John Arbuthnot Fisher y Alfred Von Tirpitz

Billy Ray

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Dejando aparte fobias personales hacia todo, o casi todo, lo que venga de esas islas de piratas y tramposos, abro este hilo. No pretendo homenajear a este señor, aunque así lo parezca, pero tengo que reconocer que me fascina su vida, su mentalidad y todo lo que hizo. En España jamás hemos tenido a nadie parecido, puede que similar, cierto, pero el nepotismo, el enchufismo, el peloteo, el arribismo, el triunfo de los mediocres, en definitiva, sobre los capaces por cuestiones varias y diversas ha hecho siempre imposible que personajes como Jackie Fisher pudieran darse en nuestro país.

"El hombre que revolucionó la armada real no disfrutaba de la riqueza o posición familiar que tanto ayudó a muchos de sus contemporáneos a alcanzar un rango elevado. John Arbuthnot Fisher, nacido en 1841 en Ceilán, era el hijo de un plantador de café tan pobre que tuvo que embarcar a sus siete hijos de vuelta a Inglaterra para vivir de la caridad de parientes. Muchos jóvenes se habrían malogrado con semejante destino. Pero eso hizo a Fisher un camorrista. "Tuve que luchar como mil demonios por todo", recordó mas adelante, "y la lucha me convirtió en lo que soy".
A los 13 años Fisher se alistó en la Armada como cadete y de inmediato aplicó su beligerante naturaleza a la tarea de darle forma a su destino. Trabajó como un "elefante joven", tal como el lo expresó, para aprender navegación y matemáticas. A los 20 años se pasó a artillería y dominó todas las nuevas técnicas con tanta rapidez que en seis meses lo hicieron instructor a bordo del buque de tres cubiertas Excellent, que era la principal escuela de artillería de la Armada.
La destreza de Fisher dejó una increíble impresión en sus superiores, y a la edad de 28 años fue ascendido a comandante y destinado al buque insignia Ocean en el puesto de China. Le irritó la rutina del acicalado del barco y se quejó de tener que dedicarle "concentración a la limpieza de la pintura".
Fuera de servicio se dedicó a analizar los defectos de la Armada y a escribir tratados sobre artillería, municiones, tácticas de batalla y administración naval. "Mi corazón esta lleno", escribió en una ocasión, "de cosas del servicio que parecen querer zozobrar". Resultó ser una declaración profetica. Pues al final, Fisher virtualmente hizo zozobrar a la vieja Armada real con el fin de construir la flota de combate mas temible que el mundo hubiera visto."


Afortunada o desgraciadamente al otro lado del canal otro individuo, tan genial como Fisher, tuvo la fortuna de atraer la atención del Káiser. Si, Guillermito quería tener barquitos, en mayor cantidad y mas grandes que su tío Eduardo. Es dudoso que el fulastre congénito entendiese demasiado de la geoestrategia que la sociedad industrializada moderna estaba exigiendo a las potencias coloniales del momento, el quería barcos y Alfred Von Tirpitz se los iba a construir.
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"Si pretendemos salir al mundo y reforzarnos comercialmente por medio del mar, entonces si no nos proporcionamos de manera simultanea una cierta medida de poder naval estaremos erigiendo una estructura por completo hueca". A.V.Tirpitz
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Ambos venían desde abajo, ambos cambiaron completamente la forma de hacer la guerra en el mar.
 
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Dejando aparte fobias personales hacia todo, o casi todo, lo que venga de esas islas de piratas y tramposos, abro este hilo. No pretendo homenajear a este señor, aunque así lo parezca, pero tengo que reconocer que me fascina su vida, su mentalidad y todo lo que hizo. En España jamás hemos tenido a nadie parecido, puede que similar, cierto, pero el nepotismo, el enchufismo, el peloteo, el arribismo, el triunfo de los mediocres, en definitiva, sobre los capaces por cuestiones varias y diversas ha hecho siempre imposible que personajes como Jackie Fisher pudieran darse en nuestro país.

"El hombre que revolucionó la armada real no disfrutaba de la riqueza o posición familiar que tanto ayudó a muchos de sus contemporáneos a alcanzar un rango elevado. John Arbuthnot Fisher, nacido en 1841 en Ceilán, era el hijo de un plantador de café tan pobre que tuvo que embarcar a sus siete hijos de vuelta a Inglaterra para vivir de la caridad de parientes. Muchos jóvenes se habrían malogrado con semejante destino. Pero eso hizo a Fisher un camorrista. "Tuve que luchar como mil demonios por todo", recordó mas adelante, "y la lucha me convirtió en lo que soy".
A los 13 años Fisher se alistó en la Armada como cadete y de inmediato aplicó su beligerante naturaleza a la tarea de darle forma a su destino. Trabajó como un "elefante joven", tal como el lo expresó, para aprender navegación y matemáticas. A los 20 años se pasó a artillería y dominó todas las nuevas técnicas con tanta rapidez que en seis meses lo hicieron instructor a bordo del buque de tres cubiertas Excellent, que era la principal escuela de artillería de la Armada.
La destreza de Fisher dejó una increíble impresión en sus superiores, y a la edad de 28 años fue ascendido a comandante y destinado al buque insignia Ocean en el puesto de China. Le irritó la rutina del acicalado del barco y se quejó de tener que dedicarle "concentración a la limpieza de la pintura".
Fuera de servicio se dedicó a analizar los defectos de la Armada y a escribir tratados sobre artillería, municiones, tácticas de batalla y administración naval. "Mi corazón esta lleno", escribió en una ocasión, "de cosas del servicio que parecen querer zozobrar". Resultó ser una declaración profetica. Pues al final, Fisher virtualmente hizo zozobrar a la vieja Armada real con el fin de construir la flota de combate mas temible que el mundo hubiera visto."


Afortunada o desgraciadamente al otro lado del canal otro individuo, tan genial como Fisher, tuvo la fortuna de atraer la atención del Káiser. Si, Guillermito quería tener barquitos, en mayor cantidad y mas grandes que su tío Eduardo. Es dudoso que el fulastre congénito entendiese demasiado de la geoestrategia que la sociedad industrializada moderna estaba exigiendo a las potencias coloniales del momento, el quería barcos y Alfred Von Tirpitz se los iba a construir.
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"Si pretendemos salir al mundo y reforzarnos comercialmente por medio del mar, entonces si no nos proporcionamos de manera simultanea una cierta medida de poder naval estaremos erigiendo una estructura por completo hueca". A.V.Tirpitz
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Ambos venían desde abajo, ambos cambiaron completamente la forma de hacer la guerra en el mar.

Gracias por el post. Mi opinión sobre Fisher no es para nada tan buena. La construcción del Dreadnought puso la cuenta de acorazados a cero, lo que perjudicaba a quien más tenía.

Que los monocalibres eran inevitables era cierto, pues desde Cuniberti estaba en los ambientes navales pero iniciar la carrera era un error. Los cruceros de batalla eran muy hermosos y fantásticos para la publicidad en la prensa pero un error de concepto y costosisimos para las misiones para las que se diseñaron.

De los Renown y Furious que decir, auténticas dianas flotantes para dorar el ego de Fisher. Fisher era un genio, pero no tanto como él pensaba. Tirpitz era mucha más gris, pero más preocupado de la eficiencia que de salir en la prensa. En conjunto tanto Fisher como Tirpitz fueron buenos para la marina alemana.

Ninguno de los dos cambiaron el combate naval. Eso lo hizo Togo en Tsushima. Aunque es cierto que Alemanes y Británicos interpretaron más correctamente la batalla que los japoneses. Pero el auténtico cambio fue a nivel técnico, en torpedos, direcciones de tiro, ópticas, proyectiles etc. Y lo hicieron muchos oficiales menos conocidos a veces a título personal.

La obsesión de Fisher era la velocidad. Siempre sostenía que la velocidad era coraza. Ya en a epoca premonocalibres prefería los acorazados (entonces clasificados de 2°clase) más rápidos y menos blindados.

El análisis de Tsushima trajo dos conclusiones principales

1. La ventaja de velocidad permitía obtenener un posición favorable frente al conteario.
2. Las distancias de combate se incrementarían progresivamente.

El Dreadnought respondía a ambas conclusiones. Las turbinas le daban un ventaja sobre las máquinas alternativas y dado que el combate sería cada vez a más distancia los cañones de mediano calibre (arma principal antes) perdían importancia y era comveniente concentrase en baterias uniformes de gran calibre.

Hasta ahí la realidad confirmó el diagnóstico. Pero lo que obvio Fisher es que las ventajas de la velocidad y el combate a larga distancia descendian cuando se incrementaban.

Es decir, hacer un buque 4 nudos más rápido era menos costoso saltando de 20 a 24 que saltando de 24 a 28. Pero la ventaja en maniobra era mayor en el primer caso que en el segundo. Algo similar en el alcance de la artillería, las ventajas de tener mayor alcance se perdían en gran parte por la caida en la probabilidad de impacto. Además en combates a mayor distancia la ventaja de velocidad era kenos aprovechble por mera geometría.

Esa es la razón que los cruceros de batalla fueron un desastre. Para obtener una ventaja de velocidad suficiente en los rangos de combate esperados se sacrificó la protección a niveles peligrosos. Se justifico luego que los cruceros de batalla se diseñaron para cazar cruceros acorazados (la batalla de las Malvinas contra Spee es el ejemplo), pero como se advirtió en su momento buques con cañones de acorazados lucharían contra acorazados.

Jutlandia demostró que la velocidad no era coraza y tres cruceros de batalla y 3.000 hombres pagaron los errores de Fisher.

De los últimos engendros de Fisher (si bien anteriores a Jutlandia) casi mejor no hablar. Los costosisimos Renown con 6 de 381 tenían que escapar de un acorazado alemán de 305 . De los Furious nadie sabían para que servían. Un horror.
 
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Gracias por el post. Mi opinión sobre Fisher no es para nada tan buena. La construcción del Dreadnought puso la cuenta de acorazados a cero, lo que perjudicaba a quien más tenía.

Que los monocalibres eran inevitables era cierto, pues desde Cuniberti estaba en los ambientes navales pero iniciar la carrera era un error. Los cruceros de batalla eran muy hermosos y fantásticos para la publicidad en la prensa pero un error de concepto y costosisimos para las misiones para las que se diseñaron.

De los Renown y Furious que decir, auténticas dianas flotantes para dorar el ego de Fisher. Fisher era un genio, pero no tanto como él pensaba. Tirpitz era mucha más gris, pero más preocupado de la eficiencia que de salir en la prensa. En conjunto tanto Fisher como Tirpitz fueron buenos para la marina alemana.

Ninguno de los dos cambiaron el combate naval. Eso lo hizo Tojo en Tsushima. Aunque es cierto que Alemanes y Británicos interpretaron más correctamente la batalla que los japoneses. Pero el auténtico cambio fue a nivel técnico, en torpedos, direcciones de tiro, ópticas, proyectiles etc. Y lo hicieron muchos oficiales menos conocidos a veces a título personal.

Y la mentalidad, la filosofía de la armada británica cambió completamente con Fisher. Oficiales que tenían que mancharse las manos, que debían de mantenerse en forma y mezclarse con la marinería. La formación teórica y práctica de los cadetes, ampliando su periodo de formación de 18 meses a cuatro años, "Un plan revolucionario de cosa", como el mismo lo calificó. No me queda claro quien estaba detrás de Fisher, quien le aupó y le apoyó frente al rancio almirantazgo y sus costumbres decimonónicas, para nuestra arraigada mentalidad mafioso-latina es difícil concebir que promocionara y lo dejaran hacer sin un poderoso protector detrás, pero parece que así fue.

En cuanto a Togo jugó con demasiada ventaja, eligió el lugar y el momento contra una flota cansada y novata comandada por un inútil.
 
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Y la mentalidad, la filosofía de la armada británica cambió completamente con Fisher. Oficiales que tenían que mancharse las manos, que debían de mantenerse en forma y mezclarse con la marinería. La formación teórica y práctica de los cadetes, ampliando su periodo de formación de 18 meses a cuatro años, "Un plan revolucionario de cosa", como el mismo lo calificó. No me queda claro quien estaba detrás de Fisher, quien le aupó y le apoyó frente al rancio almirantazgo y sus costumbres decimonónicas, para nuestra arraigada mentalidad mafioso-latina es difícil concebir que promocionara y lo dejaran hacer sin un poderoso protector detrás, pero parece que así fue.

En cuanto a Togo jugó con demasiada ventaja, eligió el lugar y el momento contra una flota cansada y novata comandada por un inútil.

Sobre sus capacidades organizativas tengo poco conocimento. Por lo poco que he leido fue muy eficaz. De todas maneras era una tendencia en la época de todas las marinas donde la tecnificación estaba dejando sin lugar a oficiales "señoritos" y dando cada vez más importancia a los suboficiales técnicos. Pero no olvidemos que todavía en 1931 hubo u gravisimo motín en la RN y que la disciplina y las instalaciones para la tripulación eran solo peores en la armada japonesa.


Por lo que ha pasado Fisher a la historia es por su influencia en el diseño de buques, el viejo testamento (Dreadnought), el nuevo testamento (Invincible) y los evangelios apócrifos (Furious) como le gustaba decir.
 
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Sobre sus capacidades organizativas tengo poco conocimento. Por lo poco que he leido fue muy eficaz. De todas maneras era una tendencia en la época de todas las marinas donde la tecnificación estaba dejando sin lugar a oficiales "señoritos" y dando cada vez más importancia a los suboficiales técnicos. Pero no olvidemos que todavía en 1931 hubo u gravisimo motín en la RN y que la disciplina y las instalaciones para la tripulación eran solo peores en la armada japonesa.


Por lo que ha pasado Fisher a la historia es por su influencia en el diseño de buques, el viejo testamento (Dreadnought), el nuevo testamento (Invencible) y los evangelios apócrifos (Furious) como le gustaba decir.

No disimule, usted me pega caña en este tema con un brazo atado a la espalda, mójese y vomite de una vez todo lo que no le gusta de Fisher, me encantaría verle (leerle) cabreado. :D

Lo cierto es que era un perro malo, un tipo de lo mas rudo y bruto. Un autentico lobo de mar, parecido al capitán Haddock de Hergé. "Lo alteraré todo, y aquellos que se interpongan en mi camino será mejor que tengan cuidado. Hundiré a cualquiera que trate de detenerme". Desde luego no se puede negar que tenía las ideas muy claras pero de diplomacias y sutilezas no entendía nada.

En cuanto a los cruceros no era, acaso, una solución adecuada para la defensa de las lejanas rutas marítimas?. Cierto es que Fisher se equivocaba al considerarlos como unidades de reconocimiento, que podrían evitar, gracias a su velocidad el fuego del enemigo pero en caso de ser alcanzados la catástrofe estaba servida, como así sucedió en Jutlandia. Pero la idea no me parece mala, su empleo posterior esta claro que si.
 
No disimule, usted me pega caña en este tema con un brazo atado a la espalda, mójese y vomite de una vez todo lo que no le gusta de Fisher, me encantaría verle (leerle) cabreado. :D

Lo cierto es que era un perro malo, un tipo de lo mas rudo y bruto. Un autentico lobo de mar, parecido al capitán Haddock de Hergé. "Lo alteraré todo, y aquellos que se interpongan en mi camino será mejor que tengan cuidado. Hundiré a cualquiera que trate de detenerme". Desde luego no se puede negar que tenía las ideas muy claras pero de diplomacias y sutilezas no entendía nada.

En cuanto a los cruceros no era, acaso, una solución adecuada para la defensa de las lejanas rutas marítimas?. Cierto es que Fisher se equivocaba al considerarlos como unidades de reconocimiento, que podrían evitar, gracias a su velocidad el fuego del enemigo pero en caso de ser alcanzados la catástrofe estaba servida, como así sucedió en Jutlandia. Pero la idea no me parece mala, su empleo posterior esta claro que si.

El pecado de Fisher era la soberbia. La frase que cita lo describe perfectamente. Su capacidad rupturista era buena en ciertos aspectos. Y los Dreadnought eran inevitables. Otra cosa es que dejaba obsoletos a todos los acorazados empezando por los de la Royal Navy (que eran la mitad de los mundiales) poniendo el contador a cero.

El error fue extrapolar las conclusiones de los acorazados a los cruceros. Sobre todo dejandose llevar por la obsesión por la velocidad. Como el costo de la velocidad era exponencial los incrementos eran cada vez más pequeños y más costosos.

Un cazador de cruceros era un concepto correcto, lo incorrecto era construir un monstruo como el Invincible para cazar un Scharnhorts. Los 305 del Invincible obligaban a los almirantes a ponerlos en la línea de batalla (un factor importante era la prensa muy activa en temas navales en esos años). Pero su aspecto era engañoso. El Invincible al lado del Dreadnought parece más barco, más moderno, más agresivo, más elegante. .. y bastante más caro. A pesar de todo ello no podían enfrentarse cara a cara con un acorazado.

Invincible
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Scharnhorst
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La aproximación al crucero de batalla de los alemanes era mucho más correcta, sacrificaban artilleria en lugar de coraza y en una medida menor.

Tiger
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Lo peor de Fisher es que profundizó en el error cuando a finales de 1914 volvió al Almirantazgo. Tras el Tiger que fue el mejor (no se construyó bajo el designio de Fisher) y ya en el camino correcto, vinieron el Renown y el Repulse, misma protección del Invincible con 6 de 381 y 32 nudos. Era como poner los brazos de un boxeador en el cuerpo de un ciclista de la altura de un jugador de baloncesto. Los buques no podían enfentarse incluso a los Dreadnought más antiguos y eso que eran los buques más caros y grandes del momento.

Repulse
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Los "large light cruisers" de la clase Furious solo salieron adelante por el todavía inmenso prestigio de Fisher y la triquiñuela de clasificarlos como cruceros ligeros. Eran sin duda unos de los peores buques de guerra jamás construidos.

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Como no tengo una visión conspirativa, ni especiales prejuicios contra ambos bandos, pues no me puede "cabrear" el tema.;) Fisher sin duda era un gran marino, pero sus interferencias en el diseño de buques fueron catastróficas para la RN. Cuando está había encontrado el equilibrio casi perfecto en los Queen Elizabeth dilapidó recursos en cruceros de batalla inútiles. Las consecuencias llegarán hasta la SGM.

Si le interesan los cruceros de batalla ingleses el mejor libro es este:
http:// www.amazon.com/Battlecruisers-Shipshape-John-Roberts/dp/1840675306

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Se pueden obtener copias digitales;)
 
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Ya comentaré con más detalle este hilo, pero algo curioso, ¿no tiene Fisher rasgos asiáticos? Como nació en Ceilán, me da que alguna de sus antepasadas era una nativa.:rolleyes:

Un caso de vidas paralelas. Tanto Fisher como Tirpitz eran genios que construyeron una armada, pero no tuvieron ocasión de mandarlas, las flotas que crearon fueron mas dirigidas por mediocres y nulidades que no supieron seguir su visión. Dicho esto, aparte de su labor de constructores y organizadores, ambos cometieron errores de concepto muy graves.

Fisher se equivocó con los cruceros de batalla. Tirpitz con su "teoría del riesgo" y que no supo prever que el bloqueo británico sería a distancia, repitiendo el mismo error que cometieron generales de aplicar tácticas napoleónicas obsoletas a una guerra moderna sin tener en cuenta el impacto de la tecnología. Lo de Fisher fueron fallos técnicos, pero el error de Tirpitz era de concepto y tuvo consecuencias mucho más graves. Desgraciadamente para ambos, cuando la guerra llegó ya no tenían mando. Tirpitz podría haber enmendado su error de estrategia atacando a la Home Fleet británica al estallar la guerra cuando contaba con superioridad local, y Fisher no habría actuado de forma tan cauta en Jutlandia si no que habría aniquilado a la Hochseeflotte alemana costase lo que costase, lo que podría haber inducido a Alemania a pedir la paz y acortar la guerra.

El Káiser era un hombre de inteligencia mediocre y posiblemente un desequilibrado mental, pero no fue el único que se creyó las teorías de Mahan, en Alemania, todos los planificadores y políticos creían que también necesitaban un imperio colonial y una flota.
 
Ya comentaré con más detalle este hilo, pero algo curioso, ¿no tiene Fisher rasgos asiáticos? Como nació en Ceilán, me da que alguna de sus antepasadas era una nativa.:rolleyes:

Un caso de vidas paralelas. Tanto Fisher como Tirpitz eran genios que construyeron una armada, pero no tuvieron ocasión de mandarlas, las flotas que crearon fueron mas dirigidas por mediocres y nulidades que no supieron seguir su visión. Dicho esto, aparte de su labor de constructores y organizadores, ambos cometieron errores de concepto muy graves.

Fisher se equivocó con los cruceros de batalla. Tirpitz con su "teoría del riesgo" y que no supo prever que el bloqueo británico sería a distancia, repitiendo el mismo error que cometieron generales de aplicar tácticas napoleónicas obsoletas a una guerra moderna sin tener en cuenta el impacto de la tecnología. Lo de Fisher fueron fallos técnicos, pero el error de Tirpitz era de concepto y tuvo consecuencias mucho más graves. Desgraciadamente para ambos, cuando la guerra llegó ya no tenían mando. Tirpitz podría haber enmendado su error de estrategia atacando a la Home Fleet británica al estallar la guerra cuando contaba con superioridad local, y Fisher no habría actuado de forma tan cauta en Jutlandia si no que habría aniquilado a la Hochseeflotte alemana costase lo que costase, lo que podría haber inducido a Alemania a pedir la paz y acortar la guerra.

El Káiser era un hombre de inteligencia mediocre y posiblemente un desequilibrado mental, pero no fue el único que se creyó las teorías de Mahan, en Alemania, todos los planificadores y políticos creían que también necesitaban un imperio colonial y una flota.

No estoy de acuerdo con que la mandasen mediocres. Hipper y Jellicoe eran superiores a Fisher y Tirpitz. Incluso Scheer al que le faltaba decisión y Beatty al que le sobraba tenían más capacidades.

Tirpitz era sobre todo un funcionario, y estaba donde tenía que estar. Fisher en Jutlandia se hubiera llevado un hostión fenomenal (como se llevo Beatty) intentado usar los cruceros de batalla para lo que no servián. Hubiera dejado atras a los Queen Elizabeth (no era su estilo de buque) como hizo Beatty.

Los Queen Elizabeth bien usados eran la carta ganadora y fueron los que salvaron la jornada a pesar de su pésimo uso.

Jutlandia fue un inmenso caos en formaciones gigantes de buques. En una era donde las comunicaciones estaban en mantillas. Ahora es fácil criticar pero excepto Beatty que debía mantener cerca los acorazados de Evan-Thomas y Scheer en la segunda virada, los demás tenía pocas opciones con la información que contaban.

Además por edad ni Fisher ni Tirpitz estaban para esos trotes. En cualquier caso si se hubieran considerado el balance naval Alemania no hubiera ido a la guerra con Inglaterra. No podía ganar la carrera naval y además la diferencia se estaba incrementando. Los ingleses estaban construyendo 10 de 381 contra 4 y hubieran sido 12 si no fuera por la gansada de Fisher con el Renown y el Repulse.

El caso de superioridad local de los alemanes al inicio se me escapa. ¿Puedes darme datos? No lo recuerdo.
 
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Respetando tu opinión, que valoro en mucho porque conoces el tema en mayor profundidad que yo, mi opinión es que Jellicoe por un exceso de cautela dejó escapar una gran oportunidad. Hacía falta alguien más arrojado como Beatty o Fisher.

En cuanto a Tirpitz, mi opinión se basa en un capítulo de "Los cañones de agosto" en que éste se desesperaba porque los almirantes alemanes, von Pohl o Ingenohl, perdieron la oportunidad de atacar en 1914 a la flota británica en el Mar del Norte cuando tenían superioridad local ya que la mayoría de los barcos estaban dispersos por el globo, y con ello perdió su oportunidad Alemania de evitar el bloqueo que causaría su derrota en la guerra. También que estos almirantes mencionados pecaron de exceso de cautela porque el Káiser no quería arriesgar su flota. No pretendía decir que Tirpitz debía haber mandado la flota desde el puente de un acorazado, si no que en vez de estar en los despachos, debería haber tenido el mando supremo de la marina para tomar la decisión estratégica.


De Scheer y Hipper tengo muy buen concepto y no los criticaba. Scheer fue víctima de la mala suerte porque su operación estaba bien planeada, lástima que los británicos escucharan sus comunicaciones porque conocían sus claves, capturadas por los rusos, y por tanto la salida no tuviera ninguna posibilidad de éxito. Aparte de eso, también tuvo mala fortuna con la cooperación aérea y los submarinos. Mostró decisión y reflejos al ordenar la acción evasiva con el famoso "giro de combate" escapando de la trampa en la que se había metido, y sacrificando los cruceros de batalla y luego los destructores para ganar tiempo, y luego cometió un error al volver a girar hacia el enemigo, pero ahí tuvo suerte al escapar a la aniquilación. De Hipper no puedo decir nada, porque se limitó a obedecer órdenes. A Beatty sí se le podría criticar.

El planeamiento de Scheer fue bueno aunque condenado al fracaso porque el enemigo conocía sus planes, la ejecución del plan fracasó por causas ajenas, tomó las decisiones acertadas en la batalla, salvo un error táctico.

Jellicoe es cierto que se han metido mucho con él, a veces injustamente. Plan bueno, pero no tenía mérito porque jugaba con ventaja. Los errores de ejecución de los que fue víctima, como Scheer, no son culpa suya, aunque quizá se le pueda reprochar el no haberse interesado enmejorar las comunicaciones con la inteligencia naval, ni haber controlado a Beatty.
Pero sí se aprecia exceso de cautela, abrumado por la responsabilidad. A un Nelson no le habría importado arriesgar barcos para obtener una victoria segura.

Perdón por haberme desviado del tema y el resumen de Jutlandia tal como lo veo. Yo creo que la lucidez como estratega de Fisher sobrepasa con mucho los errores en el diseño de buques. A la inversa, Tirpitz suspende como estratega antes de la guerra, aunque vio la situación con claridad en agosto de 1914, cuando ya no ejercía mando, y en sus concepciones técnicas los alemanes no cometieron los errores garrafales de Fisher, claro que no sé qué parte de mérito tenía Tirpitz en esto, pero también tuvieron sus yerros en el diseño de buques.
 
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Respetando tu opinión, que valoro en mucho porque conoces el tema en mayor profundidad que yo, mi opinión es que Jellicoe por un exceso de cautela dejó escapar una gran oportunidad. Hacía falta alguien más arrojado como Beatty o Fisher.

En cuanto a Tirpitz, mi opinión se basa en un capítulo de "Los cañones de agosto" en que éste se desesperaba porque los almirantes alemanes, von Pohl o Ingenohl, perdieron la oportunidad de atacar en 1914 a la flota británica en el Mar del Norte cuando tenían superioridad local ya que la mayoría de los barcos estaban dispersos por el globo, y con ello perdió su oportunidad Alemania de evitar el bloqueo que causaría su derrota en la gurra. También que estos almirantes mencionados pecaron de exceso de cautela porque el Káiser no quería arriesgar su flota. No pretendía decir que Tirpitz debía haber mandado la flota desde el puente de un acorazado, si no que en vez de estar en los despachos, debería haber tenido el mando supremo de la marina para tomar la decisión estratégica.


De Scheer y Hipper tengo muy buen concepto y no los criticaba. Scheer fue víctima de la mala suerte porque su operación estaba bien planeada, lástima que los británicos escucharan sus comunicaciones porque conocían sus claves, capturadas por los rusos, y por tanto la salida no tuviera ninguna posibilidad de éxito. Aparte de eso, también tuvo mala fortuna con la cooperación aérea y los submarinos. Mostró decisión y reflejos al ordenar la acción evasiva con el famoso "giro de combate" escapando de la trampa en la que se había metido, y sacrificando los cruceros de batalla y luego los destructores para ganar tiempo, y luego cometió un error al volver a girar hacia el enemigo, pero ahí tuvo suerte al escapar a la aniquilación. De Hipper no puedo decir nada, porque se limitó a obedecer órdenes. A Beatty sí se le podría criticar.

El planeamiento de Scheer fue bueno aunque condenado al fracaso porque el enemigo conocía sus planes, la ejecución del plan fracasó por causas ajenas, tomó las decisiones acertadas en la batalla, salvo un error táctico.

Jellicoe es cierto que se han metido mucho con él, a veces injustamente. Plan bueno pero no tenía mérito porque jugaba con ventaja. Los errores de ejecución de los que fue víctima, como Scheer, no son culpa suya, aunque quizá se le pueda reprochar el no haberse interesado con mejorar las comunicaciones con la inteligencia naval, ni haber controlado a Beatty.
Pero sí se aprecia exceso de cautela, abrumado por la responsabilidad. A un Nelson no le habría importado arriesgar barcos para obtener una victoria segura.

Perdón por haberme desviado del tema y el resumen de Jutlandia tal como lo veo. Yo creo que la lucidez como estratega de Fisher sobrepasa con mucho los errores en el diseño de buques. A la inversa, Tirpitz suspende como estratega antes de la guerra, aunque vio la situación con claridad en agosto de 1914, cuando ya no ejercía mando, y en sus concepciones técnicas los alemanes no cometieron los errores garrafales de Fisher, claro que no sé qué parte de mérito tenía Tirpitz en esto, pero también tuvieron sus yerros en el diseño de buques.
Cada uno tiene su opinión además no vamos a cambiar nada;)

Jellicoe no tenía que ganar en Jutlandia le bastaba con no perder. Si no atrapó a los alemanes fue por el exceso de decisión de Beatty. A este le había cedido la quinta escuadra con los cuatro Queen Elizabeth, los mejores acorazados del mundo y con amplia superioridad con cualquier alemán al que duplicaban en potencia de fuego.

Beatty dejó atrás a la quinta escuadra y no tuvo su apoyo contra Hipper (de haber contado con ella lo hubiera aplastado) Cuando viró al norte ante la presión del grueso alemán “Se olvidó” o hizo señales incompresibles a Evan-Thomas que de pronto se dio de narices con los cruceros de batalla alemanes. Ahí demostraron los Queen Elizabeth lo que valían, machacaron a los cruceros alemanes e incluso hicieron dudar a Scheer. Mientras Beatty corría alocadamente al norte pero sin informar a Jellicoe adecuadamente y dejado a Evan-Thomas a comerse la cosa solo. Este fue el que le dio el tiempo a Jellicoe a desplegar su formación.

Ahora ponte en el puesto de Jellicoe. Beatty está luchando frente a ti a unos 30º a estribor con una formación indefinida en una posición aún más indefinida te estás acercando a 1200 metros por minuto y tienes 6 columnas de 4 acorazados cada una que necesitan 20 minutos para desplegarse. Puedes desplegar a estribor y arriesgarte a meterte en una melee en la que el más débil (y con mejores torpedos) tiene las de ganar o despliegas a babor y dejas espacio a tu superioridad artillera y al enemigo para escapar. Además no puedes quedar a menos de 6.000 so pena de meterte en una masa de torpedos. Puedes desplegar sobre una de las columnas internas ¿pero cuál es demasiado cerca o demasiado lejos si Beatty no te dice dónde está?

Beatty quería ganar la batalla en lugar de informar a su jefe para que este la ganase.

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Revisando mis libros la Grand Fleet en agosto de 1914 era de 20 Dreadnoughts (el total era algo superior) y Alemania tenía 11 en servicio. No veo la superioridad local. Quizá Tirpitz se refería a que en 1914 hubiera sido más fácil sorprender a la RN.

Tal como lo veo no creo que Alemania tuviera más opción que intentar sorprender a una fracción de la RN.

Corrijo el tiempo de despliegue son 20 minutos
 
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Revisando la afirmación de Tirpitz. Habría que ver en que datos se basa. Lo seguro es:

- El grueso de los dreadnought ingleses estaban en la Grand Fleet
- Tres cruceros de batalla en el Mediterráneo (persiguiendo al Goeben)
- Un crucero de batalla, numerosos pre-dreadnought, cruceros acorazados y protegidos dispersos por el mundo

Lo cierto es que los ingleses solo dedicaron buques post-dreadnought a perseguir a Spee tras Coronel y eso que era con el Goeben la única amenaza significativa fuera del Mar de Norte.

Quizá Tirpitz se hace trampas al solitario. Si mete en la cuenta los pre-dreadnought (que eran morralla en alta mar y casi le cuestan un disgusto a Scheer en Jutlandia), si considera equivalentes dreadnoughts y super-dreadnoughts, si mete en una sola cuenta los cruceros ligeros (muy inferiores los alemanes) y si da por supuesto que la táctica de lanzar torpedos en masa a bulto tendría éxito seguro, pueden salirle unas cuentas más aseadas. Y esto empieza a sonar como el contra-plan Orange de los Japoneses.

O quizá la Royal Navy tenía muchos buques en ciclos de astillero. Aunque esto es poco probable pues la guerra no sorprendió a nadie, los buques eran nuevos y los astilleros estaban ocupados con nuevas construcciones.

Imperial German Navy Deployment 1914
Royal Navy Capital Ships in Home Waters 1914
Royal Navy Deployment, Mediterranean 1914
Royal Navy Deployment, Foreigh Stations 1914
 
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Voy a escanear el capítulo y te lo copio, porque es sumamente interesante y trata sobre los protagonistas del hilo.

Gracias :Aplauso:

Otra cosa. El ejemplo de Nelson es empleado abusivamente para alabar o denigrar almirantes. La guerra naval había cambiado muchísimo desde Nelson.

El control ha sido siempre la obsesión de los almirantes y el siglo XVIII había conducido a estériles combates de líneas de fila. Nelson se da cuenta que en una melee la pérdida de control es irremediablemente y se convierte el combate en una suma de combates individualizados. Por tanto se prepara para esos combates individualizados.

La genialidad de Nelson en Trafalgar no es la maniobra global, que por mucho que se defienda era casi suicida (y en el siglo XX no digamos) si no en que adiestra a sus comandantes a maniobrar para buscar el ángulo desenfilado. Así los buques ingleses se situaban a proa y a popa de los aliados y cuanto más cerca mejor pues menos cañones podrían usar para defenderse. Si a eso sumamos las carronadas tenemos la explicación de la táctica agresiva de Nelson y sus órdenes «Engage the enemy more closely»

La táctica era relativamente fácil de contrarrestar (una vez conocida) y el desarrollo de la artillería en el siglo XIX hacía imposible otro Trafalgar. Simplemente con los cañones de 1850 Nelson hubiera sido aplastado en Trafalgar (obviamente hubiera sido lo suficientemente inteligente para no intentar eso).

Lissa pareció restaurar el coambate cercano, gracias a los espolones pero fue un espejismo. Tsushima y Santiago demostraron que el combate cercano estaba acabado. Ahora en una situación como Trafalgar, el Victory hubiera sido destruido en minutos por el fuego de toda la fuerza contraria (en Trafalgar solo sufrió daños menores y el fuego de dos buques).

Para rematar el fin del combate cercano, las mejoras en comunicaciones permitían mantener el control en situaciones imposibles anteriormente y los torpedos señalaban el límite inferior del combate artillero.

Jellicoe al desplegarse en Jutlandia tiene en cuenta fundamentalmente los torpedos. La posibilidad de un ataque masivo de decenas y decenas de torpedos lanzados a bulto era un amenaza gravísima. Y Scheer no dudo en usarla con la esperanza (que se confirmó) que los acorazados ingleses cayeran hacia afuera y le dieran espacio para escapar.

La campaña de Guadalcanal (nocturnas y por tanto combates más cercanos y con menos control) confirmó lo que ya se sabía, que en las melees el débil tenía ventaja y que el que mantiene el control lo tiene fácil para ganar.
 
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CAPÍTULO XVIII AGUAS AZULES, BLOQUEO Y EL GRAN NEUTRAL

("Los cañones de agosto" - Barbara Tuchman)

El riesgo era el concepto más temido por el Almirantazgo británico en el año 1914. Su Flota era la posesión más valiosa de la Gran Bretaña. No era, tal como había dicho Churchill de la Flota alemana en el año 1912, una «Flota de lujo», sino que era una necesidad vital en todo el sentido de la palabra «vital». El Imperio británico no podría sobrevivir a una derrota naval, ni siquiera perder su supremacía naval a causa de la pérdida de parte de sus navíos. Su tarea era enorme. Había de impedir la oleada turística de las islas británicas, había de escoltar el CEB [Cuerpo Expedicionario Británico] al continente europeo y había de conducir a las islas las tropas procedentes de la India que iban a ser añadidas al ejército regular y, sobre todo, había de proteger el comercio con ultramar a través de todos los océanos del mundo.

La oleada turística había sido declarada «impracticable» por el comité de la defensa imperial, pero se temía una «interrupción de nuestro comercio y la destrucción de la Marina mercante», según reconocimiento hecho por el Almirantazgo, presentándolo como el peor de todos los peligros. Dos terceras partes de los víveres ingleses eran importados. Su vida dependía del comercio exterior que era tras*portado en barcos ingleses que representaban el cuarenta y tres por ciento del tonelaje mercante mundial. El temor de que los barcos rápidos alemanes pudieran ser tras*formados en navíos de guerra había preocupado mucho a los ingleses antes de la guerra. Se suponía que, por lo menos, cuarenta de estos barcos serían destinados a colaborar con los cruceros alemanes que se dedicarían a combatir a la Marina mercante inglesa por todos los mares. Las unidades de la flota inglesa habían de ser desperdigadas para proteger la ruta de Suez hacia Persia, las Indias y el Lejano Oriente, al cabo de la Buena Esperanza en su vuelta alrededor de África, al Atlántico Norte en su ruta hacia los Estados Unidos y el Canadá, la ruta del Caribe hacia las Indias Occidentales, las rutas del Atlántico y del Pacífico del Sur hacia Sudamérica y Australia.

«El principio de la lucha naval», declaró Fisher en el equivalente naval de una bula papal, «es gozar de libertad para ir donde sea con todo lo que posea la Marina de guerra». Traducido a términos prácticos, esto quería decir que la flota debía ser superior a todas las demás en cualquiera de los puntos donde pudiera enfrentarse con un enemigo. Debido a la vigilancia que debía ejercer por las rutas del mundo, la flota inglesa, a pesar de su superioridad, había de evitar una batalla con fuezas iguales en aguas territoriales. La confianza popular estribaba en una gran batalla de los grandes navíos de guerra y sus escoltas, con lo cual la supremacía marítima sería decidida en una sola acción como en el caso de la batalla ruso-japonesa en Tsushima. Pero la Gran Bretaña no podía correr el riesgo de exponer y perder su supremacía naval en el curso de una sola batalla, pero el caso era muy diferente para la Marina de guerra alemana, que buscaba afanosamente esta ocasión. En la Alemania del año 1914, después que el Kaiser había proclamado que «el futuro de Alemania está en los mares», habían proliferado Ligas navales por todo el país recaudando dineros para la construcción de navíos de guerra a los gritos de: «¡El enemigo es Inglaterra! ¡La pérfida Albion! ¡El peligro británico! ¡El plan de ataque inglés para 1911!»

El miedo a lo desconocido, ayudado sin duda alguna por unas intenciones belicosas por parte del enemigo y, sobre todo, un miedo invencible a los invisibles submarinos, cuyo fatal potencial emergía con mayor fuerza a cada año que pasaba, hacía que los nervios de los ingleses estuvieran en constante tensión. El lugar más lejano adonde podía trasladarse el grueso de la Gran Flota inglesa, casi el último extremo del territorio británico, una remota avanzadilla de las islas británicas, más septentrional incluso que el punto más septentrional de la tierra firme, Scapa Flow, un refugio natural en las islas Orcadas, era la base de la flota inglesa en tiempos de paz. A 59 grados de latitud frente a Noruega, Scapa Flow está situado en el mar del Norte, a 350 millas al norte de Helgoland, de donde partiría la Marina de guerra alemana y a 550 millas al norte del cruce Portsmouth-El Havre por donde pasaría el CEB. Estaba más lejos de la posible salida de la flota alemana de lo que lo estaban los alemanes de los tras*portes británicos, suponiendo que tuvieran la intención de atacarlos. Era una posición desde la cual la Gran Flota podía vigilar y proteger sus propias rutas mercantes y, al mismo tiempo, bloquear las alemanas en el Mar del Norte y con su sola presencia embotellar a la flota alemana en sus puertos o forzarla a la acción si los abandonaba. Pero la construcción de esta base no había sido aún completada.

Todo aumento en el tonelaje de un navíos de guerra requería unos muelles mayores y el programa «Dreadnought» había sufrido las interferencias del Gobierno liberal. Después de haberse dejado persuadir por el interés puesto por parte de Fisher y el entusiasmo de Churchill a adoptar este programa de construcciones, los liberales se vengaron de esta imposición no entregando los fondos para su realización. Como resultado de todo ello, en julio de 1914, Scapa Flow no estaba todavía provisto de diques secos o defensas.

La flota que tan rápidamente había sido avisada por Churchill llegó a su base el 1 de agosto cuando el Gobierno debatía aún sobre la necesidad de acudir a la guerra. Los días que siguieron a la declaración de la guerra fueron, según palabras del primer lord, un período de «extremada tensión psicológica». Mientras se acercaba el momento en que los barcos de tras*porte habían de hacerse a la mar, se esperaba de un momento a otro una acción por parte de los navíos de guerra contra las costas inglesas u otras tácticas de provocación. Churchill opinaba «que la gran batalla naval puede empezar de un momento al otro».

Su punto de vista era plenamente compartido por el almirante sir John Jellicoe que, en su viaje en tren hacia Scapa Flow el 4 de agosto, abrió un telegrama «secreto» y descubrió que se le nombraba comandante en jefe de la Gran Flota. El nombramiento no le sorprendió, pues había confiado en él desde hacía tiempo, ni tampoco albergaba la menor duda sobre su capacidad para este cargo. Desde que ingresó en la flota en el año 1872, cuando apenas había cumplido los doce años de edad, había estado acostumbrado a que le fuera reconocido su talento. En el servicio activo, y también en el Almirantazgo, se había ganado la admiración de lord Fisher que eligió a Jellicoe «como Nelson..., para el momento e
n que se presentara Armageddon».

Había llegado el momento y el candidato de Fisher estaba altamente preocupado por la falta de defensas en Scapa Flow. Puesto que no contaba con baterías de tierra ni tampoco con campos de minas, estaba «abierta a los ataques de los submarinos y destructores enemigos».

Jellicoe quedó altamente desconcertado cuando, en los mercantes alemanes capturados el 5 de agosto, se descubrieron palomas mensajeras que se suponía servían para informar a los submarinos alemanes. El miedo a las minas, que los alemanes confesaron haber sembrado sin tener en cuenta los límites que habían sido acordados para estas armas mortíferas, aumentaron estos temores de los ingleses. Cuando uno de sus cruceros ligeros abordó y hundió un submarino alemán, el «U-15», el 9 de agosto, se asustó más que se alegró y en el acto ordenó que todos los barcos importantes abandonaran aquella «zona infestada». En cierta ocasión, cuando los servidores de una batería en Scapa Flow abrieron fuego contra un objeto móvil que ellos creían un periscopio, ordenó que toda la Flota de combate se hiciera a la mar en la que permaneció durante toda la noche. Por dos veces la flota fue destinada a bases más seguras en Loch Swilly, en la costa norte de Irlanda, dejando el Mar del Norte libre a los alemanes... y en el caso que los alemanes hubiesen lanzado una ofensiva naval en aquellos momentos, hubieran obtenido sorprendentes resultados.

Entre aquella tensión nerviosa y los saltos que recordaban a un caballo que oye el silbido de una serpiente, la flota inglesa inició su tarea de imponer el bloqueo y al mismo tiempo de patrullar por el Mar del Norte, en una ininterrumpida vigilancia y en busca del enemigo por si éste osaba abandonar sus puertos. Con una potencia de batalla de veinticuatro «Dread-noughts» y el conocimiento de que los alemanes tenían de diez y seis a diez y nueve, los ingleses no contaban con un gran margen de superioridad, mientras que en la siguiente clase de navíos de guerra, disfrutaban de una «marcada superioridad sobre los ocho alemanes».

Durante la semana en que se hicieron a la mar los tras*portes de tropa, Churchill previno a Jellicoe, el 8 de agosto, de que «los alemanes se sienten impulsados a la acción». La inactividad del enemigo aumentaba la tensión. El Goeben y el Breslau continuaban en el Mediterráneo, el Dresden y el Karlsruhe en el Atlántico, el Scharnhorst, el Gneisenau y el Emden, de la escuadra de Von Spee, en el Pacífico, en donde atacaban a los barcos mercantes aliados, pero la flota de alta mar, silenciosa tras Helpgoland, resultaba mucho más temible y siniestra.

«El extraordinario silencio y la inercia del enemigo puede ser el preludio de acciones importantes..., pues cabe en lo posible un desembarco en gran escala en el curso de esta misma semana», señaló Churchill a los comandantes de la flota el 12 de agosto. Sugirió que la Gran Flota se acercara al «escenario de la acción decisiva». Jellicoe, sin embargo, continuaba su lejana misión de patrulla en las aguas entre Escocia y Noruega y sólo una vez, el 16 de agosto, cuando el tras*porte del CEB estaba en su momento culminante, se atrevió más abajo de la latitud 59. 137 tras*portes cruzaron el Canal de la Mancha entre el 14 y el 18 de agosto, y durante todo este tiempo el grueso de la Gran Flota, con sus flotillas patrulla atentas a la menor señal de un torpedo, estuvieron escuchando atentamente las señales de radio que indicarían que la flota alemana se había hecho a la mar.



El gran almirante Von Tirpitz, el Fisher de Alemania, el padre, constructor y alma de la flota alemana, el «eterno Tirpitz» con su doble barba blanca como Neptuno, que a los sesenta y cinco años figuraba como ministro de Marina desde el año 1897, y llevaba mucho más tiempo en el cargo que cualquier otro ministro desde los tiempos de Bismarck, no había de conocer el plan de guerra para el cual había sido forjada su arma. El plan de guerra «me era mantenido oculto por el Estado Mayor naval». El 30 de julio, cuando le presentaron las órdenes de operaciones descubrió el secreto: no existía ningún plan. La flota, cuya existencia había sido una de las causas de la guerra, no tenía señalado ningún papel activo para cuando estallaran las hostilidades.

Si el Kaiser se hubiese limitado a leer The Golden Age, el libro de Kenneth Grahame sobre la infancia inglesa en un mundo de fríos adultos, que guardaba en la mesilla de noche en su yate, cabe en lo posible que no hubiera habido ninguna guerra mundial. Sin embargo, era un hombre ecléctico y leyó también unlibro americano que apareció en 1890 con el mismo impacto que el «Origen de las Especies» y «El Capital». En The Influence of Sea Power on History, el almirante Mahan demostraba históricamente que todo el que controla las comunicaciones por mar controla su propio destino, el dueño y señor de los mares es el dueño y señor de todas las situaciones. Y en el acto una inmensa visión apareció a los ojos del sensible Guillermo: Alemania había de ser una potencia mayor en los mares que en tierra. Empezó el programa de construcciones navales y aunque no pudiera superar a Inglaterra de la noche a la mañana, la amenaza por parte de Alemania de que algún día pudiera conseguirlo se hacía más aguda a cada día que pasaba. Discutía la supremacía naval de la que dependía la Gran Bretaña y despertó la animosidad británica durante la guerra y posteriormente la principal arma de los ingleses contra Alemania: el bloqueo.

Como potencia de tierra, Alemania hubiera podido luchar contra cualquier posible combinación de las potencias continentales y esto sin interrumpir sus suministros por mar siempre que la Gran Bretaña hubiese permanecido neutral. En este caso Alemania hubiera sido más fuerte sin flota de guerra que contando con una gran Marina de guerra.

Bismarck había sido enemigo de adulterar el equilibrio terrestre con una aventura naval que añadiría un enemigo por mar pero el Kaiser no le prestó la menor atención. Estaba hechizado por Mahan y se sentía dominado por sus amoríos y sus celos hacia Inglaterra que alcanzaban su punto culminante durante las regatas en Cowes. Veía su flota como un cuchillo que rompería el bloqueo. Insistía alternativamente que la hostilidad hacia Inglaterra era lo último que se le podía ocurrir y que «una gran flota hará entrar en razón a los ingleses». En este último caso se «someterían a lo inevitable y entonces seremos los mejores amigos de este inundo». Inútilmente sus embajadores en Londres le prevenían contra los peligros de esta política. En vano Haldane [ministro del ejército británico] fue a Berlín y comunicó que Churchill había avisado que la flota era la Alsacia Lorena de las relaciones anglo-germanas. Fueron rechazadas todas las proposiciones para establecer una justa proporción entre las dos flotas o suspender durante algún tiempo las construcciones navales.

Una vez lanzado el reto, Inglaterra no podía cruzarse de brazos. Eran unos gastos más. Debido a las nuevas construcciones, la flota [alemana] hubo de pedirle dinero y hombres — el suficiente para organizar dos Cuerpos — al ejército de tierra. A no ser que fuera construida sin objeto, había de cumplir con dos funciones estratégicas: o prevenir las misiones enemigas
contra su propio ejército o impedir el bloqueo. Tal como decía la Ley naval del año 1900: «Un bloqueo naval... aunque sólo durara un año destruiría el comercio alemán y la sumiría en el desastre».

Mientras tanto crecía en fuerza y eficacia, iba en aumento el número de hombres y oficiales y los ingenieros alemanes perfeccionaban sus armas, y la resistencia de sus planchas de acero se tras*formaba, al mismo tiempo, en un arma que resultaba demasiado valiosa para perderla. Aunque barco por barco podían compararse con los ingleses e incluso en sus armas eran superiores, el Kaiser, que no contaba con la tradición de un Nelson o Drake, no creía que los alemanes pudieran con los ingleses. No podía concebir que sus «favoritos», como Bülow, llamaba a sus navíos de guerra, fueran puestos bajo el fuego enemigo, cubiertos de sangre, o que fueran hundidos. Tirpitz, que había sido ennoblecido con el «von», pero que opinaba que una Marina de guerra debía lanzarse a la lucha, empezó a sobresalir como un evidente peligro, casi tan peligroso como un enemigo y gradualmente fue ignorado. Ya nadie prestaba la menor atención a su voz que se parecía a la de un niño o de un eunuco. A pesar de que continuaba siendo el jefe administrativo, la política naval era dirigida, a las órdenes directas del Kaiser, por un grupo compuesto por el jefe del Estado Mayor naval, almirante Von Johl, el jefe del Gabinete naval del Kaiser, almirante Von Müller y su comandante en jefe de la Marina de guerra, el almirante Von Ingenohl. Pohl, aunque era partidario de una estrategia de combate, era una nulidad, uno de los personajes más oscuros en la Alemania de los Hohenzollern... un hombre que ni tan sólo figura en la enciclopedia de los chismorreos de Bülow. Müller era un pedante y un sicofante que decoraba la corte de los consejeros imperiales. Ingenohl era un oficial partidario «de una defensiva en las operaciones». «No necesito ningún jefe», alardeó el Kaiser, «eso lo hago yo mismo».

Cuando llegó el momento del cerco, el instante que durante todo su reinado tanto le había atemorizado, el momento en que el difunto Eduardo se le antojó «más fuerte que yo vivo», las instrucciones del Kaiser decían: «Por el presente ordeno una actitud defensiva de la flota de alta mar». La estrategia señalada para aquella arma tan cortante que ahora tenía en sus manos, había de ser permanecer en una posición fortificada inexpugnable, actuar como un peligro potencial constante, obligando al enemigo a permanecer en guardia contra una posible salida y de esta forma mantener inactivas parte de las fuerzas navales enemigas. Un papel bien organizado para una flota inferior y que fue aprobado por Mahan.

Pero incluso el Kaiser no hubiera podido imponer esta política sin sus buenas razones y un firme apoyo. Contaba con ambos. Muchos alemanes, particularmente Bethmann y el grupo de civiles más cosmopolitas, no lograban convencerse a sí mismos al principio, de que Inglaterra fuera un beligerante realmente serio. Acariciaban el deseo de poder concertar una paz por separado, sobre todo, después de haber sido derrotada Francia. Erzberger prudentemente no hizo la menor alusión a las colonias inglesas en su plan. La familia materna del Kaiser, las esposas inglesas de los príncipes alemanes, los antiguos lazos teutónicos creaban una especie de parentesco. Luchar y verter sangre entre ellos haría imposible el llegar a un entendimiento entre Alemania e Inglaterra. El verter la sangre de los soldados del CEB no era considerado como una acción grave. Además, se confiaba en man-lener intacta la Flota de guerra alemana como factor de nego¬ciación con los ingleses y para hacerla entrar en razones, una teoría que era ardientemente defendida por Bethmann y que el Kaiser hizo suya.

En el mes de agosto el enemigo original no era Inglaterra, sino Rusia, y la principal misión de la Flota era controlar el Báltico... por lo menos para aquellos que deseaban aplazar, lo máximo posible, toda confrontación con Inglaterra. Decían que la Flota había de ser destinada a proteger la interferencia rusa contra el comercio marítimo alemán desde los países escandinavos y contra posibles ataques rusos a las costas alemanas. Una acción de la Flota contra Inglaterra, alegaban, debilitaría de tal modo la marina de guerra alemana que ésta perdería el control sobre el Báltico, con lo que se permitiría un desembarco ruso y una derrota por tierra.

Siempre se encuentran argumentos a la política que se desea imponer. Pero primordialmente lo que impedía la acción de la Flota en el mes de agosto era la confianza en una victoria decisiva del ejército de tierra y la creencia general de que la guerra no duraría tanto tiempo como para llegar a albergar serios temores sobre un posible bloqueo. Tirpitz «con un justo y exacto presentimiento» ya el 29 de julio, el mismo día en que Churchill movilizaba la Flota inglesa, había solicitado del Kaiser que colocara la marina de guerra alemana en manos de un solo hombre. Dado que era de la opinión que «tengo yo más en mi dedo meñique que Pohl en toda su anatomía», expresión que no le confió al Kaiser sino a su esposa, lo único que podía sugerir era que él era el hombre indicado. Su proposición fue rechazada. A pesar de sus intenciones de presentar la dimisión, se abstuvo de nacerlo, «puesto que el Kaiser no la hubiese aceptado». En Coblenza, junto con los restantes ministros, había de padecer bajo la triunfante aureola del OHL... «El ejército lograba todos los triunfos, la Flota ninguno». «Mi posición era terrible después de veinte años de continuados esfuerzos. Pero nadie lo comprendía».

Su flota de combate con sus diez y nueve «Dreadnoughts», doce acorazados de combate antiguos, once cruceros de batalla, otros diez y siete cruceros, ciento cuarenta destructores y veintisiete submarinos, estaban retenidos en los puertos o en el Báltico mientras que la acción ofensiva contra Inglaterra quedaba limitada a un ataque a cargo de submarinos durante la primera semana y a la colocación de minas. También se retiró de los mares la marina mercante. El 31 de julio el Gobierno alemán ordenó a las compañías navieras que cancelaran todos sus compromisos. A fines del mes de agosto, seiscientos setenta buques mercantes alemanes que sumaban un total de dos millones setecientas cincuenta mil toneladas, o sea, más de la mitad del tonelaje alemán, estaban anclados en puertos neutrales y el resto, con la excepción de aquellos que navegaban por el Báltico, en puertos alemanes. Sólo cinco, entre cuarenta grandes buques, habían sido armados y el Almirantazgo inglés, dominado por una intensa sorpresa, informó el 14 de agosto: «El paso por el Atlántico es seguro. El comercio inglés sigue normal». Con la excepción del Emden y del en el Océano Índico y de la escuadra de Von Spee en el Pacífico, la Flota de guerra alemana y los buques mercantes alemanes se habían retirado de la superficie de los mares antes de que acabara el mes de agosto.



(siguen varias páginas sobre el bloqueo, el comercio de los neutrales y las relaciones entre USA y Gran Britania, de las que seleccionó un párrafo y el final)


Mientras tanto, las nuevas realidades del poder naval hacían que la política tradicional inglesa del bloqueo de los puertos enemigos resultara anticuada. Hasta entonces el Almirantazgo había previsto en el caso de una guerra contra una potencia continental, proceder a un estrecho bloqueo con flotillas de destructores apoyados por cruceros y en caso necesario por los acorazados. El desarrollo de los submarinos y de las minas, así como el mayor alcance de los cañones hacía ahora necesario un bloqueo a distancia. Adoptado por el Almirantazgo en 1912, sumió el problema en una nueva confusión. Cuando un barco intenta romper un bloqueo estrecho, el puerto hacia el que pone rumbo y su lugar de destino no ofrecen ninguna duda. Pero cuando los barcos son interceptados a muchas millas del Mar del Norte, la legalidad de la detención debe quedar demostrada por la naturaleza del cargamento.



(sobre el cambio de actitud del presidente Wilson sobre la neutralidad)

En un momento de dolorosa premonición, Wilson le confió a su cuñado, el doctor Axon, que recordaba la fecha, pues había ocurrido poco después del fallecimiento de la señora Wilson, el 12 de agosto: «Temo que ocurrirá algo en alta mar que hará completamente imposible para nosotros no intervenir en el conflicto». No fue lo que ocurrió, sino precisamente lo que no ocurrió en alta mar, lo que se convirtió en el factor decisivo. Cuando Sherlock Holmes llamó la atención del inspector Gregory sobre «el curioso incidente del perro durante la noche», el sorprendido inspector replicó: «El perro no ha hecho nada durante la noche».
«Este es el curioso incidente», observó Holmes.

La flota alemana era el perro en la noche. No luchó. Amarrada por la teoría imperial y por la creencia alemana en una rápida victoria por tierra, no le fue permitido correr el riesgo para el cual había sido construida... mantener abiertas las rutas del comercio para Alemania. A pesar de que la industria alemana dependía de la importación de primeras materias y la agricultura alemana de la importación de abonos, la Marina de guerra alemana no hizo el menor intento para proteger las fuentes de sum¬nistro. La única batalla que libró en el mes de agosto sirvió, únicamente, para confirmar el temor del Kaiser a exponer a sus «favoritos».

Fue la batalla de Helgoland el 28 de agosto. En un súbito reto, destinado a distraer la atención de los alemanes del desembarco en Ostende, las flotillas de submarinos y de destructores de la flota inglesa del Canal de la Mancha, apoyados por cruceros de combate, pusieron rumbo a la cala de la base de la flota alemana. Cogidos por sorpresa, los cruceros ligeros alemanes recibieron la orden de hacerse a la mar sin contar con el apoyo de los grandes navios de guerra. «Con todo el entusiasmo del primer combate», dijo Von Tirpitz, avanzaron sin objetivo fijo entre la niebla y la confusión. En una serie de combates que duraron todo el día, los ingleses se confundieron unos con otros y se salvaron, única y exclusivamente, por lo que Churchill llamó, luego, de un modo muy delicado, «pura suerte». Los alemanes que habían ordenado a sus barcos que se hicieran a la mar estaban en evidente inferioridad y fueron atacados y vencidos. Tres cruceros ligeros alemanes, el Koln, Mainz y Ariadne, fueron hundidos, otros dos gravemente averiados y más de seis mil hombres, entre ellos un almirante y un comodoro, fueron muertos o ahogados y más de doscientos, entre los que figuraba Wolf Tirpitz, hijo del gran almirante, fueron hechos prisioneros. Los ingleses no perdieron un sólo barco y sólo sufrieron sesenta y cinco bajas.

Horrorizado por estas pérdidas, que además confirmaban sus temores de lucha con los ingleses, el Kaiser dio órdenes de que no volvieran a correr un sólo riesgo: «Ha de evitarse la pérdida de un solo barco». La iniciativa del comandante de la Flota del Mar del Norte fue limitada aún más y no había de ordenarse ningún movimiento de importancia, sin la expresa autorización Je Su Majestad.

Desde aquel momento, mientras la flota inglesa montaba el bloqueo, la Marina de guerra alemana permanecía inactiva. Luchando contra las cadenas que le ataban, el con poca gracia Tirpitz escribió a mediados de setiembre: «Nuestra mejor oportunidad para una batalla con éxito, la tuvimos las dos o tres primeras semanas después de la declaración de la guerra»... un triste reconocimiento. «En el futuro nuestras posibilidades serán menores». Y la flota de guerra inglesa, cada vez más potente y segura, ejercía una gran presión sobre los neutrales, una presión mayor a cada día que pasaba, anulando por completo el comercio marítimo alemán e imponiendo un bloqueo muy firme.

En un desesperado esfuerzo Alemania recurrió a la guerra submarina. A falta de una flota de superficie, los submarinos cumplieron aquellas funciones en alta mar que Wilson había previsto sombríamente durante los primeros días de guerra en el mes de agosto.
 
CAPÍTULO XVIII AGUAS AZULES, BLOQUEO Y EL GRAN NEUTRAL

("Los cañones de agosto" - Barbara Tuchman)

El riesgo era el concepto más temido por el Almirantazgo británico en el año 1914. Su Flota era la posesión más valiosa de la Gran Bretaña. No era, tal como había dicho Churchill de la Flota alemana en el año 1912, una «Flota de lujo», sino que era una necesidad vital en todo el sentido de la palabra «vital». El Imperio británico no podría sobrevivir a una derrota naval, ni siquiera perder su supremacía naval a causa de la pérdida de parte de sus navíos. Su tarea era enorme. Había de impedir la oleada turística de las islas británicas, había de escoltar el CEB [Cuerpo Expedicionario Británico] al continente europeo y había de conducir a las islas las tropas procedentes de la India que iban a ser añadidas al ejército regular y, sobre todo, había de proteger el comercio con ultramar a través de todos los océanos del mundo.

La oleada turística había sido declarada «impracticable» por el comité de la defensa imperial, pero se temía una «interrupción de nuestro comercio y la destrucción de la Marina mercante», según reconocimiento hecho por el Almirantazgo, presentándolo como el peor de todos los peligros. Dos terceras partes de los víveres ingleses eran importados. Su vida dependía del comercio exterior que era tras*portado en barcos ingleses que representaban el cuarenta y tres por ciento del tonelaje mercante mundial. El temor de que los barcos rápidos alemanes pudieran ser tras*formados en navíos de guerra había preocupado mucho a los ingleses antes de la guerra. Se suponía que, por lo menos, cuarenta de estos barcos serían destinados a colaborar con los cruceros alemanes que se dedicarían a combatir a la Marina mercante inglesa por todos los mares. Las unidades de la flota inglesa habían de ser desperdigadas para proteger la ruta de Suez hacia Persia, las Indias y el Lejano Oriente, al cabo de la Buena Esperanza en su vuelta alrededor de África, al Atlántico Norte en su ruta hacia los Estados Unidos y el Canadá, la ruta del Caribe hacia las Indias Occidentales, las rutas del Atlántico y del Pacífico del Sur hacia Sudamérica y Australia.

«El principio de la lucha naval», declaró Fisher en el equivalente naval de una bula papal, «es gozar de libertad para ir donde sea con todo lo que posea la Marina de guerra». Traducido a términos prácticos, esto quería decir que la flota debía ser superior a todas las demás en cualquiera de los puntos donde pudiera enfrentarse con un enemigo. Debido a la vigilancia que debía ejercer por las rutas del mundo, la flota inglesa, a pesar de su superioridad, había de evitar una batalla con fuezas iguales en aguas territoriales. La confianza popular estribaba en una gran batalla de los grandes navíos de guerra y sus escoltas, con lo cual la supremacía marítima sería decidida en una sola acción como en el caso de la batalla ruso-japonesa en Tsushima. Pero la Gran Bretaña no podía correr el riesgo de exponer y perder su supremacía naval en el curso de una sola batalla, pero el caso era muy diferente para la Marina de guerra alemana, que buscaba afanosamente esta ocasión. En la Alemania del año 1914, después que el Kaiser había proclamado que «el futuro de Alemania está en los mares», habían proliferado Ligas navales por todo el país recaudando dineros para la construcción de navíos de guerra a los gritos de: «¡El enemigo es Inglaterra! ¡La pérfida Albion! ¡El peligro británico! ¡El plan de ataque inglés para 1911!»

El miedo a lo desconocido, ayudado sin duda alguna por unas intenciones belicosas por parte del enemigo y, sobre todo, un miedo invencible a los invisibles submarinos, cuyo fatal potencial emergía con mayor fuerza a cada año que pasaba, hacía que los nervios de los ingleses estuvieran en constante tensión. El lugar más lejano adonde podía trasladarse el grueso de la Gran Flota inglesa, casi el último extremo del territorio británico, una remota avanzadilla de las islas británicas, más septentrional incluso que el punto más septentrional de la tierra firme, Scapa Flow, un refugio natural en las islas Orcadas, era la base de la flota inglesa en tiempos de paz. A 59 grados de latitud frente a Noruega, Scapa Flow está situado en el mar del Norte, a 350 millas al norte de Helgoland, de donde partiría la Marina de guerra alemana y a 550 millas al norte del cruce Portsmouth-El Havre por donde pasaría el CEB. Estaba más lejos de la posible salida de la flota alemana de lo que lo estaban los alemanes de los tras*portes británicos, suponiendo que tuvieran la intención de atacarlos. Era una posición desde la cual la Gran Flota podía vigilar y proteger sus propias rutas mercantes y, al mismo tiempo, bloquear las alemanas en el Mar del Norte y con su sola presencia embotellar a la flota alemana en sus puertos o forzarla a la acción si los abandonaba. Pero la construcción de esta base no había sido aún completada.

Todo aumento en el tonelaje de un navíos de guerra requería unos muelles mayores y el programa «Dreadnought» había sufrido las interferencias del Gobierno liberal. Después de haberse dejado persuadir por el interés puesto por parte de Fisher y el entusiasmo de Churchill a adoptar este programa de construcciones, los liberales se vengaron de esta imposición no entregando los fondos para su realización. Como resultado de todo ello, en julio de 1914, Scapa Flow no estaba todavía provisto de diques secos o defensas.

La flota que tan rápidamente había sido avisada por Churchill llegó a su base el 1 de agosto cuando el Gobierno debatía aún sobre la necesidad de acudir a la guerra. Los días que siguieron a la declaración de la guerra fueron, según palabras del primer lord, un período de «extremada tensión psicológica». Mientras se acercaba el momento en que los barcos de tras*porte habían de hacerse a la mar, se esperaba de un momento a otro una acción por parte de los navíos de guerra contra las costas inglesas u otras tácticas de provocación. Churchill opinaba «que la gran batalla naval puede empezar de un momento al otro».

Su punto de vista era plenamente compartido por el almirante sir John Jellicoe que, en su viaje en tren hacia Scapa Flow el 4 de agosto, abrió un telegrama «secreto» y descubrió que se le nombraba comandante en jefe de la Gran Flota. El nombramiento no le sorprendió, pues había confiado en él desde hacía tiempo, ni tampoco albergaba la menor duda sobre su capacidad para este cargo. Desde que ingresó en la flota en el año 1872, cuando apenas había cumplido los doce años de edad, había estado acostumbrado a que le fuera reconocido su talento. En el servicio activo, y también en el Almirantazgo, se había ganado la admiración de lord Fisher que eligió a Jellicoe «como Nelson..., para el momento e
n que se presentara Armageddon».

Había llegado el momento y el candidato de Fisher estaba altamente preocupado por la falta de defensas en Scapa Flow. Puesto que no contaba con baterías de tierra ni tampoco con campos de minas, estaba «abierta a los ataques de los submarinos y destructores enemigos».

Jellicoe quedó altamente desconcertado cuando, en los mercantes alemanes capturados el 5 de agosto, se descubrieron palomas mensajeras que se suponía servían para informar a los submarinos alemanes. El miedo a las minas, que los alemanes confesaron haber sembrado sin tener en cuenta los límites que habían sido acordados para estas armas mortíferas, aumentaron estos temores de los ingleses. Cuando uno de sus cruceros ligeros abordó y hundió un submarino alemán, el «U-15», el 9 de agosto, se asustó más que se alegró y en el acto ordenó que todos los barcos importantes abandonaran aquella «zona infestada». En cierta ocasión, cuando los servidores de una batería en Scapa Flow abrieron fuego contra un objeto móvil que ellos creían un periscopio, ordenó que toda la Flota de combate se hiciera a la mar en la que permaneció durante toda la noche. Por dos veces la flota fue destinada a bases más seguras en Loch Swilly, en la costa norte de Irlanda, dejando el Mar del Norte libre a los alemanes... y en el caso que los alemanes hubiesen lanzado una ofensiva naval en aquellos momentos, hubieran obtenido sorprendentes resultados.

Entre aquella tensión nerviosa y los saltos que recordaban a un caballo que oye el silbido de una serpiente, la flota inglesa inició su tarea de imponer el bloqueo y al mismo tiempo de patrullar por el Mar del Norte, en una ininterrumpida vigilancia y en busca del enemigo por si éste osaba abandonar sus puertos. Con una potencia de batalla de veinticuatro «Dread-noughts» y el conocimiento de que los alemanes tenían de diez y seis a diez y nueve, los ingleses no contaban con un gran margen de superioridad, mientras que en la siguiente clase de navíos de guerra, disfrutaban de una «marcada superioridad sobre los ocho alemanes».

Durante la semana en que se hicieron a la mar los tras*portes de tropa, Churchill previno a Jellicoe, el 8 de agosto, de que «los alemanes se sienten impulsados a la acción». La inactividad del enemigo aumentaba la tensión. El Goeben y el Breslau continuaban en el Mediterráneo, el Dresden y el Karlsruhe en el Atlántico, el Scharnhorst, el Gneisenau y el Emden, de la escuadra de Von Spee, en el Pacífico, en donde atacaban a los barcos mercantes aliados, pero la flota de alta mar, silenciosa tras Helpgoland, resultaba mucho más temible y siniestra.

«El extraordinario silencio y la inercia del enemigo puede ser el preludio de acciones importantes..., pues cabe en lo posible un desembarco en gran escala en el curso de esta misma semana», señaló Churchill a los comandantes de la flota el 12 de agosto. Sugirió que la Gran Flota se acercara al «escenario de la acción decisiva». Jellicoe, sin embargo, continuaba su lejana misión de patrulla en las aguas entre Escocia y Noruega y sólo una vez, el 16 de agosto, cuando el tras*porte del CEB estaba en su momento culminante, se atrevió más abajo de la latitud 59. 137 tras*portes cruzaron el Canal de la Mancha entre el 14 y el 18 de agosto, y durante todo este tiempo el grueso de la Gran Flota, con sus flotillas patrulla atentas a la menor señal de un torpedo, estuvieron escuchando atentamente las señales de radio que indicarían que la flota alemana se había hecho a la mar.



El gran almirante Von Tirpitz, el Fisher de Alemania, el padre, constructor y alma de la flota alemana, el «eterno Tirpitz» con su doble barba blanca como Neptuno, que a los sesenta y cinco años figuraba como ministro de Marina desde el año 1897, y llevaba mucho más tiempo en el cargo que cualquier otro ministro desde los tiempos de Bismarck, no había de conocer el plan de guerra para el cual había sido forjada su arma. El plan de guerra «me era mantenido oculto por el Estado Mayor naval». El 30 de julio, cuando le presentaron las órdenes de operaciones descubrió el secreto: no existía ningún plan. La flota, cuya existencia había sido una de las causas de la guerra, no tenía señalado ningún papel activo para cuando estallaran las hostilidades.

Si el Kaiser se hubiese limitado a leer The Golden Age, el libro de Kenneth Grahame sobre la infancia inglesa en un mundo de fríos adultos, que guardaba en la mesilla de noche en su yate, cabe en lo posible que no hubiera habido ninguna guerra mundial. Sin embargo, era un hombre ecléctico y leyó también unlibro americano que apareció en 1890 con el mismo impacto que el «Origen de las Especies» y «El Capital». En The Influence of Sea Power on History, el almirante Mahan demostraba históricamente que todo el que controla las comunicaciones por mar controla su propio destino, el dueño y señor de los mares es el dueño y señor de todas las situaciones. Y en el acto una inmensa visión apareció a los ojos del sensible Guillermo: Alemania había de ser una potencia mayor en los mares que en tierra. Empezó el programa de construcciones navales y aunque no pudiera superar a Inglaterra de la noche a la mañana, la amenaza por parte de Alemania de que algún día pudiera conseguirlo se hacía más aguda a cada día que pasaba. Discutía la supremacía naval de la que dependía la Gran Bretaña y despertó la animosidad británica durante la guerra y posteriormente la principal arma de los ingleses contra Alemania: el bloqueo.

Como potencia de tierra, Alemania hubiera podido luchar contra cualquier posible combinación de las potencias continentales y esto sin interrumpir sus suministros por mar siempre que la Gran Bretaña hubiese permanecido neutral. En este caso Alemania hubiera sido más fuerte sin flota de guerra que contando con una gran Marina de guerra.

Bismarck había sido enemigo de adulterar el equilibrio terrestre con una aventura naval que añadiría un enemigo por mar pero el Kaiser no le prestó la menor atención. Estaba hechizado por Mahan y se sentía dominado por sus amoríos y sus celos hacia Inglaterra que alcanzaban su punto culminante durante las regatas en Cowes. Veía su flota como un cuchillo que rompería el bloqueo. Insistía alternativamente que la hostilidad hacia Inglaterra era lo último que se le podía ocurrir y que «una gran flota hará entrar en razón a los ingleses». En este último caso se «someterían a lo inevitable y entonces seremos los mejores amigos de este inundo». Inútilmente sus embajadores en Londres le prevenían contra los peligros de esta política. En vano Haldane [ministro del ejército británico] fue a Berlín y comunicó que Churchill había avisado que la flota era la Alsacia Lorena de las relaciones anglo-germanas. Fueron rechazadas todas las proposiciones para establecer una justa proporción entre las dos flotas o suspender durante algún tiempo las construcciones navales.

Una vez lanzado el reto, Inglaterra no podía cruzarse de brazos. Eran unos gastos más. Debido a las nuevas construcciones, la flota [alemana] hubo de pedirle dinero y hombres — el suficiente para organizar dos Cuerpos — al ejército de tierra. A no ser que fuera construida sin objeto, había de cumplir con dos funciones estratégicas: o prevenir las misiones enemigas
contra su propio ejército o impedir el bloqueo. Tal como decía la Ley naval del año 1900: «Un bloqueo naval... aunque sólo durara un año destruiría el comercio alemán y la sumiría en el desastre».

Mientras tanto crecía en fuerza y eficacia, iba en aumento el número de hombres y oficiales y los ingenieros alemanes perfeccionaban sus armas, y la resistencia de sus planchas de acero se tras*formaba, al mismo tiempo, en un arma que resultaba demasiado valiosa para perderla. Aunque barco por barco podían compararse con los ingleses e incluso en sus armas eran superiores, el Kaiser, que no contaba con la tradición de un Nelson o Drake, no creía que los alemanes pudieran con los ingleses. No podía concebir que sus «favoritos», como Bülow, llamaba a sus navíos de guerra, fueran puestos bajo el fuego enemigo, cubiertos de sangre, o que fueran hundidos. Tirpitz, que había sido ennoblecido con el «von», pero que opinaba que una Marina de guerra debía lanzarse a la lucha, empezó a sobresalir como un evidente peligro, casi tan peligroso como un enemigo y gradualmente fue ignorado. Ya nadie prestaba la menor atención a su voz que se parecía a la de un niño o de un eunuco. A pesar de que continuaba siendo el jefe administrativo, la política naval era dirigida, a las órdenes directas del Kaiser, por un grupo compuesto por el jefe del Estado Mayor naval, almirante Von Johl, el jefe del Gabinete naval del Kaiser, almirante Von Müller y su comandante en jefe de la Marina de guerra, el almirante Von Ingenohl. Pohl, aunque era partidario de una estrategia de combate, era una nulidad, uno de los personajes más oscuros en la Alemania de los Hohenzollern... un hombre que ni tan sólo figura en la enciclopedia de los chismorreos de Bülow. Müller era un pedante y un sicofante que decoraba la corte de los consejeros imperiales. Ingenohl era un oficial partidario «de una defensiva en las operaciones». «No necesito ningún jefe», alardeó el Kaiser, «eso lo hago yo mismo».

Cuando llegó el momento del cerco, el instante que durante todo su reinado tanto le había atemorizado, el momento en que el difunto Eduardo se le antojó «más fuerte que yo vivo», las instrucciones del Kaiser decían: «Por el presente ordeno una actitud defensiva de la flota de alta mar». La estrategia señalada para aquella arma tan cortante que ahora tenía en sus manos, había de ser permanecer en una posición fortificada inexpugnable, actuar como un peligro potencial constante, obligando al enemigo a permanecer en guardia contra una posible salida y de esta forma mantener inactivas parte de las fuerzas navales enemigas. Un papel bien organizado para una flota inferior y que fue aprobado por Mahan.

Pero incluso el Kaiser no hubiera podido imponer esta política sin sus buenas razones y un firme apoyo. Contaba con ambos. Muchos alemanes, particularmente Bethmann y el grupo de civiles más cosmopolitas, no lograban convencerse a sí mismos al principio, de que Inglaterra fuera un beligerante realmente serio. Acariciaban el deseo de poder concertar una paz por separado, sobre todo, después de haber sido derrotada Francia. Erzberger prudentemente no hizo la menor alusión a las colonias inglesas en su plan. La familia materna del Kaiser, las esposas inglesas de los príncipes alemanes, los antiguos lazos teutónicos creaban una especie de parentesco. Luchar y verter sangre entre ellos haría imposible el llegar a un entendimiento entre Alemania e Inglaterra. El verter la sangre de los soldados del CEB no era considerado como una acción grave. Además, se confiaba en man-lener intacta la Flota de guerra alemana como factor de nego¬ciación con los ingleses y para hacerla entrar en razones, una teoría que era ardientemente defendida por Bethmann y que el Kaiser hizo suya.

En el mes de agosto el enemigo original no era Inglaterra, sino Rusia, y la principal misión de la Flota era controlar el Báltico... por lo menos para aquellos que deseaban aplazar, lo máximo posible, toda confrontación con Inglaterra. Decían que la Flota había de ser destinada a proteger la interferencia rusa contra el comercio marítimo alemán desde los países escandinavos y contra posibles ataques rusos a las costas alemanas. Una acción de la Flota contra Inglaterra, alegaban, debilitaría de tal modo la marina de guerra alemana que ésta perdería el control sobre el Báltico, con lo que se permitiría un desembarco ruso y una derrota por tierra.

Siempre se encuentran argumentos a la política que se desea imponer. Pero primordialmente lo que impedía la acción de la Flota en el mes de agosto era la confianza en una victoria decisiva del ejército de tierra y la creencia general de que la guerra no duraría tanto tiempo como para llegar a albergar serios temores sobre un posible bloqueo. Tirpitz «con un justo y exacto presentimiento» ya el 29 de julio, el mismo día en que Churchill movilizaba la Flota inglesa, había solicitado del Kaiser que colocara la marina de guerra alemana en manos de un solo hombre. Dado que era de la opinión que «tengo yo más en mi dedo meñique que Pohl en toda su anatomía», expresión que no le confió al Kaiser sino a su esposa, lo único que podía sugerir era que él era el hombre indicado. Su proposición fue rechazada. A pesar de sus intenciones de presentar la dimisión, se abstuvo de nacerlo, «puesto que el Kaiser no la hubiese aceptado». En Coblenza, junto con los restantes ministros, había de padecer bajo la triunfante aureola del OHL... «El ejército lograba todos los triunfos, la Flota ninguno». «Mi posición era terrible después de veinte años de continuados esfuerzos. Pero nadie lo comprendía».

Su flota de combate con sus diez y nueve «Dreadnoughts», doce acorazados de combate antiguos, once cruceros de batalla, otros diez y siete cruceros, ciento cuarenta destructores y veintisiete submarinos, estaban retenidos en los puertos o en el Báltico mientras que la acción ofensiva contra Inglaterra quedaba limitada a un ataque a cargo de submarinos durante la primera semana y a la colocación de minas. También se retiró de los mares la marina mercante. El 31 de julio el Gobierno alemán ordenó a las compañías navieras que cancelaran todos sus compromisos. A fines del mes de agosto, seiscientos setenta buques mercantes alemanes que sumaban un total de dos millones setecientas cincuenta mil toneladas, o sea, más de la mitad del tonelaje alemán, estaban anclados en puertos neutrales y el resto, con la excepción de aquellos que navegaban por el Báltico, en puertos alemanes. Sólo cinco, entre cuarenta grandes buques, habían sido armados y el Almirantazgo inglés, dominado por una intensa sorpresa, informó el 14 de agosto: «El paso por el Atlántico es seguro. El comercio inglés sigue normal». Con la excepción del Emden y del en el Océano Índico y de la escuadra de Von Spee en el Pacífico, la Flota de guerra alemana y los buques mercantes alemanes se habían retirado de la superficie de los mares antes de que acabara el mes de agosto.



(siguen varias páginas sobre el bloqueo, el comercio de los neutrales y las relaciones entre USA y Gran Britania, de las que seleccionó un párrafo y el final)


Mientras tanto, las nuevas realidades del poder naval hacían que la política tradicional inglesa del bloqueo de los puertos enemigos resultara anticuada. Hasta entonces el Almirantazgo había previsto en el caso de una guerra contra una potencia continental, proceder a un estrecho bloqueo con flotillas de destructores apoyados por cruceros y en caso necesario por los acorazados. El desarrollo de los submarinos y de las minas, así como el mayor alcance de los cañones hacía ahora necesario un bloqueo a distancia. Adoptado por el Almirantazgo en 1912, sumió el problema en una nueva confusión. Cuando un barco intenta romper un bloqueo estrecho, el puerto hacia el que pone rumbo y su lugar de destino no ofrecen ninguna duda. Pero cuando los barcos son interceptados a muchas millas del Mar del Norte, la legalidad de la detención debe quedar demostrada por la naturaleza del cargamento.



(sobre el cambio de actitud del presidente Wilson sobre la neutralidad)

En un momento de dolorosa premonición, Wilson le confió a su cuñado, el doctor Axon, que recordaba la fecha, pues había ocurrido poco después del fallecimiento de la señora Wilson, el 12 de agosto: «Temo que ocurrirá algo en alta mar que hará completamente imposible para nosotros no intervenir en el conflicto». No fue lo que ocurrió, sino precisamente lo que no ocurrió en alta mar, lo que se convirtió en el factor decisivo. Cuando Sherlock Holmes llamó la atención del inspector Gregory sobre «el curioso incidente del perro durante la noche», el sorprendido inspector replicó: «El perro no ha hecho nada durante la noche».
«Este es el curioso incidente», observó Holmes.

La flota alemana era el perro en la noche. No luchó. Amarrada por la teoría imperial y por la creencia alemana en una rápida victoria por tierra, no le fue permitido correr el riesgo para el cual había sido construida... mantener abiertas las rutas del comercio para Alemania. A pesar de que la industria alemana dependía de la importación de primeras materias y la agricultura alemana de la importación de abonos, la Marina de guerra alemana no hizo el menor intento para proteger las fuentes de sum¬nistro. La única batalla que libró en el mes de agosto sirvió, únicamente, para confirmar el temor del Kaiser a exponer a sus «favoritos».

Fue la batalla de Helgoland el 28 de agosto. En un súbito reto, destinado a distraer la atención de los alemanes del desembarco en Ostende, las flotillas de submarinos y de destructores de la flota inglesa del Canal de la Mancha, apoyados por cruceros de combate, pusieron rumbo a la cala de la base de la flota alemana. Cogidos por sorpresa, los cruceros ligeros alemanes recibieron la orden de hacerse a la mar sin contar con el apoyo de los grandes navios de guerra. «Con todo el entusiasmo del primer combate», dijo Von Tirpitz, avanzaron sin objetivo fijo entre la niebla y la confusión. En una serie de combates que duraron todo el día, los ingleses se confundieron unos con otros y se salvaron, única y exclusivamente, por lo que Churchill llamó, luego, de un modo muy delicado, «pura suerte». Los alemanes que habían ordenado a sus barcos que se hicieran a la mar estaban en evidente inferioridad y fueron atacados y vencidos. Tres cruceros ligeros alemanes, el Koln, Mainz y Ariadne, fueron hundidos, otros dos gravemente averiados y más de seis mil hombres, entre ellos un almirante y un comodoro, fueron muertos o ahogados y más de doscientos, entre los que figuraba Wolf Tirpitz, hijo del gran almirante, fueron hechos prisioneros. Los ingleses no perdieron un sólo barco y sólo sufrieron sesenta y cinco bajas.

Horrorizado por estas pérdidas, que además confirmaban sus temores de lucha con los ingleses, el Kaiser dio órdenes de que no volvieran a correr un sólo riesgo: «Ha de evitarse la pérdida de un solo barco». La iniciativa del comandante de la Flota del Mar del Norte fue limitada aún más y no había de ordenarse ningún movimiento de importancia, sin la expresa autorización Je Su Majestad.

Desde aquel momento, mientras la flota inglesa montaba el bloqueo, la Marina de guerra alemana permanecía inactiva. Luchando contra las cadenas que le ataban, el con poca gracia Tirpitz escribió a mediados de setiembre: «Nuestra mejor oportunidad para una batalla con éxito, la tuvimos las dos o tres primeras semanas después de la declaración de la guerra»... un triste reconocimiento. «En el futuro nuestras posibilidades serán menores». Y la flota de guerra inglesa, cada vez más potente y segura, ejercía una gran presión sobre los neutrales, una presión mayor a cada día que pasaba, anulando por completo el comercio marítimo alemán e imponiendo un bloqueo muy firme.

En un desesperado esfuerzo Alemania recurrió a la guerra submarina. A falta de una flota de superficie, los submarinos cumplieron aquellas funciones en alta mar que Wilson había previsto sombríamente durante los primeros días de guerra en el mes de agosto.

LO leo con calma esta noche y mañana lo comento. Gracias:Aplauso:

---------- Post added 16-sep-2014 at 12:47 ----------

Un apunte rápido

"Con una potencia de batalla de veinticuatro «Dread-noughts» y el conocimiento de que los alemanes tenían de diez y seis a diez y nueve"

"Su flota de combate con sus diez y nueve «Dreadnoughts», doce acorazados de combate antiguos, once cruceros de batalla, otros diez y siete... "


Estas cifras no son ciertas. están exageradas las alemanas. Incluso metiendo en el mismo saco cruceros de batalla y dreadnoughts eran 15 (11+3+1) 16 si contamos al Goeben que estaba en el Mediterráneo. Los "doce acorazados de combate antiguos, once cruceros de batalla" se debe referir a pre-dreadnoughts y cruceros-acorazados que eran de segunda fila y en los que la RN todavía tenían más ventaja en calidad y cantidad.

Es cierto que en un año entraron en servicio 4 acorazados y 1 crucero de batalla pero también lo hacían los ingleses.
 
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