Ficción histórica de lol

Lisionak

Panzerkardinal
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2 Ene 2024
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Bueno, del hilo sobre lo que “El viento se llevó”


Ahí ya tratamos sobre cómo la ficción histórica, y no la divulgación, es lo que marca la conciencia histórica de la masa. Ninguna Mary Beard, por mucho que El País la divulgue, va a suplantar a “Gladiator” en la historia de Roma que la plebe tiene.

La ficción histórica plantea una serie de problemas que no son fáciles de quitarse de encima. Sobre todo:

  • El lenguaje. Toda época tiene el suyo. Y, para evitar ese problema, da ascopena ver las soluciones de la mayor parte de los aspirantes a escritores.
  • Lo más duro de todo: el dotar de carne y sangre lo que está muerto. Volver a la vida lo muerto, con su propia conciencia. ¿Podemos escribir como contemporáneos de lo que escribimos? El gran problema siempre es resucitar el universo jovenlandesal, colectivo o individual, de lo que escribimos. La gran pregunta siempre es: ¿pretendemos escribir sólo una historia con un atrezzo histórico per una mentalidad contemporánea? ¿Son las “Memorias de Adriano” o “El nombre de la rosa” novelas históricas o novelas con un pretexto y decorados históricos? Pues me temo que en su mayor parte, son lo segundo.
  • Es más: ¿es posible meterse en la cabeza de un infanzón del siglo XIV y pretender que sea comprensible para un sojaboy de 2024? ¿Qué punto de vista habría que adoptar en la narración? ¿Primera… tercera persona?

Vamos a tomar lo del siglo XIV como guía, así por casualidad. ¿Cómo organizaríais vosotros la narración?
 
Vamos a tomar lo del siglo XIV como guía, así por casualidad. ¿Cómo organizaríais vosotros la narración?

Hombre, la narración la organizaría en "Introducción, Nudo y Desenlace", como toda la vida. roto2



Hecha la coña, diré que no es gratuita, porque introduce el primer problema de escribir ficción histórica: Que una obra de ficción tiene sus estructuras, sus tiempos y sus fórmulas, que no coinciden con los de la Historia real.

Luego está el segundo problema, que en realidad por importancia es el primero, y es que lo relevante de una obra de ficción son los personajes, todo lo demás es decorado. Un evento histórico en una obra de ficción solo es importante en la medida en la que provoca una reacción en los personajes. Si, por ejemplo, escribes una novela sobre los últimos días de Pompeya, lo que importa es cómo los personajes se enfrentan a la erupción del volcán, no que te pongas a describir la erupción como si fuera un documental del National Geographic. Para esto último mejor haces directamente un documental para el Canal de Historia (a ser posible sin que salgan nazis ni extraterrestres).

Una vez tienes claro que los protagonistas de una novela histórica son los personajes, sobreviene el problema de que pocos personajes históricos tienen una vida de novela, y además generalmente no conocemos lo suficiente sobre la personalidad de un personaje histórico como para convertirlo en el protagonista de una novela. Y entonces, ¿qué haces? ¿tomas un personaje histórico real y te pones a inventar? Eso es lo que hizo Robert Graves en "Yo Claudio", y el resultado es haber popularizado una imagen del Emperador Claudio (y varios otros personajes históricos mas) que no se corresponde con la realidad histórica.

Es mas fácil, y mas honesto, que si vas a escribir una novela histórica, utilices como protagonistas a personajes mundanos, y así te puedas inventar su personalidad y sus vidas tranquilamente, dejando a los grandes personajes históricos como personajes secundarios, y evitarte así tener que tergiversar sus vidas y su personalidad. No escribas una novela histórica sobre Alejandro Magno, escribe una novela histórica sobre un soldado de Alejandro Magno. No escribas una novela histórica sobre Rommel, escribe una novela histórica sobre un soldado del Afrika Korps. No escribas una novela histórica sobre el Conde-Duque de Olivares, escribe una novela histórica sobre la vida de un soldado de los tercios (y hazlo bien, no como Arturo Pérez-Reverte).

Además, esta aproximación tiene una ventaja: Todo el mundo sabe cómo fue la Historia, así que no hay tensión en, por ejemplo, escribir una novela sobre la Batalla de Midway con Chester Nimitz como protagonista. Todo el mundo sabe que los americanos ganaron y que Nimitz murió de viejo muchos años después del fin de la guerra. La tensión la estableces narrando la Batalla de Midway a través de un piloto anónimo, que tu audiencia no sabe si va a sobrevivir o no al encuentro con los japoneses.

Tomemos como ejemplo a un grande, Alejandro Dumas. Los Tres Mosqueteros no va sobre Luis XIII, ni sobre Ana de Austria, ni sobre el Duque de Buckinham, ni siquiera sobre Monseur de Tréville. Los Tres Mosqueteros va sobre un trepa anónimo de provincias que llega a París, se hace amigo de un trio de perdedores que sirven en el regimiento de Mosqueteros de la Guardia, y se liga a una costurera de la Reina. Y el antagonista de Los Tres Mosqueteros no es el Cardenal Richelieu, la antagonista es Milady, y el enemigo personal del protagonista es Rochefort.

Comprendido esto, podemos entrar en los problemas específicos que comenta @Lisionak:


- El Lenguaje:

No, no hagas a tus personajes hablar como si fueran personajes de una obra de teatro de Lope de Vega. Tampoco como si fueran los canis del polígono de tu ciudad. Hay un punto intermedio. Tus personajes deben expresarse de manera coherente al lenguaje de su época, pero respetando el español normativo de nuestros días. Caer en el extremo de hacerles expresarse con riguroso respeto por el lenguaje de la época lleva a que tu lector no comprenda lo que dicen, destruyendo el objeto de escribir una novela. Caer en el otro extremo implica cargarte la suspensión de la incredulidad del lector.


- ¿Novela Histórica o Novela con un decorado histórico?:

Me temo que es exactamente lo mismo. Vas a contar una historia poniendo como decorado La Historia. Es lo que hay. Si lo que quieres es contar La Historia, escribe un libro de Historia. No hace falta ser un rollo para escribir Historia, puedes tomar la aproximación de Carlo Ginzburg o de Carlo María Cipolla, y escribir algo ameno que no duerma a las ovejas. Pero estarás escribiendo Historia, no ficción histórica. Escribir ficción histórica es utilizar la Historia como decorado.

Eso si, utilizar la Historia como decorado tiene que tener un sentido, porque si no, ¿para qué utilizar la Historia como decorado? Para eso es mejor que escribas en tu presente, cuyo decorado conoces perfectamente porque vives en él. O que escribas literatura fantástica, en la que puedes inventarte el decorado. Si vas a escribir ficción histórica, es para interesar a tu lector en un periodo histórico, y contarle unos cuantos puntos clave.

La novela señalada por @Lisionak, "El Nombre de la Rosa", me parece un ejemplo honesto. Se trata básicamente de una novela de misterio ambientada en una Abadía medieval. Es un detective que va a resolver un asesinato de habitación cerrada, la fórmula de Ágata Christie aplicada a rajatabla. Las aventuras de Shelock Holmes en un Monasterio. Punto. Pero, a la vez, Umberto Eco aprovecha para describir cómo era la vida de los monjes medievales, la importancia de los Monasterios en el desarrollo de la cultura Europea, introduce el conflicto entre el Papa y el Emperador, los cismas de la Iglesia, y las movidas entre las órdenes religiosas.

Hay límites a lo que puedes hacer con el decorado, claro. Cuando llevaron "El Nombre de la Rosa" al cine, el papel de Guillermo de Baskerville iba a ser para Robert de Niro, pero el tio se empeñó en que la escena climática tenía que ser un duelo a espada entre él y el inquisidor. Afortunadamente, JJ Annaud se negó, y entonces apareció Sean Connery, y el director pensó "bueno, de perdidos al rio", y James Bond logró relanzar su carrera y pasar a la historia del cine como un actor de verdad.

Pero en fin, dejo de divagar. La cuestión es que hay que respetar el decorado, pero es decorado al fin y al cabo. Si quieres que el protagonista sea La Historia, entonces escribe Historia, no ficción histórica.


- ¿Es posible meterse en la cabeza de un infanzón del siglo XIV? ¿Qué punto de vista adoptar?:

El punto de vista es elección del escritor. Primera persona, narrador omnisciente, el clásico recurso del narrador contemporáneo que dice haber encontrado un documento antiguo donde se narra la historia... eso es cuestión de estilo. Personalmente, encuentro mas difícil narrarla en primera persona, porque existe una distancia temporal importante entre el protagonista y su contexto, y el lector y su contexto. Me parece mas operativo utilizar la tercera persona, o una fórmula mixta, porque como narrador tienes que explicarle a tus lectores el contexto de la época, y suavizar el choque entre la mentalidad actual y la antigua para ayudar a tus lectores a empatizar con los personajes.

De todos modos, estás escribiendo ficción. No hay una gran diferencia entre meterte en la cabeza de un infanzón del siglo XIV o en la de una mujer del año 2024. A no ser que tu novela sea autobiográfica, te estás metiendo en la cabeza de otras personas, fantaseando sobre su perspectiva respecto a problemas que no has vivido y de los que, por tanto, no tienes realmente ni puñetera idea. Así que, adelante, sin complejos.


Y bueno, esa es mi humilde aportación. De momento.
 
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Hombre, la narración la organizaría en "Introducción, Nudo y Desenlace", como toda la vida. roto2



Hecha la coña, diré que no es gratuita, porque introduce el primer problema de escribir ficción histórica: Que una obra de ficción tiene sus estructuras, sus tiempos y sus fórmulas, que no coinciden con los de la Historia real.

Luego está el segundo problema, que en realidad por importancia es el primero, y es que lo relevante de una obra de ficción son los personajes, todo lo demás es decorado. Un evento histórico en una obra de ficción solo es importante en la medida en la que provoca una reacción en los personajes. Si, por ejemplo, escribes una novela sobre los últimos días de Pompeya, lo que importa es cómo los personajes se enfrentan a la erupción del volcán, no que te pongas a describir la erupción como si fuera un documental del National Geographic. Para esto último mejor haces directamente un documental para el Canal de Historia (a ser posible sin que salgan nazis ni extraterrestres).

Una vez tienes claro que los protagonistas de una novela histórica son los personajes, sobreviene el problema de que pocos personajes históricos tienen una vida de novela, y además generalmente no conocemos lo suficiente sobre la personalidad de un personaje histórico como para convertirlo en el protagonista de una novela. Y entonces, ¿qué haces? ¿tomas un personaje histórico real y te pones a inventar? Eso es lo que hizo Robert Graves en "Yo Claudio", y el resultado es haber popularizado una imagen del Emperador Claudio (y varios otros personajes históricos mas) que no se corresponde con la realidad histórica.

Es mas fácil, y mas honesto, que si vas a escribir una novela histórica, utilices como protagonistas a personajes mundanos, y así te puedas inventar su personalidad y sus vidas tranquilamente, dejando a los grandes personajes históricos como personajes secundarios, y evitarte así tener que tergiversar sus vidas y su personalidad. No escribas una novela histórica sobre Alejandro Magno, escribe una novela histórica sobre un soldado de Alejandro Magno. No escribas una novela histórica sobre Rommel, escribe una novela histórica sobre un soldado del Afrika Korps. No escribas una novela histórica sobre el Conde-Duque de Olivares, escribe una novela histórica sobre la vida de un soldado de los tercios (y hazlo bien, no como Arturo Pérez-Reverte).

Además, esta aproximación tiene una ventaja: Todo el mundo sabe cómo fue la Historia, así que no hay tensión en, por ejemplo, escribir una novela sobre la Batalla de Midway con Chester Nimitz como protagonista. Todo el mundo sabe que los americanos ganaron y que Nimitz murió de viejo muchos años después del fin de la guerra. La tensión la estableces narrando la Batalla de Midway a través de un piloto anónimo, que tu audiencia no sabe si va a sobrevivir o no al encuentro con los japoneses.

Tomemos como ejemplo a un grande, Alejandro Dumas. Los Tres Mosqueteros no va sobre Luis XIII, ni sobre Ana de Austria, ni sobre el Duque de Buckinham, ni siquiera sobre Monseur de Tréville. Los Tres Mosqueteros va sobre un trepa anónimo de provincias que llega a París, se hace amigo de un trio de perdedores que sirven en el regimiento de Mosqueteros de la Guardia, y se liga a una costurera de la Reina. Y el antagonista de Los Tres Mosqueteros no es el Cardenal Richelieu, la antagonista es Milady, y el enemigo personal del protagonista es Rochefort.

Comprendido esto, podemos entrar en los problemas específicos que comenta @Lisionak:


- El Lenguaje:

No, no hagas a tus personajes hablar como si fueran personajes de una obra de teatro de Lope de Vega. Tampoco como si fueran los canis del polígono de tu ciudad. Hay un punto intermedio. Tus personajes deben expresarse de manera coherente al lenguaje de su época, pero respetando el español normativo de nuestros días. Caer en el extremo de hacerles expresarse con riguroso respeto por el lenguaje de la época lleva a que tu lector no comprenda lo que dicen, destruyendo el objeto de escribir una novela. Caer en el otro extremo implica cargarte la suspensión de la incredulidad del lector.


- ¿Novela Histórica o Novela con un decorado histórico?:

Me temo que es exactamente lo mismo. Vas a contar una historia poniendo como decorado La Historia. Es lo que hay. Si lo que quieres es contar La Historia, escribe un libro de Historia. No hace falta ser un rollo para escribir Historia, puedes tomar la aproximación de Carlo Ginzburg o de Carlo María Cipolla, y escribir algo ameno que no duerma a las ovejas. Pero estarás escribiendo Historia, no ficción histórica. Escribir ficción histórica es utilizar la Historia como decorado.

Eso si, utilizar la Historia como decorado tiene que tener un sentido, porque si no, ¿para qué utilizar la Historia como decorado? Para eso es mejor que escribas en tu presente, cuyo decorado conoces perfectamente porque vives en él. O que escribas literatura fantástica, en la que puedes inventarte el decorado. Si vas a escribir ficción histórica, es para interesar a tu lector en un periodo histórico, y contarle unos cuantos puntos clave.

La novela señalada por @Lisionak, "El Nombre de la Rosa", me parece un ejemplo honesto. Se trata básicamente de una novela de misterio ambientada en una Abadía medieval. Es un detective que va a resolver un asesinato de habitación cerrada, la fórmula de Ágata Christie aplicada a rajatabla. Las aventuras de Shelock Holmes en un Monasterio. Punto. Pero, a la vez, Umberto Eco aprovecha para describir cómo era la vida de los monjes medievales, la importancia de los Monasterios en el desarrollo de la cultura Europea, introduce el conflicto entre el Papa y el Emperador, los cismas de la Iglesia, y las movidas entre las órdenes religiosas.

Hay límites a lo que puedes hacer con el decorado, claro. Cuando llevaron "El Nombre de la Rosa" al cine, el papel de Guillermo de Baskerville iba a ser para Robert de Niro, pero el tio se empeñó en que la escena climática tenía que ser un duelo a espada entre él y el inquisidor. Afortunadamente, JJ Annaud se negó, y entonces apareció Sean Connery, y el director pensó "bueno, de perdidos al rio", y James Bond logró relanzar su carrera y pasar a la historia del cine como un actor de verdad.

Pero en fin, dejo de divagar. La cuestión es que hay que respetar el decorado, pero es decorado al fin y al cabo. Si quieres que el protagonista sea La Historia, entonces escribe Historia, no ficción histórica.


- ¿Es posible meterse en la cabeza de un infanzón del siglo XIV? ¿Qué punto de vista adoptar?:

El punto de vista es elección del escritor. Primera persona, narrador omnisciente, el clásico recurso del narrador contemporáneo que dice haber encontrado un documento antiguo donde se narra la historia... eso es cuestión de estilo. Personalmente, encuentro mas difícil narrarla en primera persona, porque existe una distancia temporal importante entre el protagonista y su contexto, y el lector y su contexto. Me parece mas operativo utilizar la tercera persona, o una fórmula mixta, porque como narrador tienes que explicarle a tus lectores el contexto de la época, y suavizar el choque entre la mentalidad actual y la antigua para ayudar a tus lectores a empatizar con los personajes.

De todos modos, estás escribiendo ficción. No hay una gran diferencia entre meterte en la cabeza de un infanzón del siglo XIV o en la de una mujer del año 2024. A no ser que tu novela sea autobiográfica, te estás metiendo en la cabeza de otras personas, fantaseando sobre su perspectiva respecto a problemas que no has vivido y de los que, por tanto, no tienes realmente ni puñetera idea. Así que, adelante, sin complejos.


Y bueno, esa es mi humilde aportación. De momento.


Muchas gracias por la respuesta, muy currada.


Estoy de acuerdo con bastante de lo que dice. Especialmente con que, pese al carácter histórico de una narración, lo importante son los personajes y el arco dramático que recorren. También con que es preferible, o más honesto, que el protagonismo recaiga en personajes completamente ficticios y no arriesgarse a ficcionar la desconocida psicología de Pedro I o Enrique de Trastámara. Aun así, estas personas reales pueden aparecer como personajes en la narración y ahí sí puede ser necesario dotarles de una cierta psicología, aunque el peso de la novela no recaiga sobre ellos. En el ejemplo de Pérez Reverte que ha puesto, aunque el protagonista fuera un ficticio capitán de los tercios, el conde-duque de Olivares también aparecía y tenía que hacerlo con determinados rasgos y maneras.

También estoy de acuerdo con la solución al problema del lenguaje. La cuestión es encontrar ese punto justo entre la reproducción mimética de un lenguaje de época o hacer hablar a dos castellanos del siglo XIV como si fueran faquin bros de Detroit. De lo último peca, otra vez, Reverte en novelas como “Trafalgar”, por ejemplo, donde los personajes parecía que acababan de pedir una de gambas y un rioja en el bar Paco de la esquina. Lo más cercano a lo primero que he leído y recuerdo, pero aun así le funcionó muy bien, sería “En busca del unicornio”, de Eslava Galán. En una obra literaria, los personajes son única y exclusivamente lenguaje, lo que dicen o lo que callan, lo que se dice de ellos o se oculta. Por eso la elección del lenguaje es esencial y también me parece que lo solución óptima es “aderezar” la narración con expresiones de época—por ejemplo, sirviéndose de las crónicas de Pérez de Ayala y no diciendo que un personaje era valiente, sino que tenía “gran corazón”, era “esforzado” o “discreto”, más que inteligente.

No estoy de acuerdo, sin embargo, en que no haya diferencia entre novela histórica y novela con un decorado histórico. Para mí, la clave está en la coherencia entre personajes y trasfondo histórico, cuya falta da lugar a los anacronismos que se leen en muchas novelas con decorado histórico. Un ejemplo sería la representación del amor, que pocos escritores se sustraerían a representar como amor romántico, el que hoy en día entendemos desde el siglo XXI (aunque empiezo a creer que en la época de Tinder y el cruising normalizado con géneros fluidos es una cosa más de platanoviejas que una mentalidad realmente vigente). En la Edad Media no existía el amor romántico, e historias como las de Tristán e Isolda o Eloísa y Abelardo tenían la función didáctica de mostrar lo destructiva que puede ser la pasión, frente al amor entendido como una función social y civilizatoria. Por eso los amantes consuman su pasión en el bosque de jovenlandésis (la naturaleza) y no en la corte del rey Marke (la civilización). Trasladar una historia de amor romántico a los siglos medievales me parecería una falta de coherencia histórica y es lo que me lleva a distinguir entre una buena novela histórica y una narración con decorado histórico. Como tengo formación de historiador, lo segundo es algo que me molesta especialmente. He puesto el ejemplo del amor romántico, pero podrían ponerse otros muchos. Sé que eso hace al escritor correr el riesgo de que sus personajes no conecten con un lector contemporáneo, pero es algo que un buen escritor debería poder superar. Por ejemplo, la historia que cuenta Eco en “El nombre de la rosa” es en realidad la historia de una—brevísima—pasión. Pero pasión al cabo, que no destruye ni aparta de su vocación religiosa al protagonista, pero lo deja marcado.

Un buen escritor tiene que saber sortear esa brecha entre el universo mental del presente y la época histórica en que se sitúa su narración. Por supuesto que los intereses del presente le van a llevar a elegir un tema o una época concreta y un enfoque u otro. Ha citado “Los tres mosqueteros”. Bien, pues hay una diferencia esencial entre el tratamiento que se da de la figura de Richelieu en esa novela y la que se percibe—aunque sea retrospectivamente—en su secuela, “Veinte años después”. En esta última se valora al cardenal positivamente, como un restaurador del Estado francés y un garante del orden. ¿Qué ha pasado entre las dos novelas para que el punto de vista de Dumas haya cambiado tanto? Pues la revolución obrera de junio de 1848, que acojonó tanto a todos los burguesitos francess que abrazaron con fuerza algo tan insustancial como Napoleón III. Después de aquel susto, sí, la política de orden social era vista como algo deseable. Sin embargo, Dumas introduce las preocupaciones del presente sin violentar la coherencia histórica y por eso la novela funciona en su género. Para algo había sucedido la Fronda. Yo puedo elegir la guerra civil castellana como escenario para una narración y lo haré porque tengo unos intereses y preocupaciones concretas, actuales. Pero sólo funcionará si no intento cuadrar a martillazos mis ideas con el siglo XIV planteando, por ejemplo, una narración sobre los problemas de las personas tras*género en la Castilla de Pedro I. Y hoy ya se lee cada cosa, incluidas obras que se pretenden como historia puramente académica…

La coherencia también tiene mucho que ver en el punto de vista que se adopte en la narración. Coincido con usted en que la primera persona es mucho más jodida de trabajar cuando hay tantos siglos por medio, y que impone muchas limitaciones. Por ejemplo, con el problema de la sincronicidad. Un personaje sólo puede ofrecer un punto de vista diacrónico, mientras que la realidad sucede sincrónicamente. Es decir, el personaje no puede estar en todas partes en todo momento y eso es un clarísimo límite. Se puede sortear, claro. Por ejemplo, introduciendo otros personajes que narren acontecimientos que el protagonista no ha podido vivir, una carta, etc. La primera persona tiene la ventaja de que, bien trabajada, ofrece una inmediatez y conexión entre el personaje y el lector que la tercera persona no suele conseguir tan fácilmente. Puede que sea también un prejuicio mío o una cuestión de gustos, pero el narrador omnisciente es algo que me harta muy fácilmente. Muchas de las grandes novelas históricas se han escrito en primera persona: por Graves, Yourcenar, Eco o Eslava Galán, por referirme a las que hemos citado. Claro, hay que ser un gigante como Tolstoi para que la tercera persona nos haga casi sentirnos dentro de la cabeza del príncipe Bolkonsky o Natasha Rostova.

Pero hay un límite, otra vez, con la coherencia. Supongamos que yo escribo cómo mi personaje ve llover después de la batalla de Montiel y expresa cómo la naturaleza parece llorar por el destino de todos los que lucharon por el rey don Pedro. O que el horrendo clima en Leicester, en la corte de Juan de Gante y Constanza de Castilla, le evoca la frialdad del exilio y el trato dado a los extranjeros. Pues sería, otra vez, un anacronismo enorme. La naturaleza y el paisaje no son proyecciones del estado de ánimo o la psicología humana hasta el Sturm und Drang y Rousseau, en el XVIII. En la literatura anterior, la naturaleza les importaba entre poco y nada si no era con una finalidad descriptiva o simbólica, pero nunca expresiva. Por este tipo de cosas, una narración histórica en primera persona es como andar sobre un campo de minas.

Por otro lado, y esto valga para que lo tengan en cuenta todos los que quieran escribir una obra de este género, la coherencia histórica que podrás permitirte será muy limitada si quieres publicar. Cada vez más. ¿Por qué? Por la figura del “lector de sensibilidad”, algo que existe en la mayoría de las editoriales medianas y grandes. Yo no sabía qué shishi era eso hasta que me lo contó un amigo que es un apasionado por escribir. Es, simple y llanamente, un censor. Su función es leer los originales para detectar discursos que puedan ofender a las minorías susceptibles de sufrir “delitos de repruebo”: sexistas, xenófobos, racistas, discriminatorios contra el colectivo X (aquí póngase lo que corresponda), etc. El chiste se cuenta solo. ¿Con qué colores puede uno pintar una sociedad como la del siglo XIV, violenta, con un papel público muy reducido para la mayoría de mujeres, profundamente religiosa, donde la sodomía era un pecado gravísimo y mortal y la comunidad política se basaba en la fe y la pertenencia a la tierra? ¿Cómo quieren que pinte una violación de los mercenarios de las Compañías Blancas o de soldados del Príncipe neցro a unas campesinas de la merindad de Montija? ¿Habrá que poner una nota a pie de página advirtiendo que esas cosas pasaban en aquella época y que violar estaba mal entonces y ahora, como la advertencia previa en “Lo que el viento se llevó”? La censura asfixia cada vez más cualquier cosa que pretenda ser creativa y auténtica al mismo tiempo.

Es desolador. Yo, desde luego, renuncio a publicar.
 
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Muchas gracias por la respuesta, muy currada.


Estoy de acuerdo con bastante de lo que dice. Especialmente con que, pese al carácter histórico de una narración, lo importante son los personajes y el arco dramático que recorren. También con que es preferible, o más honesto, que el protagonismo recaiga en personajes completamente ficticios y no arriesgarse a ficcionar la desconocida psicología de Pedro I o Enrique de Trastámara. Aun así, estas personas reales pueden aparecer como personajes en la narración y ahí sí puede ser necesario dotarles de una cierta psicología, aunque el peso de la novela no recaiga sobre ellos. En el ejemplo de Pérez Reverte que ha puesto, aunque el protagonista fuera un ficticio capitán de los tercios, el conde-duque de Olivares también aparecía y tenía que hacerlo con determinados rasgos y maneras.

Buena respuesta. Voy a tener que contestar en varios mensajes. Primero, la respuesta a esta parte que cito.

Los personajes históricos tienen que estar, por supuesto. Porque si no ¿para qué escoger un escenario histórico para tu novela? Pero el peso de la narración tiene que recaer sobre tu anónimo.

Tomemos por ejemplo "Ivanhoe" de Walter Scott. Ricardo Corazón de León aparece prominentemente en la novela, pero su papel es ser el Deus Ex Machina. Juan Sin Tierra aparece en la novela, pero el papel de antagonistas quienes lo ocupan son sus lacayos normandos. Robin Hood, personaje del folklore popular, aparece profusamente en la novela, pero su papel es el de ser un facilitador para el protagonista. La trama de la novela gira realmente en torno a personajes ficticios: Wilfredo de Ivanhoe y su conflicto con su padre, Cedric, legitimista sajón que le ha desheredado por rendir vasallaje al Rey Ricardo (que es normando), y que no le permite aspirar a la mano de su protegida, Lady Rowena, heredera del linaje de los reyes sajones que Cedric quiere restaurar. Al final, Cedric acepta la realidad, reconoce a Ricardo como Rey, perdona a Ivanhoe, y le permite casarse con Rowena. Entre medias, Ivanhoe tiene aventuras enfrentándose a los lacayos normandos de Juan Sin Tierra, ayudando a Ricardo a recuperar su trono, y protegiendo a una chica judía y a su padre para que Walter Scott quede bien con los Rothschild.

Llegados a este punto del debate, voy a mojarme y a hacer un esbozo de cómo haría yo una novela histórica.

Imaginemos que quiero escribir una novela histórica sobre las campañas de Alejandro Magno. El protagonista no podría ser Alejandro, porque entonces lo que estaría escribiendo es un libro de Historia, y además no habría tensión dramática porque todos sabemos cómo acaba Alejandro. Mi protagonista sería un griego de a pie, llamémosle "Pakopoulos", "Pako" para los amigos.

En la introducción, Pako es un chaval de pueblo que se acaba de casar con su novieta del villorrio. Llegan noticias de que el Rey Filipo está organizando una gran expedición contra los persas, pero Pako rechaza alistarse porque quiere quedarse con su chochete, que además está embarazada. Entonces le llegan noticias de que su padre ha muerto en un naufragio mientras hacía un viaje comercial a Mileto. Pako está arruinado y valora alistarse en el ejército de Filipo para poder sacar dinero para mantener a su familia. Pero entonces Filipo es asesinado por agentes persas. La expedición parece que se va a cancelar. Pako está desesperado, y además descubre que su padre murió porque su barco fue atacado por los persas. Entonces le llegan noticias de que el nuevo rey, Alejandro, va a continuar con los planes de Filipo. Pako se alista, ya no por dinero, si no por venganza.

Entramos en el nudo de la novela. Pako es un buen jinete, pero como está arruinado y no tiene caballo, tiene que alistarse como peltasta. Mientras marchan hacia Asia Menor, Pako se imbuye del ideal de liberar a los griegos de Asia Menor del yugo persa. Cruzan el Bósforo, y en una escaramuza con los persas, el regimiento de Pako es masacrado, pero Pako logra derribar a un jinete persa, le quita el caballo, y realiza alguna acción heróica. Alejandro se fija en él y lo recluta para el regimento de Compañeros. Pako empieza a desarrollar una lealtad y devoción personal por Alejandro, que le ha elegido personalmente.

Batalla del Granico, Issos, las puedo narrar prácticamente desde el punto de vista de Alejandro, porque Pako sirve en sus Compañeros. Las ciudades griegas de Asia Menor son liberadas, luego el asedio de Tiro, donde vemos que no todo es bonito e idealista en la expedición de Alejandro. En el camino a Egipto, dedico un capítulo al paso de Alejandro por Jersualén para quedar bien con los judíos y que me hagan la peli en Hollywood. Llegan a Egipto y Pako se fascina con la cultura milenaria de los egipcios, y es testigo de cómo Alejandro es recibido como un Dios.

Continúa la campaña contra los Persas, porque hasta que no se les destruya no se habrá eliminado el peligro. Gaugamela, luego Persépolis es destruída, horror y sangre, la Sombra de Jung. Tras la orgía de destrucción, Pako siente satisfecha su venganza contra los persas. Pero no vuelve a Grecia, porque ya está totalmente entregado a Alejandro, e irá a donde Él le lleve.

Corren rumores de que Alejandro se ha fascinado por lo oriental, pero Pako le tiene devoción como a un héroe homérico y acalla a sus compañeros que lo critican. Pako se contagia del orientalismo de Alejandro y tiene una relación con una mujer persa, pero la cosa no acaba bien y Pako, reafirmado en su identidad griega, empieza a mosquearse por el orientalismo de Alejandro. Es testigo del episodio en el que Alejandro, borracho, se carga a su mejor amigo, y de las purgas en busca de traidores. Pako cae bajo sospecha de ser cómplice en un intento de asesinato de Alejandro, pero logra demostrar su inocencia. Su Fé en Alejandro se ha resquebrajado, pero sigue manteniéndose leal a Él.

Entramos en el desenlace. Alejandro sigue su marcha hacia Oriente, y Pako le sigue. Llegan a la India, y después llegan hasta el puñetero fin del mundo. Y ahí finalmente Pako se derrumba y se une al motín que obliga a Alejandro a finalizar su expedición y dar vuelta atrás. La travesía por Gerdosia es un escenario perfecto para que Pako se vea atormentado por los remordimientos por haber traicionado a Alejandro.

Llegan a Babilonia y Alejandro contrae fiebres y muere. Pako se siente culpable, porque en su conciencia sabe que a Alejandro lo han apiolado ellos, sus hombres, por haberle obligado a renunciar a sus sueños haciéndole dar marcha atrás. No han estado a la altura del ideal de Alejandro.

Empiezan las disputas entre los generales de Alejandro para heredar el cetro, Pako se ve involucrando en una de las tramas y al final tiene que salir por patas para que no lo maten. Desilusionado, vuelve a Grecia cargado de riquezas, donde se reencuentra con su mujer y con su hijo, que ya es un adolescente.

En el epílogo, vemos cómo Pako se ha montado su negocio con las riquezas obtenidas durante las campañas de Alejandro, y su hijo está fascinado con las batallitas que cuenta su padre. Entonces llegan reclutadores de Antígono buscando soldados para las guerras de los Diádocos. Un antiguo compañero de armas, ahora al servicio de Antígono, visita a Pako en su casa para que se una a ellos, tratando de convencerle de que Antígono es el heredero jovenlandesal de Alejandro y hay que derrotar al usurpador de Casandro. El hijo de Pako se quiere alistar, para emular las hazañas de su padre, pero Pako declina la oferta y disuade a su hijo de alistarse, porque los sucesores de Alejandro carecen de la Visión que tenía el Grande, son solo hombres mundanos motivados por la codicia.

Esto es un esquema, habría que meter muchos mas personajes, subtramas, detalles y episodios históricos. Pero puedes ver cómo he esbozado una novela que, respetando la estructura literaria, relata las campañas de Alejandro y sus consecuencias, y en la que doy mi interpretación sobre los hechos, pero disimulada a través de los ojos de mi protagonista, reconociendo por tanto que es una interpretación subjetiva y no absoluta. Y he esbozado una novela de verdad, con su arco argumental con evolución psicológica del protagonista, y manteniendo la tensión a lo largo de la novela, porque el lector sabe cómo acabó Alejandro, pero no sabe cómo acabará Pako.
 
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Buena respuesta. Voy a tener que contestar en varios mensajes. Primero, la respuesta a esta parte que cito.

Los personajes históricos tienen que estar, por supuesto. Porque si no ¿para qué escoger un escenario histórico para tu novela? Pero el peso de la narración tiene que recaer sobre tu anónimo.

Tomemos por ejemplo "Ivanhoe" de Walter Scott. Ricardo Corazón de León aparece prominentemente en la novela, pero su papel es ser el Deus Ex Machina. Juan Sin Tierra aparece en la novela, pero el papel de antagonistas quienes lo ocupan son sus lacayos normandos. Robin Hood, personaje del folklore popular, aparece profusamente en la novela, pero su papel es el de ser un facilitador para el protagonista. La trama de la novela gira realmente en torno a personajes ficticios: Wilfredo de Ivanhoe y su conflicto con su padre, Cedric, legitimista sajón que le ha desheredado por rendir vasallaje al Rey Ricardo (que es normando), y que no le permite aspirar a la mano de su protegida, Lady Rowena, heredera del linaje de los reyes sajones que Cedric quiere restaurar. Al final, Cedric acepta la realidad, reconoce a Ricardo como Rey, perdona a Ivanhoe, y le permite casarse con Rowena. Entre medias, Ivanhoe tiene aventuras enfrentándose a los lacayos normandos de Juan Sin Tierra, ayudando a Ricardo a recuperar su trono, y protegiendo a una chica judía y a su padre para que Walter Scott quede bien con los Rothschild.

Llegados a este punto del debate, voy a mojarme y a hacer un esbozo de cómo haría yo una novela histórica.

Imaginemos que quiero escribir una novela histórica sobre las campañas de Alejandro Magno. El protagonista no podría ser Alejandro, porque entonces lo que estaría escribiendo es un libro de Historia, y además no habría tensión dramática porque todos sabemos cómo acaba Alejandro. Mi protagonista sería un griego de a pie, llamémosle "Pakopoulos", "Pako" para los amigos.

En la introducción, Pako es un chaval de pueblo que se acaba de casar con su novieta del villorrio. Llegan noticias de que el Rey Filipo está organizando una gran expedición contra los persas, pero Pako rechaza alistarse porque quiere quedarse con su chochete, que además está embarazada. Entonces le llegan noticias de que su padre ha muerto en un naufragio mientras hacía un viaje comercial a Mileto. Pako está arruinado y valora alistarse en el ejército de Filipo para poder sacar dinero para mantener a su familia. Pero entonces Filipo es asesinado por agentes persas. La expedición parece que se va a cancelar. Pako está desesperado, y además descubre que su padre murió porque su barco fue atacado por los persas. Entonces le llegan noticias de que el nuevo rey, Alejandro, va a continuar con los planes de Filipo. Pako se alista, ya no por dinero, si no por venganza.

Entramos en el nudo de la novela. Pako es un buen jinete, pero como está arruinado y no tiene caballo, tiene que alistarse como peltasta. Mientras marchan hacia Asia Menor, Pako se imbuye del ideal de liberar a los griegos de Asia Menor del yugo persa. Cruzan el Bósforo, y en una escaramuza con los persas, el regimiento de Pako es masacrado, pero Pako logra derribar a un jinete persa, le quita el caballo, y realiza alguna acción heróica. Alejandro se fija en él y lo recluta para el regimento de Compañeros. Pako empieza a desarrollar una lealtad y devoción personal por Alejandro, que le ha elegido personalmente.

Batalla del Granico, Issos, las puedo narrar prácticamente desde el punto de vista de Alejandro, porque Pako sirve en sus Compañeros. Las ciudades griegas de Asia Menor son liberadas, luego el asedio de Tiro, donde vemos que no todo es bonito e idealista en la expedición de Alejandro. En el camino a Egipto, dedico un capítulo al paso de Alejandro por Jersualén para quedar bien con los judíos y que me hagan la peli en Hollywood. Llegan a Egipto y Pako se fascina con la cultura milenaria de los egipcios, y es testigo de cómo Alejandro es recibido como un Dios.

Continúa la campaña contra los Persas, porque hasta que no se les destruya no se habrá eliminado el peligro. Gaugamela, luego Persépolis es destruída, horror y sangre, la Sombra de Jung. Tras la orgía de destrucción, Pako siente satisfecha su venganza contra los persas. Pero no vuelve a Grecia, porque ya está totalmente entregado a Alejandro, e irá a donde Él le lleve.

Corren rumores de que Alejandro se ha fascinado por lo oriental, pero Pako le tiene devoción como a un héroe homérico y acalla a sus compañeros que lo critican. Pako se contagia del orientalismo de Alejandro y tiene una relación con una mujer persa, pero la cosa no acaba bien y Pako, reafirmado en su identidad griega, empieza a mosquearse por el orientalismo de Alejandro. Es testigo del episodio en el que Alejandro, borracho, se carga a su mejor amigo, y de las purgas en busca de traidores. Pako cae bajo sospecha de ser cómplice en un intento de asesinato de Alejandro, pero logra demostrar su inocencia. Su Fé en Alejandro se ha resquebrajado, pero sigue manteniéndose leal a Él.

Entramos en el desenlace. Alejandro sigue su marcha hacia Oriente, y Pako le sigue. Llegan a la India, y después llegan hasta el puñetero fin del mundo. Y ahí finalmente Pako se derrumba y se une al motín que obliga a Alejandro a finalizar su expedición y dar vuelta atrás. La travesía por Gerdosia es un escenario perfecto para que Pako se vea atormentado por los remordimientos por haber traicionado a Alejandro.

Llegan a Babilonia y Alejandro contrae fiebres y muere. Pako se siente culpable, porque en su conciencia sabe que a Alejandro lo han apiolado ellos, sus hombres, por haberle obligado a renunciar a sus sueños haciéndole dar marcha atrás. No han estado a la altura del ideal de Alejandro.

Empiezan las disputas entre los generales de Alejandro para heredar el cetro, Pako se ve involucrando en una de las tramas y al final tiene que salir por patas para que no lo maten. Desilusionado, vuelve a Grecia cargado de riquezas, donde se reencuentra con su mujer y con su hijo, que ya es un adolescente.

En el epílogo, vemos cómo Pako se ha montado su negocio con las riquezas obtenidas durante las campañas de Alejandro. Entonces llegan reclutadores de Antígono buscando soldados para las guerras de los Diádocos. Un antiguo compañero de armas, ahora al servicio de Antígono, visita a Pako en su casa para que se una a ellos, tratando de convencerle de que Antígono es el heredero jovenlandesal de Alejandro y hay que derrotar al usurpador de Casandro. El hijo de Pako se quiere alistar, para emular las hazañas de su padre, pero Pako declina la oferta y disuade a su hijo de alistarse, porque los sucesores de Alejandro carecen de la Visión que tenía el Grande, son solo hombres mundanos motivados por la codicia.

Esto es un esquema, habría que meter muchos mas personajes, subtramas, detalles y episodios históricos. Pero puedes ver cómo he esbozado una novela que, respetando la estructura literaria, relata las campañas de Alejandro y sus consecuencias, y en la que doy mi interpretación sobre los hechos, pero disimulada a través de los ojos de mi protagonista, reconociendo por tanto que es una interpretación subjetiva y no absoluta. Y he esbozado una novela de verdad, con su arco argumental con evolución psicológica del protagonista, y manteniendo la tensión a lo largo de la novela, porque el lector sabe cómo acabó Alejandro, pero no sabe cómo acabará Pako.

@Amraslazar Es ustec un puñetero grande.

Mañana le comento.
 
También estoy de acuerdo con la solución al problema del lenguaje. La cuestión es encontrar ese punto justo entre la reproducción mimética de un lenguaje de época o hacer hablar a dos castellanos del siglo XIV como si fueran faquin bros de Detroit. De lo último peca, otra vez, Reverte en novelas como “Trafalgar”, por ejemplo, donde los personajes parecía que acababan de pedir una de gambas y un rioja en el bar Paco de la esquina. Lo más cercano a lo primero que he leído y recuerdo, pero aun así le funcionó muy bien, sería “En busca del unicornio”, de Eslava Galán. En una obra literaria, los personajes son única y exclusivamente lenguaje, lo que dicen o lo que callan, lo que se dice de ellos o se oculta. Por eso la elección del lenguaje es esencial y también me parece que lo solución óptima es “aderezar” la narración con expresiones de época—por ejemplo, sirviéndose de las crónicas de Pérez de Ayala y no diciendo que un personaje era valiente, sino que tenía “gran corazón”, era “esforzado” o “discreto”, más que inteligente.

Coincido. Uno tiene que empaparse de literatura de la época e identificar las formas de expresarse, las muletillas, las fórmulas de relación con los amigos, con los desconocidos, con la familia, con los superiores y con los inferiores, etc. Proporcionando además mas peso a los reflejos del lenguaje popular. Los escritores empleaban un lenguaje mucho mas culto que el que hablaba la gente de la calle, pero en los diálogos metían expresiones populares, normalmente con finalidad humorística o para recalcar el origen humilde de un personaje. En esto hay que fijarse, porque seguramente los nobles del siglo XIV hablaban mas como los plebeyos en la literatura que como los nobles.

Pero, en fin, como dije antes, uno no puede escribir una novela histórica ambientada en el Siglo XIV y hacer a los personajes hablar como en el Cantar del Mio Cid, porque entonces no los entiende nadie. Pero, tal y como dices, puede (y debe) meter expresiones de la época.

La cosa se complica cuando nos vamos a otras culturas y épocas. Supongamos que nos vamos a época romana... ya de entrada vas a hacer a los personajes hablar en español en vez de en latín. Y luego, uno puede empaparse de Plauto, de Terencio, de Catón, de Ovidio, de Terencio, de Marcial, de Suetonio, etc... pero a no ser que sepas latín, estarás leyendo traducciones, adaptadas al español de la época del traductor. Y puedes hacer hablar a tus personajes así, pero estarás cayendo en un falso historicismo, porque tus personajes hablarían como se espera en la cultura popular que hablen, no como hablaban realmente. Pero para no volvernos locos, es lo que hay. Quédate con unas cuantas expresiones latinas y ya. Sobre todo para cuando el personaje tenga que maldecir, no les puedes hacer decir "me cachis", ni tampoco "me acuerdo de Júpiter". Esta es una excelente oportunidad para meter locuciones latinas, y afortunadamente hay documentación de sobra sobre el tema.

Cuando de verdad estás estropeado es si intentas escribir una novela histórica ambientada en una cultura de la que no nos ha llegado prácticamente literatura, o muy parcial. ¿Cómo se expresaban los babilonios? ¿tuteaban o ustedeaban? ¿y qué decían cuando se querían soltar en todo?

No estoy de acuerdo, sin embargo, en que no haya diferencia entre novela histórica y novela con un decorado histórico. Para mí, la clave está en la coherencia entre personajes y trasfondo histórico, cuya falta da lugar a los anacronismos que se leen en muchas novelas con decorado histórico. Un ejemplo sería la representación del amor, que pocos escritores se sustraerían a representar como amor romántico, el que hoy en día entendemos desde el siglo XXI (aunque empiezo a creer que en la época de Tinder y el cruising normalizado con géneros fluidos es una cosa más de platanoviejas que una mentalidad realmente vigente). En la Edad Media no existía el amor romántico, e historias como las de Tristán e Isolda o Eloísa y Abelardo tenían la función didáctica de mostrar lo destructiva que puede ser la pasión, frente al amor entendido como una función social y civilizatoria. Por eso los amantes consuman su pasión en el bosque de jovenlandésis (la naturaleza) y no en la corte del rey Marke (la civilización). Trasladar una historia de amor romántico a los siglos medievales me parecería una falta de coherencia histórica y es lo que me lleva a distinguir entre una buena novela histórica y una narración con decorado histórico. Como tengo formación de historiador, lo segundo es algo que me molesta especialmente. He puesto el ejemplo del amor romántico, pero podrían ponerse otros muchos. Sé que eso hace al escritor correr el riesgo de que sus personajes no conecten con un lector contemporáneo, pero es algo que un buen escritor debería poder superar. Por ejemplo, la historia que cuenta Eco en “El nombre de la rosa” es en realidad la historia de una—brevísima—pasión. Pero pasión al cabo, que no destruye ni aparta de su vocación religiosa al protagonista, pero lo deja marcado.

Ahí te doy la razón, pero normalmente quienes caen en la chapuza lo hacen para el Cine, no para la novela. Esas cosas que dices las puedes ver en Gladiator, en Braveheart, o en Águila Roja. Ahí es lo normal. Pero el escritor que se toma la molestia de escribir una novela histórica no suele cagarla así, y si lo hace, su novela no va a tener mucho recorrido.

Normalmente un escritor que escribe una novela histórica, es porque es un apasionado de esa época, y se ha tomado la molestia de empaparse de la literatura del momento para comprender cómo sentían en aquella época, y si precisamente escribe una novela histórica es, entre otras cosas, para reflejar esa diferencia a la hora de sentir.

Y si no lo hace, es una cosa de escritor.

Un buen escritor tiene que saber sortear esa brecha entre el universo mental del presente y la época histórica en que se sitúa su narración. Por supuesto que los intereses del presente le van a llevar a elegir un tema o una época concreta y un enfoque u otro. Ha citado “Los tres mosqueteros”. Bien, pues hay una diferencia esencial entre el tratamiento que se da de la figura de Richelieu en esa novela y la que se percibe—aunque sea retrospectivamente—en su secuela, “Veinte años después”. En esta última se valora al cardenal positivamente, como un restaurador del Estado francés y un garante del orden. ¿Qué ha pasado entre las dos novelas para que el punto de vista de Dumas haya cambiado tanto? Pues la revolución obrera de junio de 1848, que acojonó tanto a todos los burguesitos francess que abrazaron con fuerza algo tan insustancial como Napoleón III. Después de aquel susto, sí, la política de orden social era vista como algo deseable. Sin embargo, Dumas introduce las preocupaciones del presente sin violentar la coherencia histórica y por eso la novela funciona en su género. Para algo había sucedido la Fronda. Yo puedo elegir la guerra civil castellana como escenario para una narración y lo haré porque tengo unos intereses y preocupaciones concretas, actuales. Pero sólo funcionará si no intento cuadrar a martillazos mis ideas con el siglo XIV planteando, por ejemplo, una narración sobre los problemas de las personas tras*género en la Castilla de Pedro I. Y hoy ya se lee cada cosa, incluidas obras que se pretenden como historia puramente académica…

Ojo, que en "Los Tres Mosqueteros", Alejandro Dumas no retrata al Cardenal Richeleiu negativamente. El Cardenal Richelieu es precisamente quien está defendiendo los intereses de Francia, tratando de exponer a una Reina que le está poniendo los cuernos al Rey nada menos que con el Primer Ministro del enemigo. Personalmente creo que Dumas no había variado de opinión respecto a Richelieu en "Veinte años después", simplemente se sintió obligado a ser explícito porque sus lectores de fuera de Francia habían interpretado negativamente al Richelieu de "Los Tres Mosqueteros". El lector francés entendía perfectamente que D'Artagnan estaba siendo un héroe galante al ayudar a la Reina a salirse del lío en el que se ha metido por fruta su volubilidad femenina, y el Cardenal Richelieu está siendo severo, pero cumpliendo con su deber como Gran Hombre de Estado. A los lectores no franceses, sin embargo, que la Reina de origen español casada con un Rey francés sosainas tenga un lio con un galán inglés nos parece algo romántico, y el Cardenal se nos antoja como un perro del hortelano rancio que ni come ni deja comer.

Coincido también en lo que señalas de proyectar las preocupaciones actuales en el pasado. Cuando uno escribe una obra literaria, sea o no histórica, uno tiene que apelar las inquietudes de tu tiempo, de lo contrario no estás haciendo mas que un vulgar ejercicio de escapismo. Inquietudes que, eso si, tienes que conciliar con las de la época en la que ambientas tu novela.

Por ejemplo, yo puedo escribir una novela ambientada en la revuelta de Espartaco, y la cuestión de la libertad va a estar ahí. Pero no puedo poner a Espartaco marcándose un discurso jeffersoniano sobre los derechos inalineables del hombre y el ciudadano, porque eso sería anacrónico. Igualmente, si me pongo a escribir una novela ambientada en la Peste de color, las semblanzas con la esa época en el 2020 de la que yo le hablo del el bichito van a estar ahí, con gobernantes que niegan el brote por intereses políticos, charlatanes ambulantes que venden curas milagrosas, la gente agarrándose a medidas que no valen para nada por superstición o sumisión a la autoridad, gente saltándose la cuarentena por motivos caprichosos (creo recordar que la conclusión de "¿Quien rompió las rejas de Montelupo?" de Carlo Cipolla era que había sido un tio que se quería ir a amar con la novia), gente echándole la culpa a un castigo divino o a una conspiración satánica judía, etc. Pero no podría meter un movimiento de negacionistas de la Peste de color, porque es un poco estropeado que alguien negara la esa época en el 2020 de la que yo le hablo con montañas de cadáveres por doquier, ni tampoco podría poner a un médico que busca el verdadero origen bacteriano de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, en una época en la que no sabían lo que era una bacteria.

La coherencia también tiene mucho que ver en el punto de vista que se adopte en la narración. Coincido con usted en que la primera persona es mucho más jodida de trabajar cuando hay tantos siglos por medio, y que impone muchas limitaciones. Por ejemplo, con el problema de la sincronicidad. Un personaje sólo puede ofrecer un punto de vista diacrónico, mientras que la realidad sucede sincrónicamente. Es decir, el personaje no puede estar en todas partes en todo momento y eso es un clarísimo límite. Se puede sortear, claro. Por ejemplo, introduciendo otros personajes que narren acontecimientos que el protagonista no ha podido vivir, una carta, etc. La primera persona tiene la ventaja de que, bien trabajada, ofrece una inmediatez y conexión entre el personaje y el lector que la tercera persona no suele conseguir tan fácilmente. Puede que sea también un prejuicio mío o una cuestión de gustos, pero el narrador omnisciente es algo que me harta muy fácilmente. Muchas de las grandes novelas históricas se han escrito en primera persona: por Graves, Yourcenar, Eco o Eslava Galán, por referirme a las que hemos citado. Claro, hay que ser un gigante como Tolstoi para que la tercera persona nos haga casi sentirnos dentro de la cabeza del príncipe Bolkonsky o Natasha Rostova.

Pero hay un límite, otra vez, con la coherencia. Supongamos que yo escribo cómo mi personaje ve llover después de la batalla de Montiel y expresa cómo la naturaleza parece llorar por el destino de todos los que lucharon por el rey don Pedro. O que el horrendo clima en Leicester, en la corte de Juan de Gante y Constanza de Castilla, le evoca la frialdad del exilio y el trato dado a los extranjeros. Pues sería, otra vez, un anacronismo enorme. La naturaleza y el paisaje no son proyecciones del estado de ánimo o la psicología humana hasta el Sturm und Drang y Rousseau, en el XVIII. En la literatura anterior, la naturaleza les importaba entre poco y nada si no era con una finalidad descriptiva o simbólica, pero nunca expresiva. Por este tipo de cosas, una narración histórica en primera persona es como andar sobre un campo de minas.

Para narrar en tercera persona evitando el rollo del narrador omnisciente, precisamente el género histórico tiene la siempre socorrida solución de recurrir a Cide Hamete Benengueli.

Es decir, que el narrador está investigando unos manuscritos escritos por otro, lo cual le retira la omnisciencia al narrador, te permite reflejar el oficio del historiador, e incluso puedes jugar con la figura del narrador no fiable (Cervantes en el Quijote pone en duda constantemente la veracidad de Cide Hamete Benengueli, al que considera un jovenlandés mentiroso).

De todos modos, el tipo de narrador también depende de cuantos protagonistas vayas a tener. Hoy en día las obras corales son muy habituales, teniendo varios protagonistas puedes apelar a un segmento mayor de población. Además el protagonista único es muy limitador, poder presentar los mismos eventos desde la perspectiva de varios personajes da mucho mas juego. Pero bueno, eso ya es cuestión de gustos.


Por otro lado, y esto valga para que lo tengan en cuenta todos los que quieran escribir una obra de este género, la coherencia histórica que podrás permitirte será muy limitada si quieres publicar. Cada vez más. ¿Por qué? Por la figura del “lector de sensibilidad”, algo que existe en la mayoría de las editoriales medianas y grandes. Yo no sabía qué shishi era eso hasta que me lo contó un amigo que es un apasionado por escribir. Es, simple y llanamente, un censor. Su función es leer los originales para detectar discursos que puedan ofender a las minorías susceptibles de sufrir “delitos de repruebo”: sexistas, xenófobos, racistas, discriminatorios contra el colectivo X (aquí póngase lo que corresponda), etc. El chiste se cuenta solo. ¿Con qué colores puede uno pintar una sociedad como la del siglo XIV, violenta, con un papel público muy reducido para la mayoría de mujeres, profundamente religiosa, donde la sodomía era un pecado gravísimo y mortal y la comunidad política se basaba en la fe y la pertenencia a la tierra? ¿Cómo quieren que pinte una violación de los mercenarios de las Compañías Blancas o de soldados del Príncipe neցro a unas campesinas de la merindad de Montija? ¿Habrá que poner una nota a pie de página advirtiendo que esas cosas pasaban en aquella época y que violar estaba mal entonces y ahora, como la advertencia previa en “Lo que el viento se llevó”? La censura asfixia cada vez más cualquier cosa que pretenda ser creativa y auténtica al mismo tiempo.

Es desolador. Yo, desde luego, renuncio a publicar.

Si quieres publicar al modo tradicional, en España, tienes que sacarte en carnet del PSOE y hacer cositas muy fuerte el regazo de la mafia editorial.

Para todo lo demás, está publicar directamente a través de internet. Y ahí no hay censura editorial posible. Publicas lo que te sale del regazo y, si es bueno, le llegará a la gente.
 
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Buena respuesta. Voy a tener que contestar en varios mensajes. Primero, la respuesta a esta parte que cito.

Los personajes históricos tienen que estar, por supuesto. Porque si no ¿para qué escoger un escenario histórico para tu novela? Pero el peso de la narración tiene que recaer sobre tu anónimo.

Tomemos por ejemplo "Ivanhoe" de Walter Scott. Ricardo Corazón de León aparece prominentemente en la novela, pero su papel es ser el Deus Ex Machina. Juan Sin Tierra aparece en la novela, pero el papel de antagonistas quienes lo ocupan son sus lacayos normandos. Robin Hood, personaje del folklore popular, aparece profusamente en la novela, pero su papel es el de ser un facilitador para el protagonista. La trama de la novela gira realmente en torno a personajes ficticios: Wilfredo de Ivanhoe y su conflicto con su padre, Cedric, legitimista sajón que le ha desheredado por rendir vasallaje al Rey Ricardo (que es normando), y que no le permite aspirar a la mano de su protegida, Lady Rowena, heredera del linaje de los reyes sajones que Cedric quiere restaurar. Al final, Cedric acepta la realidad, reconoce a Ricardo como Rey, perdona a Ivanhoe, y le permite casarse con Rowena. Entre medias, Ivanhoe tiene aventuras enfrentándose a los lacayos normandos de Juan Sin Tierra, ayudando a Ricardo a recuperar su trono, y protegiendo a una chica judía y a su padre para que Walter Scott quede bien con los Rothschild.

Llegados a este punto del debate, voy a mojarme y a hacer un esbozo de cómo haría yo una novela histórica.

Imaginemos que quiero escribir una novela histórica sobre las campañas de Alejandro Magno. El protagonista no podría ser Alejandro, porque entonces lo que estaría escribiendo es un libro de Historia, y además no habría tensión dramática porque todos sabemos cómo acaba Alejandro. Mi protagonista sería un griego de a pie, llamémosle "Pakopoulos", "Pako" para los amigos.

En la introducción, Pako es un chaval de pueblo que se acaba de casar con su novieta del villorrio. Llegan noticias de que el Rey Filipo está organizando una gran expedición contra los persas, pero Pako rechaza alistarse porque quiere quedarse con su chochete, que además está embarazada. Entonces le llegan noticias de que su padre ha muerto en un naufragio mientras hacía un viaje comercial a Mileto. Pako está arruinado y valora alistarse en el ejército de Filipo para poder sacar dinero para mantener a su familia. Pero entonces Filipo es asesinado por agentes persas. La expedición parece que se va a cancelar. Pako está desesperado, y además descubre que su padre murió porque su barco fue atacado por los persas. Entonces le llegan noticias de que el nuevo rey, Alejandro, va a continuar con los planes de Filipo. Pako se alista, ya no por dinero, si no por venganza.

Entramos en el nudo de la novela. Pako es un buen jinete, pero como está arruinado y no tiene caballo, tiene que alistarse como peltasta. Mientras marchan hacia Asia Menor, Pako se imbuye del ideal de liberar a los griegos de Asia Menor del yugo persa. Cruzan el Bósforo, y en una escaramuza con los persas, el regimiento de Pako es masacrado, pero Pako logra derribar a un jinete persa, le quita el caballo, y realiza alguna acción heróica. Alejandro se fija en él y lo recluta para el regimento de Compañeros. Pako empieza a desarrollar una lealtad y devoción personal por Alejandro, que le ha elegido personalmente.

Batalla del Granico, Issos, las puedo narrar prácticamente desde el punto de vista de Alejandro, porque Pako sirve en sus Compañeros. Las ciudades griegas de Asia Menor son liberadas, luego el asedio de Tiro, donde vemos que no todo es bonito e idealista en la expedición de Alejandro. En el camino a Egipto, dedico un capítulo al paso de Alejandro por Jersualén para quedar bien con los judíos y que me hagan la peli en Hollywood. Llegan a Egipto y Pako se fascina con la cultura milenaria de los egipcios, y es testigo de cómo Alejandro es recibido como un Dios.

Continúa la campaña contra los Persas, porque hasta que no se les destruya no se habrá eliminado el peligro. Gaugamela, luego Persépolis es destruída, horror y sangre, la Sombra de Jung. Tras la orgía de destrucción, Pako siente satisfecha su venganza contra los persas. Pero no vuelve a Grecia, porque ya está totalmente entregado a Alejandro, e irá a donde Él le lleve.

Corren rumores de que Alejandro se ha fascinado por lo oriental, pero Pako le tiene devoción como a un héroe homérico y acalla a sus compañeros que lo critican. Pako se contagia del orientalismo de Alejandro y tiene una relación con una mujer persa, pero la cosa no acaba bien y Pako, reafirmado en su identidad griega, empieza a mosquearse por el orientalismo de Alejandro. Es testigo del episodio en el que Alejandro, borracho, se carga a su mejor amigo, y de las purgas en busca de traidores. Pako cae bajo sospecha de ser cómplice en un intento de asesinato de Alejandro, pero logra demostrar su inocencia. Su Fé en Alejandro se ha resquebrajado, pero sigue manteniéndose leal a Él.

Entramos en el desenlace. Alejandro sigue su marcha hacia Oriente, y Pako le sigue. Llegan a la India, y después llegan hasta el puñetero fin del mundo. Y ahí finalmente Pako se derrumba y se une al motín que obliga a Alejandro a finalizar su expedición y dar vuelta atrás. La travesía por Gerdosia es un escenario perfecto para que Pako se vea atormentado por los remordimientos por haber traicionado a Alejandro.

Llegan a Babilonia y Alejandro contrae fiebres y muere. Pako se siente culpable, porque en su conciencia sabe que a Alejandro lo han apiolado ellos, sus hombres, por haberle obligado a renunciar a sus sueños haciéndole dar marcha atrás. No han estado a la altura del ideal de Alejandro.

Empiezan las disputas entre los generales de Alejandro para heredar el cetro, Pako se ve involucrando en una de las tramas y al final tiene que salir por patas para que no lo maten. Desilusionado, vuelve a Grecia cargado de riquezas, donde se reencuentra con su mujer y con su hijo, que ya es un adolescente.

En el epílogo, vemos cómo Pako se ha montado su negocio con las riquezas obtenidas durante las campañas de Alejandro, y su hijo está fascinado con las batallitas que cuenta su padre. Entonces llegan reclutadores de Antígono buscando soldados para las guerras de los Diádocos. Un antiguo compañero de armas, ahora al servicio de Antígono, visita a Pako en su casa para que se una a ellos, tratando de convencerle de que Antígono es el heredero jovenlandesal de Alejandro y hay que derrotar al usurpador de Casandro. El hijo de Pako se quiere alistar, para emular las hazañas de su padre, pero Pako declina la oferta y disuade a su hijo de alistarse, porque los sucesores de Alejandro carecen de la Visión que tenía el Grande, son solo hombres mundanos motivados por la codicia.

Esto es un esquema, habría que meter muchos mas personajes, subtramas, detalles y episodios históricos. Pero puedes ver cómo he esbozado una novela que, respetando la estructura literaria, relata las campañas de Alejandro y sus consecuencias, y en la que doy mi interpretación sobre los hechos, pero disimulada a través de los ojos de mi protagonista, reconociendo por tanto que es una interpretación subjetiva y no absoluta. Y he esbozado una novela de verdad, con su arco argumental con evolución psicológica del protagonista, y manteniendo la tensión a lo largo de la novela, porque el lector sabe cómo acabó Alejandro, pero no sabe cómo acabará Pako.

Sí, la historia de Pakónidas que ha esbozado es una plantilla perfecta como novela histórica. Yo la habría diseñado muy parecida. Pero siendo consciente de que es eso: una plantilla que a poco que nos descuidemos nos la podrá rellenar un IA. Así que cuanto mayor originalidad pueda introducirse en la plantilla, bien por multiplicación y profundización en tramas y personajes, bien por modificación de la propia estructura, mejor. Siempre que funcione, claro. Se puede, por ejemplo, empezar una novela in media res o avanzando no en un modo lineal, sino con saltos cronológicos que incluyan flashbacks y narradores múltiples.

Por otro lado, los personajes tienen que ser lo esencial y a veces el riesgo de que se los coma el trasfondo histórico es grande. Pako puede servir muy bien para ilustrar las campañas de Alejandro desde la perspectiva de un personaje completamente ficticio. ¿Pero no es más interesante incluso un buen trabajo de personajes que no haga necesaria la presencia de Pako en Gaugamela y Persépolis, sino que su propia historia en su contexto histórico sea lo suficientemente interesante como para no convertirlo en mera sombra de un "gran hombre" histórico? Por ejemplo, si yo quiero ambientar mi novela en la guerra civil castellana, tal vez no sea necesario llevar al personaje a Toro, a Nájera o a Montiel, y meterle en la misma tienda donde el poco agraciado Enrique le endiña una mojada mortal a su hermanastro el rey don Pedro. En ese mismo momento se estaban produciendo, sobre todo en el Norte, unas luchas banderizas terribles de las que sólo tenemos un puñado de nombres y algunos lugares. Luchas que se entrecruzan con la de la guerra civil propiamente dicha. Pero que si quisiéramos escribir sobre ellas tendríamos que ficcionar casi por completo, pues la única fuente que tenemos es Lope García de Salazar, que cuenta episodios como éste:

En el año del Señor de mil CDXII [1412] años mataron Ferrando de Sant Estevan e Pero Fuerte, su hermano, e sus parientes e los de Ribas d'Elvarado a este Pero Çorrilla en tregua, malamente, en Aldacueva, çercándolo en una casa vieja e defendióseles a las puertas con una mesa por escudo, ca era mucho esforçado e omne para todas cosas. Ronpiéronle la casa por detrás e por los costados e matáronlo los vallesteros; e toviendo XXXV saetas espetadas en su cuerpo e mienbros, nunca cayó en tierra fasta le salió el alma. E entraron en la casa e cortáronle la caveça.

Y ya está. No tienes más información de un tipo al que tuvieron que meterle 35 flechas en el cuerpo para matarle y cortarle la cabeza. Tienes que construir unas cuantas vidas casi desde cero para llegar a ese punto, rodeado en una casa, con una mesa por escudo. Es una imagen que justifica toda una narración, casi como si fuera "Ran" de Kurosawa, "El precio del poder" o "Grupo salvaje". Por otro lado, este hecho en tanto tal no es tan diferente del magnicidio de Montiel, que justifica casi toda la narración de la vida de Pedro I. Lo fácil en el caso de Pedro mujercita sería meterle en medio de toda la anarquía nobiliaria durante la minoría de Juan II y llevarle agarradito de los asideros de la crónica del halconero o la del rey. Lo fácil y lo menos original, claro. Cuanto más se trae el trasfondo histórico a primer plano, más se empequeñecen los personajes. Lo difícil es encontrar un punto de equilibrio que sea, al mismo tiempo, capaz de contar una historia que guste al lector y le merezca el esfuerzo de leerse un libro, sin que quede sin justificación el carácter histórico de la narración.

Hay una narración, pero esta vez cinematográfica, que para mí cumple mucho de lo que digo:

le_retour_de_martin_guerre_.jpg

La trampa usted ya la conoce: que está basada en una obra de historia académica de Natalie Zemon Davies que a su vez analizaba un proceso judicial del siglo XVI conservado en los archivos franceses. Tampoco pasa nada, en realidad. A mí los archivos me han parecido siempre el mejor sitio para documentar una novela histórica. Aunque los de Antigua y Medieval lo tienen algo más complicado, es verdad.

Respecto a lo que dice de Walter Scott y los Rothschild, entiendo que de guasa, no me parece ninguna tontería. Quiero decir: la visión positiva que ofrece Scott de los judíos en sus novelas no era para la nada la corriente en la sociedad británica de la época. Sólo hay que ver el tratamiento de otro escritor británico sobre el tema, Dickens, para ver que no era tan habitual esa visión de los judíos. Alguna razón habrá, evidentemente.
 
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Cuando de verdad estás estropeado es si intentas escribir una novela histórica ambientada en una cultura de la que no nos ha llegado prácticamente literatura, o muy parcial. ¿Cómo se expresaban los babilonios? ¿tuteaban o ustedeaban? ¿y qué decían cuando se querían soltar en todo?
Pues fíjese que a mí ésa me parece casi la más fácil de las situaciones que se le pueden dar a un escritor de novela histórica. Si uno quiere escribir una historia desarrollada en la época sumeria, sin necesidad de leer una edición crítica de la epopeya de Gilgamesh en su lengua original, ¿qué le impide elegir una opción de lenguaje u otra? Total, nadie va a venirte a enmendar la plana y decirte que los sumerios se insultaban diciendo esto o lo otro. A no ser que la Arqueología avance tanto que descubran unas tablillas babilónicas con el "hijueputa" de la época, claro.


Ahí te doy la razón, pero normalmente quienes caen en la chapuza lo hacen para el Cine, no para la novela. Esas cosas que dices las puedes ver en Gladiator, en Braveheart, o en Águila Roja. Ahí es lo normal. Pero el escritor que se toma la molestia de escribir una novela histórica no suele cagarla así, y si lo hace, su novela no va a tener mucho recorrido.

Normalmente un escritor que escribe una novela histórica, es porque es un apasionado de esa época, y se ha tomado la molestia de empaparse de la literatura del momento para comprender cómo sentían en aquella época, y si precisamente escribe una novela histórica es, entre otras cosas, para reflejar esa diferencia a la hora de sentir.

Y si no lo hace, es una cosa de escritor.

Se sorprendería ustec. Hace unos años empecé a leer una novela histórica sobre un noble y escritor castellano del siglo XV y la tuve que dejar antes de las 25 páginas. Hasta faltas de ortografía encontré. Un desastre absoluto. Y de un autor superventas, no crea. La gente lee cada cosa que uno ya no sabe qué le pueden arrojar a los ojos desde una editorial. Menos mal que ahora suelen dejar una muestra de las primeras páginas para leer antes de comprar. Eso ya me ha salvado de más de una.


Ojo, que en "Los Tres Mosqueteros", Alejandro Dumas no retrata al Cardenal Richeleiu negativamente. El Cardenal Richelieu es precisamente quien está defendiendo los intereses de Francia, tratando de exponer a una Reina que le está poniendo los cuernos al Rey nada menos que con el Primer Ministro del enemigo. Personalmente creo que Dumas no había variado de opinión respecto a Richelieu en "Veinte años después", simplemente se sintió obligado a ser explícito porque sus lectores de fuera de Francia habían interpretado negativamente al Richelieu de "Los Tres Mosqueteros". El lector francés entendía perfectamente que D'Artagnan estaba siendo un héroe galante al ayudar a la Reina a salirse del lío en el que se ha metido por fruta su volubilidad femenina, y el Cardenal Richelieu está siendo severo, pero cumpliendo con su deber como Gran Hombre de Estado. A los lectores no franceses, sin embargo, que la Reina de origen español casada con un Rey francés sosainas tenga un lio con un galán inglés nos parece algo romántico, y el Cardenal se nos antoja como un perro del hortelano rancio que ni come ni deja comer.

Tiene razón. Lo que sucede es que el planteamiento de la novela y la alineación de los personajes te lleva a distinguir dos bandos. Y el cardenal no está en el de los protas. Por otro lado, ¿aparece en la novela, en las memorias de La Rochefoucauld o en alguna serie de cosa, que Richelieu había intentado, sin éxito, meterle fichas a la reina? Ya no recuerdo. Si fuera así, los motivos del cardenal serían algo más que la defensa del orden y el Estado francés. Puede que Dumas no cambiara su juicio histórico sobre Richelieu, pero sus personajes sí lo hicieron. En "Veinte años después" eran ellos los que, retrospectivamente, reconocían que no habían sido justos con el cardenal.

Pero no podría meter un movimiento de negacionistas de la Peste de color, porque es un poco estropeado que alguien negara la esa época en el 2020 de la que yo le hablo con montañas de cadáveres por doquier, ni tampoco podría poner a un médico que busca el verdadero origen bacteriano de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, en una época en la que no sabían lo que era una bacteria.

Bubones como loles mandan. En esa época todavía no habían inventado los bubones asintomáticos.

Para narrar en tercera persona evitando el rollo del narrador omnisciente, precisamente el género histórico tiene la siempre socorrida solución de recurrir a Cide Hamete Benengueli.

Es decir, que el narrador está investigando unos manuscritos escritos por otro, lo cual le retira la omnisciencia al narrador, te permite reflejar el oficio del historiador, e incluso puedes jugar con la figura del narrador no fiable (Cervantes en el Quijote pone en duda constantemente la veracidad de Cide Hamete Benengueli, al que considera un jovenlandés mentiroso).

De todos modos, el tipo de narrador también depende de cuantos protagonistas vayas a tener. Hoy en día las obras corales son muy habituales, teniendo varios protagonistas puedes apelar a un segmento mayor de población. Además el protagonista único es muy limitador, poder presentar los mismos eventos desde la perspectiva de varios personajes da mucho mas juego. Pero bueno, eso ya es cuestión de gustos.

Sí, lo del manuscrito encontrado en una vieja abadía o una cripta es muy socorrido. Demasiado, tal vez. Introduce mucha distancia entre el personaje y el lector y al final acaba siendo todo un pseudoengaño. Es como esas novelas de Henry James que no sabes si el narrador te está mintiendo, está tarado o te vacila. O el recurso al punto de vista múltiple y encontrado, como en "Rashomon" o "El último duelo". En una novela histórica, lo de los manuscritos tiene un límite: al fin y al cabo, Cide Hamete Benengeli y Cervantes se presuponen casi contemporáneos. Pero si en una narración sobre el siglo XIV metes la crónica de López de Ayala, pero luego encuentras en el archivo de la Casa Ducal de Frías una pista que finalmente te lleva a la última copia de la crónica verdadera y perdida del rey don Pedro que los trastamaristas no lograron destruir... Pues casi que tu búsqueda se convierte en la protagonista de la novela y el presente se te mete en tromba en los campos de Montiel.

Sobre los personajes y las novelas corales. Se pueden meter todos los que se quieran y seguro que la novela gana en riqueza y no parece una obra de teatro. Yo no metería más de tres protagonistas, pese a que hubiera muchos personajes: el príncipe Bolkonski, Natasha Rostova y Pierre Bezújov. Sí, después cientos de personajes más, hasta Napoleón y Davout o un campesino ruso. Pero siempre distinguiendo planos de protagonismo. Y hacer crecer demasiado el número de los que están en un primer plano me parece dispersar demasiado el interés de un lector y la intensidad de la lectura. Se suele dar en novelas que construyen personajes interesantes, pero que para seguir leyendo sobre ellos tienes que tragarte noventa páginas sobre otros personajes que te interesan mucho menos o están peor construidos. Ese modo de lectura es un poco desesperante. Por no hablar de las historias en forma de matrioshka y las "Mil y una noches". Personalmente, no puedo con ellas.

Si quieres publicar al modo tradicional, en España, tienes que sacarte en carnet del PSOE y hacer cositas muy fuerte el regazo de la mafia editorial.

Para todo lo demás, está publicar directamente a través de internet. Y ahí no hay censura editorial posible. Publicas lo que te sale del regazo y, si es bueno, le llegará a la gente.

Si sólo fuera para publicar... En su momento, hace ya muchos años, me tenía que haber sacado el carnet de las juventudes del PSOE y no estaría hoy comiendo macarrones con kétchup acompañado de Ray Liotta en el monólogo final de "Uno de los nuestros".

Efectivamente, la autopublicación es lo único que te queda. Pero hay que ser consciente de que, salvo casos raros (entre los que también están las novelas prono de sesso con dinosaurios) limita mucho la proyección comercial de lo que escribes. No sé. Lampedusa, cuando no le publicaron "El gatopardo" y se veía ya enfermo de un cáncer terminal, seguía sosteniendo que pagar tu propia publicación era una humillación que no estaba dispuesto a sufrir. Se murió sin verla publicada. Eso sí, después se la publicó Feltrinelli.
 
Última edición:
Sí, la historia de Pakónidas que ha esbozado es una plantilla perfecta como novela histórica. Yo la habría diseñado muy parecida. Pero siendo consciente de que es eso: una plantilla que a poco que nos descuidemos nos la podrá rellenar un IA. Así que cuanto mayor originalidad pueda introducirse en la plantilla, bien por multiplicación y profundización en tramas y personajes, bien por modificación de la propia estructura, mejor. Siempre que funcione, claro. Se puede, por ejemplo, empezar una novela in media res o avanzando no en un modo lineal, sino con saltos cronológicos que incluyan flashbacks y narradores múltiples.

En mi esquema, simplemente he utilizado la platilla de la tragedia clásica para Alejandro, y en paralelo la plantilla clásica del Viaje del Héroe para Pako. Para mi, respetar los esquemas clásicos es fundamental para ayudar al lector a identificarse con la narración por familiaridad. Hoy en día lo común es todo lo contrario, los guionistas están obsesionados con "engañar las expectativas de la audiencia" con giros baratos, y por eso casi todo lo que se produce hoy en día es sarama de consumo rápido. A mi me da igual que un escritor sea predecible, e incluso lo prefiero así. A los niños lo que les encanta es que les cuenten siempre el mismo cuento, y se quejan si su padre cambia el final. Permitir al lector sentirse inteligente por haber visto venir el final ayuda a que quede satisfecho por el producto adquirido. Un ego sano no se alimenta de engañar a nadie ni de quedar por encima de nadie, si no con el número de ejemplares vendidos. Además, lo que importa no es el final, es el camino que lleva a él. Por eso, si un libro es bueno, da igual que te hagan "spoiler".

Los saltos cronológicos me parecen estupendos, pero hay que saber para qué se utilizan. La razón por la que empezar una novela in media res o recurrir a flashbacks es para poder enganchar al lector desde el principio sin aburrirle contándole toda la historia de la infancia de tu protagonista primero. Pero el tema de los flashbacks se tiene que hacer bien. Es decir, todo lo contrario del abuso que hacían de ellos en "Lost". El flashback tiene que venir a cuento, y mucho antes de que ocurra el giro de trama para el cual es relevante. Hacer que tu personaje tenga un flashback por las buenas justo antes de cuando va a ser relevante, es una chapuza. Aunque yo, personalmente, no soy muy amigo de los flashbacks, creo que son una manera perezosa de darle información al lector que se le podría dar de manera mas elegante por otros medios sin necesidad de interrumpir la acción.

Por otro lado, los personajes tienen que ser lo esencial y a veces el riesgo de que se los coma el trasfondo histórico es grande. Pako puede servir muy bien para ilustrar las campañas de Alejandro desde la perspectiva de un personaje completamente ficticio. ¿Pero no es más interesante incluso un buen trabajo de personajes que no haga necesaria la presencia de Pako en Gaugamela y Persépolis, sino que su propia historia en su contexto histórico sea lo suficientemente interesante como para no convertirlo en mera sombra de un "gran hombre" histórico?

Bueno, yo he ido a lo fácil para hacer un ejemplo de esquema en diez minutos. En mi ejemplo, el antagonista de Pako es realmente la propia figura de Alejandro, que es quien en su arco de Tragedia arrastra a Pako a su arco de Viaje del Héroe. Evidentemente, en el esquema figuran con mas relevancia los puntos clave del arco de Tragedia de Alejandro, porque son los hechos históricos conocidos y no me los tengo que inventar. El arco de Viaje del Héroe de Pako sería mucho mas complejo, pero ahí ya tendría que volcar creatividad y me llevaría mas de diez minutos hacerlo. Ni siquiera he definido al Primer Mentor ni al Mentor del Otro Mundo del Viaje del Héroe de Paco.

En realidad, en todo el esquema que he puesto, he resumido mucho la vida de Alejandro, reduciéndola al máximo en unos pocos puntos clave para un arco de Tragedia que sea relevante al verdadero protagonista, Pako. E incluso me he pasado al decir que meto la batalla del Gránico y la de Issos seguidas. Eso es excesivo. Una batalla es un evento dramático muy importante y no se puede diluir abusando de su número. En realidad solo necesito Gránico como primera batalla en la que Pako "asciende", Gaugamela como clima de mitad de la novela, e Hidaspes como punto climático del arco de conclusión. Hay muchas batallas mas de las que he sudado porque no me aportan nada a la trama.

Además, tengo que añadir que Pako no sería un íntimo de Alejandro, por lo que éste aparecería en contadas ocasiones. Y además, he evitado utilizar a Alejandro como un Deus Ex Machina, tal y como hace Walter Scott en Ivanhoe con Ricardo Corazón de León, o Lew Wallace con Jesucristo en Ben-Hur (aunque bueno, en este último caso está justificado, cuando uno mete a Dios en su novela es para que sea un Deus Ex Machina). En el caso de mi ejemplo es todo lo contrario, Alejandro es la Femme Fatale de Pako, su única función es crearle problemas.

Pero en fin, efectivamente, no hace falta convertir a tu personaje en una "sombra" de un gran hombre histórico. Este ha sido simplemente un ejemplo que he puesto yendo a lo fácil.

Por ejemplo, si yo quiero ambientar mi novela en la guerra civil castellana, tal vez no sea necesario llevar al personaje a Toro, a Nájera o a Montiel, y meterle en la misma tienda donde el poco agraciado Enrique le endiña una mojada mortal a su hermanastro el rey don Pedro. En ese mismo momento se estaban produciendo, sobre todo en el Norte, unas luchas banderizas terribles de las que sólo tenemos un puñado de nombres y algunos lugares. Luchas que se entrecruzan con la de la guerra civil propiamente dicha. Pero que si quisiéramos escribir sobre ellas tendríamos que ficcionar casi por completo, pues la única fuente que tenemos es Lope García de Salazar, que cuenta episodios como éste:

En el año del Señor de mil CDXII [1412] años mataron Ferrando de Sant Estevan e Pero Fuerte, su hermano, e sus parientes e los de Ribas d'Elvarado a este Pero Çorrilla en tregua, malamente, en Aldacueva, çercándolo en una casa vieja e defendióseles a las puertas con una mesa por escudo, ca era mucho esforçado e omne para todas cosas. Ronpiéronle la casa por detrás e por los costados e matáronlo los vallesteros; e toviendo XXXV saetas espetadas en su cuerpo e mienbros, nunca cayó en tierra fasta le salió el alma. E entraron en la casa e cortáronle la caveça.

Y ya está. No tienes más información de un tipo al que tuvieron que meterle 35 flechas en el cuerpo para matarle y cortarle la cabeza. Tienes que construir unas cuantas vidas casi desde cero para llegar a ese punto, rodeado en una casa, con una mesa por escudo. Es una imagen que justifica toda una narración, casi como si fuera "Ran" de Kurosawa, "El precio del poder" o "Grupo salvaje". Por otro lado, este hecho en tanto tal no es tan diferente del magnicidio de Montiel, que justifica casi toda la narración de la vida de Pedro I. Lo fácil en el caso de Pedro mujercita sería meterle en medio de toda la anarquía nobiliaria durante la minoría de Juan II y llevarle agarradito de los asideros de la crónica del halconero o la del rey. Lo fácil y lo menos original, claro. Cuanto más se trae el trasfondo histórico a primer plano, más se empequeñecen los personajes. Lo difícil es encontrar un punto de equilibrio que sea, al mismo tiempo, capaz de contar una historia que guste al lector y le merezca el esfuerzo de leerse un libro, sin que quede sin justificación el carácter histórico de la narración.

Ahí ya, con el tema de las banderías durante la guerra civil castellana, no estaríamos hablando de novelizar una Gran Épica, si no de contar un "Western", desde una perspectiva microhistórica. El nivel de importancia de los personajes históricos reales para la trama sería mucho menor, claro está.

Hay una narración, pero esta vez cinematográfica, que para mí cumple mucho de lo que digo:

Ver archivo adjunto 1994926

La trampa usted ya la conoce: que está basada en una obra de historia académica de Natalie Zemon Davies que a su vez analizaba un proceso judicial del siglo XVI conservado en los archivos franceses. Tampoco pasa nada, en realidad. A mí los archivos me han parecido siempre el mejor sitio para documentar una novela histórica. Aunque los de Antigua y Medieval lo tienen algo más complicado, es verdad.

El caso de Martin Guerre es uno de esos ejemplos en los que se puede escribir Historia de forma amena, como los que comenté antes de Montelupo y el Queso y los Gusanos. Aunque eso solo lo puedes hacer a nivel de microhistoria.

Yo recuerdo haber investigado durante la carrera un tema de bandidajes en Valencia en época de Felipe II que daba para novela. Dos caballers que se enzarzan en una vendetta familiar y la cosa va subiendo hasta que arrastran al Duque de Segorbe y al de Gandía, y tiene que intervenir el propio Felipe II, que como no puede impedirles guerrear, recurre a llamar a los Duques a su servicio a Madrid, obligándoles a tener que costearse alojamiento palaciego en la Villa y Corte. Y el Rey les dice que no les va a dejar marchar hasta que no se comprometan por escrito ante él a no hacerse la guerra. Lo esperpéntico es que después de que los Duques pasen por el aro para que el Rey les deje volver a Valencia, los dos cuñaos que lo han empezado todo van y dicen que ellos van a seguir a la suya porque el Rey no es nadie para meterse en sus asuntos de honor. Huelga decir que los Duques se encargaron de que los cadáveres de esos dos cuñaos aparecieran poco después flotando en sendas acequias. Entre medias hay un episodio en el que provocan un incendio en las Torres de Quart para una fuga, y otra movida en la guandoca de mujeres donde hay montado un pufo para usarla como prostíbulo encubierto.

Respecto a lo que dice de Walter Scott y los Rothschild, entiendo que de guasa, no me parece ninguna tontería. Quiero decir: la visión positiva que ofrece Scott de los judíos en sus novelas no era para la nada la corriente en la sociedad británica de la época. Sólo hay que ver el tratamiento de otro escritor británico sobre el tema, Dickens, para ver que no era tan habitual esa visión de los judíos. Alguna razón habrá, evidentemente.

Walter Scott era un masón hijo de masón. Blanco y en botella...

Pues fíjese que a mí ésa me parece casi la más fácil de las situaciones que se le pueden dar a un escritor de novela histórica. Si uno quiere escribir una historia desarrollada en la época sumeria, sin necesidad de leer una edición crítica de la epopeya de Gilgamesh en su lengua original, ¿qué le impide elegir una opción de lenguaje u otra? Total, nadie va a venirte a enmendar la plana y decirte que los sumerios se insultaban diciendo esto o lo otro. A no ser que la Arqueología avance tanto que descubran unas tablillas babilónicas con el "hijueputa" de la época, claro.

Cierto. Yo creo que la decisión mas difícil es si vas a permitir a tus personajes usar lenguaje malsonante o no. El lector no espera que personajes historiados digan cosa, shishi, huevones... pero la gente antes seguramente sería tan malhablada como ahora o mas.

Se sorprendería ustec. Hace unos años empecé a leer una novela histórica sobre un noble y escritor castellano del siglo XV y la tuve que dejar antes de las 25 páginas. Hasta faltas de ortografía encontré. Un desastre absoluto. Y de un autor superventas, no crea. La gente lee cada cosa que uno ya no sabe qué le pueden arrojar a los ojos desde una editorial. Menos mal que ahora suelen dejar una muestra de las primeras páginas para leer antes de comprar. Eso ya me ha salvado de más de una.

No se preocupe, esa novela no sobrevivirá al paso del tiempo.

Tiene razón. Lo que sucede es que el planteamiento de la novela y la alineación de los personajes te lleva a distinguir dos bandos. Y el cardenal no está en el de los protas. Por otro lado, ¿aparece en la novela, en las memorias de La Rochefoucauld o en alguna serie de cosa, que Richelieu había intentado, sin éxito, meterle fichas a la reina? Ya no recuerdo. Si fuera así, los motivos del cardenal serían algo más que la defensa del orden y el Estado francés. Puede que Dumas no cambiara su juicio histórico sobre Richelieu, pero sus personajes sí lo hicieron. En "Veinte años después" eran ellos los que, retrospectivamente, reconocían que no habían sido justos con el cardenal.

Nota además que Los Tres Mosqueteros termina con D'Artagnán ganándose la validación de Richelieu. En la confrontación final entre Richelieu y D'Artagnan, cuando el protagonista le presenta el famoso salvoconducto ("el poseedor de esta carta ha obrado por orden mía y en interés de Francia - Richelieu"), Richelieu lo que hace es tomar el salvoconducto y romperlo en pedacitos, dejando claro que ese papel no tiene ningún poder sobre él. D'Artagnan está convencido de que Richelieu va a ordenar matarle, pero Richelieu lo que hace es recompensar a D'Artagnan con una comisión de oficial en los Mosqueteros. La escena no es la de un héroe venciendo al villano en su propio juego, si no la de un alumno superando el examen del maestro.

Sí, lo del manuscrito encontrado en una vieja abadía o una cripta es muy socorrido. Demasiado, tal vez. Introduce mucha distancia entre el personaje y el lector y al final acaba siendo todo un pseudoengaño. Es como esas novelas de Henry James que no sabes si el narrador te está mintiendo, está tarado o te vacila. O el recurso al punto de vista múltiple y encontrado, como en "Rashomon" o "El último duelo". En una novela histórica, lo de los manuscritos tiene un límite: al fin y al cabo, Cide Hamete Benengeli y Cervantes se presuponen casi contemporáneos. Pero si en una narración sobre el siglo XIV metes la crónica de López de Ayala, pero luego encuentras en el archivo de la Casa Ducal de Frías una pista que finalmente te lleva a la última copia de la crónica verdadera y perdida del rey don Pedro que los trastamaristas no lograron destruir... Pues casi que tu búsqueda se convierte en la protagonista de la novela y el presente se te mete en tromba en los campos de Montiel.

Como todo recurso, se puede usar bien o se puede usar mal. Incluso puedes convertirlo en una historia doble. Por ejemplo que el protagonista sea un bachiller del Barroco que encuentra un manuscrito sobre un caballero medieval y se pone a investigar sobre él, y acaba en problemas porque el caballero es el ancestro de un Duque cuya familia falsificó sus orígenes para obtener el Ducado. Y cuentas las peripecias del bachiller en el Barroco en paralelo a las del caballero en el Medievo, currándotelo para que en realidad sean simétricas y estés contando la misma historia en dos tiempos distintos. Vale, es una filigrana que quizá sea complicarse mucho la vida, pero oye, cosas mas bizarras se han hecho...

Sobre los personajes y las novelas corales. Se pueden meter todos los que se quieran y seguro que la novela gana en riqueza y no parece una obra de teatro. Yo no metería más de tres protagonistas, pese a que hubiera muchos personajes: el príncipe Bolkonski, Natasha Rostova y Pierre Bezújov. Sí, después cientos de personajes más, hasta Napoleón y Davout o un campesino ruso. Pero siempre distinguiendo planos de protagonismo. Y hacer crecer demasiado el número de los que están en un primer plano me parece dispersar demasiado el interés de un lector y la intensidad de la lectura. Se suele dar en novelas que construyen personajes interesantes, pero que para seguir leyendo sobre ellos tienes que tragarte noventa páginas sobre otros personajes que te interesan mucho menos o están peor construidos. Ese modo de lectura es un poco desesperante. Por no hablar de las historias en forma de matrioshka y las "Mil y una noches". Personalmente, no puedo con ellas.

Yo ahí considero básico meter un protagonista masculino porque es lo que toca, otro femenino para que te lean las tías (que son la mitad de la población y las que mas leen hoy en día), un judío para que te hagan la peli en Hollywood y un ninja japonés para que te hagan en anime.

Bueno, lo del judío y el ninja es coña, pero la cuestión es que cuanto mayor sea el elenco, a mas tipos de lectores podrás apelar.

El límite de la banda son cinco miembros. Si intentas meter un sexto haces saltar la banca. Y normalmente esos cinco miembros son cuatro mas la chica. Porque el número realmente popular son cuatro, ya que cuatro son los humores clásicos (el colérico, el sanguíneo, el melancólico y el pragmático) y cuatro son los elementos que forman el universo (fuego, aire, agua y tierra). ¿He dicho ya que soy un fan de los esquemas clásicos?

Si sólo fuera para publicar... En su momento, hace ya muchos años, me tenía que haber sacado el carnet de las juventudes del PSOE y no estaría hoy comiendo macarrones con kétchup acompañado de Ray Liotta en el monólogo final de "Uno de los nuestros".

Efectivamente, la autopublicación es lo único que te queda. Pero hay que ser consciente de que, salvo casos raros (entre los que también están las novelas prono de sesso con dinosaurios) limita mucho la proyección comercial de lo que escribes. No sé. Lampedusa, cuando no le publicaron "El gatopardo" y se veía ya enfermo de un cáncer terminal, seguía sosteniendo que pagar tu propia publicación era una humillación que no estaba dispuesto a sufrir. Se murió sin verla publicada. Eso sí, después se la publicó Feltrinelli.

Ai, cuando uno se hace viejo y reflexiona sobre su vida, siempre está ese momento en que uno pudo haber vendido su alma al Diablo y no lo hizo. La Última Tentación de Cristo.

Bueno, si no te publican la novela en vida, al menos ya has dejado escrito tu libro. Al de La Conjura de los Necios tampoco le publicaron en vida. El propio Cervantes murió sin obtener el éxito que buscaba, el pobre no sabía escribir teatro, que era lo que daba dinero.

Pero mientras dejes escrito tu libro, tarde o temprano alguien lo descubrirá. La Fé y la Esperanza son virtudes teologales.
 
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En mi esquema, simplemente he utilizado la platilla de la tragedia clásica para Alejandro, y en paralelo la plantilla clásica del Viaje del Héroe para Pako. Para mi, respetar los esquemas clásicos es fundamental para ayudar al lector a identificarse con la narración por familiaridad. Hoy en día lo común es todo lo contrario, los guionistas están obsesionados con "engañar las expectativas de la audiencia" con giros baratos, y por eso casi todo lo que se produce hoy en día es sarama de consumo rápido. A mi me da igual que un escritor sea predecible, e incluso lo prefiero así. A los niños lo que les encanta es que les cuenten siempre el mismo cuento, y se quejan si su padre cambia el final. Permitir al lector sentirse inteligente por haber visto venir el final ayuda a que quede satisfecho por el producto adquirido. Un ego sano no se alimenta de engañar a nadie ni de quedar por encima de nadie, si no con el número de ejemplares vendidos. Además, lo que importa no es el final, es el camino que lleva a él. Por eso, si un libro es bueno, da igual que te hagan "spoiler".

Le alabo el gusto por los esquemas clásicos, pero ceñirse demasiado a ellos te puede hacer perder oportunidades narrativas muy buenas. O muy malas, es cierto, pero eso ya depende de la habilidad del que escribe. Salirse del canon siempre es arriesgado, pero a veces puede merecer la pena. Si no, estaríamos todavía con las unidades aristotélicas y no existiría ni Shakespeare. A usted le gusta que las cosas sean predecibles e interpreta cualquier innovación en las reglas clásicas como un intento de engaño o búsqueda de la superioridad intelectual del autor. Pero eso no sucede con todo el mundo ni en todos los casos. Un ejemplo pelín cutre, pero que se entiende muy bien. La gente se enganchó a la primera y segunda temporada de "Juego de tronos" no sólo por la fórmula de dragones y pilingues (que también), sino porque estuvieron dispuestos a no seguir un esquema clásico a rajatabla: de manera que si durante toda la primera temporada la narración se ha esforzado en presentarte a Ned Stark como el protagonista, al cabo de unos cuantos episodios le descorchan la cabeza. Yo creo que los que se engancharon a la serie apreciaron esa novedad que les sacaba de los cauces previsibles de una narración. Otra cosa es el riesgo que luego se demostró al amarse demasiados esquemas clásicos: un caos tal de tramas que sólo pudieron cerrarlas después con las bochornosas dos últimas temporadas.

Bueno, yo he ido a lo fácil para hacer un ejemplo de esquema en diez minutos. En mi ejemplo, el antagonista de Pako es realmente la propia figura de Alejandro, que es quien en su arco de Tragedia arrastra a Pako a su arco de Viaje del Héroe. Evidentemente, en el esquema figuran con mas relevancia los puntos clave del arco de Tragedia de Alejandro, porque son los hechos históricos conocidos y no me los tengo que inventar. El arco de Viaje del Héroe de Pako sería mucho mas complejo, pero ahí ya tendría que volcar creatividad y me llevaría mas de diez minutos hacerlo. Ni siquiera he definido al Primer Mentor ni al Mentor del Otro Mundo del Viaje del Héroe de Paco.

En realidad, en todo el esquema que he puesto, he resumido mucho la vida de Alejandro, reduciéndola al máximo en unos pocos puntos clave para un arco de Tragedia que sea relevante al verdadero protagonista, Pako. E incluso me he pasado al decir que meto la batalla del Gránico y la de Issos seguidas. Eso es excesivo. Una batalla es un evento dramático muy importante y no se puede diluir abusando de su número. En realidad solo necesito Gránico como primera batalla en la que Pako "asciende", Gaugamela como clima de mitad de la novela, e Hidaspes como punto climático del arco de conclusión. Hay muchas batallas mas de las que he sudado porque no me aportan nada a la trama.

Además, tengo que añadir que Pako no sería un íntimo de Alejandro, por lo que éste aparecería en contadas ocasiones. Y además, he evitado utilizar a Alejandro como un Deus Ex Machina, tal y como hace Walter Scott en Ivanhoe con Ricardo Corazón de León, o Lew Wallace con Jesucristo en Ben-Hur (aunque bueno, en este último caso está justificado, cuando uno mete a Dios en su novela es para que sea un Deus Ex Machina). En el caso de mi ejemplo es todo lo contrario, Alejandro es la Femme Fatale de Pako, su única función es crearle problemas.

Pero en fin, efectivamente, no hace falta convertir a tu personaje en una "sombra" de un gran hombre histórico. Este ha sido simplemente un ejemplo que he puesto yendo a lo fácil.

Cuidado, que a Campbell lo carga el diablo. A mí me parece un trabajo muy sugerente y me gustan especialmente esos proyectos de héroe que acaban en vía muerta, pero " rellenar su plantilla" a veces puede dar más problemas que soluciones. Lo del Mentor del Otro Mundo que menciona, por ejemplo, tendría muchísimo cuidado con cómo meterlo para no explotar una narración realista. No iría más allá de Sigfrido viendo a la progenitora que no conoció en los ojos de una cierva en el bosque o cosa similar.

Coincido en lo de las batallas. Y es un riesgo que se corre demasiadas veces cuando se sigue fielmente una fuente histórica. Claro, uno se lee las crónicas de López de Ayala y a cada paso ve batallas o momentos dramáticos que darían muchísimo juego: los asesinatos de Leonor de Guzmán, Garcí Laso de la Vega o el maestre don Fadrique, la prisión del rey en Toro, las batallas de Nájera y Montiel, los sitios de Carmona Y Toledo, con la peña comiéndose los cadáveres... Pero, como dice, eso diluye la trama y la autonomía del personaje, al que se acaba viendo como un excusa burda para contar lo que ya contó el cronista, pero peor.

Comparto también lo de que que el protagonista no sea amigo del "gran hombre" histórico. Dios, cómo detesto esas historias en las que un niño se hace amigo de Napoleón en Santa Elena o una charo de Beethoven.

Ahí ya, con el tema de las banderías durante la guerra civil castellana, no estaríamos hablando de novelizar una Gran Épica, si no de contar un "Western", desde una perspectiva microhistórica. El nivel de importancia de los personajes históricos reales para la trama sería mucho menor, claro está.

No se crea. Los vínculos que unían las guerras banderizas con las más amplias guerras civiles son más importantes de lo que parecen. Oñacinos y gamboínos, giles y negretes, establecían alianzas y tomaban posiciones en los conflictos generales basándose en sus redes familiares y de patronazgo y en su lucha por controlar el territorio. Lo que pasa es que no suelen ser muy explícitos y hay que darles una buena pensada, incluso con un mapa delante para ver dónde estaban las torres y casas fuertes de los distintos linajes y poder inferir algo sobre qué partido tomaron. Ahí tu cabeza tiene que dejar de funcionar como la de una historiador, porque por mucho que busques indicios al final tendrás que tomar una decisión sin un respaldo documental suficiente y más basado en criterios dramáticos.

De manera que un segundón de la muy noble casa de los mujercita puede empezar la novela combatiendo contra los parientes y clientela del linaje rival y acabar en la corte de Leicester con el resto de exiliados petristas. En el primer nivel, el más local, sí pueden funcionar dinámicas de western. Y demás cosas, incluidos conflictos familiares o la pertinente historia de hamor. Dicho sea de paso: lo de hacer al mindundi ficcionado amante de la duquesa de Lancaster o la hija del rey de Francia es algo por lo que haría decapitar a muchos escritores y guionistas. En el segundo nivel sí que se podría considerar la novela como una historia realmente épica. Y no me parecen excluyentes, al revés.

Yo recuerdo haber investigado durante la carrera un tema de bandidajes en Valencia en época de Felipe II que daba para novela. Dos caballers que se enzarzan en una vendetta familiar y la cosa va subiendo hasta que arrastran al Duque de Segorbe y al de Gandía, y tiene que intervenir el propio Felipe II, que como no puede impedirles guerrear, recurre a llamar a los Duques a su servicio a Madrid, obligándoles a tener que costearse alojamiento palaciego en la Villa y Corte. Y el Rey les dice que no les va a dejar marchar hasta que no se comprometan por escrito ante él a no hacerse la guerra. Lo esperpéntico es que después de que los Duques pasen por el aro para que el Rey les deje volver a Valencia, los dos cuñaos que lo han empezado todo van y dicen que ellos van a seguir a la suya porque el Rey no es nadie para meterse en sus asuntos de honor. Huelga decir que los Duques se encargaron de que los cadáveres de esos dos cuñaos aparecieran poco después flotando en sendas acequias. Entre medias hay un episodio en el que provocan un incendio en las Torres de Quart para una fuga, y otra movida en la guandoca de mujeres donde hay montado un pufo para usarla como prostíbulo encubierto.

Oiga, esa historia es huevonuda. Debería pensarse seriamente novelarla, aunque encaje más en la tragicomedia que en cualquier otro género. Me recuerda algo a la historia de don Suero de Quiñones, el del paso honroso, que en realidad era una mezcla de actitudes caballerescas de cartón piedra y aventuras grotescas de una serie de gañanes bloqueando un puente y acabando por tocar los huevones al mismísimo rey. Una historia muy loleante que inspiró también a Cervantes. Pese a todo, sus cuñaos tienen cierto aliento épico y responden como los duques de Norfolk y Hereford a Ricardo II: dueño sois de mi vida, pero no de mi honor.

Los archivos, especialmente los judiciales, son una fuente de ideas y tramas para novelar casi inagotable. Y nunca la imaginación va a llegar a superar esa realidad, por muy pasada que sea. Yo he llegado a leer cosas en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid que vosotros no creeríais.


Cierto. Yo creo que la decisión mas difícil es si vas a permitir a tus personajes usar lenguaje malsonante o no. El lector no espera que personajes historiados digan cosa, shishi, huevones... pero la gente antes seguramente sería tan malhablada como ahora o mas.

Para cada época suele haber soluciones de compromiso, muchas veces basadas en obras literarias posteriores antes que en fuentes históricas rigurosas. No tengo ni idea de si los romanos juraban diciendo "¡Por Júpiter!", pero en los siglos medievales y modernos se les suele despachar con un "¡Voto a Cristo!", el clásico "bellaco" o similares. Para mí excluir el lenguaje malsonante de la narración es arriesgarse a que los personajes meen colonia. Y la realidad sería, con toda seguridad, la contraria.

Luego te puedes encontrar en las fuentes históricas juramentos realmente chocantes y que no me atrevería a usar alegremente en una novela. Pero auténticos. Hace unos años pedí un documento a la Bodleian Library sobre un soldado español de los tercios que asistió a la toma de Breda y al que nombraron después gobernador de Santa Fe. Tras luchar contra las tribus de indios nómadas, lo asesinó una conjura de colonos y frailes franciscanos, resentidos por no poder aprovecharse en exclusiva del trabaja cuasiesclavo de los indios puebla. Lo asesinaron, además, con una mujer como cebo. Una historia apasionante, también. Bien, pues muchos testigos recogían en las pruebas posteriores que cuando el capitán juraba y maldecía les llamaba "¡hijos de hongos!" roto2 Que digo yo que vendrá de que los hongos surgen por esporas, sin padre...

Y a veces, lo más efectivo es lo más cercano y fácil. Pocas cosas me gustan más que el diálogo que tuvieron el rey don Pedro y el poco agraciado Enrique en la tienda de Montiel. Llevaban tantos años sin verse que al entrar en la tienda, rodeado de otros muchos, Enrique no reconoció a su medio hermano y dijo: "¿dónde está ese hijo de una fruta judía que se hace llamar rey de Castilla?". A lo que don Pedro respondió: "¡Tú eres el me gusta la fruta, que yo soy hijo del buen rey Alfonso!", aludiendo a que la fruta era Leonor de Guzmán. Así terminaron, mentándose a la progenitora... Ya lo decían los de "La hora chanante": hay que decirlo más.

Yo ahí considero básico meter un protagonista masculino porque es lo que toca, otro femenino para que te lean las tías (que son la mitad de la población y las que mas leen hoy en día), un judío para que te hagan la peli en Hollywood y un ninja japonés para que te hagan en anime.

Bueno, lo del judío y el ninja es coña, pero la cuestión es que cuanto mayor sea el elenco, a mas tipos de lectores podrás apelar.

El límite de la banda son cinco miembros. Si intentas meter un sexto haces saltar la banca. Y normalmente esos cinco miembros son cuatro mas la chica. Porque el número realmente popular son cuatro, ya que cuatro son los humores clásicos (el colérico, el sanguíneo, el melancólico y el pragmático) y cuatro son los elementos que forman el universo (fuego, aire, agua y tierra). ¿He dicho ya que soy un fan de los esquemas clásicos?

También los triángulos han funcionado muy bien en la literatura. Y hacen referencia a la Santísima Trinidad (o las tríadas indoeuropeas, si quiere ser más clásico). Es la fórmula mínima: protagonista - antagonista - mujer del protagonista. A la chica no la metería para que me leyeran las tías: es que prescindir de ella sería mutilar al protagonista y negarle la capacidad de amar. Otra cosa es cómo dibujarla, porque los personajes femeninos me parecen los más difíciles de todos. Por razones obvias. Y no es plan de poner a doña María o doña Constanza con cara de oler cosa y un "tú verás...". Aunque lo piense, aunque lo piense...

Cinco protagonistas se me hacen, en principio, difíciles de manejar. Si les quieres dar a todos el mismo o parecido nivel de protagonismo. Viene a ser contar cinco historias paralelas y relacionadas. Y eso yendo fuera del circuito comercial, porque si además tenemos que meter a los personajes de cuota la cosa puede directamente estallar: el LGTBI (bueno, Eslava Galán lo hizo para el siglo XV), el neցroc, la empoderada, el judío. Casi que prefiero meter al ninja. Una lucha entre Bertrand du Guesclin y un samurai, con katanas y estrellas ninja, puede quedar fetén. Listo para la peli, cierto.

Por cierto, no sabía lo de Walter Scott. Son ubicuos, los macho cabríoazos.

Ai, cuando uno se hace viejo y reflexiona sobre su vida, siempre está ese momento en que uno pudo haber vendido su alma al Diablo y no lo hizo. La Última Tentación de Cristo.

Bueno, si no te publican la novela en vida, al menos ya has dejado escrito tu libro. Al de La Conjura de los Necios tampoco le publicaron en vida. El propio Cervantes murió sin obtener el éxito que buscaba, el pobre no sabía escribir teatro, que era lo que daba dinero.

Pero mientras dejes escrito tu libro, tarde o temprano alguien lo descubrirá. La Fé y la Esperanza son virtudes teologales.

El diablo con un carnet del PSOE. Imagen que me perseguirá siempre.

Exacto, se trata de haberlo escrito. Ya está. Lo que pase después con ello importa entre poco y nada. Es como el que pinta marinas en acuarela por el simple placer de hacerlo, aunque sepa que sus nietos las van a tirar a la sarama en cuanto palme para dejar el piso limpito y venderlo. Cuando asumes que escribes como una afición, por el placer de hacerlo y que como mucho te leerán un puñado de amigos, ganas en libertad y pierdes cualquier tipo de presión. Precisamente, por no aceptar eso John Kennedy Toole acabó comiéndose los humos de su coche. Pensar que el mundo es injusto y no reconoce tu genialidad (aunque sea el caso, no el mío) es tragarte tu propia amargura y resentimiento.

No merece la pena. Disfruta de lo que haces y si la Providencia dispone que un día te lean cientos, miles o millones, mejor. Y si no, te llevarás la satisfacción de haberlo hecho habiendo pasado el filtro del crítico más duro, que suele ser uno mismo.

En fin, no sé si al final terminaré de escribir algo que merezca la pena o no. Pero le agradezco mucho sus respuestas, por lo bien pensadas que están y el trabajo que se ha tomado en escribirlas.
 
Le alabo el gusto por los esquemas clásicos, pero ceñirse demasiado a ellos te puede hacer perder oportunidades narrativas muy buenas. O muy malas, es cierto, pero eso ya depende de la habilidad del que escribe. Salirse del canon siempre es arriesgado, pero a veces puede merecer la pena. Si no, estaríamos todavía con las unidades aristotélicas y no existiría ni Shakespeare.

Los esquemas clásicos son guías, no camisas de fuerza, esto segundo es un error habitual.

En el caso de Juego de Tronos, lo que odiaba GRR Martin eran los clichés de que el bueno gana por ser virtuoso y tal... y eso es lo que GRR Martin deconstruye con gran placer morboso y orate.

Pero sobre lo de Ned Stark, lo que se le escapa a la mayoría es que GRR Martin se propuso escribir una saga de 7 libros y, por tanto, Ned Stark no podía ser el protagonista, porque Ned Stark ya tiene la vida hecha al empezar. Los protagonistas de la Saga son los hijos, que son los que tienen la posibilidad de crecer y desarrollarse psicológicamente. Por tanto todos los "padres" tienen que desaparecer para que la trama sea posible. Ya no solo Ned Stark, también Tywin Lannister y, en general, todo el que "ya es alguien" al empezar la Saga. Ni siquiera Meñique puede ser el "malo final". Así que, en realidad, no son muertes gratuítas ni simplemente para subvertir las expectativas del lector, si no muertes necesarias para el desarrollo de la trama.

Lo que quiero decir, es que la fin de Ned Stark hubiera sido una subversión si el primer libro de la Saga hubiera sido una novela sola. Pero como "Juego de tronos" es la primera novela de una Saga, cumpliendo la función de introducción, la fin de Ned Stark es simplemente la rotura del equilibrio que lleva al comienzo de la aventura.

Por cierto, por bochornosas que sean las últimas temporadas, para mi redime la serie el hecho de que tuvieran los huevonazos de convertir en una loca genocida a la niñata empoderada a la que le habían dado las superarmas para que se fuera pasando el juego en modo fácil (al final los Dragones son una metáfora del privilegio femenino).

Cuidado, que a Campbell lo carga el diablo. A mí me parece un trabajo muy sugerente y me gustan especialmente esos proyectos de héroe que acaban en vía muerta, pero " rellenar su plantilla" a veces puede dar más problemas que soluciones. Lo del Mentor del Otro Mundo que menciona, por ejemplo, tendría muchísimo cuidado con cómo meterlo para no explotar una narración realista. No iría más allá de Sigfrido viendo a la progenitora que no conoció en los ojos de una cierva en el bosque o cosa similar.

Bueno, en el esquema que propuse, el "mentor del otro mundo" sería probablemente la chica persa con la que tiene un lio el Pako. Ya le he comentado que los esquemas son una guía, no una camisa de fuerza.

Ojo, que cuando hablo de "rellenar la plantilla", hablo de hacerlo antes de ponerme a escribir. Nunca me han gustado los escritores que empiezan definiendo a un puñado de personajes maravillosos y complejos y luego se ponen a escribir a ver que pasa. Acaban siempre en una vía muerta, como le pasó al ya mencionado GRR Martin, que jamás acabará de escribir los dos libros que le faltan para completar la Saga porque está en un callejón sin salida. Lo único que puede hacer es acabarla de forma chabacana, que es lo que hicieron en la serie porque no había otra.

Uno tiene que tener una idea de cual es el punto de partida y cual es el punto final al que quiere llegar con sus personajes. Luego cuando te pones a escribir surgen nuevas oportunidades prácticamente solas y vas modificando el esquema. A veces un personaje que has pensado solo para rellenar una función en un punto concreto, resulta tener suficiente entereza para ser mucho mas relevante.

Pero tienes que tener un esquema básico para no perderte. No hace falta ni es conveniente empezar con un esquema cerrado herméticamente, pero hay que tener algo mas o menos sólido. Especialmente si vas a publicar en serial, por partes, y no todo de una vez. Es muy normal, especialmente si la narración va a ser muy larga, empezar publicando por partes sin haber terminado de escribir todo, y ahí es especialmente importante tener el esqueleto ya hecho porque si no te quedas bloqueado, como le pasó a GRR Martin.

Coincido en lo de las batallas. Y es un riesgo que se corre demasiadas veces cuando se sigue fielmente una fuente histórica. Claro, uno se lee las crónicas de López de Ayala y a cada paso ve batallas o momentos dramáticos que darían muchísimo juego: los asesinatos de Leonor de Guzmán, Garcí Laso de la Vega o el maestre don Fadrique, la prisión del rey en Toro, las batallas de Nájera y Montiel, los sitios de Carmona Y Toledo, con la peña comiéndose los cadáveres... Pero, como dice, eso diluye la trama y la autonomía del personaje, al que se acaba viendo como un excusa burda para contar lo que ya contó el cronista, pero peor.

Bueno, se han hecho películas narrando batallas que prácticamente son documentales, como "El Día Mas Largo" o "Tora, Tora, Tora". De Waterloo se ha intentado muchas veces pero creo que nunca han conseguido hacer una que funcione. A nivel de literatura tenemos por supuesto los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós (hoy en día no los podría llamar así porque le llamarían de derechas).

Pero en fin, ahí hablamos de convertir una batalla en el tema de la novela, no de meter una batalla en una novela. Si metemos una batalla en una novela, tiene que ajustarse a la trama y ser contada en función del interés de la trama. Es decir, que la batalla es importante por lo que afecta al personaje y a su evolución psicológica.

En el esquema que hice de ejemplo, al final me acojo a tres batallas: Gránico, Gaugamela e Hidaspes.

- Hidaspes es la mas fácil, el personaje ya está socavado por una década de campañas, con su fe en el Líder quebrada, y de pronto lo lanzan contra puñeteros elefantes en el puñetero fin del mundo. Vale, tira de bemoles para cumplir con su deber, pero al terminar el combate, agotado, viendo compañeros muertos, habiéndole visto las barbas a la de la Guadaña, algo hace click en su cabeza. Este tío no va a parar hasta que nos mate a todos. Ya está bien, shishi, hasta aquí hemos llegado.

- Gránico podría ser sustituida por Issos, es lo mismo, lo relevante de esa batalla es que el protagonista pegue el salto de peltasta a jinete de los Compañeros, y comience su proceso de fascinación por la Femme Fatale Alejandro.

- Gaugamela... ahí ya entra mi cuestión personal, Gaugamela es una batalla que la he visto en mapas mil veces y no he conseguido entenderla hasta que la he tenido que estudiar muy bien. Y, a mi juicio, entre las condiciones para que Alejandro saliera airoso de ella está la confianza inquebrantable de sus hombres en su líder, que es lo que reflejaría en el protagonista. Porque la batalla fue básicamente un "vamos a aguantar a los persas hasta que se abra una apertura en sus líneas porque su ejército es demasiado grande como para ser dirigido sin caer en el caos, y entonces entraré por la apertura directamente contra Darío para descabezar a la masa enemiga", y eso si no tienes unos tíos con los huevones cuadraos y fe inquebrantable en el líder y con la veteranía para reaccionar a las órdenes de manera rápida y decidida, no lo sacas. Y eso es lo que querría reflejar, y enlaza con la trama por ser el momento culminante de la devoción del protagonista por Alejandro, que a partir de ese punto empezará a declinar.

Entonces, no se trataría de describir las batallas en plan crónica, solo de describir lo necesario para la finalidad de tu trama.

No se crea. Los vínculos que unían las guerras banderizas con las más amplias guerras civiles son más importantes de lo que parecen. Oñacinos y gamboínos, giles y negretes, establecían alianzas y tomaban posiciones en los conflictos generales basándose en sus redes familiares y de patronazgo y en su lucha por controlar el territorio. Lo que pasa es que no suelen ser muy explícitos y hay que darles una buena pensada, incluso con un mapa delante para ver dónde estaban las torres y casas fuertes de los distintos linajes y poder inferir algo sobre qué partido tomaron. Ahí tu cabeza tiene que dejar de funcionar como la de una historiador, porque por mucho que busques indicios al final tendrás que tomar una decisión sin un respaldo documental suficiente y más basado en criterios dramáticos.

De manera que un segundón de la muy noble casa de los mujercita puede empezar la novela combatiendo contra los parientes y clientela del linaje rival y acabar en la corte de Leicester con el resto de exiliados petristas. En el primer nivel, el más local, sí pueden funcionar dinámicas de western. Y demás cosas, incluidos conflictos familiares o la pertinente historia de hamor. Dicho sea de paso: lo de hacer al mindundi ficcionado amante de la duquesa de Lancaster o la hija del rey de Francia es algo por lo que haría decapitar a muchos escritores y guionistas. En el segundo nivel sí que se podría considerar la novela como una historia realmente épica. Y no me parecen excluyentes, al revés.

Bueno, si lo sabes enlazar en un arco narrativo, magnífico. Pero ahí tienes que pensar en conciliar los eventos históricos que quieres reflejar, con el subgénero escogido, o los subgéneros que vayas a mezclar y cómo. En el ejemplo que puse, mezclo el género de Tragedia con el del Viaje del Héroe, y lo pienso bien para que los puntos clave encajen y los episodios escogidos también. En el caso que propones, puedes mezclar el western con el drama familiar, lo importante es saberlo de antemano y planificar en consecuencia.

Oiga, esa historia es huevonuda. Debería pensarse seriamente novelarla, aunque encaje más en la tragicomedia que en cualquier otro género. Me recuerda algo a la historia de don Suero de Quiñones, el del paso honroso, que en realidad era una mezcla de actitudes caballerescas de cartón piedra y aventuras grotescas de una serie de gañanes bloqueando un puente y acabando por tocar los huevones al mismísimo rey. Una historia muy loleante que inspiró también a Cervantes. Pese a todo, sus cuñaos tienen cierto aliento épico y responden como los duques de Norfolk y Hereford a Ricardo II: dueño sois de mi vida, pero no de mi honor.

Los archivos, especialmente los judiciales, son una fuente de ideas y tramas para novelar casi inagotable. Y nunca la imaginación va a llegar a superar esa realidad, por muy pasada que sea. Yo he llegado a leer cosas en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid que vosotros no creeríais.

Y otra cosa buena de los archivos, es que le das verisimilitud a historias que de otro modo romperían la suspensión de la incredulidad por inverosímiles. El ejemplo ya citado de Martin Guerre, esa historia resultaría totalmente inverosímil si no fuera porque sucedió realmente.

Para cada época suele haber soluciones de compromiso, muchas veces basadas en obras literarias posteriores antes que en fuentes históricas rigurosas. No tengo ni idea de si los romanos juraban diciendo "¡Por Júpiter!", pero en los siglos medievales y modernos se les suele despachar con un "¡Voto a Cristo!", el clásico "bellaco" o similares. Para mí excluir el lenguaje malsonante de la narración es arriesgarse a que los personajes meen colonia. Y la realidad sería, con toda seguridad, la contraria.

Luego te puedes encontrar en las fuentes históricas juramentos realmente chocantes y que no me atrevería a usar alegremente en una novela. Pero auténticos. Hace unos años pedí un documento a la Bodleian Library sobre un soldado español de los tercios que asistió a la toma de Breda y al que nombraron después gobernador de Santa Fe. Tras luchar contra las tribus de indios nómadas, lo asesinó una conjura de colonos y frailes franciscanos, resentidos por no poder aprovecharse en exclusiva del trabaja cuasiesclavo de los indios puebla. Lo asesinaron, además, con una mujer como cebo. Una historia apasionante, también. Bien, pues muchos testigos recogían en las pruebas posteriores que cuando el capitán juraba y maldecía les llamaba "¡hijos de hongos!" roto2 Que digo yo que vendrá de que los hongos surgen por esporas, sin padre...

Pues casi dan ganas de usar el recursó de Hergé con el Capitan Haddock...

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También los triángulos han funcionado muy bien en la literatura. Y hacen referencia a la Santísima Trinidad (o las tríadas indoeuropeas, si quiere ser más clásico). Es la fórmula mínima: protagonista - antagonista - mujer del protagonista. A la chica no la metería para que me leyeran las tías: es que prescindir de ella sería mutilar al protagonista y negarle la capacidad de amar. Otra cosa es cómo dibujarla, porque los personajes femeninos me parecen los más difíciles de todos. Por razones obvias. Y no es plan de poner a doña María o doña Constanza con cara de oler cosa y un "tú verás...". Aunque lo piense, aunque lo piense...

Cinco protagonistas se me hacen, en principio, difíciles de manejar. Si les quieres dar a todos el mismo o parecido nivel de protagonismo. Viene a ser contar cinco historias paralelas y relacionadas. Y eso yendo fuera del circuito comercial, porque si además tenemos que meter a los personajes de cuota la cosa puede directamente estallar: el LGTBI (bueno, Eslava Galán lo hizo para el siglo XV), el neցroc, la empoderada, el judío. Casi que prefiero meter al ninja. Una lucha entre Bertrand du Guesclin y un samurai, con katanas y estrellas ninja, puede quedar fetén. Listo para la peli, cierto.

La banda de tres suele funcionar bien cuando son dos carácteres opuestos y el carácter que los concilia a ambos. Eso también suele funcionar en la banda de cinco, cuatro carácteres opuestos y uno que es el alma del grupo porque es quien concilia a los cuatro. La pareja funciona mejor para trama romántica o para la peli de colegas, en ambos casos son dos carácteres opuestos que se pasan toda la historia en plan Pimpinela, Ni Contigo Ni Sin Tí.

Pero de aquí nos sale una cosa relevante sobre los personajes protagonistas, y es la necesidad de los carácteres contrapuestos. A nadie le interesa leer sobre dos personas que piensan y sienten igual y se pasan todo el rato dándose la razón. Para eso, pones a un solo personaje. Si vas a formar un elenco, tienen que ser personajes cuyos carácteres sean contradictorios.

El diablo con un carnet del PSOE. Imagen que me perseguirá siempre.

Exacto, se trata de haberlo escrito. Ya está. Lo que pase después con ello importa entre poco y nada. Es como el que pinta marinas en acuarela por el simple placer de hacerlo, aunque sepa que sus nietos las van a tirar a la sarama en cuanto palme para dejar el piso limpito y venderlo. Cuando asumes que escribes como una afición, por el placer de hacerlo y que como mucho te leerán un puñado de amigos, ganas en libertad y pierdes cualquier tipo de presión. Precisamente, por no aceptar eso John Kennedy Toole acabó comiéndose los humos de su coche. Pensar que el mundo es injusto y no reconoce tu genialidad (aunque sea el caso, no el mío) es tragarte tu propia amargura y resentimiento.

No merece la pena. Disfruta de lo que haces y si la Providencia dispone que un día te lean cientos, miles o millones, mejor. Y si no, te llevarás la satisfacción de haberlo hecho habiendo pasado el filtro del crítico más duro, que suele ser uno mismo.

En fin, no sé si al final terminaré de escribir algo que merezca la pena o no. Pero le agradezco mucho sus respuestas, por lo bien pensadas que están y el trabajo que se ha tomado en escribirlas.

Pues ánimo y a ello.

Realmente hay dos enfoques para escribir. Uno es dedicarse a ello profesionalmente, pa sacar dinero, y entonces simplemente vas pariendo novelas formuláicas y según el gusto del público. Y otro es hacerlo porque tienes algo que decir. En el primer caso, puedes escribir 1.000 novelas y que ninguna sobreviva a tu fin, porque no has dicho nada en ninguna de ellas. En el segundo caso, puedes escribir una sola novela y que trascienda.

Por mi parte, siempre es un placer animar a alguien con talento, capacidad, y algo que decir, a que escriba.
 
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