En síntesis
Se han analizado cuatro vitrocerámicas y cuatro placas de inducción con controles táctiles y que se pueden instalar independientemente del horno. Las de inducción son el doble de caras (685 euros de media frente a los 334 euros de las vitrocerámicas).
Las vitrocerámicas funcionan calentando una resistencia eléctrica, que a su vez calienta la superficie de cristal cerámico. Cuando de apagan siguen desprendiendo calor durante unos minutos. Las de inducción funcionan mediante campos magnéticos que calientan directamente el recipiente (no la propia placa) lo que minimiza las pérdidas de calor. Eso sí, requieren de un menaje específico.
Las pruebas han demostrado que las de inducción son un 75% más rápidas que las vitrocerámicas en calentar litro y medio de agua, necesitan un 37% menos de electricidad, controlan mejor la temperatura, pierden menos energía una vez apagadas y son capaces de freir el doble de cantidad de patatas.
Fagor fue la que mejor comportamiento tuvo en las diferentes pruebas, pero no es tan bueno como el resto para freir patatas con todos los focos encendidos (la energía se reparte entre ellos).
Los usuarios valoraron mejor las dos Bosch, Balay inducción y Fagor inducción. Teka vitrocerámica fue la que menos gustó, incluso suspendió en la claridad de sus instrucciones.
En vista de las ventajas de la tecnología de inducción, la mejor relación calidad-precio es para Balay inducción, de las más baratas de su categoría y con unos buenos resultados en las diferentes pruebas. Otra opción interesante para los que no deseen hacer un desembolso inicial mayor o quieran utilizar cualquier tipo de menaje es la placa vitrocerámica de Balay, la más barata.