puntos me alcanzaba tanto para una tarjeta honorífica como para una medalla. Tras estampar mi firma extasiado, recibí orgulloso ambos trofeos y la sonrisa de oreja a oreja ya no se me quitó en horas y horas
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A la salida, volvimos a los bancos y mesas a charlar en buena compañía. Cerca, en armeros de madera, se alineaban magníficas piezas suizas de toda época, desde las más modernas en calibre 5,56 mm hasta los vetustos pero súper fiables, clásicos y precisos Karabiner 31 (muchos de ellos valiosas reliquias familiares procedentes de padres o abuelos), con sus magníficos cuerpos de madera y peculiares cerrojos con palanca de recorrido rectilíneo, recamarados en el venerable calibre 7,5x55 mm suizo. Sin olvidarnos del anterior fusil de asalto del Ejército suizo, una vieja gloria conocida como SIG SG 510 (denominación militar: Sturmgewehr 57), asimilable en su concepto a nuestro querido Cetme C.

Acompañado por mi anfitrión y mis amigos, hablamos largo y tendido sobre los reglamentos de armas y la cultura de las armas de fuego. Escandalizados, escucharon las diversas restricciones existentes en España, de las cuales las más divertidas les parecieron la restricción de capacidad de los cargadores y la prohibición de los calibres militares. Curiosamente, la Unión Europea está presionando a Suiza (¡que ni siquiera pertenece a la UE!) para que adopte sus restrictivas directrices sobre las armas de fuego, y las asociaciones de tiro del país están oponiendo una denodada resistencia al gobierno central de Berna, muy inclinado a seguir las directrices marcadas por la Unión. Las asociaciones pro-arma suizas (destacando Pro-Tell) están trabajando en una manifestación en Berna y en un nuevo referéndum sobre las leyes de armas para ratificar que sus derechos y libertades continúen siendo intocables. Les dejé claro que yo venía de España, uno de los países más restrictivos de la UE, que sé lo amargante que es tener un reglamento restrictivo y que no es nada deseable para cualquier aficionado a las armas de fuego.

Era hora de irse, con el buen sabor de la cerveza suiza aun en la boca. En el aire del valle flotaban todavía los sonidos lejanos de los disparos, que bien podían haber sido ecos de tiempos antiguos. Tiempos en los que las milicias populares de ciudadanos suizos libres eran capaces de plantar cara a ejércitos extranjeros enemigos, derrotando, con sus arcabuces y lanzas, a las enormes formaciones de caballería pesada que los tiránicos reinos e imperios vecinos lanzaban contra la pequeña y dividida, pero brava y orgullosa, nación alpina. Las tácticas militares suizas cubrieron de gloria y fama a sus ciudadanos, hasta tal punto que los célebres Tercios españoles copiaron sus métodos con gran éxito y a día de hoy el Vaticano no quiere otros guardianes que los suizos. Las costumbres y leyes suizas también lograron mantener el modo de vida suizo a salvo de la locura circundante en épocas convulsas, como ambas guerras mundiales, cuando el mundo entero, preso de la locura colectiva, se destrozaba cordialmente. A día de hoy, muchos aficionados a las armas de todo el globo cruzamos fronteras y miramos a Estados Unidos, pero también a Suiza, como las Mecas de nuestra afición.
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¿Lograrán los aficionados suizos de armas, descendientes de aquellos milicianos, resistir a las acometidas (esta vez legislativas) del imperio de Bruselas y Estrasburgo? ¿Existirán nuevos Guillermo Tell que sabrán salvarse de los hombres y mujeres poderosos, borrachos de su propia arrogancia? ¿Seguirán siendo los nevados y rocosos picos alpinos símbolo de orgullo e independencia? Desde las llanuras del norte hasta las montañas del centro, desde las ciudades modernas hasta las aldeas montañesas, desde los bancos, multinacionales e industrias hasta las granjas rurales, pasando por tierras de habla germana, francesa, italiana y romanche, la bandera roja de la cruz blanca sigue ondeando.
 
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Cuando pase esta locura colectiva del coronabicho pienso pasarme por Suiza a husmear.
 
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