Tocqueville
Madmaxista
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Este artículo no es mío sino que fue escrito hace años (para la Navidad de 2007) pero sigue vigente hasta la última coma de lo que en él se dice.
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¿Feliz Navidad?, pero menos.
La ausencia del espíritu navideño contra el cristianismo, contra la religión católica, contra Dios, contra Jesús, contra lo bueno, contra el hombre…
Hoy es el día de Navidad, un día en el que los cristianos celebramos la Natividad o Nacimiento de Jesús, El Cristo, el Hijo de Dios para unos; y para casi todos, el que compartió, ayudó y se dejó ayudar de pobres y ricos, de religiosos y cortesanas, de fieles e infieles; el que dio valor a lo material y a lo espiritual, a la buena carne, al buen pescado y al buen vino, pero también al buen retiro espiritual y a la Buena Nueva, a la Palabra clara, concisa, dura o menos dura, en defensa de la Verdad, de la Justicia, de la Libertad, de la Paz sin ramplonería…; el que tuvo una infancia feliz; el que no nació pobre –como nos quieren hacer ver-, ya que nació rodeado de la mayor riqueza, el amor; pero, además, de ser ciertas las circunstancias que nos cuentan, tampoco era pobre materialmente hablando, puesto que en aquella época tener una burra no era poco, nacer en un portal era bastante habitual, disponer del calor de un buey y una mula no era poco para el momento; el que no podía echar de menos mayores comodidades, ni la escasez de ellas podían hacerle infeliz porque nadie es infeliz por no tener lo que no conoce que existe, ni siquiera se puede desear aquello de lo que se desconoce su existencia. Para los creyentes en Jesús, Él es el que dijo “Por sus obras los conoceréis”; el que nos mostró a los que lo queremos ver que Dios es Uno en Nosotros y que, como componentes del Todo del que formamos parte, si queremos ser felices, estamos obligados a amarnos unos a los otros tanto como a nosotros mismos (lo que no significa ser templados, sino usar el látigo, si procede), haciendo todo lo bueno que esté en nuestras manos y evitando todo lo malo, todo por el placer de Ser y no por recibir honores (que tu mano derecha no conozca las buenas obras que hace tu izquierda)… El que se encargó de dirigir en la tierra la obra de Dios, enseñándonos a cooperar con Él y a beneficiarnos de ella. Éste es Jesús, del que hoy celebramos su Nacimiento: la Navidad.
Pero el verdadero significado de la Navidad ha ido difuminándose en los últimos tiempos, hasta convertirse en un mal remedo de lo que decimos que significa. En España, la Navidad ya no es lo que era hace tan solo cuatro años, por decir una fecha. Muchos han intentado cargársela y así seguirán como parte de la persecución religiosa que estamos viviendo, como en los viejos tiempos; de momento, sigue siendo Navidad, pero menos.
Toda la parafernalia del “Pobrecito Jesús” no es más que una herramienta para despertar la compasión. ¡Qué bien lo saben a su favor los enemigos de Jesús! Eliminada la compasión, despertadas las ansias materiales y de consumismo, ha sido fácil eliminar el componente navideño que hacía que muchos sintieran atracción por el Niño. Son las consecuencias del error de un mensaje que está en función del “dinero”: tan malo es amar a alguien por sus posesiones como por su falta de ellas. Amar a Jesús, celebrar su Nacimiento, debería estar fuera de las circunstancias de riqueza del Ser que ahora recordamos. Pero no es así, y los creadores de propaganda socialista lo saben muy bien: la sociedad está manipulada para que el que tiene menos odie al que tiene más –de ahí el repruebo de los progres comunistoides, también llamados socialistas, a los que consideran de derechas; en realidad, aunque es una creencia falsa, su repruebo está basado en que creen que los de derechas son más ricos-. Así, los propagandistas de la religión “Atea”, los socialistas en sus años de gobierno, llevaron a la sociedad a un consumismo feroz en la época navideña para que, desde la perspectiva de creyentes en la pobreza de Jesús, los creyentes aprendieran a “despreciarse” a sí mismos, para poco a poco ir cayendo en la trampa de rechazar al que era origen de “su auto-repruebo”, al propio Jesús.
El paso siguiente sería, es, el rechazo a ese consumismo para aumentar así el auto-repruebo, ahora por ser tan malos, por consumir tanto, habiendo tantas necesidades. Apelando, en esta ocasión, a la conciencia casi colectiva: necesidades de grupos, lejanos a ser posible, pero desprecio por el mendigo de la esquina. Olvidamos las enseñanzas de Jesús, amante de las fiestas y las buenas celebraciones consumistas; pocos recuerdan (o no quieren recordar) que Jesús se esforzó en hacer el milagro del Vino en una fiesta, aunque hubiese muchos pasando hambre, pocos valoran el significado del aprecio de Jesús por el aparente derroche en perfumes... Él sí tenía claro que lo uno no impide lo otro, o que cada cosa tiene su momento y su tiempo; Él sí sabía que en este mundo los recursos son infinitos y que no es malo gastar de vez en cuando en lujos y celebraciones. Pero las mentes perversas que manipulan las nuestras se propusieron, una vez “despreciado” del primer plano el mensaje del Jesús pobre, eliminar de nuestras conciencias los festejos de celebración del Nacimiento de Jesús. Atacaron por la vía del rechazo al consumismo, hasta terminar en un aparente “desliz”, que no es tal, del Ministro de Economía, Solbes: en Navidad, coman conejo, que es más barato. Detrás del “desliz” está el “No hagas fiestas de celebración importantes para recordar el Nacimiento de Jesús, Él no se merece que tú lo celebres con lo exquisito, Él no vale más que un conejo”. Y, aunque Jesús, en una celebración, hiciera gala de sus poderes para propiciar el lujo del Vino (cosa que debería ser motivo de reflexión para los creyentes), pocos han visto en el mensaje del “conejo” una incitación a la degradación de la celebración de la Navidad (no veo a Solbes incitando a comer conejos –más baratos- en las bodas, tan de moda socialista, por ejemplo). El mensaje es claro: celebremos la Navidad, pero menos.
Los intentos de acabar con la verdadera celebración de la Navidad no terminan ahí; había que atacar y anular todos los “frentes”. Hace unos años comenzaron con la cantinela de que la Navidad deberíamos celebrarla todo el año, todos los días de nuestra vida, unos tras otros. Palabras vacías, pero menos. Comenzaron a decirlo los “ateos” con un pseudo-significado próximo al de “sentar un pobre a tu mesa” (tiene gracia) y, como sonaba progre, se sumaron a la idea la mayoría de personas. Celebrar todo el año. ¿Cómo vamos a celebrar todo el año algo que tenemos definido en un día, o en un período perfectamente marcado en su definición, aunque ya ni lo recordamos, de manera que hemos visto que en Madrid se encienden las luces navideñas en noviembre, en vez de a partir del 8 de diciembre? Cuando hablamos de celebrar un Nacimiento (y la Navidad lo es) estamos utilizando un concepto, un significado, el significado de “celebrar”, que significa “Conmemorar, festejar una fecha, un acontecimiento”.
Por lo tanto, ajustándonos al significado, en la Navidad se conmemora y se festeja el Nacimiento de Jesús; y eso sucede así porque no se hace todos los días. En el fondo de la consigna “Navidad debe ser siempre” subyace el mensaje “todos los días deben ser iguales, todos los días estamos pendientes de otras cosas y no del Nacimiento de Jesús, olvídate de que Jesús vino al mundo, no celebres la Navidad; la Navidad no existe, solo son vacaciones o días de descanso y ‘fiestorro’ ateo”. Porque, claro, decir que estemos de fiesta todo el año, no encaja en ninguna mente, por mucho que intenten disfrazarlo con que quieren significar que tengamos buenos deseos, pero esta es otra historia, la de la felicidad, que daría para otro artículo y que aquí solo tocaremos de pasada más abajo…
Antes, para la mayoría de españoles, Navidad significaba tiempo de Paz, de unión, de perdón y reconciliación…, tiempo de esperanzas, de buenos deseos de que llegara un futuro mejor; la Navidad abarcaba el tiempo próximo al día 25 de diciembre (en el que culmina la celebración del Nacimiento de Jesús), iba desde el día 8 de diciembre (día de la Inmaculada Concepción) hasta el día de los Reyes Magos (el 6 de enero). Había muchos detalles que hacían ver que, en gran parte, se había convertido este intervalo de tiempo en un periodo comercial, pero no estaba exento de grandes ilusiones: re-encuentros familiares, amigos que se felicitaban, villancicos, portales de belenes; árboles y motivos navideños… llenaban las calles, los establecimientos comerciales, los escaparates y las casas de los españoles; la lotería de Navidad (el día 22) era todo un acontecimiento social; era Navidad y se notaba el ambiente festivo y de celebración, aunque el verdadero significado del término solo se sintiera en medio de todos estos agentes externos, que, en apariencia, lo distorsionaban, pero que se encargaban de mantener vivo el recuerdo del Nacimiento de Jesús, sus enseñanzas y su eterna presencia.
Este año, 2007, ¡hasta la lotería ha sido lotería, pero menos!; la lotería del “rellenito” ya no es tal, un “buen pellizco” de ahora no resuelve la vida como antes (no da ni para una vivienda; hasta ese extremo han subido los precios). No se han escuchado apenas villancicos por las calles céntricas de las grandes ciudades, ni por la megafonía de los ayuntamientos de las localidades de España, ni en los grandes almacenes, ni en los pequeños comercios; las televisiones casi han ignorado el verdadero motivo navideño, las radios casi han silenciado las voces infantiles (o no) de los conocidos, hasta “ayer”, concursos de villancicos; los portales vivientes han sido escasos, los no vivientes apenas se han visto; los adornos navideños se han reducido a cuatro bolas y unos cuantos tiestos con flores de Pascua (buscando la suerte de la riqueza); los árboles navideños han brillado por su ausencia (hay que proteger los bosques, ésa es otra); las postales navideñas ya apenas se usan (¡cualquiera hace el esfuerzo!)…; internet no va a ser menos, no hemos visto el despliegue navideño de otros años, éste se ha ventilado el asunto con las cuatro bolas en el mejor de los casos, huyendo de la expresión “Navidad” por todos los medios.
La gente ha llenado las calles porque los niños tienen vacaciones y cualquiera los aguanta en casa, o porque todavía queda el rescoldo de salir de compras (ahora, sin dinero); no se han visto las calles llenas de personas cargadas de bolsas de regalos, ni con panderetas, ni apenas hemos visto niños pidiendo el aguinaldo; se ha adueñado de los ciudadanos una especie de pesadumbre, venida de los lavados de cerebros para menospreciar la celebración navideña, y de la falta de recursos económicos a la que han llevado a la sociedad los “recomendadores” del conejo; el caso es que todo un fenómeno, digno de estudios más minuciosos, ha sucedido: en la Navidad 2007 de España se ha ausentado de la sociedad el espíritu navideño.
No se palpa el sentimiento de que Dios sigue compartiendo el mundo con los hombres y viceversa, de que Jesús nos sigue acompañando e instruyendo, de que celebramos su Nacimiento. Para los incrédulos, para los amantes de la fe conocida como “ateísmo”, se trataba de eliminar este sentimiento, y, para ello fueron a la raíz, al propio sentimiento… No nos vencerán a los creyentes en Jesús, por más que sigan sumando intentos y que nos hayan hecho percibir que para la mayoría de ciudadanos la Navidad 2007 es Navidad, pero menos.
FELIZ NAVIDAD
El significado de la expresión “Feliz Navidad”, como todo lo que se convierte en rutinario, está muy desprestigiado; pero, ahora, más que nunca en nuestras vidas actuales, está casi vacío del verdadero contenido que debería impregnar estos términos.
Como se puede entrever en lo que vengo diciendo, para mí, la Navidad es una época, que abarca los días próximos al 25 de diciembre, en la que celebramos el Nacimiento de Jesús, que es el Encargado de hacernos ver y recordar que Dios comparte el mundo con los hombres (y viceversa), con todas sus ventajas y consecuencias, destacando la participación en la creación de lo positivo en sentido amplio, para lo que Jesús nos enseña y nos ayuda a cumplir las normas que debemos seguir: amar, no hacer el mal y hacer todo el bien que podamos desde el mayor anonimato posible.
Pero no es lo mismo estar en Navidad que expresar nuestros deseos durante la Navidad. Si Navidad es un periodo limitado y corto, por costumbre, desear durante la Navidad es desear para un periodo de un año; de manera que contraemos la expresión “Esta Navidad te deseo que seas feliz hasta la próxima” y la sustituimos por “Feliz Navidad”.
No está mal desear felicidad en momentos en los que estamos alegres, celebrando y festejando algo, ya que acordarnos de nuestros seres queridos en esos momentos, aunque sea inconscientemente, al pronunciar un deseo con las palabras relacionadas con ese momento (Navidad), desencadena sentimientos positivos en quien emite el mensaje y en quien lo recibe. Es así como la expresión “Feliz Navidad” ha pasado a significar “En estos momentos de regocijo deseo que se cumplan las condiciones que te hagan sentirte feliz hasta la próxima Navidad”.
El problema viene cuando nos ponemos a pensar en el significado que tiene la palabra “felicidad” para el depositario de los deseos, en lo que significa ser “feliz” para el que los recibe. Por no extenderme, no entraré aquí en analizar teorías sobre la felicidad, ni en si la felicidad es un estado tras*itorio o permanente…, pero sí quiero señalar la evidencia de los contenidos que hacen felices a los seres humanos: a unos les hacen felices unas cosas y a otros, otras. Ese estado de ánimo placentero que es la felicidad se produce para unos con la posesión de bienes materiales, para otros con la posesión de conocimientos y/o de bienes inmateriales; entre los unos o los otros, hay bienes que el individuo en cuestión considera necesarios para ser feliz, algunos, incluso, pueden ser necesarios, pero no suficientes…; para unos un mundo feliz es un mundo lleno de justicia, libertad, igualdad y paz, para otros el mundo será feliz cuando “la tortilla se vuelva” y siga habiendo gente que sufra, pero que sean “los otros”; unos son felices viendo felicidad en los demás, otros lo son viendo sufrir a los que no son “de los suyos”; unos son felices defendiendo la vida y otros lo son dando fin…
Por desgracia, en la Navidad 2015 se ha respirado la tensión, el rencor, el repruebo, la vuelta a los malos recuerdos, los deseos de que “yo sea feliz con los míos, pero que se fastidien los otros”, en definitiva, la Navidad 2007 está impregnada de deseos a dos bandas, y con la misma fuerza, de que, unos por unas cosas y otros por otras, para ser feliz es necesario que la otra mitad sea infeliz, es necesario que “la tortilla se vuelva”.
En resumen…
- Se ha manipulado y tergiversado el significado de la “Navidad”, llevándolo hasta el desencanto, como pieza clave que es para conseguir el desprestigio de las religiones cristianas; en España, principalmente, de la religión católica (por ser una herramienta fundamental para frenar e impedir los deseos de felicidad, de manera que se implante la maldad a base de rencor, venganza, destrucción…), convirtiendo estas fechas en Navidad, pero menos.
- Se ha extendido la costumbre de desear “Feliz Navidad” a todo el mundo, sin tener en cuenta que el significado de la expresión “En estas fechas te deseo que seas feliz todo el año próximo” significa el deseo de que se cumplan las condiciones que hacen feliz al receptor del mensaje, y que hay receptores que necesitan para ser felices el cumplimiento de unas condiciones que no es bueno que las deseemos.
Por lo que queremos felicitar la Navidad..., pero menos; es decir, personalmente y en nombre de todo el equipo de Paz Digital, volviendo a una expresión más que justificada y prácticamente perdida en la actualidad:
OS DESEAMOS FELIZ NAVIDAD A TODAS LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD
A los demás les deseamos que sean infelices, ya que deseamos que no se cumplan sus expectativas de felicidad a base de sucesos necesarios para que estos individuos puedan sentirse felices; deseamos para ellos que, como consecuencia de su infelicidad, se pasen a la fila de las personas de buena voluntad para que –entonces sí- se les aplique nuestro anterior deseo.
Por esto, y por la escasez de espíritu navideño, unido a la escasez de presencia en la sociedad de la expresión “Navidad”, creemos que ha habido un salto cualitativo y cuantitativo de implicaciones desmesuradas en lo que venimos señalando como el efecto “Feliz Navidad…, pero menos".
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¿Feliz Navidad?, pero menos.
La ausencia del espíritu navideño contra el cristianismo, contra la religión católica, contra Dios, contra Jesús, contra lo bueno, contra el hombre…
Hoy es el día de Navidad, un día en el que los cristianos celebramos la Natividad o Nacimiento de Jesús, El Cristo, el Hijo de Dios para unos; y para casi todos, el que compartió, ayudó y se dejó ayudar de pobres y ricos, de religiosos y cortesanas, de fieles e infieles; el que dio valor a lo material y a lo espiritual, a la buena carne, al buen pescado y al buen vino, pero también al buen retiro espiritual y a la Buena Nueva, a la Palabra clara, concisa, dura o menos dura, en defensa de la Verdad, de la Justicia, de la Libertad, de la Paz sin ramplonería…; el que tuvo una infancia feliz; el que no nació pobre –como nos quieren hacer ver-, ya que nació rodeado de la mayor riqueza, el amor; pero, además, de ser ciertas las circunstancias que nos cuentan, tampoco era pobre materialmente hablando, puesto que en aquella época tener una burra no era poco, nacer en un portal era bastante habitual, disponer del calor de un buey y una mula no era poco para el momento; el que no podía echar de menos mayores comodidades, ni la escasez de ellas podían hacerle infeliz porque nadie es infeliz por no tener lo que no conoce que existe, ni siquiera se puede desear aquello de lo que se desconoce su existencia. Para los creyentes en Jesús, Él es el que dijo “Por sus obras los conoceréis”; el que nos mostró a los que lo queremos ver que Dios es Uno en Nosotros y que, como componentes del Todo del que formamos parte, si queremos ser felices, estamos obligados a amarnos unos a los otros tanto como a nosotros mismos (lo que no significa ser templados, sino usar el látigo, si procede), haciendo todo lo bueno que esté en nuestras manos y evitando todo lo malo, todo por el placer de Ser y no por recibir honores (que tu mano derecha no conozca las buenas obras que hace tu izquierda)… El que se encargó de dirigir en la tierra la obra de Dios, enseñándonos a cooperar con Él y a beneficiarnos de ella. Éste es Jesús, del que hoy celebramos su Nacimiento: la Navidad.
Pero el verdadero significado de la Navidad ha ido difuminándose en los últimos tiempos, hasta convertirse en un mal remedo de lo que decimos que significa. En España, la Navidad ya no es lo que era hace tan solo cuatro años, por decir una fecha. Muchos han intentado cargársela y así seguirán como parte de la persecución religiosa que estamos viviendo, como en los viejos tiempos; de momento, sigue siendo Navidad, pero menos.
Toda la parafernalia del “Pobrecito Jesús” no es más que una herramienta para despertar la compasión. ¡Qué bien lo saben a su favor los enemigos de Jesús! Eliminada la compasión, despertadas las ansias materiales y de consumismo, ha sido fácil eliminar el componente navideño que hacía que muchos sintieran atracción por el Niño. Son las consecuencias del error de un mensaje que está en función del “dinero”: tan malo es amar a alguien por sus posesiones como por su falta de ellas. Amar a Jesús, celebrar su Nacimiento, debería estar fuera de las circunstancias de riqueza del Ser que ahora recordamos. Pero no es así, y los creadores de propaganda socialista lo saben muy bien: la sociedad está manipulada para que el que tiene menos odie al que tiene más –de ahí el repruebo de los progres comunistoides, también llamados socialistas, a los que consideran de derechas; en realidad, aunque es una creencia falsa, su repruebo está basado en que creen que los de derechas son más ricos-. Así, los propagandistas de la religión “Atea”, los socialistas en sus años de gobierno, llevaron a la sociedad a un consumismo feroz en la época navideña para que, desde la perspectiva de creyentes en la pobreza de Jesús, los creyentes aprendieran a “despreciarse” a sí mismos, para poco a poco ir cayendo en la trampa de rechazar al que era origen de “su auto-repruebo”, al propio Jesús.
El paso siguiente sería, es, el rechazo a ese consumismo para aumentar así el auto-repruebo, ahora por ser tan malos, por consumir tanto, habiendo tantas necesidades. Apelando, en esta ocasión, a la conciencia casi colectiva: necesidades de grupos, lejanos a ser posible, pero desprecio por el mendigo de la esquina. Olvidamos las enseñanzas de Jesús, amante de las fiestas y las buenas celebraciones consumistas; pocos recuerdan (o no quieren recordar) que Jesús se esforzó en hacer el milagro del Vino en una fiesta, aunque hubiese muchos pasando hambre, pocos valoran el significado del aprecio de Jesús por el aparente derroche en perfumes... Él sí tenía claro que lo uno no impide lo otro, o que cada cosa tiene su momento y su tiempo; Él sí sabía que en este mundo los recursos son infinitos y que no es malo gastar de vez en cuando en lujos y celebraciones. Pero las mentes perversas que manipulan las nuestras se propusieron, una vez “despreciado” del primer plano el mensaje del Jesús pobre, eliminar de nuestras conciencias los festejos de celebración del Nacimiento de Jesús. Atacaron por la vía del rechazo al consumismo, hasta terminar en un aparente “desliz”, que no es tal, del Ministro de Economía, Solbes: en Navidad, coman conejo, que es más barato. Detrás del “desliz” está el “No hagas fiestas de celebración importantes para recordar el Nacimiento de Jesús, Él no se merece que tú lo celebres con lo exquisito, Él no vale más que un conejo”. Y, aunque Jesús, en una celebración, hiciera gala de sus poderes para propiciar el lujo del Vino (cosa que debería ser motivo de reflexión para los creyentes), pocos han visto en el mensaje del “conejo” una incitación a la degradación de la celebración de la Navidad (no veo a Solbes incitando a comer conejos –más baratos- en las bodas, tan de moda socialista, por ejemplo). El mensaje es claro: celebremos la Navidad, pero menos.
Los intentos de acabar con la verdadera celebración de la Navidad no terminan ahí; había que atacar y anular todos los “frentes”. Hace unos años comenzaron con la cantinela de que la Navidad deberíamos celebrarla todo el año, todos los días de nuestra vida, unos tras otros. Palabras vacías, pero menos. Comenzaron a decirlo los “ateos” con un pseudo-significado próximo al de “sentar un pobre a tu mesa” (tiene gracia) y, como sonaba progre, se sumaron a la idea la mayoría de personas. Celebrar todo el año. ¿Cómo vamos a celebrar todo el año algo que tenemos definido en un día, o en un período perfectamente marcado en su definición, aunque ya ni lo recordamos, de manera que hemos visto que en Madrid se encienden las luces navideñas en noviembre, en vez de a partir del 8 de diciembre? Cuando hablamos de celebrar un Nacimiento (y la Navidad lo es) estamos utilizando un concepto, un significado, el significado de “celebrar”, que significa “Conmemorar, festejar una fecha, un acontecimiento”.
Por lo tanto, ajustándonos al significado, en la Navidad se conmemora y se festeja el Nacimiento de Jesús; y eso sucede así porque no se hace todos los días. En el fondo de la consigna “Navidad debe ser siempre” subyace el mensaje “todos los días deben ser iguales, todos los días estamos pendientes de otras cosas y no del Nacimiento de Jesús, olvídate de que Jesús vino al mundo, no celebres la Navidad; la Navidad no existe, solo son vacaciones o días de descanso y ‘fiestorro’ ateo”. Porque, claro, decir que estemos de fiesta todo el año, no encaja en ninguna mente, por mucho que intenten disfrazarlo con que quieren significar que tengamos buenos deseos, pero esta es otra historia, la de la felicidad, que daría para otro artículo y que aquí solo tocaremos de pasada más abajo…
Antes, para la mayoría de españoles, Navidad significaba tiempo de Paz, de unión, de perdón y reconciliación…, tiempo de esperanzas, de buenos deseos de que llegara un futuro mejor; la Navidad abarcaba el tiempo próximo al día 25 de diciembre (en el que culmina la celebración del Nacimiento de Jesús), iba desde el día 8 de diciembre (día de la Inmaculada Concepción) hasta el día de los Reyes Magos (el 6 de enero). Había muchos detalles que hacían ver que, en gran parte, se había convertido este intervalo de tiempo en un periodo comercial, pero no estaba exento de grandes ilusiones: re-encuentros familiares, amigos que se felicitaban, villancicos, portales de belenes; árboles y motivos navideños… llenaban las calles, los establecimientos comerciales, los escaparates y las casas de los españoles; la lotería de Navidad (el día 22) era todo un acontecimiento social; era Navidad y se notaba el ambiente festivo y de celebración, aunque el verdadero significado del término solo se sintiera en medio de todos estos agentes externos, que, en apariencia, lo distorsionaban, pero que se encargaban de mantener vivo el recuerdo del Nacimiento de Jesús, sus enseñanzas y su eterna presencia.
Este año, 2007, ¡hasta la lotería ha sido lotería, pero menos!; la lotería del “rellenito” ya no es tal, un “buen pellizco” de ahora no resuelve la vida como antes (no da ni para una vivienda; hasta ese extremo han subido los precios). No se han escuchado apenas villancicos por las calles céntricas de las grandes ciudades, ni por la megafonía de los ayuntamientos de las localidades de España, ni en los grandes almacenes, ni en los pequeños comercios; las televisiones casi han ignorado el verdadero motivo navideño, las radios casi han silenciado las voces infantiles (o no) de los conocidos, hasta “ayer”, concursos de villancicos; los portales vivientes han sido escasos, los no vivientes apenas se han visto; los adornos navideños se han reducido a cuatro bolas y unos cuantos tiestos con flores de Pascua (buscando la suerte de la riqueza); los árboles navideños han brillado por su ausencia (hay que proteger los bosques, ésa es otra); las postales navideñas ya apenas se usan (¡cualquiera hace el esfuerzo!)…; internet no va a ser menos, no hemos visto el despliegue navideño de otros años, éste se ha ventilado el asunto con las cuatro bolas en el mejor de los casos, huyendo de la expresión “Navidad” por todos los medios.
La gente ha llenado las calles porque los niños tienen vacaciones y cualquiera los aguanta en casa, o porque todavía queda el rescoldo de salir de compras (ahora, sin dinero); no se han visto las calles llenas de personas cargadas de bolsas de regalos, ni con panderetas, ni apenas hemos visto niños pidiendo el aguinaldo; se ha adueñado de los ciudadanos una especie de pesadumbre, venida de los lavados de cerebros para menospreciar la celebración navideña, y de la falta de recursos económicos a la que han llevado a la sociedad los “recomendadores” del conejo; el caso es que todo un fenómeno, digno de estudios más minuciosos, ha sucedido: en la Navidad 2007 de España se ha ausentado de la sociedad el espíritu navideño.
No se palpa el sentimiento de que Dios sigue compartiendo el mundo con los hombres y viceversa, de que Jesús nos sigue acompañando e instruyendo, de que celebramos su Nacimiento. Para los incrédulos, para los amantes de la fe conocida como “ateísmo”, se trataba de eliminar este sentimiento, y, para ello fueron a la raíz, al propio sentimiento… No nos vencerán a los creyentes en Jesús, por más que sigan sumando intentos y que nos hayan hecho percibir que para la mayoría de ciudadanos la Navidad 2007 es Navidad, pero menos.
FELIZ NAVIDAD
El significado de la expresión “Feliz Navidad”, como todo lo que se convierte en rutinario, está muy desprestigiado; pero, ahora, más que nunca en nuestras vidas actuales, está casi vacío del verdadero contenido que debería impregnar estos términos.
Como se puede entrever en lo que vengo diciendo, para mí, la Navidad es una época, que abarca los días próximos al 25 de diciembre, en la que celebramos el Nacimiento de Jesús, que es el Encargado de hacernos ver y recordar que Dios comparte el mundo con los hombres (y viceversa), con todas sus ventajas y consecuencias, destacando la participación en la creación de lo positivo en sentido amplio, para lo que Jesús nos enseña y nos ayuda a cumplir las normas que debemos seguir: amar, no hacer el mal y hacer todo el bien que podamos desde el mayor anonimato posible.
Pero no es lo mismo estar en Navidad que expresar nuestros deseos durante la Navidad. Si Navidad es un periodo limitado y corto, por costumbre, desear durante la Navidad es desear para un periodo de un año; de manera que contraemos la expresión “Esta Navidad te deseo que seas feliz hasta la próxima” y la sustituimos por “Feliz Navidad”.
No está mal desear felicidad en momentos en los que estamos alegres, celebrando y festejando algo, ya que acordarnos de nuestros seres queridos en esos momentos, aunque sea inconscientemente, al pronunciar un deseo con las palabras relacionadas con ese momento (Navidad), desencadena sentimientos positivos en quien emite el mensaje y en quien lo recibe. Es así como la expresión “Feliz Navidad” ha pasado a significar “En estos momentos de regocijo deseo que se cumplan las condiciones que te hagan sentirte feliz hasta la próxima Navidad”.
El problema viene cuando nos ponemos a pensar en el significado que tiene la palabra “felicidad” para el depositario de los deseos, en lo que significa ser “feliz” para el que los recibe. Por no extenderme, no entraré aquí en analizar teorías sobre la felicidad, ni en si la felicidad es un estado tras*itorio o permanente…, pero sí quiero señalar la evidencia de los contenidos que hacen felices a los seres humanos: a unos les hacen felices unas cosas y a otros, otras. Ese estado de ánimo placentero que es la felicidad se produce para unos con la posesión de bienes materiales, para otros con la posesión de conocimientos y/o de bienes inmateriales; entre los unos o los otros, hay bienes que el individuo en cuestión considera necesarios para ser feliz, algunos, incluso, pueden ser necesarios, pero no suficientes…; para unos un mundo feliz es un mundo lleno de justicia, libertad, igualdad y paz, para otros el mundo será feliz cuando “la tortilla se vuelva” y siga habiendo gente que sufra, pero que sean “los otros”; unos son felices viendo felicidad en los demás, otros lo son viendo sufrir a los que no son “de los suyos”; unos son felices defendiendo la vida y otros lo son dando fin…
Por desgracia, en la Navidad 2015 se ha respirado la tensión, el rencor, el repruebo, la vuelta a los malos recuerdos, los deseos de que “yo sea feliz con los míos, pero que se fastidien los otros”, en definitiva, la Navidad 2007 está impregnada de deseos a dos bandas, y con la misma fuerza, de que, unos por unas cosas y otros por otras, para ser feliz es necesario que la otra mitad sea infeliz, es necesario que “la tortilla se vuelva”.
En resumen…
- Se ha manipulado y tergiversado el significado de la “Navidad”, llevándolo hasta el desencanto, como pieza clave que es para conseguir el desprestigio de las religiones cristianas; en España, principalmente, de la religión católica (por ser una herramienta fundamental para frenar e impedir los deseos de felicidad, de manera que se implante la maldad a base de rencor, venganza, destrucción…), convirtiendo estas fechas en Navidad, pero menos.
- Se ha extendido la costumbre de desear “Feliz Navidad” a todo el mundo, sin tener en cuenta que el significado de la expresión “En estas fechas te deseo que seas feliz todo el año próximo” significa el deseo de que se cumplan las condiciones que hacen feliz al receptor del mensaje, y que hay receptores que necesitan para ser felices el cumplimiento de unas condiciones que no es bueno que las deseemos.
Por lo que queremos felicitar la Navidad..., pero menos; es decir, personalmente y en nombre de todo el equipo de Paz Digital, volviendo a una expresión más que justificada y prácticamente perdida en la actualidad:
OS DESEAMOS FELIZ NAVIDAD A TODAS LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD
A los demás les deseamos que sean infelices, ya que deseamos que no se cumplan sus expectativas de felicidad a base de sucesos necesarios para que estos individuos puedan sentirse felices; deseamos para ellos que, como consecuencia de su infelicidad, se pasen a la fila de las personas de buena voluntad para que –entonces sí- se les aplique nuestro anterior deseo.
Por esto, y por la escasez de espíritu navideño, unido a la escasez de presencia en la sociedad de la expresión “Navidad”, creemos que ha habido un salto cualitativo y cuantitativo de implicaciones desmesuradas en lo que venimos señalando como el efecto “Feliz Navidad…, pero menos".
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