Octubre (episodio V)
Madmaxista
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Nosotros aquí en Barcelona somos pocos y ya no vamos a Navarra a celebrar la navidad como cuando éramos pequeños y donde nos juntábamos por lo menos 40 personas. Pero a mí me sigue gustando (tras los años de impasse negativo) tener una excusa para cenar todos juntos.
El que empieza ahora a tomar el relevo de la negación navideña es mi hijo, ayer se pasó el día diciendo que tenía ganas de que se acabaran las fiestas y gruñendo. Me hizo gracia observar que muchos pasamos por lo mismo; el desajuste entre la felicidad ideal y la realidad.
Mi prima me llamó para felicitarme las fiestas, tiene tres hijos, los mayores tienen 8 años y la pequeña 6. Me explicó que los mayores lloraban porque se habían enterado de quiénes son los reyes, estuvieron inconsolables durante 24 horas, luego acabaron resignándose y se entusiasmaron con la idea de ser mayores y guardar el secreto para que la peque no lo supiera todavía. Pero ahí es evidente que se rompe algo para siempre aunque uno acabe siendo consciente de ello años más adelante. Adiós a la magia y hola a la realidad, para todo.
Yo me he recuperado dejando a un lado el sentimiento de estafa. Me da igual que la felicidad total, mágica y profunda no exista. Me doy por satisfecha sabiendo que puedo seguir reuniéndome con la familia que me queda y que estoy celebrando algo que los humanos llevamos celebrando miles de años.
El que empieza ahora a tomar el relevo de la negación navideña es mi hijo, ayer se pasó el día diciendo que tenía ganas de que se acabaran las fiestas y gruñendo. Me hizo gracia observar que muchos pasamos por lo mismo; el desajuste entre la felicidad ideal y la realidad.
Mi prima me llamó para felicitarme las fiestas, tiene tres hijos, los mayores tienen 8 años y la pequeña 6. Me explicó que los mayores lloraban porque se habían enterado de quiénes son los reyes, estuvieron inconsolables durante 24 horas, luego acabaron resignándose y se entusiasmaron con la idea de ser mayores y guardar el secreto para que la peque no lo supiera todavía. Pero ahí es evidente que se rompe algo para siempre aunque uno acabe siendo consciente de ello años más adelante. Adiós a la magia y hola a la realidad, para todo.
Yo me he recuperado dejando a un lado el sentimiento de estafa. Me da igual que la felicidad total, mágica y profunda no exista. Me doy por satisfecha sabiendo que puedo seguir reuniéndome con la familia que me queda y que estoy celebrando algo que los humanos llevamos celebrando miles de años.