Historias de amor de un perdedor empedernido

Maybe dijo:

Y ahora que me fijo en tu avatar, ¿cuánto dura la Navidad en Argentina?

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Es un gorrito dibujado con mucho cariño por otro burbujo (no homo). Tiene un gran valor sentimental.

Son mis costumbres, tenés que respetarlas.

Maybe dijo:

Esta historia número 3 es mi favorita. Me ha gustado mucho, a pesar de que la RAE ha apiolado a otro minino en la línea 21

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Segunda parte de la historia 3 (ningún gato ha sido dañado en esta historia):


Hoy salí a caminar por la ribera, aunque no fuera lunes, a las 18:25h, porque estaba nublado y pretendía encontrarla a 200m del puente ya que siempre hay cosas de perro para saltar. Esta ciudad nunca va a cambiar.

La camiseta ya huele a sudor rancio. Me la he puesto unas siete u ocho veces para venir a caminar y que me reconozca... el verano húmedo no perdona. Mañana la lavaré. Supongo que igual me reconocerá si vengo con otra.

Mucha gente paseando. Escucho alguna que otra frase suelta de diálogos entre los demás tras*eúntes, al esquivarlos: una vieja le da consejos a otra sobre una técnica para quitarse las arrugas (¿o los granos?) a base de untarse no sé qué cosa; una mujer embarazada le pregunta a su marido si la ocre que yace plácidamente en el asfalto es de perro o de homínido, porque son ñordos muy grandes; un chico le cuenta a otro sobre una pelea de hace unos días...

Mi mente está en otra cosa, está creando este relato, guardando los detalles. Algunos que serán descartados para no entochizar el post. Otros, como el hecho mismo de lo que estoy haciendo en este momento, no.

Y en eso veo, de refilón, un reflejo celeste un poco más adelante, que se acercaba. Ya visualizaba, en mi imaginación, las zapatillas adidas, el pantalón neցro, el pelo, los labios, las manos, todo.

Levanto la vista apresuradamente, para no perderme este momento tan ansiado y... todo ocurrió muy rápido. Mis ojos se encontraron con los de una vieja horrible, salida de las mismas entrañas del averno, cuya imagen espantosa aún trato de borrar de mi memoria, y que ahora impide, aunque me esfuerce, recordar el rostro de la doncella de esta historia.

Una vieja que me miraba con lujuria, que sostenía mi mirada, que me atrapó en su juego maquiavélico. Porque no podía huir: si mis ojos se posaban en otro objeto, podría interpretarlo a su favor, podría interpretar que, sintiéndome atraído hacia ella, mis ojos esquivos por la timidez la invitaban a dar otro paso, a hacerme algún gesto obsceno, tirarme un beso o guiñarme un ojo y que yo tenga que responderle igual por temor, por estar bajo control de tan horripilante hechizo.

Sólo podía mantenerle la mirada, pero tratando de que mi cara se convirtiese en piedra, de no insinuarle ningún gesto que también pudiera utilizar en su favor. No respiré, no sonreí, mis labios se entumecieron por la rigidez. Sentí una gota de sudor bajando por mi mejilla. El tiempo se detenía. Todo alrededor se desvanecía. Sólo estábamos la vieja y yo, como en un túnel, y las miradas: la suya invadiéndome, metiéndose a través de las cuencas vencidas de mis ojos temerosos que no eran capaces de ofrecer resistencia, penetrando en mi alma, si, penetrándome.

Me penetró con violencia, con morbo, sádicamente, lascivamente. Sonreía mostrándome su dentadura incompleta y entrecerrando sus ojos grises, como su pelo mientras lo hacía una y otra vez.

Me preñó el alma a pelo.

Me violó. Me violó platónicamente.

La verguenza me corroe, todavía me tiemblan las piernas. Una lágrima de impotencia cae en mi teclado. Ya no sé si volveré a ser el mismo de antes. Sólo soy capaz de contarlo bajo el anonimato. Junto fuerzas y lo grito, lo grito por escrito en el foro: he sido platónicamente forzado. Me caigo en pedazos.

Llevará tiempo cerrar esta herida aún sangrante.