aunque en el fondo (supongo que) me está insultando, creáme que eso mismo me pasa a mí y por eso, este hilo es un intento para abrirme paso entre tanta morralla.
soy nuevo y quiero conocer a esos "pocos foreros decentes"
eso es todo.
Hace años q paseo por este foro, me registré en el 2006 y de todos los mensajes q he escrito, practicamente ninguno merece estar en ningún servidor consumiendo energía. Dejé de frecuentar el foro porque la inmensa mayoría de los mensajes no merecían ni ser leídos.
Al hilo de esto, voy a colgar un mensaje de Pedro Prieto publicado en el blogg de Antonio Turiel que creo que explica muy bien parte del origen de la sobreinformación o quizá mejor tendría que decir DESINFORMACIÓN
Al principio fue la tras*misión oral. Con ella, los seres humanos han sido capaces de vivir entre 100.000 y 2 millones de años últimos sin grandes problemas, ni de supervivencia, ni de agotamiento de los recursos. El soporte de almacenamiento era la memoria ejercitada en el cerebro; el medio, el boca a boca de abuelos a padres y a hijos. Los principios, elementales: respeto a la base de datos fundamental (la ancianidad)
Llegó después la escritura (Sumer). Cuando uno tiene que dejar un legado informativo en una tablilla con escritura cuneiforme, o bien deja un teorema como el de Euclides sobre equivalencias de triángulos rectángulos (unos 500 años antes de que naciera Euclides; Tell Harmal) o como mucho, escribe alguna importante tras*acción de trigo o de esclavos en un documento administrativo, ya que la arcilla y el stilus eran baratos. Y esa cultura es fácil de trazar y mantener en los 4-5.000 años tras*curridos, ya que el polvo del desierto es el mejor preservante de las tablillas, al enterralas con suma rapidez.
Si uno escribe en bajorrelieve, también en cuneiforme sobre losas pulidas de alabastro con primoroso cincel (asirios, por ejemplo), pues apenas le da a uno para escribir las batallas más importantes y los hechos más relevantes. Y punto. Eso también queda preservado por el mismo polvo y durante milenios.
Cuando uno escribe en papiros, y el papiro cuesta bastante de producir y el escribano se vende caro como individuo exótico, también apenas se describen aspectos muy relevantes de la cultura y el conocimiento. Si están albergados en lugares muy secos (tumbas o pirámides o grandes túmulos) y preservados del viento, el polvo y la humedad, pueden todavía leerse, a veces pobremente unos 2.500 -1.500 años después.
Si uno escribe con amanuenses y copistas textos sagrados y pocas cosas más sobre pieles de animal muy bien curtidos y con primorosos grabados, y los mantiene, sin echarlos al fuego, se pueden todavía leer joyas como el recién redescubierto Códice Calixtino, de 800-900 años de antigüedad. Dado el coste de monjes escribiendo muy cuidadosa y lentamente para hacerlo sin apenas erratas (no existía la tecla “delete”), sólo se escribían cosas trascendentes, aunque fueran mitologías religiosas (si hubiésemos aprendido la metáfora de la Torre de Babel y el aumento de la complejidad que lleva al colapso, no estaríamos donde estamos ahora).
Los árabes escribieron magníficas obras sobre álgebra, astronomía, agricultura o medicina, que todavía reposan en bibliotecas, entre otras españolas, abandonadas y sin traductores suficientes ni interés en traducirlas (un buen amigo, arabista afamado, me decía que había en nuestras bibliotecas obras ESPAÑOLAS (consideraba a Abderramán III un rey más español que Juan Carlos, pues la dinastía de aquel llevaba 300 años reinando en España y los Borbones franceses apenas llevan unos ciento y pico años) obras en árabe como para pasarse varias vidas traduciendo. Entre mil y seiscientos años y siguen conservadas, si algún salvaje no se ha dedicado a destruirlas, como fue el caso del teniente-cura del pueblo de mis padres, una antigua villa romana a orilla del Tajo, no se hubiese dedicado a picar las piedras romanas, escritas con caracteres latinos, para hacer con ella al ara del altar, algo que confesó a D. Ignacio de Hermosilla y Sandovla en 1786 cuando fue a hacer un levantamiento de las ruinas de Augostóbriga (luego Talavera la Vieja), a cuyo escandalizado arqueólogo del siglo XVIII decía sin rubor decía que las “había picado de propósito por ser “rétulos de condenados”.
Y así vamos progresando hasta llega al papel biblia de buenas encuadernaciones que alcanzan fácilmente los 200 años de supervivencia.
Y pasamos al papel ácido y de mala calidad y mal encuadernado, que malamente aguanta 50 años, si no le da mucho la luz y que ya se edita por miles de ejemplares. Gutemberg glorioso. Cientos de miles, millones, cientos de millones de obras intrascendentes, la glorificación de los Ken ***et y los tochos infumables de aeropuerto. La multiplicación de la sarama supuestamente in/formativa. Y llega la masificación, la llamada “democratización” de la cultura y con ella, los apartamentitos en Fuenlabrada y Lavapiés, de 35 metros, esas soluciones habitacionales que convierten al con poca gracia que cree en el progreso en un elemento destructor peor que el teniente curta de mi pueblo, pues al heredar los tomos del abuelo, no sabe qué hacer con ellos, no tiene sitio y los malvende o hasta los tira en el contenedor de la obra del vecino, aprovechando la nocturnidad y para ahorrarse los portes. Y se queda con Ken ***et, porque está de moda y tira a los clásicos del abuelo que son un peñazo, para no sentirse rarito y marginado en esta sociedad.
Y de ahí al innegable progreso de los 2 Terabits (y me quedo corto, que ya los tengo saturados) del disco duro. Rebosando de viruta hollywoodense y de las cien mil millones de fotos digitales de los viajes a cientos de lugares exóticos, hechas desde el mismo asiento del City Tour que todo el mundo, pero creyendo que se ve un mundo nuevo. Soportes documentales que duran lo que dura el sufijo. Jpg o .mp4 o similar; es decir un pestañeo en la historia y que necesitan interfaces, cables de conexión, compatibilidades, y sobre todo, sobre todo, energía mucha energía para verlos en la pantalla.
¿Qué salvar de esta nueva e inevitable quema que viene con el post cenit? La pregunta clásica ¿Qué libros se llevaría usted a una isla desierta? Respuesta de antes: Robinson Crusoe, de Daniel Defoe y la Biblia. ¿Qué conocimientos deberíamos salvar y cuales picar de propósito como “rétulos de condenados”? ¿Quizá las noticias de agencia del Bosón de Higgs? ¿Los libros de matemáticas de Rey Pastor? Una regla de cálculo de alguna de las dos grandes escuelas teológicas (La Aristos o la Faber-Castell)? ¿Quizá una magnífica edición facsímil publicada por le Ministerio de Agricultura sobre técnicas y conocimientos agrícolas de un árabe del siglo XII, traducidas al castellano? ¿Ken ***et y que sea lo que Dios quiera? ¿La colección de Roberto Alcázar y Pedrín o el Capitán Trueno, si uno es fetichista? ¿Las tarjetas perforadas de los primeros ordenadores de IBM que replicaron una reacción nuclear en cadena? ¿Las máscaras sobre cómo hacer chips de trazados de 0,5 nanómetros y con ellas los infinitos libretos de instrucciones sobre cómo hacer salas blancas o purificar el galio en la bocamina? ¿Las 80.000 canciones que mi hijo tiene almacenadas en un dispositivo que lleva en una mano y que le llevarían matemáticamente 3*80.000 = 240.000 minutos = 4.000 horas = medio año de escucha continuada las 24 horas del día o de 1 año de escucha continuada a 12 horas diarias? ¿La fórmula de la aspirina o de la Viagra? ¿El doctorado sobre cómo trasplantar un corazón a un tipo con 5 stents, en una sala muy aséptica, con cuatro cirujanos y dieciséis enfermeras y material muy sofisticado por doquier y energía ininterrumpida y medicamentos antirrechazo, o quizá deberíamos conformarnos con que nuestro médico vecino de pies descalzos supiese como bajar la fiebre, operar una apendicitis con un bisturí normalito y sacar una muela evitando la infección o atender un parto complejo?
¿Convendría guardar los documentos del programa Apolo, por si se nos ocurre dentro de veinte generaciones volver a repetir la hazaña? ¿O sería más sensato conformarse con saber como eliminar la araña roja del tomate sin recurrir a Monsanto, Dios santo? ¿Me llevaría el manual del Opel Zafira que tengo de diez años y la lista de talleres, o debería mejor pensar en un buen par de animales de tiro para una yunta y pedir al viejo del pueblo que me enseñe a cuidarlos, alimentarlos, aparejarlos y a manejarlos, antes de que el viejo se muera?