La hambre del franquismo

vanhalen12

Cuñado nija
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200,000 personas murieron de hambre en España después de la Guerra Civil, o sea durante 1939 a 1945 Un estudio de 1941 mostró que el típico español recibió sólo 66% de las calorías necesarias. Por comparación, la situación en España era mucho peor que en Francia o Holanda ocupada por los nazis, incluso durante la notoria Hambruna Holandesa de 1944, cuando los nazis provocaron la fin de 30,000 holandeses, una proporción más pequeña de la población.

La hambruna no fue producto de la Guerra Civil, ni de boicoteos de España por otros países. Tiene sus raíces en la política fracasada de autarquía elegida por el gobierno Franquista. Además, el sistema de racionamiento de comida fue impunemente distorsionado por oficiales y caciques locales.

El régimen Franquista ocultó la existencia de esta hambruna, y hoy en día queda poco sabida en España.




Antes del artículo, postear algo importante:


Se hace el debate y salen dos posiciones, una que afirma que el desastre económico se debió fundamentalmente a las medidas de Franco, otra posición que dice que Franco no tenía nada que ver.

Pero os falta lo más importante de todo. ¿Acaso la economía era tan desastrosa y tan mala? En absoluto. Desastrosa para unos, economía magnífica y próspera para otros.

"En el informe que desde el Consejo Económico Nacional Higinio Paris Eguilaz
elaboró en septiembre de 1940 “sobre los fallos en la política económica” declaraba
que “se puede afirmar con seguridad que el índice de nivel de vida de obreros,
empleados, funcionarios y asalariados en general, es inferior a 70 y puede considerarse
como optimista una cifra entre 50 y 60 siendo 100 la anterior al Movimiento”. Estos
sectores conformaban “el 80 por ciento de la población. El otro 20 por ciento está
formado por propietarios agrícolas, industriales y financieros y negociantes. (..)
Ciertamente que los propietarios (..) no han sido afectados por la disminución del nivel
de vida y para ellos, salvo el periodo de la Guerra Europea de 1914, no han existido
nunca tiempos mejores"


¡Anda! ¡Al final van a llevar razón los franquistas y va a resultar que Franco NO era tan malo, al menos no para una parte concreta de la sociedad :XX::XX: ! la que se lucraba del sufrimiento de la gran parte de la sociedad, la que sigue gobernando hoy día.

Aquí otro hilo sobre el caracter anti-obrero de franquismo http://www.burbuja.info/inmobiliaria/historia/513226-franquismo-sincero-aguilera-munro.html


El texto es de aquí: http://www.unizar.es/eueez/cahe/molinero.pdf -->>> genial documento sobre la economía franquista. Lo mejor de todo es que utiliza fuentes franquistas, imposibilitando la moda de hoy en día "si la fuente no es de mi ideología la fiabilidad es 0%, si es de mi ideología la fiabilidad es 100%"
A continuación el artículo:


Historia del hambre en España tras la guerra civil

A mi padre que sufrió las cárceles fascistas

La época más trágica de la era moderna que España ha padecido es sin dudarlo la de los años cuarenta del siglo XX tras la Guerra Civil. Una recesión económica hizo estragos en un país dividido y maltrecho, donde, según las estadísticas, de una población de 26.000.000 de habitantes 300.000 habían tomado el camino del exilio, casi otro tanto abarrotaban las cárceles del gobierno fascista y, por último, mucho más de la mitad de la población restante, por falta del principal componente familiar que pudiera trabajar, muerto en la contienda o preso, que pudiera traer el sustento a la familia pasaba hambre y calamidades en una España católica que sin piedad disfrutaba ver a los ‘malos’ hermanos pagar sus pecados mientras la iglesia aplaudía los actos de nepotismo y excesos del gobierno. Como consecuencia de ello una plaga bíblica se extendió por todo el país con el hambre y las enfermedades como principales protagonistas que se cebó entre aquellos pobres represaliados que se habían convertido en los nuevos parias de la sociedad.

En agosto de 1939 se implanta el racionamiento de la población y pronto se comprobó que los alimentos suministrados carecían del mínimo valor nutritivo necesario para la subsistencia ya que estaban compuestos de forma predominantes por garbanzos, patatas, boniatos, pastas para sopas, bacalao y muy de tarde en tarde por carne de membrillo, chocolate terroso incomestible y jabón. Como se puede comprobar el déficit de hidratos de carbono y grasas, así como la carencia de vitaminas, calcio y hierro era evidente. El pan, que antes era el alimento base de las familias modestas, se convirtió en otro apreciado artículo de lujo ya que su racionamiento, en el mejor de los casos, para aquellos que tenían una cartilla de racionamiento de tercera, las cantidades oscilaban entre los 150 y 200 gramos. Tras este desastre floreció un mercado neցro de productos que por sus precios sólo estaban al alcance de privilegiados afectos al régimen fascista; el resto de la población se convirtió en devoradores de almortas, altramuces, salazones y castañas.


Aparte de lo expuesto, el suministro del racionamiento era tan irregular e imprevisible que durante semanas se proveía a la población por ejemplo de aceite, bacalao y jabón, en otras de pasta para sopa, azúcar y un huevo o garbanzos, tocino y carne de membrillo. Aquí me gustaría ver a un Ferrán Adriá haciendo cábalas para confeccionar un menú con dichos ingredientes, algo que tenían que hacer aquellas sufridas madres, las cuales fueron bien descritas por el periodista Claudio Grondona, allá por los años 70, en el diario Sur de Málaga cuando escribió: “Madres y hermanas, esposas e hijas en una paciente, sufrida, dolorosa y desalentadora tarea de hogar y de familia. Llegaron a confeccionar tortillas sin huevo, guisos sin carne, fritos sin aceite, dulces sin azúcar, café con trigo tostado; hicieron pucheros con huesos, cocidos sin semilla ni patatas, embutidos de pescado”.


Aquellos afortunados que podían lo suplían con el llamado estraperlo, nombre que proviene de dos famosos estafadores llamados Strauss y Perlowitz, que casi tumbaron a la Segunda República, y que el pueblo al unir los dos apellidos los añadió al diccionario de la lengua que lo define como:”Comercio ilegal de artículos intervenidos por el Estado o sujetos a tasa”. A tanto llegó el asunto que el gran maestro Néstor Luján, al que jovenlandesalmente le debo un estudio dedicado a su biografía, escribió un artículo titulado ‘Si no existiera el estraperlo’ que decía lo siguiente: “En estas dos últimas semanas la Comisaría de Abastecimientos ha repartido lo siguiente: en la semana penúltima repartió un racionamiento compuesto de aceite refinado de ignoramos que producto y desde entonces nuestra imaginación está intentando representarse cómo puede ser el aceite en bruto, a razón de un octavo de litro por persona, café a razón de cincuenta gramos y alubias, éstas de excelente calidad a razón de doscientos gramos. La última semana nos vimos favorecidos por azúcar blanco, bacalao, pasta para sopa y manteca vegetal. Ahora bien, considerando los precios de la carne, de las narices, de la leche y demás comestibles inasequibles a la mayoría de los bolsillos modestos, desearíamos que estos racionamientos fueran acompañados de un ***etito explicativo de qué platos pueden cocinarse con bacalao, pasta de sopa y azúcar blanco que es lo que pueden comprar las clases humildes o bien que menús pueden construirse en una larga semana con aceite, café y alubias”, para terminar su artículo, pese a la prohibición oficial, ponderando el estraperlo que podía hacer otras combinaciones alimenticias.


Fue precisamente el estraperlo el que marcó las diferencias sociales y políticas en la España de la posguerra y que dividió a los españoles en tres categorías, los ganadores que aseguraron un puesto decente de trabajo y que pasaron esta época sin carencias y bien nutridos; por otro lado los sobrevivientes, aquellos que habían perdido la guerra y que eran profesionales a los cuales por unos años les robaron hasta los títulos académicos para ejercer su profesión o que tenían un familiar fascista que les surtía de alimentos pero que padecieron enfermedades carenciales o que fueron víctimas de estados de desnutrición; y, por último, aquellos pobres desgraciados que no sobrevivieron ni siquiera a esta etapa de la historia y que fueron llenando los portales, hospitales, campos de concentración y calles con sus escuálidos cuerpos que parecían de cera y con barrigas hinchadas. Sobre estos últimos recuerdo cuando mi padre, que estuvo en varios campos de concentración, me contaba como morían de hambre en aquellos batallones de trabajo o cuando, después de mucho tiempo, les llegaba un paquete con alimentos de la familia los devoraban y como se hinchaban y morían o como había que poner guardias para que no se tiraran sobre las cáscaras de naranjas que arrojaban otros para que no cogieran enfermedades. También la población civil moría de hambre tirados en las calles como ocurría en Riotinto (Huelva), donde mi tío era médico, y como venían a tropel a la consulta para que les recetara algo que no se puede en medicina, alimentos. Toda una vergüenza de nuestro pasado.


Volviendo a los campos de concentración la vida era tan penosa que creo qué ensombrecerían a los de exterminio de los nazis, la única diferencia fue que no hubo un juicio de Nürenberg por los crímenes contra la humanidad que se cometieron y donde el hombre era peor tratado que la peor de las bestias, pero no quiero ser yo el que cuente el hambre o la miseria que pasaron aquellos que por defender el orden y la legalidad, pisotearon los fascistas. Del libro 'Mis prisiones' de Rafael Sánchez Guerra entresaco lo siguiente: "Las varias enfermerías del presidio estaban atestadas de hombres jóvenes con sus facciones hinchadas, síntoma evidente y claro de inanición, depauperados, esqueléticos, sin ninguna enfermedad orgánica pero que no podían materialmente sostenerse en pie. Raro era el día que formábamos tristes y silenciosos en el patio grande para presenciar cómo se llevaban en toscas cajas de madera los cadáveres de dos, tres o cuatro de aquellos infelices que tenían un modo tan doloroso de 'recobrar la libertad'. En el mes de marzo murieron de hambre setenta y ocho reclusos y a todos nos espantaba la proporción aterradora de la cifra. Era el ansia de comer de algunos presos que se hizo preciso nombrar en cada patio un recluso que hiciera de guardia permanente al lado de los cajones de sarama para evitar que unos cuantos desgraciados se intoxicaran recogiendo la inmundicia y desperdicio que otros arrojaban. Las cáscaras de naranjas, muchas veces pisoteadas y sucias, las devoraban los hambrientos con verdadera fruición".


Ricardo de la Cierva en su ‘Historia del Franquismo’ cuenta que sólo hubo treinta mil pobres entre los años 1940 y 1946, claro está que no tiene en cuenta aquellos certificados de defunción que encubrían vergonzosamente como otras causas lo que era evidente, como me consta por referencias de facultativos de la época y es que Ricardo de la Cierva nunca fue totalmente ecuánime pese a su fama como historiador.

Existe un estudio efectuado por el médico Pedro Blanco Grande referido a lo que fue la alimentación en Madrid a lo largo de 1941 que pone de manifiesto la carencia de todo en la población, pese a tener en cuenta la cantidad de toda clase de alimentos suministrados mediante cartilla de racionamiento, así como los consumidos procedentes de la venta libre. El resumen del contenido en elementos nobles procedentes de todos los alimentos ingeridos (carnes, verduras, pescado, bemoles, leche, etc.) los comparó con el valor estimado para una dieta normal, valor que según la Comisión Consultiva de Alimentación del Ministerio Británico de Higiene se sitúa en 100. De esta comparación resultó:

Alimentos Debían tener Tenían Déficit
Albúminas 100 55,40 44,60

Grasas 100 38,50 61,50

Hidratos de carbono 400 135,17 264,83

Calorías 3.000 1.002 1.938


A la vista de este estudio a nadie le extrañó, cuando pasó la Segunda Guerra Mundial, reconocer que las raciones que daban los alemanes a sus presos en los campos de concentración eran superiores en calorías y mejor equilibradas que las que el estado español les suministraba a sus ciudadanos en la que fuera el mayor campo de concentración de Europa. Para reafirmar lo expuesto sólo contaré que se pasó de los 32 kilos de carne por habitante y año de 1932 a los 12 en 1941 que se consumió en Madrid.

Ya para el año 1951 las cifras de los valores nutritivos en la dieta de los españoles ya era normal comparada con el cuadro que antecede.

Dadas estas carencias nutritivas aparecieron una serie de enfermedades relacionadas como fueron las hepáticas, los calambres musculares, la tuberculosis y los edemas. Como siempre los peor parados fueron los ancianos y los niños, estos últimos tuvieron una alarmante índice de defunciones como se pone de manifiesto en el siguiente cuadro y que se refiere al porcentaje por cada mil nacidos:

1941 1942 1943 1944
151 143 131 91

Hay que tener en cuenta que en Europa la mortandad infantil para ese tiempo era de 40 por mil nacimientos.

Los jinetes del Apocalipsis llegan a España

La catastrófica situación dietética y social se reflejó en la aparición de la tuberculosis y cuya única prevención entonces, ya que todavía no se conocía en el país la penicilina, era la de vivir en habitaciones higiénicas y comer nutritivamente y en abundancia. El hambre y la convivencia forzada de gran número de personas en lugares insanos, he llegado a conocer cuando era pequeño a familias enteras compuesta por padres y tres hermanos convivir en una habitación con una superficie que no superaba los 9 metros cuadrados y cuyo uso era de comedor, sala de estar y dormitorio, era algo corriente en las familias pobres, debiendo compartir los servicios de retrete, cocina y lavadero con otras familias.

La impotencia del estado y los médicos para atajar la esa época en el 2020 de la que yo le hablo era desesperante ya que sólo podía ser evitada con un diagnóstico precoz, una alimentación sana y una vivienda higiénica, ninguna de las cuales se podían cumplir gracias a los fascistas que se habían sublevado contra el gobierno legítimo. Para complicar aún más las cosas los miembros activos de la familia solían ocultar los primeros síntomas de la enfermedad ante el miedo de perder el empleo que les hacía mal vivir; después, como siempre, los más castigados fueron los niños vagabundos y en general toda la población, pasando la mortandad de 111,59 por cada 100.000 habitantes en el año 1934 a 122,78 en 1943.

En un estudio que se realizó en la Universidad Central por los doctores Zapatero y Gutierrez del Olmo en 1941 se descubrió que entre los estudiantes habían 420 casos de tuberculosis y en un estudio publicado en la revista de Sanidad e Higiene se obtenían estas cifras de mortandad por la enfermedad en el periodo comprendido entre los años 1940 y 1947 en España:

Año Tuberculosis pulmonar Tuberculosis meníngea Total
1940 23.871 5.665 29.536
1941 26.633 6.147 32.780
1942 26.062 6.012 32.074
1943 26.530 6.225 32.755
1944 26.850 6.084 32.934
1945 27.050 6.100 33.150
1946 27.100 6.650 33.750
1947 27.250 6.721 33.971


Este cuadro sólo es de muertos ya que se estimaba que enfermaban cada año 150.000 personas, lo que dejaría marcada a toda una generación de españoles que por no haberse descubierto los antibióticos debían afrontar la enfermedad con curas de reposo, trasladarse a lugares altos y una buena sobrealimentación, algo que no estaba al alcance de la mayoría.

No me resisto a tras*cribir un comentario de Rafael Bella y Carlos Martínez Bueno sobre estos hechos y que dicen: "Si las consecuencias de toda guerra son desoladoras para la salud de los pueblos que la padecen, en el caso de la nuestra, en la que las privaciones fueron en gran medida fruto de una posguerra caracterizada por el trato discriminatorio impuesto a una masa de la población marcada por la derrota, es difícil hallar ni eximente ni atenuante al comportamiento de unos gobernantes que en su rigor nunca quisieron olvidar que su victoria y las condiciones de vida impuesta por ella se habían producido a costa de una parte de su propio pueblo".

Pero otras enfermedades acechaban a la población como consecuencia de la falta de proteínas, azúcares y vitaminas, la ingestión de grasas de mala calidad y el abuso de bebidas alcohólicas, que curiosamente no estaban gravadas por la administración y eran muy baratas, tanto que hasta los más pobres tenían acceso a ella. Fue la hepatitis otro de los azotes, baste decir que se cuadruplicaron los casos entre 1936 y 1943, lo que trajo una legión de cirróticos que hacía más lamentable la imagen de un país que para evadirse de las miserias se refugiaba en la bebida.


Un caso misterioso de enfermedad apareció en escena y que se hacía notar por padecer los 'pacientes' calambres musculares que aparentemente no tenían justificación, ya que no existían otras causas asociadas como podría ser deshidratación, y que rápidamente se dedujo que eran motivados por una insuficiencia alimenticia, aunque nunca se llegó a descubrir la razón verdadera, especulándose que era consecuencia de la falta de calcio y que fue motivo de un estudio por el Dr. Rof Carballo. Dicho Dr. tomó 203 personas al azar en el barrio de Vallecas de Madrid, eran de todas las edades y clases sociales, de ellas llegó a descubrir que el 27% de los adultos y el 33,7% de los niños la padecían quedando su motivación, como he indicado, en el supuesto de una pésima alimentación.

En el sur de España, en Andalucía, el hambre se manifestó con toda su crueldad como ya he contado casi al principio de este artículo, siendo el edema el estigma que lo caracterizaba; realmente cruel en los inviernos de 1940-1941 y 1941-1942, caracterizándose por hinchazón del abdomen y las extremidades. Los doctores Carmena y Gómez Moreno en un artículo de la revista Clínica Española hablan de un estudio que hicieron en 20 pacientes, de los cuales fallecieron 3, en la que ponían de manifiesto la falta casi absoluta de proteínas animales, un régimen hipocalórico, en algunos casos por debajo del 50% requerido, y la miseria en la que vivían aquellos desdichados.

También la ingesta de alimentos desusados fueron motivo de enfermedades y fin como puede leer en otro artículo dedicado a la almorta que editamos en nuestra revista o el dedicado al altramuz.

Otras enfermedades castigaron a la población que no tenían nada que ver con la alimentación, como eran las enfermedades venéreas como consecuencia de la gran prespitación que existía, las fiebres tifoideas, el paludismo y la disentería por falta de higiene y es que las desgracias nunca vienen solas y de milagro puedo estar aquí escribiendo este artículo ya que lo qué parece raro es que hubieran supervivientes a tantos desastres, porque a todo esto hay que sumar la terrible sequía que padeció el país, la Guardia Civil de entonces, el cabrón, autodenominado Caudillo de España, Francisco Franco Bahamonde y los falangistas, lo que me lleva a la conclusión que somos una raza inmortal.


Los niños, esos grandes perdedores la de guerra, huérfanos o hijos de los encarcelados sobrevivían ejerciendo las más peregrinas profesiones, desde vendedores de tabaco picado (procedente de colillas) al estraperlo de pan blanco o el trasiego de patatas y que mal se alimentaban gracias al 'Auxilio Social' o haciendo colas en las puertas de los cuarteles esperando las sobras de los ranchos.

Los periódicos, portavoces del régimen, tras*mitían a la población la esperanza de poder comer si podían resistir un poco más, algo difícil porque el hambre no espera, con noticias como la siguiente: Diario la Vanguardia de Barcelona de fecha 2 de enero de 1940: "Se espera de un día a otro (obsérvese la precisión en la noticia) la llegada a nuestro puerto de dos barcos procedentes de América con doce mil toneladas de garbanzos".


Al puerto de Alicante llegaron, a comienzos de 1941, 4.000 toneladas de maíz, las cuales se utilizaron para hacer un pan de tonalidad amarillo que se quebraba al ser partido, se deshacía la miga y que fue el único que podían durante meses comer los españoles.

Sobre el tabaco, también racionado y sólo para hombres (las mujeres estaban excluidas), fue motivo de trueque por aquellos que no lo consumían, el cual tiene una de las muchas historias grotescas del régimen fascista llena de payasos, que sería interesante en otro medio escribirlas, donde se anunciaba en la prensa una campaña en su contra para el consumo de las mujeres y escrito por el 'facultativo' Dr. Fernán Pérez que predicaba sobre los males que producía de la siguiente forma: "El tabaco enemigo de la belleza. Esta fumadora empedernida tiene en la boca un nido de microbios que manchan la albura de sus dientes", hasta aquí todo parece 'casi' normal, el defecto estaba en que la señora qué se ponía de ejemplo, traidora de los fascistas del mundo, era la artista cinematográfica Marlene Dietrich, todo un ejemplo de pésimo 'marketing'.

Pero no todo era malo, que hasta en la desgracia se puede uno reír por lo ridículo de las situaciones, entre ellas hay una que sin gran imaginación se puede visualizar, y que consistía en qué en todo acto público había que saludar con el brazo en alto y la mano abierta (saludo fascista), como puede comprobar en las fotos, pero ocurría que en los combates de boxeo se hacía raro ver a los púgiles saludando con los guantes puestos, lo que daba una imagen anacrónica al parecer que lo hacían como los comunistas.

Por otra parte la iglesia echaba leña al fuego siendo responsable de la frigidez de muchas mujeres de la época al querer castrar a la población con anatemas tales como el masturbase secaba el bulbo raquídeo y otras lindezas por el estilo o los ***etos que repartían, y que también acompaño, en los que comparaban algo tan simple como un baile con las tentaciones imaginarias del diablo o la frase tan estulta de 'El hombre es fuego, la mujer estopa, llega el malo y sopla', eso sí, nunca condenó la iglesia las atrocidades que se hacían, ni los negocios fraudulentos, ni los crímenes que se cometían en los fusilamientos. En esa época los sacerdotes de España estaban rellenitos y con mejillas sonrosadas, de ahí la canción que se tarareaba entre dientes con música de jota: 'Si los curas comieran chinas del río no estarían tan rellenitos los tíos jodíos'. Mientras tanto en Europa, en plena Guerra Mundial, el Papa Pío XII bendecía a las tropas fascista en la plaza de San Pedro.

También la población civil, por el ejemplo que daban los iconos, intentaba abusar de su prójimo y era curioso ver alguna que otra discusión callejera en la que un inane para imponerse por el miedo, que no por la razón, le decía a su contrincante: '¿Sabe Vd, con quien está hablando?', argumento que se perpetuó en el tiempo, incluso hasta mi juventud, que recuerdo un roce urbano que tuve a lo que le respondí: 'Sí, con un iluso' con lo cual quedó zanjada la discusión ya que mi razonamiento era más contundente.

Y para terminar un anuncio de prensa que me resulta desagradable, que apareció en la prensa de Málaga y que sin comentarios dejo a juicio del lector: "¡Señora, señorita, no tire su viejo cepillo de dientes! Por el módico precio de tres pesetas, nosotros se lo restauramos, dejándolo como nuevo".

Fuente: El artículo está en forococina.com y en la manchaobrera.es
 
Última edición:
Y de sed, que hasta las fuentes se secaron con el miedo. :´(
 
Un artículo publicado en "La mancha obrera" (web comunista, de esas que te dicen que en Cuba se vive de querida progenitora), tiene la misma credibilidad que Hollande hablando de fidelidad a las esposas.


Este hilo del forero Arrekarallo, tal vez le sirva.


http://www.burbuja.info/inmobiliari...trabajador-espanol-vs-que-r78-le-quitado.html


De nada.


PD: Por cierto, el título debería ser "El hambre", no "La hambre". Ya sé que la LOGSE ha hecho estragos, pero un poco de por favor...
 
Un artículo publicado en "La mancha obrera" (web comunista, de esas que te dicen que en Cuba se vive de querida progenitora), tiene la misma credibilidad que Hollande hablando de fidelidad a las esposas.

Que no te guste lo que digan, no hace que sea falso.

En la posguerra se pasó hambre real, y es algo que mis abuelos y los mayores de mi pueblo me han contado.

En aquellos años era típico el chiste de comer chorizos a la sombra, que era poner un chorizo colgado a la luz de un candil y mojar pan en la sombra. De este modo el chorizo les duraba muuucho más.

La gente tomaba achicoria, porque no sabía que era el café. Mi progenitora me contó que la primera vez que comió un plátano fue cuando estuvo enferma y pensaban que se iba a morir por el hambre.

Mi padre aún recuerda como una bendición el queso en lata que enviaron los americanos y que pudo comer en el colegio. Para muchos niños era la única comida que hacían al cabo del día.
 
Última edición:
"Hambre" es masculino, por lo tanto el título correcto sería "el hambre del franquismo".

De nada.
 
La hambre es correcto, si se trata de una licencia poética, como "La mar". Quevedo, en el Buscón:

Entramos, primer domingo después de Cuaresma, en poder de la hambre viva, porque tal laceria no admite encarecimiento

Lo del hambre es posible que esté ligeramente magnificado y es difícil contrastar cifras, pero hay conceptos que son incuestionables.

Es evidente er innegable que hubo una hambruna de la leche. Soy suficientemente viejo como para que mis padres vivieran la guerra y cuentan unas historias vividas y vistas sobrecogedoras. Al arrimo del hambre llegó el racionamiento y con él el estraperlo.

A la sombra del estraperlo se forjaron las grandes fortunas de las familias que, aun hoy, son los ricos y poderosos en España. Se hicieron ricos con el hambre y las privaciones de sus conciudadanos, cobijados por Franco o más bien por sus secuaces. Estraperlo, contrabando con su mordida correspondiente y vista subida de peso, esas cosas que hacen los me gusta la fruta cuando la ocasión se brinda.
 
Que no te guste lo que digan, no hace que sea falso.

En la posguerra se pasó hambre real, y es algo que mis abuelos y los mayores de mi pueblo me han contado.

En una posguerra, se pasa hambre. Es de cajón (ahora podríamos hablar de quienes provocaron la guerra, aunque tú me dirás que fueron los malvados "fascistas", no los comunistas asesinos que llevaban desde el 34 quemando iglesias y dando paseíllos, poniendo fotos de Stalin en La Puerta de Alcalá y cargándose la misma república que ahora se atribuyen como "suya")

Sin embargo, el Franquismo de los años siguientes, cuando España levantó, dio al pueblo una estabilidad que ya quisieramos hoy día: Pleno empleo, clase media, creación de la Seguridad Social y de las prestaciones sociales, creación de viviendas de protección oficial, seguridad ciudadana, soberanía nacional...etc.
 
En una posguerra, se pasa hambre. Es de cajón

Francia, Italia y Alemania sufrieron una devastación de sus infraestructuras, industria y agricultura mucho mayor que la española, y sin embargo se recuperaron económicamente a mucha mayor velocidad que España. Si en España en 1945 no hubiera llegado la carne argentina, cientos de miles de personas hubieran hambriente porque la situación era como la de Corea del Norte hace pocos años.

Quizá el pensar que se puede dirigir un pais como un cuartel y no tener ni fruta idea de economía (y tardar 20 años en darse cuenta) tiene mucho que ver con ello.

Aunque quizá tardó 20 años en darse cuenta, porque el hambre de los españoles y su sufrimiento le importaba una cosa.
 
"Hambre" es masculino, por lo tanto el título correcto sería "el hambre del franquismo".

De nada.



Se emplean las formas el / un ante sustantivos femeninos singulares que empiecen por a o ha tónicas. Esa alteración ocurre solamente en el singular y no modifica el género del sustantivo (de femenino para masculino).
Hambre es femenino, pero se usa "el" o "un".

el (un) ave exótica - las (unas) aves exóticas

el (un) hada madrina - las (unas) hadas madrinas

el (un) ancla antigua - las (unas) anclas antiguas

el (un) hacha herrumbrada - las (unas) hachas herrumbradas

1ª - Constituyen excepción a esa regla el nombre de las letras a y h (hache). Lo correcto es la a y la hache

2ª - La interposición de cualquier palabra (aunque comience por a o ha tónicas) entre el artículo y el sustantivo impide el uso de el. Repare en los ejemplos abajo:

la ancha calle o la calle ancha

el habla suave pero la suave habla

la maldita hambre pero el hambre maldita

la amplia área pero el área amplia

Así que efectivamente, de nada.
 
Con Franco se pasaba mucha hambre, no como ahora que semos ricos

col_11898.jpg
 
A tal punto que mi padre aborrece todo tipo de productos lácteos, debido a que él de pequeño se alimentaba a base de leche de cabra y productos derivados.

Y eso que nació en los años 60s, pero en la aldea gallega, donde las “cosas” de las zonas privilegiadas de España tardaban en llegar al menos 10 años, tanto las cosas positivas como las negativas. Donde esté la experiencia y el testimonio, la propaganda sobra, gracias. Las diferencias de altura física entre las distintas generaciones familiares, también es una irrefutable prueba.

Saludos.
 
Pleno empleo en el franquismo JAJAJAJAJ y la mitad de españa emigrante en Alemania y explotada laboralment (muchos de ellos ilegales), pueblos enteros donde casi no había hombres porque todos habían emigrado, vaya "pleno empleo". Es aún más gracioso si piensas que los mismo que defienden el franquismo son los que hoy criminalizan a la clase obrera extranjera por verse en la necesidad de emigrar. ¡Nativa o extranjera, la misma clase obrera!

En fin, la propaganda franquista aún hace eco y hay muchos mitos sobre la economía franquista. Cuando tenga tiempo escribiré algo sobre ello.
 
Francia, Italia y Alemania sufrieron una devastación de sus infraestructuras, industria y agricultura mucho mayor que la española, y sin embargo se recuperaron económicamente a mucha mayor velocidad que España. Si en España en 1945 no hubiera llegado la carne argentina, cientos de miles de personas hubieran hambriente porque la situación era como la de Corea del Norte hace pocos años.

Quizá el pensar que se puede dirigir un pais como un cuartel y no tener ni fruta idea de economía (y tardar 20 años en darse cuenta) tiene mucho que ver con ello.

Aunque quizá tardó 20 años en darse cuenta, porque el hambre de los españoles y su sufrimiento le importaba una cosa.

Francia, Italia y Alemania no sufrieron una guerra civil. No se puede comparar la devastación de una guerra civil con la que causa un conflicto entre países.

Que se podría haber hecho mejor, nadie lo duda. Que había pocos mimbres con los que hacer cestas, es innegable.
 
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