Gracias por el halago. Lo de 'me recuerdas a alguien' me lo dicen mucho, debo tener un aspecto de lo más común… lo que no imaginaba es que pudiese pasarme también en el mundo virtual
Schopenhauer dice en esa frase que una vez el bocado ha sido devorado el deseo cesa de existir, pero se olvida -o ignora deliberadamente- el tiempo que ese cachito estuvo en la boca, el placer de morderlo y paladearlo, la sensación de satisfacción (de calma, de hambre saciada) que supuso. Y que es precisamente lo que te hace querer más, volver a babear y desear otro bocado. El aroma de unas natillas es delicioso porque te hace fantasear con su sabor… pero fantaseas justamente porque sabes que son dulces, y sabes que son dulces porque un día te arriesgaste a probarlas. En fin, el hecho es que por mucho que fantasees con ellas, las natillas no alimentan a menos que te las comas. Naturalmente si eliges hacerlo te arriesgas a una indigestión, pero si te quedas sólo con el aroma tendrás siempre el estómago vacío.
Bueno, supongo que va en cada cual… para mí el potencial por sí solo no significa demasiado. El placer del deseo está en saborear el anticipo, pero si luego uno no sigue adelante se pierde la chance (hola,
@Wardenclyffe™ ) de vivir algo mucho más profundo. Es como planear un viaje, se disfruta mucho preparándolo pero si finalmente se truncan los planes y el viaje no se llega a realizar… ese placer de los preparativos queda en nada.
'Amar' de esa manera platónica es en cierto modo elegir vivir la vida en modo fácil, pero eso es cualquier cosa menos vida. Ver los toros desde la barrera no cuenta como torear.
Personalmente prefiero mil veces hacer el viaje… aunque el coche me deje tirada a medio camino, llueva casi todos los días y me estafen con el precio de la comida.
Desconozco tu aspecto, me recordás a alguien por tus ocurrencias, la forma de escribir, y la mariposa que elegiste como avatar. Todo eso. De hecho, cuando comencé a verte en el foro, creía que eras esa persona y actuaba con cautela.
Sobre lo de los amores platónicos, no creo que sea elegir vivir la vida en modo fácil. Al contrario. Modo fácil sería lanzarse a cada una que viera, pescar con una red. Algunos amores están hechos para eso. Es como ciertos platos que se comen fríos y otros, calientes.
A veces nos pasa que, cuando planeamos un viaje o algunos proyectos, somos capaces de casi sentirlos, sentir que se está en tal lugar, imaginarlo, soñar despiertos.
Ojo que con todo esto no digo que lo que se concrete valga menos. Sólo que el camino, el estado previo es también digno de vivirse.
Ya nos cuentas cómo ha ido. Creo que tenemos un duro trabajo de coaching por delante
TOCHO ALERT.
Esta tarde salí en el coche rumbo a la pileta (piscina) donde mi sirena de neցro, lentes de sol, pelo claro, manos delicadas, sonrisa perfecta, piernas largas, senos turgentes, silencio de roca y piel tostada, dedicaba su día a proteger vidas de niños, ancianos y adultos por igual.
Pero mientras me acercaba pensé en ella, y en los hilos del foro sobre mujers y nuestra fin en vida, la espiral de derroición que nos embarga cuando vemos alguna.
De estos hilos del foro, me vinieron a la mente las capturas de pantalla de ciertos instagrams. Las conversaciones sobre todos los estultoes que le dan LIKE en masa a las fotos de estas mujeres. ¿Cómo elige una de esta mujer entre sus candidatos? ¿No son todos un commodity? ¿Qué ofrece cada uno de ellos diferente al resto de los likeadores compulsivos o de los que le escriben mensajes privados a diario?
Ella elige al que destaque. Al que tenga algo más. Un buen coche, o promesa de aventuras, o que esté rodeado de amistades, que sea popular, que sea especialmente bello, al que se conozca toda la movida nocturna de la ciudad, al que sabe dónde comprar drojas... en fin: aquel cuyo perfil promete más. En este mundo superfluo del sXXI, todo es vanidad, todo es ocio, todo es cortoplacismo y dopamina, imagen, morritos para la selfi y una gorra con la visera recta.
Y luego caí en que el Instagram es sólo una emulación de lo que pasa en este caso. Yo, acercándome a la guardavidas de mis amores, de la cual lo único que conozco es que es muy linda (al menos si la observo sin mis lentes) y callada. No soy más que otro seguidor, como los de esta red social. Que probablemente ella tenga la app. Y seguramente tenga seguidores en el mundo real, como el alopécico de su colega, que ya lo he visto acercársele varias veces.
Y entonces me pregunto ¿qué tengo para ofrecerle a esta chica? ¿Por qué habría de elegirme a mí y no a otros? No tengo un gran coche porque no me interesa el estatus, mi casa está a medio terminar aún, mi trabajo es aburrido, no conozco la vida nocturna, no sé nada de drojas, no estoy en la onda. Sólo ofrezco charlas de cualquier cosa, momentos de tranquilidad disfrutando la naturaleza de vez en cuando, cariño, mil intereses. Pero estas no son cosas que sirvan para un levante casual, como el que pensaba practicar hoy.
Estas cosas que ofrezco sirven sólo en la estrategia de conocer poco a poco a una chica de tu entorno, como he hecho toda la vida.
Entonces di la vuelta con el coche y me encaminé a otro lugar, a meditar. Así llegué a la conclusión de que, perdido por perdido, más valía acercarme y hablarle igual. Pero, en lugar de ingresar al club, elegí otra estrategia... Esperé a la hora de cierre y esperaría apoyado sobre mi coche, vestido decentemente, a la salida.
Entonces la ví salir. Me acomodé, saqué pecho, llevé una de mis manos al bolsillo, luego la saqué de vuelta porque alguna vez leí que eso significa incomodidad, necesitaba tras*mitir confianza.
La ví subir a su motocicleta y entonces todo se acabó. El horror. El horror. Detrás de ella salió un borrego en su mierdocicleta, ella lo esperó y se fueron a la par.
Cuando pasó junto a mí, la sirena infiel, sirena de piel tostada, sirena de manos delicadas, sirena fría y cruel, se percató de mi presencia y me echó dos fugaces miradas de asombro a través de su casco. Dos miradas. Dos. Y pude ver sus ojos, con mis gafas y sin las suyas. Pude ver sus dos ojos redondos como la luna, ojos castaños, ojos luminosos, abiertos como platos, sorprendidos, atrapando a su alma desesperada por mí, escondiéndola con pudor para que mi alma no la viera acompañada del alma de un mierdoborrego cool.
Me quedé pensando en todo esto, en que menos mal que no le había dado mi número durante la tarde, porque el borrego motocicletil seguramente se hubiera acercado a pedirme amablemente que me alejara de su sirena.
Y entonces me dije que quizá sólo la acompañaba, pero no eran pareja. Y subí a mi coche y aceleré hasta alcanzarlos, cometí infracciones de tránsito, sobrepaso con doble línea amarilla, giro a la izquierda en la avenida, velocidad excedida, pero aquí nadie controla eso, y los seguí durante varios kilómetros hasta su casa. Él bajó a dejar algunas cosas, ella se quitó el casco liberó su melena que brillaba con los rayos anaranjados del ocaso, esperando a su amado.
Así terminó este amor, con una melena tonalidad ocaso.