Hic Svnt Leones
Madmaxista
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Recordando tiempos pretéritos, cuando un gobierno español más o menos legítimo dirigido por un prócer como el regente D. Baldomero Espartero tenía redaños de sobra para pacificar a la guano rebelde a cañonazo limpio, sin temor a que los mass cosa ni los Soros de la época pudieran hacer gran cosa al respecto...
El 14 de noviembre de 1842, mientras en Madrid se iniciaba la nueva legislatura con el general Rodil como jefe de gobierno, y tras un tumulto el día previo, estalló en Barcelona una insurrección armada republicana y antiliberal protagonizada por la Milicia Nacional y azuzada por la sediciosa prensa local (en especial "El Republicano", que animaba al exterminio de todos los contrarios a la República) con la excusa de que el librecambismo promovido por Espartero afectaría negativamente a la hiperoprotegida industria algodonera catalana. Tras tomar las calles, montar barricadas y negarse los rebeldes a disolverse, so pena de ser tratados con todo el rigor de la ley, se sucedieron escenas de exacerbada violencia contra las tropas de la guarnición, e incluso las mujeres echaban agua hirviendo a los soldados desde sus casas. A fin de evitar una mayor efusión de sangre, las fuerzas leales se replegaron a Montjuic y a la Ciudadaela, tras sufrir 42 muertes y 165 heridos. Temiendo por su vida, el Ayuntamiento constitucional también abandonó la ciudad. Quedaron, pues, los rebeldes dueños de la ciudad de Barcelona a pesar de sus más de 500 muertos y heridos.
Sin que nadie la eligiera, se constituyó rápidamente una junta popular directiva presidida por el valenciano Juan Manuel Carsy Orchel (1808-57), ex oficial del ejército español, condecorado con la Cruz de San Fernando, desertor y redactor del sedicioso diario "El Republicano". Sus otros miembros, nombrados a dedo, eran un selecto grupito de hombres de trabajo manual: un confitero, un chocolatero, un fabricante, un latonero, un carpintero, un dependiente de comercio y un hacendado, que huyó de inmediato.
Antaño como hogaño, estas algaradas nada tenían de espontáneas. Que la ciudad se levantase en favor de la república era tan absurdo como que se pronunciase por Don Carlos. Los republicanos servían de máscara a los retrógrados. En realidad, la junta rebelde había sido financiada y alentada por María Cristiana y el Duque de Riánsares -acogidos por Luis Felipe en Francia-, con el objeto de derribar a Espartero y recuperar el poder, y Carsy era un agente a su sueldo. El resultado es que se sumaron a esta maquiavélica revolución sin bandera hombres de todas las tendencias, unos por repruebo a las políticas liberales, otros contra los impuestos al consumo, otros para apiolar soldados. Pero nadie sabía la razón última del movimiento excepto aquellos que lo dirigían.
Carsy hizo público el siguiente manifiesto:
El 16 y el 17 los rebeldes intentaron asaltar la Ciudadela, siendo rechazados a pesar del mal estado de las defensas, en especial del lado de la ciudad, pero su guarnición aprovechó su victoria para retirarse a Sarriá sin ser hostigados. También se evacuó el cuartel de las Atarazanas, y el único buque de guerra español en el puerto, el bergantín Héroe, se hizo a la mar con los leales allí congregados. Informado de tales desórdenes, el Regente del Reino, inició el viaje a la Ciudad Condal para encargarse del restablecimiento de la ley y el orden.
El 17 de noviembre la junta provisional barcelonesa se erigió cínicamente en representante permanente del pueblo y proclamó la independencia de Cataluña hasta que la coalición anti-esparterista se hiciera con el control de todo el país y convocara Cortes Constituyentes:
El manifiesto tuvo una nula aceptación, y nadie en Cataluña, Valencia o Aragón -y mucho menos en Madrid- se sumó a la proyectada rebelión contra Espartero promovida por la exiliada reina progenitora Marái Cristina. El general Van Halen dirigió desde Montjuic estas palabras a la Diputación provincial, para que se las tras*mitiera a los rebeldes:
La difusión de la noticia quebró todo espíritu de resistencia, y, el 24 de noviembre la junta popular nombró mariscal a un experimentado mercenario extranjero, Miguel Durando, y liberó a 2500 prisioneros. Finalmente se disolvió el 28, entre los abucheos populares y las réplicas de los rebeldes, siendo sustituida por una nueva encargada de pactar la rendición de la ciudad, obteniendo un acuerdo que dejara sus crímenes sin castigo. Estaban en ella el obispo Pedro Martínez de S. Martín (1832-49), y el Barón de Maldá. Pero, puesto que ni siqueira pudieron encontrar en sus casas a la mayoría de los elegidos, que se negaban a participar en un organismo rebelde, el 29 se formó una nueva dirigida por el Barón de Maldá.
El mismo día 29 llegó Espartero a Esplugas de Llobregat. Tras diversos marrulleos de los barceloneses, que se negaban a desarmarse y entregarse incondicionalmente, Espartero se negó a recibir a una comisión presidida por su obispo, y se acordó el desarme y la rendición para el 30 de noviembre.
Sin embargo, los rebeldes, radicalizados al ver que la única rendición aceptada sería la incondicional y no podrían escapar al castigo, sencillamente se negaron a obedecer. Viendo fracasar su único cometido, el Barón de Maldá disvolvió la junta y los radicales formaron por su cuenta una nueva junta presidida por Crispín Gaviria, mientras el agente secreto de maría Cristina, Carsy, huía a Francia, a bordo de un buque de guerra francés, el Meleagre.
El 3 de diciembre de 1842 Espartero dio orden de bombardear la ciudad desde el castillo de Montjuic, iniciándose la operación a las 11:15 de la mañana; se detuvo a las 14:00, cuando el fuego ya afectaba a buena parte de la ciudad. Se reanudó el bombardeo de 16:00 a 18:00, y continuaron esporádicamente, disparándose la última bomba a las 00:30 del día 4, cuando por fin la ciudad se rindió sin condiciones. Se lanzaron 1.104 proyectiles, se dañaron 462 edificios (incluido el ayuntamiento) y hubo entre 20 y 30 muertos. Los daños se calcularon 12 millones de reales.
Abatida la hidra revolucionaria, y restablecido el imperio de la ley, el orden público se recuperó en la Ciudad Condal el día 4 de diciembre de 1842, con la entrada de las tropas gubernamentales. Fueron detenidos y desarmandos los rebeldes y fusilado un centenar de ellos. Además se castigó colectivamente a la ciudad con el pago de una contribución extraordinaria de 12 millones de reales para sufragar la reconstrucción de la Ciudadela, se disolvió la antiliberal Sociedad Mutua de Protección de los Trabajadores del Algodón y se cerraron todos los periódicos locales sediciosos, los mass cosa de la época, salvo el Diario de Barcelona.
Sorprendente contraste con el temor del actual gobierno maricomplejines a siquiera cumplir la ley vigente y proceder contra los sediciosos sin violencia.
Curioso señalar que el muy catalán y muy masón Juan Prim bombardearía la Ciudad Condal de nuevo en 1843, con mucho menos ruido, y ahora con el beneplácito de la burguesía catalana, durante la llamada Jamancia, tras haberse alzado en armas y logrado derrocar a Espartero, una vez perdido el apoyo del populacho barcelonés por causa de sus promesas incumplidas...
El 14 de noviembre de 1842, mientras en Madrid se iniciaba la nueva legislatura con el general Rodil como jefe de gobierno, y tras un tumulto el día previo, estalló en Barcelona una insurrección armada republicana y antiliberal protagonizada por la Milicia Nacional y azuzada por la sediciosa prensa local (en especial "El Republicano", que animaba al exterminio de todos los contrarios a la República) con la excusa de que el librecambismo promovido por Espartero afectaría negativamente a la hiperoprotegida industria algodonera catalana. Tras tomar las calles, montar barricadas y negarse los rebeldes a disolverse, so pena de ser tratados con todo el rigor de la ley, se sucedieron escenas de exacerbada violencia contra las tropas de la guarnición, e incluso las mujeres echaban agua hirviendo a los soldados desde sus casas. A fin de evitar una mayor efusión de sangre, las fuerzas leales se replegaron a Montjuic y a la Ciudadaela, tras sufrir 42 muertes y 165 heridos. Temiendo por su vida, el Ayuntamiento constitucional también abandonó la ciudad. Quedaron, pues, los rebeldes dueños de la ciudad de Barcelona a pesar de sus más de 500 muertos y heridos.
Sin que nadie la eligiera, se constituyó rápidamente una junta popular directiva presidida por el valenciano Juan Manuel Carsy Orchel (1808-57), ex oficial del ejército español, condecorado con la Cruz de San Fernando, desertor y redactor del sedicioso diario "El Republicano". Sus otros miembros, nombrados a dedo, eran un selecto grupito de hombres de trabajo manual: un confitero, un chocolatero, un fabricante, un latonero, un carpintero, un dependiente de comercio y un hacendado, que huyó de inmediato.
Antaño como hogaño, estas algaradas nada tenían de espontáneas. Que la ciudad se levantase en favor de la república era tan absurdo como que se pronunciase por Don Carlos. Los republicanos servían de máscara a los retrógrados. En realidad, la junta rebelde había sido financiada y alentada por María Cristiana y el Duque de Riánsares -acogidos por Luis Felipe en Francia-, con el objeto de derribar a Espartero y recuperar el poder, y Carsy era un agente a su sueldo. El resultado es que se sumaron a esta maquiavélica revolución sin bandera hombres de todas las tendencias, unos por repruebo a las políticas liberales, otros contra los impuestos al consumo, otros para apiolar soldados. Pero nadie sabía la razón última del movimiento excepto aquellos que lo dirigían.
Carsy hizo público el siguiente manifiesto:
CIUDADANOS:
Valientes nacionales: catalanes todos: la hora es llegada de combatir á los tiranos que bajo el férreo yugo militar intentan esclavizarnos.
Con toda la emocion del placer he visto prestar esponiendo vuestras vidas los mayores sacrificios, en favor de nuestra nacional independencia: sí, os he visto llenos del mayor entusiasmo, briosos, lanzaros al fuego de los que alucinados por gefes tan déspotas como tiranos, quisieron hollar vuestros mas sagrados derechos. Nó, no les dictaba su corazon el hostilizaros; una mano de hierro les impuso tan infernal y abominable crimen. Puesto que habeis mostrado que quereis ser libres, lo seréis a pesar de un gobierno fulastre que aniquila vuestra industria, menoscaba vuestro intereses y trata por fin de sumiros en la mas precaria y lastimera situacion, en la mas degradante miseria.
Una sola sea vuestra divisa, hacer respetar el buen nombre catalan; union y fraternidad sea vuestro lema, y no os guien, hermanos mios las seductoras palabras de la refinada ambicion de unos , y la perfidia y maledicencia de otros.
Guiado de las mas sanas intenciones he creido oportuno dirigirme en estos momentos á los batallones, Escuadron, Zapadores y Artillería de Milicia Nacional, para que sirviéndose nombrar un representante por eleccion en cada uno de ellos, se constiuyan en junta, dicten las mas enérgicas medidas y os proporcionen cuantos bienes su penetracion les sugiera en estas criticas circunstancias.
Al momento, no hay duda, sentireis las mejoras. Vosotros los que abandonando una triste subsistencia que os produce quizás un perversos jornal,habeis preferido quedaros sin pan antes que sucumbir á infernales maquinaciones, sois dignos de todo elogio, habeis despreciado la fin con bizarría, justo es quedeis indemnizados de vuestras fatigas y penalidades. No dudeis levantará su enérgica voz en vuestro apoyo vuestro hermano y compañero de armas.
El 16 y el 17 los rebeldes intentaron asaltar la Ciudadela, siendo rechazados a pesar del mal estado de las defensas, en especial del lado de la ciudad, pero su guarnición aprovechó su victoria para retirarse a Sarriá sin ser hostigados. También se evacuó el cuartel de las Atarazanas, y el único buque de guerra español en el puerto, el bergantín Héroe, se hizo a la mar con los leales allí congregados. Informado de tales desórdenes, el Regente del Reino, inició el viaje a la Ciudad Condal para encargarse del restablecimiento de la ley y el orden.
El 17 de noviembre la junta provisional barcelonesa se erigió cínicamente en representante permanente del pueblo y proclamó la independencia de Cataluña hasta que la coalición anti-esparterista se hiciera con el control de todo el país y convocara Cortes Constituyentes:
CATALANES.
Los individuos que forman la Junta, hasta ahora provisional, colocada á vuestro frente, desearian retirarse al seno de sus familias pasado ya el momento del peligro; pero el clamor general se lo impide, obligándola á constituirse en Junta Central de gobierno que reasumirá
lodo poder y se dirigirá á los pueblos y provincias de Cataluña sujetándose á las bases siguientes, estando prontos á retirarse sus individuos á la menor indlcacion del pueblo.
BASES.
1. Union y puro españolismo entre todos los catalanes libres, entre los españoles todos que amen sinceramente la libertad, el bien positivo, el honor de su pais, y que odien la tiranfa y la perfidia del poder que ha conducido á la Nacion al estado mas deplorable, ruinoso u degradante, sin admitir entre nosotros la distincion de ningun matiz politico ó fraccion, con tal que pertenezca á la gran comunion liberal española.
2. Independencia de Cataluña, con respecto á la corte, basta que se restablezca un gobierno justo, protector, libre e independiente, con nacionalidad, honor é inteligencia; uniéndonos estrechamente á todos los pueblos y provincias de España que sepan proclamar y conquistar esta misma independencia, omitando nuestro heróico ejemplo.
3. Como consecuencia material de las bases que anteceden, protcccion franca y justa á la industria española, al comercio, á la agricultura, á todas las clases laboriosas y productivas: arreglo en la administracion, justicia para todos sin distincion de clases ni categorías. Integridad y órden, para justificar ante la Europa entera la pureza de vuestras intenciones, la nacionalidad y la grandesa de sentimientos que os animan é inflaman al acometer tan ardua empresa digna de un pueblo tan laborioso y libre como valiente, intrépido é invencible. tan generoso como honrado.
Estas son las bases generales qne abrazan los mas ardientes deseos del gran pueblo catalan. Para llevarlas á cabo, deseosa la Junta de rodearse de personas de luces y prestigio, nombrar inmediatamente otra Junta auxiliar consultiva , cuyos nombres se publicarán desde luego. La Junta provisional
cree de buena fe en su íntima conviccion ser fiel intérprete de vuestros sentimientos, y con la deeision y cooperacion activa de todas las personas
que sin distincion de tonalidad politico puedan ayudarla desde este instante completar la grandiosa empresa que habeis comenzado con una gloria que ni la maledicencia ni le vil impostura podrán oscurecer jamas, cuando los hechos hablan u vuestra conducta os justifica ente los pueblos libres; aunque en medio del triunfo honroso que habeis alcanzado es lamentable la sangre preciosa, sangre de valientes españoles, en cuya efusion espantosa no aparece mas que el impulso abominable de un gobierno fulastre y corrompido , ó mas bien de un maléllco desgobierno que se ha atraido la pública execracion.
¡Unión, valientes catalanes! Unión fraternal entre todos los españoles libres. Las tropas del ejército que permanecen en la capital admiten nuestra causa y estan convenidos con esta Junta previas las formalidades del caso: mirad como hermanos aesos leales gefes , oficiales y soldados. Entero y absoluto olvido de lo pasado, confiad en el éxito feliz de vuestra santa causa, la causa del pueblo, de la nacion entera, que no tardará en seguir -vuestro ejemplo imitando vuestro asombroso valor.
El manifiesto tuvo una nula aceptación, y nadie en Cataluña, Valencia o Aragón -y mucho menos en Madrid- se sumó a la proyectada rebelión contra Espartero promovida por la exiliada reina progenitora Marái Cristina. El general Van Halen dirigió desde Montjuic estas palabras a la Diputación provincial, para que se las tras*mitiera a los rebeldes:
En vista de todo lo dicho, ruego á V.E. contribuya por cuantos medios esten á su, alcance á fin que se restablezca el órden, pues que no debiendo dar tiempo á que se realicen mis temores expresados sobre los
carlistas en todas las provincias de Cataluña, me veré forzado á hostilizar esa ciudad hasta someterla á la obediencia al gobierno nacional, por mas sensible que sea á mi corazon, aun cuando sus habitantes que un dia me llamaron héroe y á quienes siempre he procurado el mayor bien, me merezcan la mayor compasion; pero la salud de la patria puede exigirme este sacrificio, y los que obcecados me obliguen á ello, habrán llenado los deseos, tanto de los que quieren volvernos al absolutismo, como de aquellos que se proponen la destruccion de nuestra industria; pues una vez roto el fuego, no cesará hasta obtener la sumision de los que quieran continuar en rebeldía, y el incendio,
y la destruccion de fábricas y edificios que son consiguientes (...) por mas que repugne á mi corazon , si se me obliga á á ello, estoy decidido á hacer quemar á los enemigos de la Reina Isabel II, de la Constitucion y de la Regencia que la representacion eligió entre las llamas de la ciudad.
La difusión de la noticia quebró todo espíritu de resistencia, y, el 24 de noviembre la junta popular nombró mariscal a un experimentado mercenario extranjero, Miguel Durando, y liberó a 2500 prisioneros. Finalmente se disolvió el 28, entre los abucheos populares y las réplicas de los rebeldes, siendo sustituida por una nueva encargada de pactar la rendición de la ciudad, obteniendo un acuerdo que dejara sus crímenes sin castigo. Estaban en ella el obispo Pedro Martínez de S. Martín (1832-49), y el Barón de Maldá. Pero, puesto que ni siqueira pudieron encontrar en sus casas a la mayoría de los elegidos, que se negaban a participar en un organismo rebelde, el 29 se formó una nueva dirigida por el Barón de Maldá.
El mismo día 29 llegó Espartero a Esplugas de Llobregat. Tras diversos marrulleos de los barceloneses, que se negaban a desarmarse y entregarse incondicionalmente, Espartero se negó a recibir a una comisión presidida por su obispo, y se acordó el desarme y la rendición para el 30 de noviembre.
Sin embargo, los rebeldes, radicalizados al ver que la única rendición aceptada sería la incondicional y no podrían escapar al castigo, sencillamente se negaron a obedecer. Viendo fracasar su único cometido, el Barón de Maldá disvolvió la junta y los radicales formaron por su cuenta una nueva junta presidida por Crispín Gaviria, mientras el agente secreto de maría Cristina, Carsy, huía a Francia, a bordo de un buque de guerra francés, el Meleagre.
El 3 de diciembre de 1842 Espartero dio orden de bombardear la ciudad desde el castillo de Montjuic, iniciándose la operación a las 11:15 de la mañana; se detuvo a las 14:00, cuando el fuego ya afectaba a buena parte de la ciudad. Se reanudó el bombardeo de 16:00 a 18:00, y continuaron esporádicamente, disparándose la última bomba a las 00:30 del día 4, cuando por fin la ciudad se rindió sin condiciones. Se lanzaron 1.104 proyectiles, se dañaron 462 edificios (incluido el ayuntamiento) y hubo entre 20 y 30 muertos. Los daños se calcularon 12 millones de reales.
Abatida la hidra revolucionaria, y restablecido el imperio de la ley, el orden público se recuperó en la Ciudad Condal el día 4 de diciembre de 1842, con la entrada de las tropas gubernamentales. Fueron detenidos y desarmandos los rebeldes y fusilado un centenar de ellos. Además se castigó colectivamente a la ciudad con el pago de una contribución extraordinaria de 12 millones de reales para sufragar la reconstrucción de la Ciudadela, se disolvió la antiliberal Sociedad Mutua de Protección de los Trabajadores del Algodón y se cerraron todos los periódicos locales sediciosos, los mass cosa de la época, salvo el Diario de Barcelona.
Sorprendente contraste con el temor del actual gobierno maricomplejines a siquiera cumplir la ley vigente y proceder contra los sediciosos sin violencia.
Curioso señalar que el muy catalán y muy masón Juan Prim bombardearía la Ciudad Condal de nuevo en 1843, con mucho menos ruido, y ahora con el beneplácito de la burguesía catalana, durante la llamada Jamancia, tras haberse alzado en armas y logrado derrocar a Espartero, una vez perdido el apoyo del populacho barcelonés por causa de sus promesas incumplidas...
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