Episodios de la historia de España no tan conocidos

Parte de la historia mas desconocida de España, tanto en la propia España como fuera de ella, y muy especialmente en los antiguos territorios de la America española como Asiáticos, que recordemos, jamas fueron consideradas colonias como en el caso de los imperios británico y francés por poner algunos ejemplos, son los periodos de así llama "independencia" o "emancipación" que no fueron otra cosa que guerras civiles.

Aunque han pasado un par de siglos desde aquello y muchos esfuerzos se han hecho para borrar los hecho puros y duros así como para tergiversar la historia, aun a día de hoy existen voces discordantes en lo que fueran los territorios de ultramar que hacen valer su opinion critica sobre el asunto.

Hoy os traigo una que me parece especialmente interesante:





Una reflexión sobre las independencias (Latinoamericanas)

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En Argentina, el próximo 9 de julio se celebrará el bicentenario desde la declaración de la independencia en aquel año de 1816. Las encomiásticas celebraciones estarán repletas de loas a los próceres que rompieron el yugo de la opresora y colonialista España, liberando a los pobres indígenas de tres siglos de explotación, y demás lugares comunes profundamente arraigados en el imaginario popular.


No obstante, nosotros consideramos que se trata de una ocasión más que oportuna para brindar un espacio a la reflexión y a la crítica, proponiendo la revisión de los hechos comúnmente aceptados como válidos y presentando perspectivas históricas alternativas. Es por eso que en estas breves líneas tenemos el objetivo de poner en tela de juicio algunos de los tópicos más recurrentes de aquel fenómeno conocido como guerras de emancipación.
En primer lugar, cabe señalar que lo que normalmente concebimos como guerras de descolonización, como enfrentamientos entre criollos y peninsulares, no fueron tales.

Los conflictos bélicos que convulsionaron el continente americano a partir de 1810 más bien revisten el carácter de una guerra civil en la que es posible encontrar blancos, indígenas, mestizos y neցros en ambos bandos. Así lo confirma el norteamericano Clarence Haring (1): “Las guerras de independencia fueron esencialmente guerras civiles. Uno de los rasgos más llamativos de todo el movimiento fue la prueba de lealtad a España, que dio gran parte de la población.

En muchas regiones, el núcleo de las fuerzas realistas estaba constituido por hispanoamericanos, y, en algunas provincias, resultaba imposible crear una oposición seria o sostenida contra la Corona”. Efectivamente, el sentimiento de lealtad a España entre los habitantes de las Indias era tal, que en realidad era un escaso número de criollos ilustrados el que albergaba deseos de secesión, permaneciendo una gran mayoría de pobladores fieles a la progenitora Patria.

Un testimonio de un realista del Perú (se desconoce el nombre del autor; solo firma bajo el pseudónimo El Peruano), que data de noviembre de 1823 y que es recogido por Enrique de Gandía en su obra La independencia americana (2), nos ayudará a comprender la magnitud de la fidelidad de las Indias al Rey de España: “Si nuestros ilusos paisanos, con la malicia que se caracteriza desde que se rebelaron, pretenden sorprender a las naciones extranjeras con hacerles ver que la guerra de estos países es de todos los habitantes contra los españoles europeos, sepa el mundo entero que los que llevamos en el Perú las armas somos la mayor parte hijos de la América, que peleamos y pelearemos por conservar nuestra tranquilidad y el rango de ciudadanos españoles hasta derramar la última gota de nuestra sangre…”.

Este documento nos acredita que la maliciosa propaganda de los separatistas pretendía presentar el conflicto como una guerra entre americanos y europeos, falacia ampliamente desmentida por la realidad de los acontecimientos, a la vez que expresa el sentimiento de lealtad y amor hacia España que prevalecía en todas las capas de la población, en este caso, del virreinato del Perú.

Esta resistencia popular a la separación fue la razón por la que el conjunto de guerras civiles se prolongó por tanto tiempo, desde la conformación de las famosas juntas en 1810 (19 de abril en Caracas, 25 de mayo en Buenos Aires, etc.) hasta la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Y eso sin contar los últimos bastiones realistas que fueron sangrientamente reducidos años más tarde, como el que representaron los habitantes de Chiloé o los hermanos Pincheira en Chile y Argentina.

Como indicamos anteriormente, fue una minoría de criollos afrancesados la que manifestaba intenciones secesionistas, y que oportunamente aprovechó la trágica circunstancia de la caída de la Junta de Sevilla y de la práctica total ocupación de España por parte de las fuerzas napoleónicas en aquel fatídico 1810. Nuevamente nos remitimos a Haring para acreditar cuanto aquí afirmamos: “Las revoluciones americanas fueron obra de unos pocos dirigentes ilustrados y perspicaces, quienes en muchas regiones, representaban la ambición, abrigada por los criollos más cultos, de sustituir en el gobierno y en el comercio a los españoles peninsulares…”. Simple y claro.

En efecto, fue la ambición de grupúsculos de comerciantes, contrabandistas y terratenientes, nucleados en las omnipresentes logias de cuño masónico, quienes aprovecharon la ocasión para romper con la progenitora Patria, con el infaltable apoyo británico, sin el cual muy difícilmente hubiera tenido lugar la secesión.

El objetivo último del movimiento consiste en vincularse económicamente con el ascendente imperio británico, convirtiendo a los viejos reinos de Indias en colonias informales de Gran Bretaña. Dejemos que sea el propio Bolívar, el más conspicuo de entre los “libertadores”, quien nos diga cuál sería el rol económico a desempeñar por las flamantes repúblicas: “Nosotros por mucho tiempo no podemos ser otra cosa que un pueblo agricultor capaz de suministrar las materias más preciosas a los mercados de Europa, el más calculado para fomentar conexiones amigables con el negociante y el manufacturero” (3).

Así, se cumpliría el tristemente célebre apotegma del economista británico Richard Cobden, según el cual Sudamérica sería la granja, y Gran Bretaña, el taller del mundo.

Pero no se trata tan solo de una subordinación económica a cambio del apoyo logístico, militar y diplomático de Gran Bretaña. También asistimos a un fenómeno de colonización mental y cultural, pues la nueva clase dirigente criolla adopta para sí las formas culturales anglo-francesas, con el consiguiente desprecio por la Hispanidad, cuyas razas pasan a ser consideradas como inferiores e incapaces del progreso y la ilustración.

Un personaje arquetípico de la anglofilia que prendió de forma tan arraigada entre los nuevos jefes americanos es el argentino Bernardino Rivadavia, gran amigo de Jeremy Bentham, padre del utilitarismo, a quien le dirigía las siguientes palabras en carta de agosto de 1818, recogida por el historiador John Street (4): “¡Qué grande y gloriosa es vuestra Patria!, mi querido amigo. Cuando considero la marcha que ella sola ha hecho seguir al pensamiento humano, descubro un admirable acuerdo en la naturaleza que parece haberla destacado del resto del Mundo a propósito”. Resulta sumamente ilustrativo que el primer presidente argentino, en 1826, haya sido un anglófilo del calibre de Rivadavia, en cuyos tiempos —añade Street— “hasta los reglamentos para los debates de la nueva Cámara de Diputados eran los del Parlamento inglés”.

De esta manera, la sumisión económica y mental hacia el mundo anglosajón determinó el triste destino de las repúblicas desgajadas del tronco común, proceso en el que los españoles de uno y otro lado del Atlántico fueron derrotados, y en el que las potencias ascendentes, con Gran Bretaña a la cabeza, fueron las únicas victoriosas. Muy pronto se dedicaron a rapiñar sin piedad los indefensos trozos que otrora habían conformado el poderoso imperio español.

(1) Haring, Clarence, El imperio hispánico en América, Ediciones Solar / Hachette, Buenos Aires, 1966, página 352.
(2) De Gandía, Enrique, La independencia americana, Ed. Mirasol, Buenos Aires, 1961, página 87.
(3) Bolívar, Simón, Obras completas, Tomo I, Ediciones Fundación para la investigación y la cultura, Bogotá, 1979, página 488.
(4) Street, John, Gran Bretaña y la independencia del Río de la Plata, Ed. Paidos, Buenos Aires, 1967, pp. 263-264.

Una reflexión sobre las independencias - La Abeja
 
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Asi a bote pronto poca gente sabe el Principe neցro se paseo por España para dar por saco y que tan pronto como llego se marcho. Incluso algun historiador se averntura a decir que le ofrecieron la corona del Reino de Galicia...

Se marchó pero llevándose un rubí como regalo de Pedro I de Castilla. En actualidad ese rubí es el más famoso del planeta porque está engarzado en la corona real británica.

Un rubí de la Alhambra en la Corona Británica
 
El día que la Armada española derrotó a los samuráis japoneses

A finales del siglo XVI, la marina española se convirtió en la primera y única flota occidental en derrotar a estos fieros guerreros nipones

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La figura de los samuráis, fieros guerreros del antiguo imperio japonés, está envuelta en un auténtico halo de leyenda que los muestra como hombres a los que casi era imposible derrotar. Sin embargo, lo cierto es que estos luchadores no solo no eran invencibles, sino que fueron derrotados por la Armada española.

Este desconocido episodio de la historia, tal y como devela el autor del blog «Foro naval», ocurrió hacia 1580, cuando según narra el investigador Carlos Canales en su libro «Tierra Extraña», el gobernador español en las Islas Filipinas, don Gonzalo de Ronquillo, tuvo noticias de la llegada de un fuerte contingente de piratas japoneses que estaban hostigando y saqueando a los indígenas filipinos en la provincia de Luzón, zona bajo la protección administrativa española.

Ante esta situación, Ronquillo envió hasta Luzón al capitán de la Armada Juan Pablo Carrión, al mando de una flotilla compuesta por siete embarcaciones y varias decenas de infantes de marina de los Tercios de Mar de la Armada española. El objetivo era expulsar a los fieros piratas japoneses, que resultaron ser temibles guerreros samuráis.

Tras ganar una primera batalla, frente a un barco nipón que navegaba por la zona, los japoneses enviaron una flota de diez navíos para vengarse de los españoles. Sin embargo, tras varios combates, tanto en tierra como marítimos, las fuerzas españolas consiguieron vencer y expulsar de Filipinas a los japoneses.

Estas batallas suponen la única evidencia histórica de un enfrentamiento armado entre europeos y samuráis. De este episodio, la historia tradicional japonesa cuenta que sus guerreros fueron derrotados por unos demonios, mitad peces mitad lagartos, llegados en unos grandes y extraños barcos neցros. Estas criaturas salían como bárbaros de la mar y atacarles tanto en tierra como en mar era un asunto peligroso y casi suicida.

Desde entonces los samuráis llamaron a los infantes de marina españoles «wo-cou» (peces-lagarto), en reconocimiento a la audacia con la que habían luchado y vencido en los Combates de Cagayán.

El día que la Armada española derrotó a los samuráis japoneses - ABC.es
 
El español que dio la mayor estocada a la Bolsa de Londres

En la madrugada del 9 de agosto de 1780, una rapidísima fragata española de exploración descubriría un convoy inglés formado por 55 navíos

En la madrugada del 9 de agosto de 1780, abrazada por una intensa bruma atlántica y cuando ya despuntaba el alba, una rapidísima fragata española de exploración descubriría a 60 leguas del Cabo de San Vicente un convoy inglés compuesto por cincuenta y cinco navíos repletos de vituallas, más de ochenta mil mosquetes, un sinnúmero de piezas de artillería, trescientos barriles de pólvora, uniformes para una docena de regimientos y carga varia. Se dirigían, en el contexto de la Guerra de la Independencia que las colonias americanas mantenían contra la metrópoli, hacia algún lugar indeterminado de la costa de Florida para desembarcar su mensaje de fin contra los alzados colonos.

El capitán de aquel cuchillo del mar maniobró con pericia ciento ochenta grados y en trayectoria inversa se limitó a aproar con vientos portantes hacia el grueso de la flota española que esperaba agazapada al sur de Portugal.

Se hicieron con un botín de mas de un millón de libras esterlinas en lingotes de oro y plata



La mayor derrota naval sufrida por Inglaterra, a lo largo de su historia y hasta hoy día fue infligida en un magistral golpe asestado, al alimon, por unos activos y entrenados servicios de inteligencia, que desde Londres y por doble conducto, habían advertido al conde de Floridablanca y este, a su vez, a los dos primeros espadas de la armada española; el sevillano Luis de Córdova y el vasco José de Mazarredo, que en una increíble hazaña sin precedentes en el permanente contencioso entre ambos países, conseguirían quebrar la bolsa de Londres evitar un golpe mortal a las exhaustas milicias trasatlánticas y hacerse con un botín de más de un millón de libras esterlinas en lingotes de oro y plata, sin contar con el inevaluable monto de los barcos capturados y más de tres mil prisioneros, que se dice pronto. Todo de una tacada y sin despeinarse.

Las pérdidas supusieron para los británicos su mayor desastre logístico, naval y un golpe jovenlandesal de una contundencia inusual. Había llovido desde la fallida apuesta de la Armada Invencible.

La espada de Damocles
En aquel tiempo, Inglaterra estaba en una situación crítica por los frentes abiertos y por la indefensión de la población insular. Por un lado, el levantamiento de los colonos norteamericanos devoraba literalmente a la élite de la infantería isleña. Por otro lado, la constante amenaza de una potencial oleada turística de la siempre amenazante flota combinada hispano–francesa actuaba como una espada de Damocles y fijaba tropas indispensables en otros frentes tales como el de India , que aunque de baja intensidad , actuaba como una lenta erosión sobre los británicos .

Los franceses frenaban la iniciativa de los españoles argumentando que había que destruir primero la flota inglesa


En 1779 y aliada con Francia por los pactos de familia, España había sometido a bloqueo comercial a Inglaterra in situ.
Las naves británicas habían sido comprimidas literalmente en sus puertos de origen y su comercio estaba al borde del colapso por los golpes asestados. El temor a una oleada turística era patente y todas las poblaciones costeras del sudeste habían sido evacuadas en previsión del golpe definitivo.

El vasco Mazarredo era rotundo en su diagnóstico y promovía la idea de un desembarco inmediato con todas las opciones a su favor. Por el contrario los franceses frenaban la iniciativa de los españoles argumentando que había que destruir primero la flota inglesa que ya estaba bastante impedida y mermada por el bloqueo. La tesis francesa se impuso y se perdió una oportunidad de oro. El cólera y tifus hicieron ambos acto de presencia entre los embarcados y finalmente los supervivientes acabaron en Brest jugando a los naipes.

Los héroes de una gloriosa jornada

La intensa presión a la que estaban sometidos los súbditos de la Union Jack era de tal magnitud que se batían en retirada en todos los frentes. Por si fuera poco, el ínclito y temido gobernador de la Luisiana española, Bernardo de Gálvez, se había aficionado a aplicar severos correctivos a los soldados de su majestad y les había arrebatado en una serie de fulgurantes victorias, Baton Rouge, Mobile, Pensacola y una docena de fuertes sin darles tiempo a reaccionar y causándoles espantosas pérdidas materiales y humanas.


España es una nación muy proclive a la amnesia


Entre los intervinientes en aquella gloriosa jornada de agosto de 1780 cabe destacar al almirante vasco Mazarredo. Era este un genio intuitivo y organizador de talante reformista y afrancesado, un ilustrado al que le ponía frenético el apolillamiento y carcoma instalada en la rancia España de la época y un inveterado lobo de mar que luchaba con denuedo por una reforma de la marina local. Pretendía alejarla del anquilosamiento y la desidia de los gobernantes del momento.

A él le debe España haber salido indemnes de la batalla del Cabo Espartel y del enésimo asalto a Cádiz. Quedan para la historia sus enfrentamientos con Napoleón en el diseño de las actuaciones en el marco de la guerra marítima contra los ingleses y la reforma a marchas forzadas de una flota –la española–, que revitalizó a base de respiración asistida. Innovó tanto y tan profundamente que obligó a todas las naves de combate a llevar los novedosos barómetros marinos diseñados por el mismo, los cuales permitían a través de la información que proporcionaban, efectuar golpes sorpresa o retiradas a conveniencia siendo soporte indispensable para el mando embarcado.

Mazarredo anunciaría con anticipación el desastre de Trafalgar en una crónica de una batalla perdida de antemano. Asimismo se quejaría amargamente del lamentable estado en que se encontraba la flota y el pésimo mantenimiento de los arsenales. Su destitución fue fulminante. Goya lo retrataría en su habitual serenidad en una obra que a día de hoy permanece en paradero desconocido. España es una nación muy proclive a la amnesia.

Aterrorizaron literalmente y sin concesiones durante una veintena de años largos a los británicos

Junto a Mazarredo estaba ese día otro grande e ilustre marino donde los haya. Se llamaba este Luis de Cordova. Era un marino enjuto y de mirada sagaz. Sevillano de nacimiento era la pareja de baile perfecta de Mazarredo. Más conservador el andaluz que el vasco a pesar de tener en ocasiones posiciones encontradas, siempre acababan estrechando sus manos y su amistad fue siempre de largo recorrido. Ambos aterrorizaron literalmente y sin concesiones durante una veintena de años largos a los británicos, reconociendo estos en documentos ampliamente contrastados su impotencia para acabar con este par de elementos.

Talento no nos faltaba, pero los medios eran escasos y además obsoletos. La desidia lo cubría todo y campaba a sus anchas. Mazarredo y Cordova lucharon contra viento y marea por dignificar el rol del marinero y dotar a la armada de una pegada importante.

En aquella descafeinada batalla en la que los ingleses no llegaron a montar sus armas impresionados por el rápido golpe de efecto español, estaba al mando John Montray. Este almirante de segunda división no dio la talla en ningún momento, pues abandonó literalmente a la totalidad del convoy a su suerte. Su indigna e improcedente conducta, pues podía haber efectuado algunas salvas simbólicas para salvar la cara, le condujo ante un tribunal de guerra que fue muy expeditivo con él. Fue mandado a sembrar coles a Wight para los restos.

España tiene debidamente documentadas sus derrotas en vitrinas y dioramas, en bibliotecas y en la memoria colectiva; por el contario en Inglaterra no se ve atisbo alguno de las derrotas que infligió nuestra nación por docenas a Albión. Dios salve a la Reina de sus desmemoriados historiadores.

Historia: El español que dio la mayor estocada a la Bolsa de Londres. Blogs de Empecemos por los principios
 
Interesantísimo el hilo.

Muchas gracias.

5 estrellas
 
Hay tantas historias en nuestro pasado que son poco conocidas:
- El primer hospital psiquiátrico de la historia lo fundó en Valencia Joan Gilabert Jofré, en 1409.
- El primer banco público, La Taula de Canvi de Barcelona, de 1401.
- Los primeros tratados de educación de sordomudos, de Juan de Pablo Bonet (y otros autores españoles), de 1620.
- El primer tratado sobre la bolsa de valores, de Jose Penso de la Vega, de 1688.
- Primer sistema parlamentario, reconocido por la Unesco, León 1188.
- Que el ajedrez moderno se inventó en España.
- Que los jesuitas, orden española, ha educado a media Europa y ha dado cientificos como Descartes, Hume, o Acosta.
- La infanteria de marina española ha llevado a cabo el único asalto de la historia a una fortaleza desde barcos, una auténtica locura, imaginaros. Y tuvo exito.
- La embajada permanente mas antigua del mundo es la de España en el Vaticano si no recuerdo mal.
- Los marines (la infantería de marina) se crearon en España, en tiempos de Carlos I, evolucionando las ideas de El Gran Capitán.
- El Gran Capitán y la españa imperial cambiaron el arte de la guerra, dando inicio a la era de la infantería: unidades pequeñas, mucha movilidad, importancia de los arcabuceros...

Hay cientos de historias más del estilo. La historia de España es BRUTAL.
 
Historia de Pedro Páez, el español que llegó en 1613 a las fuentes del Nilo Azul

Olvidada durante siglos, se publica por primera vez en español su gran «Historia de Etiopía», una obra geográfica y científica germinal

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Entre los cientos de exploradores y aventureros que la historia de España puede mostrar con orgullo, pocos son comparables a Pedro Páez, un misionero jesuita, madrileño por el mundo en el siglo XVII, nacido en 1564 en la pequeña localidad de Olmeda de las Fuentes. Fue el primer europeo en beber café y documentarlo, el primer occidental en llegar a las fuentes del Nilo Azul (ni siquiera hemos defendido este logro suyo frente a lo que dice la historia oficial, que concede el «descubrimiento», cómo no, a un anglosajón, James Bruce, que llegó al mismo lugar 152 años más tarde) y el primero en muchas más cosas.

Da que pensar que aquel adelantado que llegó a las fuentes del Nilo Azul hallara también allí manantiales para tanto olvido, puesto que hemos oído hablar tan poco de sus logros. Solo recientemente ha sido reivindicado en toda su dimensión, por escritores como Javier Reverte, que lo descubrió casi por casualidad y narró su historia en el libro «Dios, el Diablo y la aventura». Uno de los datos más elocuentes de lo lejos que hemos estado de hacer justicia a su memoria es que la gran obra de Páez estaba inédita en español. La «Historia de Etiopía», libro germinal para la literatura científica e histórica, permanece con una vigencia intacta porque lo escribió un hombre de honda cultura y afán incansable de contrastar la verdad.

Así lo recuerda Javier Reverte, en una conversación con ABC: «Los ingleses lo valoran como un antecedente de Darwin porque es un libro de alto contenido científico. Dice el propio Pedro Páez en el prólogo del libro que ningún dato de los que aparecen es invención, sino que, o bien lo ha visto, o bien lo ha preguntado a dos o tres personas al menos. Sus fuentes son absolutamente comprobadas, y hay que pensar lo que era eso en 1620, todo un antecedente del periodismo y la ciencia modernos».

Pero, ¿cómo llegó a Etiopía este jesuita intrépido? Todo en su vida es aventura, algo que le llevaría a un cautiverio cervantino. Nacido, como decíamos en Olmeda de las Fuentes (llamado Olmeda de las Cebollas en el siglo XVI), estudió en Coimbra, cuando Felipe II había aunado las Coronas portuguesa y española. Allí ingresó en la Compañía de Jesús. Pronto destacó por su gran cultura y espíritu, así como por su talento para los idiomas.

Vendido como esclavo

A medida que el imperio crecía con nuevos horizontes, un «ejército» de misioneros era enviado para la evangelización de las nuevas tierras. En ese contexto Páez viajó a Goa, en la India. El destino que ya nunca le permitió regresar a España le tenía preparada una revuelta grave e inesperada. Desde Goa partió hacia Etiopía, acompañado del padre Antonio de Montserrat, pero en el camino ambos fueron capturados por los árabes. Inmediatamente fueron vendidos como esclavos a los turcos y permanecieron cautivos casi siete interminables años.

Primero fueron galeotes de la armada turca, dos espíritus refinados jugándose la vida en cada embate de remos. Luego atravesaron a pie la desolación de lo que hoy es Yemen y Arabia Saudí, por desiertos de los que hasta entonces nadie había oído hablar en Occidente y que tardaría en pisar otro europeo. Arrastraban pesadas cadenas por las arenas ardientes y se escondían en subterráneos que el sol recalentaba como hornos. Las insolaciones les producían delirios y minaban su salud.

Los espías de Felipe II

Felipe II tuvo noticia de este cautiverio -España poseía buenísimos espías además de exploradores- y ordenó que fueran rescatados. Volvieron a Goa, aunque Antonio de Montserrat murió al poco de regresar. Páez jamás se rendiría y decidió volver a Etiopía después de todo. Allí realizó su obra evangélica y científica. Empezó poco a poco, debatiendo con teólogos coptos ortodoxos, y acabó convirtiendo al catolicismo a dos emperadores con oficio prudente y con la política de aprender de los habitantes. Etiopía era el único país de áfrica con lengua escrita, el amárico y con otro idioma antiguo, como nuestro latín, que era el ge’ez. Y por si fuera poco sumar esos dos idiomas a todos los que hablaba, desde el árabe al turco y el latín, se convirtió en constructor de palacios platerescos, prudente consejero...

«Páez había visto un libro de un franciscano que hablaba de Etiopía mentando unicornios y fantasías, y contestó con su gran obra de cuatro tomos, que hizo como información fidedigna para los jesuitas», relata Javier Reverte. Se copió la obra y quedó un ejemplar en el Vaticano y otro en la Universidad de pantaleta, hasta la edición portuguesa de 1945. Hoy, Eduardo Riestra, de Ediciones del Viento, ha puesto fin a este olvido sobre un hombre que, según Reverte, «si fuera inglés sería un mito, como Livinston, y es parte de nuestra historia, un gran hito de la exploración y una figura histórica intocable».

Páez era un hombre de gran humildad, que conservó incluso mientras caminaba entre reyes. Al ver las fuentes del Nilo Azul escribió: «Y confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey Ciro y su hijo Cambises, el gran Alejandro y el famoso Julio César». En su historia reproduce, por ejemplo, la afectuosa correspondencia entre Felipe II y el emperador etíope, al que pedía el mejor trato para los misioneros que habían convertido un nuevo reino al catolicismo.

Páez está enterrado entre las ruinas de su palacio, que son las de su tiempo. Su obra acaba de cobrar vida para los lectores españoles. Con casos como este en España descubrimos que no es la envidia nuestro pecado nacional, sino el olvido.

Historia de Pedro Páez, el español que llegó en 1613 a las fuentes del Nilo Azul - ABC.es
 
La verdad es que es una vergüenza nacional el que todas estas magníficas historias sean desconocidas para el español medio, ¡qué buenas series y documentales se podrían hacer con estas historias!, ¡cuánto bien se le podría hacer al país contando todo esto y levantando un poco el orgullo de la gente!, gastamos una millonada en medios de comuncación y televisiones públicas que están dedicadas a la manipulación y al entontecimiento de la gente, ¡ojalá se dedicaran a contar estas historias!. Es verdad que estamos en manos de traidores desde hace décadas.
 
La Grand-Place de Bruselas es de la Época Española

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La Grand-Place de Bruselas es de la época española. Y su trazado tal como lo conocemos hoy también lo es. Bien pensado y con las fechas encima de la mesa es obvio, pero seguramente muy poca gente lo sabe (al menos nosotros no lo sabíamos…). Al ser conscientes de ello sentimos orgullo legítimo de que nuestros antepasados participaran directamente de algo tan bello. Pero vayamos por pasos…

Nos situamos en 1695. Luis XIV, el rey sol que dicen los franceses, tiene hambre por traducir su hegemonía en territorios. Juega a invertir muchos soldados y dineros en ampliar Francia por el Este: Valle del Rin, Países Bajos Españoles, Palatinado… (con lo de terreno que había en América…) provocando lo que se llama La Guerra de los Nueve años y que enfrenta Francia con todos aquellos estados que se ven atacados o afectados de una manera directa o indirecta (Sacro Imperio Romano-Germánico, Baviera, Portugal, España, Suecia, Holanda,… y me dejo algunos).

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Sin entrar en detalles, diremos que el Duque Villeroy, que estaba al frente de las operaciones por parte francesa, propone a Luis XIV (en la foto) bombardear Bruselas a modo de “toque de efecto” para intentar cambiar la dinámica negativa (para los franceses) que estaba tomando la guerra que habían iniciado. El Rey Sol se muestra encantado con la idea.

El bombardeo se perpetra durante los días 13, 14 y 15 de Agosto (a mala idea… en pleno puente…) de 1695. Tres días de bombardeos intensos en el mes más caluroso que sólo cesan cuando se consigue comprometer la artilleria francesa que se retira a posiciones más seguras.

Para entonces todo el centro estaba en llamas. El precioso ayuntamiento con su alta torre se salva del desastre por el único motivo de que era utilizado por los franceses como punto de referencia. Cuando quisieron derribarlo no tuvieron tiempo para hacerlo… o la pericia necesaria.

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Sea como fuere, en 1695, la Grand-Place estaba prácticamente destruida. Los Bruselenses se pusieron manos a la obra rápidamente. Civiles, gremios y autoridades con el propio rey Carlos II (soberano de Bélgica y rey de España) a la cabeza, pusieron todo de su parte para que en poco más de tres años quedara reconstruida prácticamente toda la plaza.

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Y ya que había que reconstruirla, se rediseñó para hacerla más rectangular y amplia. Es decir, tal y como la conocemos hoy en día. Así que sí, La Grand-Place es de la época española. Precisamente para mostrar ese agradecimiento hacia su monarca, el número 1 de la Grand-Place es el archiconocido edificio llamado “Le Roi d’Espagne”.

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La notable escultura del segundo piso representa al Rey Carlos II de España, de ahí el nombre del edificio, que con una de derechasda de siete tramos es uno de los más grandes y elegantes de la espectacular plaza.El restaurante que hay en planta baja toma el nombre del edificio en el que está (y no al revés). Ya puestos, no dejéis de tomaros una buena cerveza belga a la salud de Carlos II, bajo cuyo auspicio se reconstruyó y mejoró, con tan buen tino, esta preciosa plaza orgullo de bruselenses… y también de españoles.

Cuando vayáis a Bruselas, por favor, id con otra mirada y con la mente despierta para poner en tela de juicio muchas de las barbaridades (y sandeces y tonterías,…) que se cuentan sobre la presencia española en los Países Bajos.

La Grand-Place de Bruselas es de la Época Española
 
Fue un español, Juan Cobo, el primer traductor del chino a una lengua europea con su "Libro chino intitulado Beng Sim Po Cam, que quiere decir Espejo rico del claro corazón o Riquezas y espejo con que se enriquezca y donde se mire el claro y límpido corazón", desde el original mingxinbaojian, una recopilacion de textos filosoficos de los que no le gustan a Manoliko en 1583.

Asi mismo fue el primero en publicar un tratado de la lengua china con su "Lingua sinica ad certam revocata methodum quatuor distinctis caracterum ordinibus generalibus, specificis et individualis; seu vocabularium sinensis"

Y el primer europeo en atreverse a escribir en chino con su catecismo chino y una coleccion de textos de Seneca "Sententiae plures et graves philosophorum etiam gentilium ut Senecae et smilium ex eorum libris excertae et Sinicae reditae".

Podemos considerar a Juan de Cobo como el primer sinologo.

Fue tambien español el primer europeo tras Marco Polo en escribir un tratado sobre la sociedad china y su historia en su "Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reyno de la China" (1585) de Juan de Mendoza.

Este ultimo libro se puede leer online aqui

Historia de las cosas mas notables, ritos y costumbres del gran reyno de la China ... hecha y ordenada por el muy R. P. maestro Fr. Joan González de Mendoça,...
 
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LA CONQUISTA ESPAÑOLA EN VIETNAM (CONCHINCHINA)

¡Anda y vete a La Conchinchina!” . Esta expresión, ahora muy rara pero muy popular entre nuestros abuelos. Cuando se nombraba “la Conchinchina” se quería hacer referencia a un lugar muy muy remoto e irreal. En esta página se describe un Hecho de la Historia de España que tiene poco de irreal y que ha quedado oculto y olvidado para los españoles. Ocultado, por desidia o intencionadamente desde el propio estado, la decisiva participación de fuerzas españolas en la conquista de Saigón para los franceses, el 17 de febrero de 1859.

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Resumen de la Batalla de Saigón

Durante el reinado de Isabel II, el gobierno español presidido por O’Donnell, ordenó la participación de España en la Guerra de la Cochinchina, la actual Vietnam del Sur .

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Es decir, un siglo antes de que los norteamericanos intervinieran en la guerra de Vietnam, de donde se retiraron en 1973, un grupo de 1.500 soldados españoles (junto con tropas francesas) tomaron la ciudad de Saigón.

España había firmado en 1834 el Tratado de la Cuádruple Alianza junto con Gran Bretaña, Francia y Portugal. Los franceses querían desarrollar en la Cochinchina sus actividades comerciales, y su pretexto para intervenir fue la persecución desatada contra misioneros católicos, tanto franceses como españoles.

El asesinato de conversos católicos, misioneros españoles y del Obispo español José María Díaz Sanjurjo, desencadenó en 1858 la declaración de guerra y Francia requirió la cooperación de las tropas españolas acuarteladas en Filipinas. España, sujeta al Tratado de la Cuádruple Alianza, accedió a las peticiones francesas.

Una expedición de castigo de unos 3.000 soldados franceses, españoles y tagalos conquistó Da Nang, la principal ciudad de Vietnam central, en septiembre de 1858. Unos 1.500 soldados , españoles y tagalos, al mando delCoronel Ruiz de Lanzarote se unieron a las fuerzas francesas. Después de varias acciones de castigo, se dirigieron a Saigón, asaltando y tomando la ciudad el 17 de febrero de 1859.

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Durante los seis meses posteriores la ciudad fue sitiada por tropas nativas y con apenas 550 hombres entre franceses y españoles mantuvieron la posición hasta la llegada de refuerzos franceses.

El 23 de marzo de 1862 terminaba esta guerra de la Conchinchina y el 5 de junio de 1862, se firmó el tratado de paz entre Francia y Tu Duc el emperador de Annam sin la participación española, que asistió como simple invitada al acto protocolario conflicto tras la firma de la paz .

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Ficha de la Batalla de Saigón
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Antecedentes Históricos de la Batalla de Saigón

Los españoles estuvieron presentes en el sudeste asiático desde el año 1565, cuando la expedición de Legazpy tomó la isla de Cebú para el reino de Castilla. La expedición tuvo como objetivo principal la evangelización y acompañaba al guipuzcoano el fraile agustino Andrés Urdaneta.

En el actual Vietnam, los misioneros españoles estuvieron presentes desde el año 1678. El proyecto de colonización se centro en desarrollar e impulsar la red de comunidades religiosas para que pudieran desarrollar sus actividades de evangelización.

A mediados del siglo XIX el imperio de Annam comprendía lo que más tarde se llamaría Indochina, los antiguos reinos de Tonkín y Conchinchina (la actual Vietnam del Sur). El emperador en 1821 era Tu Duc, descendiente de Gia Long.

Las misiones católicas se fueron expandiendo por todo el territorio. Unos 5.000 misioneros llegaron a convertir a la fe católica cerca de 300.000 habitantes. El éxito de la evangelización causó desconfianza entre las autoridades del país lo que dio lugar a persecuciones y asesinatos horribles.

En 1821, Tu Duc el soberano de Annam, ordenó la expulsión de los europeos que estaban evangelizando el país. En 1833 el emperador ordenó una terrible persecución religiosa que ocasionó gran número de asesinatos de religiosos y conversos cristianos. En consecuencia, los misioneros españoles y franceses pasaron a la clandestina. En 1847 los franceses bombardearon el puerto de Da Nang (Touranne). En 1852, con la llegada al trono francés de Napoleón III, Francia desplegó una política de conquistas coloniales en la zona que más tarde se denominaría la Indochina francesa

En el 20 de julio de 1857 iba a tener lugar el hecho de desencadenaría la indignación en Europa y traería como consecuencia operaciones militares conjuntas de castigo de la alianza española/francesas contra el imperio de Annam. En dicha fecha, el obispo dominico español José María Díaz Sanjurjo fue martirizado, asesinado y exhibido su cuerpo decapitado públicamente. José María era obispo titular de Platea y vicario apostólico de Tonkín.

Mientras tanto Gran Bretaña había marcado como objetivo estratégico a Birmania y Siam, mientras que el objetivo principal de España era proteger las misiones en Indochina. Además, Francia con claros intereses comerciales en China, tenía interés en establecer una base naval en esa zona, para controlar los ríos Rojo, neցro y Claro. Pero en realidad estos tres ríos dejaban de ser navegables antes de entrar en China, y por lo tanto carecían finalmente de interés para sus objetivos comerciales en China.

Mientras tanto continuaba la persecución religiosa a los misioneros españoles en Vietnam, el obispo Melchor García San Pedro fue decapitado y su cabeza colocada en la plaza de Nankín.

El 1 de Diciembre de 1857 el ministro Francés conde Walewski y el marqués de Turgot por parte de España acuerdan intervenir militarmente, poniéndose las tropas españolas bajo mando francés.

Francia había decidido la intervención militar de castigo y el gobierno español se adhirió al proyecto. El gobierno ordenó al capitán general de Filipinas, General Norzegaray movilizar una fuerza de 1.500 hombres al mando del alférez de navío Siro Fernández. Al frente de la vanguardia de tropas españolas iba el Coronel Mariano Oscáriz. La Marina española aportó inicialmente a las fuerzas marítimas la fragata Elcano, doce falúas y varios tras*portes. Posteriormente también se incorporaría el Jorge Juan. Los expedicionarios españoles se debían incorporar a la escuadra francesa delcontralmirante Rigault de Genouilly.

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En 1860, Martínez de la Rosa ordenó el envío de fuerzas de refuerzo : el vapor de Guerra Jorge Juan, la Corbeta Narváez y la Goleta Constancia; un batallón de 1.200 hombres con artillería, un regimiento de infantería, dos compañías de cazadores, una batería de artillería y los correspondientes servicios logísticos.

Francia participó con una fragata, dos corbetas y cinco cañeras más varios tras*portes.

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En agosto de 1858, previo bombardeo, las fuerzas aliadas española y francesas desembarcaron en la bahía de Da Nang (Touranne), cerca de Hué ( la capital imperial) con 1.300 franceses y 500 españoles. El 2 de septiembre tomaron la fortaleza de Da Nang, la principal ciudad de Vietnam central, y una de las más inexpugnables fortalezas de Oriente.

Si el contralmirante Rigault hubiera tenido mayor decisión podría haber continuado el avance y tomado también Hué. Pero Rigault decidió consolidar la posición construyendo un campo atrincherado y en octubre se dedicaron los recursos disponibles al reconocimiento a lo largo del río Turana.

Tras el éxito, los franceses se animan y deciden conquistar Cochinchina. Unos meses más tarde, en febrero de 1859, la fuerza conjunta de españoles y franceses, iniciaron la marcha hacia Vietnam del Sur (entonces la Conchinchina) con la intención de tomar la capital, Saigón que entonces tenía más de 100.000 habitantes.

Comienza la batalla de Saigón

En febrero de 1859, las fuerzas aliadas se concentraron en el puerto de Da Nang (Touranne) desde donde una fuerza combinada de siete barcos franceses y el español Elcano partió con dirección a Saigón, con un contingente de 1.500 hombres, la mitad españoles. Las tropas españolas procedían de las guarniciones de la Capitanía General de Filipinas. Al mando de las tropas aliadas estaba el contralmirante francés Rigault de Genouilly. Mientras que al frente de las tropas españolas iba el coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote. En el puerto de Da Nang (Touranne) quedó una guarnición aliada a la espera de acontecimientos.

La flota fondeó frente al cabo Santiago, donde desembarcaron las tropas para iniciar el ataque a la ciudad de Saigón.

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El avance de las tropa requirió la neutralización de numerosos puntos de resistencia. Las enfermedades diezmaron a las fuerzas aliadas. Afortunadamente los soldados españoles estaban más habituados que los franceses a las enfermedades tropicales, como el paludismo, las picaduras de serpientes, amebas o las temidas hormigas rojas que devoraban literalmente a los heridos, que diezmaron a la expedición aliada.

El entorno de combate era muy difícil y la jungla impedía el avance rápido de la tropas . El camino hacia la capital requería conquistar palmo a palmo la jungla que rodeaba Saigón.

Durante el 9 y 16 de febrero se destruyeron las posiciones defensivas que protegían la ciudad. En la toma de uno de los diferentes fuertes destacaría Miguel Primo de Rivera.

El día 17 tuvo lugar el asalto de la ciudad y tras un breve e intenso combate Saigón quedó en manos de los aliados.


Dos compañías de soldados españoles, al mando del comandante Carlos Palanca Gutiérrez, lucharon en la vanguardia y fueron los primeros en iniciar el salto final a la ciudadela a bayoneta calada . Una vez rotas las defensas de la ciudad pasaron el resto de las unidades.

Una vez tomada Saigón, el general francés ordenó demoler la ciudadela y construir un nuevo puerto fortificado donde quedaría una guarnición de retaguardia.

tras*curridos unos días, los franceses destaparon sus reales intenciones. El nuevo comandante francés François Page ordenó, sin previa consulta al Gobierno español, la retirada de las tropas españolas no acantonadas en Saigón. El comandante Carlos Palanca Gutiérrez permaneció en la zona mientras el coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote regresaba a Manila. El ejército francés había considerado a la fuerza española como tropas auxiliar.

El gobernador español de Filipinas no se opuso a las intenciones de Napoleón III y no hizo valer su participación con unos recursos que fueron significativos en el resultado final de la toma de Saigón. Es verdad que la intención inicial de España era simplemente castigar la fin del dominico que había sido martirizado y decapitado. Pero la falta de coordinación entre la península y el gobernador de Filipinas impidió lograr mejores resultados del tratado de paz firmado entre Francia y el emperador de Annam.


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España participó en la campaña de la Conchinchina con confianza y candidez de lo que se aprovechó Francia para conseguir todas las ventajas. El teniente coronel Carlos Palanca Gutiérrez, sufrió al comprobar la desidia y menosprecio de su patria con aquellas tierras y con el esfuerzo de sus soldados. A pesar de sus protestas formales antes la metrópoli, Palanca no consiguió que el chovinismo francés valorara justamente la participación española. La “grandeur”se aprovechó de un gobierno pusilánime y de la debilidad del gobierno de Filipinas.

Finalizada la campaña y por orden de los franceses, la mayoría del grueso de las tropas españolas volvieron a las Filipinas. Tras la partida de las tropas, quedaron defendiendo Saigón, junto a 322 franceses, 233 soldados españoles y 4 oficiales al mando de Palanca.

El 23 de marzo de 1862 quedó definitivamente concluida para España el conflicto armado en la Conchinchina. Luego vendría el ignominioso y vejatorio tratado de paz que firmaron el rey de Francia y el rey de Annam sin la presencia efectiva española.

Fruto de estas operaciones, el comandante Palanca fue ascendido a grado de coronel graduado, nombrado también jefe de la expedición española con responsabilidades de plenipotenciario en Anam. Él llevó el mando de la operación, excepto en el desembarco del cabo Santiago, y estuvo al frente de las fuerzas españolas que tomaron los puertos de Hong-lai, Cha-lai y Ton-ki, e inició el asalto final a Saigón.


Consecuencia de la Batalla de Saigón


Una vez rendida Saigón, rápidamente los franceses izaron la bandera tricolor y se apoderaron de todo, sin más explicaciones. Ordenaron a las tropas “auxiliares” españolas regresar a Filipinas , excepto las acantonadas en defensa de Saigón. Con las tropas también se marchó el coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote. Quedando en Vietnam 233 soldados españoles bajo la órdenes del teniente coronel Carlos Palanca Gutiérrez.

Acciones Bélicas de las Fuerzas Española después de la toma de Saigón:

En 1861 la fuerza de tropas españolas al mando de Palanca, colaboró con las tropas francesas en el ataque de Ki-Hoa en febrero de 1861. En esta operación, los españoles tuvieron un treinta por ciento de bajas, frente a un diez por ciento de los franceses. En abril los españoles también participaron en el durísimo asalto a My-Tho (o Mi-Thi), donde durante dos días los anamitas utilizaron elefantes armados contra los europeos. Otras acciones en las que participó Palanca durante 1861 fueron los combates de Bien-Hoa, el río Dong-Mon y el cabo de Baria.

En 1862 Palanca ya sólo disponía de algo más de cien soldados y participó en los ataques de Long-Lap, Vinh-Luongy Long-Dinh.

El emperador Tu Duc aceptó las condiciones impuestas por los franceses y tuvo que ceder la zona ocupada a Francia y accedió a la petición española de permitir la libertad religiosa. Pasado un año, los imperialistas franceses ocuparon Camboya y una década más tarde, el norte de Vietnam.

El 5 de junio de 1862, se puso fin a la guerra con la firma de un tratado de paz entre Francia y Tu Duc el emperador de Annam sin la participación española, que asistió como simple invitada al acto protocolario. Como consecuencia del tratado, Francia inició su penetración colonial en Indochina gracias a la concesión de tres provincias de la baja Cochinchina y unas cuantas islas. España sólo logró algunos derechos comerciales que el gobierno de Annam reconociera la libertad religiosa para los anamitas.

Posteriormente el Emperador Tu-Duc no iba a cumplir lo firmado y volvería la persecución religiosa asesinando a muchos católicos.

Esta es la aventura española en la Conchinchina, España llegó a tener desplegados en Vietnam del Sur más de 4.000 hombres, contando las tropas tagalas. El 1 de abril de 1863 volvieron los últimos españoles a Filipinas.

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En 1902 los franceses lograron la unificación de Indochina. España no había sacado beneficio práctico de la campaña. Las tropas españolas habían regresaron a Filipinas y la historia oficial española empezó, como es habitual en España, a olvidar la expedición que contribuyó a la toma de Vietnam por los franceses.

La capital colonial francesa se estableció en Saigón. La Indochina Francesa estuvo formada por Annam, Tonkín, Camboya y Laos. Durante la Segunda Guerra Mundial Japón ocupó toda la zona. Tras la Segunda Guerra Mundial, la "Cochinchina" formó parte del estado de Vietnam del Sur .

Curiosamente, en 1964 los infantes de marina de Estados Unidos desembarcaron en la misma bahía donde lo hicieran las tropas españolas y francesas en 1858: Da Nang, bautizada Tourane por los franceses.

FUENTE: grandesbatallas.es

Por la vuelta a España de Cuba, Puerto Rico y Filipinas: LA CONQUISTA ESPAÑOLA EN VIETNAM (CONCHINCHINA)
 
Australia y la gran historia «robada» del Pacífico español

James Cook siguió en 1769 calcadas las rutas de los mapas españoles del XVI y XVII, robados en Manila por Alexander Dalrymple, que conducían al misterioso continente austral


La conquista británica de Manila en 1762 supuso el colapso de buena parte de la memoria de la presencia española en Asia/Pacífico: más de 200 años de navegación y relaciones con culturas y civilizaciones. Asimismo, inició una guerra cultural cuya pervivencia sorprende todavía en nuestros días: una política consciente de eliminación de las huellas hispánicas y su sustitución por un discurso hegemónico británico. Esa «guerra» comienza con el último gobernador británico de Manila: Alexander Dalrymple. Espía, cartógrafo y estadista revolucionario de la East India Company, fue una de las figuras intelectuales que configuró el denominado segundo imperio británico.

Más allá del saqueo de la ciudad, el último gobernador británico de Manila, Dalrymple, ordena la toma de la mayor parte de los fondos documentales de la ciudad. Dalrymple sabe lo que hace. Manila era el centro documental y cartográfico más importante del Pacífico. En mi investigación, presentada en el Museo Naval el pasado 17 de diciembre gracias a la hospitalidad de la Armada española, he podido confirmar qué documentación y de qué archivos se apropia Dalrymple. Así, saquea sobre todo la importantísima biblioteca del gran convento agustino de San Pablo. Allí pudo obtener un tesoro bibliográfico y cartográfico: toda la labor mapística de Urdaneta, quien fue agustino, documentación que, perfeccionada, seguía en uso por los marinos españoles de entonces y que mayormente sigue desaparecida. Las órdenes religiosas hacían competencia por acrecentar los descubrimientos y liderar proyectos de evangelización. Este acto de espionaje fue también de destrucción y supuso la eliminación del enorme registro cultural que existía, incluso el diplomático. Algunas obras maestras de la cultura española y universal desaparecen.

Plan secreto, nuevo imperio

Dalrymple se da inmediata cuenta del alcance de esta documentación para su país y en 1765 regresa a Londres para obtener respaldo de la dirección de la East India Company para la colonización de la llamada entonces Terra Australis Incognita.

Las anteriores expediciones inglesas al Pacífico habían sido un fracaso, salvo por algunas depredaciones corsarias. Dalrymple reconoce en sus escritos que en los primeros sesenta años del siglo XVIII no había nada que la navegación inglesa hubiera aportado a la geografía del Pacífico. Esto iba a cambiar y se haría con mapas españoles.

El plan era delicado y con una potencia con la que se había firmado una paz justo entonces. Así que la ocasión, que protegería el secreto, la dio la Royal Society: estaban organizando una serie de mediciones, por todo el planeta, a propósito del tránsito de Venus (para determinar la distancia Tierra-Sol) por iniciativa del Almirantazgo. La expedición política y exploratoria planeada por Dalrymple, recurriría a un subterfugio científico: el viaje a Tahití para complementar las observaciones de Venus.

Pero Dalrymple, espía y estadista, es precisamente el principal problema de su plan. Los españoles no admitirían al saqueador de ciudades y de mapas, navegando en el Mar del Sur. Además, para el Almirantazgo, Dalrymple representa los intereses de la Compañía Británica de las Indias Orientales una entidad político mercantil con la que tenían graves conflictos como se vio en la toma de Manila. Su condición de civil, además, disminuía las posibilidades soberanistas y políticas del viaje.

Cook, la solución discreta

El Almirantazgo buscó a otro hombre, alguien anónimo, que supiera de cartografía y que no levantase sospechas. Lo encontró en el Máster James Cook. Con 39 años, no era todavía teniente, cargo al que se podía postular desde los 20. El hombre perfecto para el viaje secreto y político más importante del siglo XVIII. Fue nombrado teniente sólo para esta expedición a despecho de Dalrymple, más joven y conocedor del Pacífico y respaldado por la Royal Society. Los dibujos de Cook sobre el tránsito de Venus, demuestran que este no era desde luego buen observador y sus gráficos son inconsistentes. Obviamente no fue ésa la misión del teniente James Cook.

Entonces, ¿cómo se utilizó la cartografía española en el viaje de Cook? Ahí entran en juego unas instrucciones secretas que le dió el Almirantazgo. La cartografía española definió el rumbo y el éxito del gran marino. El resto lo hizo una enorme actividad publicística diseñada con entusiasmo.

Dalrymple dispuso de mucho material cartográfico español, la narración fundamental, se encuentra en el denominado Memorial de Arias: relata el viaje del piloto Juan Fernández en 1576, quien en un viaje desde Chile y ciñéndose a la latitud 40º constante, llega a una tierra que Dalrymple no duda que es el continente Austral. Será ese derrotero el que el Almirantazgo imponga a Cook, en las instrucciones secretas que después de dejar claro el carácter político del viaje expresan: «Debe dirigirse hacia el Sur para descubrir el Continente antes mencionado hasta que llegue a la Latitud de 40°(...) entre la Latitud que acaba de decirse y la Latitud de 35° hasta que lo descubra». Cook se ciñe repetidamente a esa latitud hasta alcanzar Nueva Zelanda. Al comprobar que es una isla, continúa hasta Australia.

Cook: Nace la leyenda

La leyenda se creó inmediatamente después. El primer Lord del Almirantazgo contrató, por una cifra fabulosa entonces, 6.000 libras, al escritor de moda: John Hawkesworth quien convirtió a Cook en un personaje que sobrepasa al navegante y al militar, que acaba encarnando para Gran Bretaña las leyes históricas y jovenlandesales, equiparadas a las leyes de la naturaleza. Dalrymple luchó como pudo e hizo imprimir un libro sobre las navegaciones españolas en el pacífico en 1767, que además viajó con Cook.


El cardenal Francis jovenlandesan denunció en 1905 el uso manipulado de la historia para justificar la discriminación de los católicos en el imperio Británico y argumentaba que fue el católico Quirós el primer europeo que descubre Australia y era injusta esa postergación.

El eclipse que vio Quirós

Lo cierto es que la incierta medición de la longitud impidió la reconstrucción del viaje de Quirós. Leyendo los distintos diarios de navegación advertí que se describía un evento astronómico, en concreto un eclipse de luna, del que se hicieron varias observaciones. Se me ocurrió que la descripción de la observación hecha por los distintos pilotos en ese viaje podía servir para determinar cuál era su posición. Era una propuesta inédita que en algunos casos podría ser de gran utilidad para los historiadores. Solicité ayuda al Observatorio Astronómico Nacional y allí obtuve el apoyo técnico de un importante astrónomo: Tomás Alonso. El eclipse precede a su llegada a Vanuatu, por lo cual no sería él quien vio Australia, sino su compañero de viaje, Váez de Torres.

El problema de la determinación de la longitud en un momento concreto no fue resuelto hasta muy tarde en el siglo XVIII. Esa incertidumbre nunca pudo ser cerrada, al 100%, en la controvertida reconstrucción del viaje de Quirós. Leyendo los distintos diarios de navegación advertí que se describía un evento astronómico, en concreto un eclipse de luna, del que se hicieron varias observaciones. Se me ocurrió que la descripción de la observación hecha por los distintos pilotos en ese viaje podía servir para determinar cuál era su posición. Era una propuesta inédita, un capítulo nuevo para la astroarqueología, que en algunos casos podría ser de gran utilidad para los historiadores.

Estos datos permiten trazar círculos que representan todas las regiones geográficas compatibles con ambas mediciones, cuya intersección proporciona la posición más probable del barco, con alrededor de 1º de error. También indican que el eclipse comienza a las 20h (8 horas tras la culminación del Sol), lo que permite trazar una banda vertical con 1h de margen de error, ya que las medidas de tiempo no eran entonces precisas. [Las gradaciones más intensas representan errores de 1/3º en los círculos y 20 minutos en la banda vertical.]

Las conclusiones extraídas de la reconstrucción astronómica del evento efectuada por Tomás Alonso del Observatorio Astronómico Nacional (reflejadas en el vídeo) son que:

- Toda la zona de interseccion entre +9 y -10º de latitud es astronómicamente compatible con los datos de los diarios de navegación.

- En el diario indican una latitud de 10º sur, por lo que la longitud más compatible está entre 180º y 176º Este, dependiendo de cuánto se demorasen en hacer las anotaciones.

Esto supone que Quirós no llegó a alcanzar Australia.

He aquí un resumen de las bases que demuestran la persistencia del prejuicio, y de que este es parte de un discurso oficial que oculta uno de los viajes más planificados y secretos de la historia. Podríamos sumar las acusaciones de alteraciones de yacimientos arqueológicos, la sustitución –por defecto– de exploraciones españolas por portuguesas u holandesas. Una guerra cultural que debe superarse.

Australia y la gran historia «robada» del Pacífico español
 
Emilio Bonelli, el creador del Sáhara Español

A finales de 1975, mientras Franco agonizaba, los televisores de todo el país, todavía en blanco y neցro, prestaban constante atención a la llamada “Marcha Verde”, un bíblico éxodo de civiles orquestado por la monarquía jovenlandés para ocupar los territorios saharauis hasta entonces bajo autoridad española. La sagaz estratagema de Hassan II, que aprovechaba el vacío de poder que en ese momento reinaba en la política nacional, dio sus frutos de forma inmediata y a través de la “Operación Golondrina” todos los residentes españoles fueron evacuados de la región en un tiempo récord. La atropellada retirada, que abandonó a su suerte a los naturales de la zona, fue absoluta (hasta los cadáveres de los cementerios fueron recogidos). El último núcleo urbano en ser desalojado fue Villa Cisneros, el 9 de enero de 1976. Curiosamente, esa había sido también la primera fundación española en el Sáhara, casi un siglo antes, producto de la obstinación de un zaragozano singular, Emilio Bonelli.

Durante la segunda mitad del siglo XIX África se convirtió en el escenario principal de míticas expediciones. Toda una legión de novelescos aventureros europeos, coronados por un salacot y apoyados por Sociedades Geográficas, se adentraron en el entonces continente misterioso en busca de legendarias ciudades tragadas por las dunas, las fuentes del Nilo o civilizaciones perdidas cuyos restos custodiaban feroces tribus o fieras salvajes.

Al carro de ese heterogéneo grupo de exploradores, científicos, misioneros y cazadores de tesoros, en su mayoría británicos o franceses, se subió en marcha Emilio Bonelli. Sus huellas aparecen hoy borrosas pero fue él, gran conocedor del Magreb, quien fundó las primeras colonias españolas en el Sáhara y quien, más tarde, recorrió impenetrables selvas y caudalosos ríos para fijar los límites de Guinea Ecuatorial.

Su padre, Eduardo Bonelli, un ingeniero agrónomo italiano amigo de los viajes, se había domiciliado en la capital aragonesa mediada la centuria. Allí conocería a Isabel Hernando, con quien contrajo matrimonio. En noviembre de 1855 nació Emilio, bautizado en la parroquia de San Gil y cuya infancia quedó truncada por la temprana fin de su progenitora. Tras el fallecimiento, la familia abandonó Zaragoza para establecerse en Marsella durante unos años, que al chico, con facilidad para los idiomas, le sirvieron para aprender francés e italiano.

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A continuación se trasladó al Norte de África. Argel y Túnez fueron las primeras etapas de un periplo que finalizaría en Tánger, donde un hermano de su padre regentaba una farmacia. Éste tuvo que hacerse cargo del muchacho cuando su progenitor falleció, víctima del cólera, en 1869. Para entonces, Emilio se hallaba ya perfectamente integrado en la vida del país. Vestía chilaba y babuchas, estaba al tanto de las costumbres y se manejaba en la lengua local sin problemas. Poco después, su dominio del idioma le permitió afincarse en Rabat y ganarse la vida de intérprete para el consulado de España.

Al ser llamado a filas, decidió seguir la carrera militar e ingresó en la Academia de Infantería de Toledo. Durante sus estudios castrenses, solventó como pudo sus problemas económicos con traducciones y la ayuda de algún compañero. Ya como alférez, fue destinado a Madrid y consiguió un sobresueldo estable como contable en el Ayuntamiento. Esto le permitió regresar con cierta frecuencia al Norte de África y sumergirse en la vida cotidiana de distintas poblaciones de la zona.

En 1882, tras recibir una jugosa recompensa económica de la corporación municipal por desenmarañar intrincadas partidas presupuestarias, Bonelli pidió una licencia temporal y viajó durante meses por la cuenca del río Sebú y la región de Garb, además de visitar las ciudades de Fez y Mequínez, al igual que unos años antes había hecho José María Murga Mugartegui, el llamado “jovenlandés vizcaíno”. A su vuelta, dio una conferencia en la sede de la Sociedad Geográfica de Madrid, animada por Joaquín Costa, que le dio a conocer entre los interesados por el continente africano.

A comienzos de 1884, informado de los problemas que sufrían los pesqueros canarios en las costas atlánticas del Sáhara, pues eran acosados cuando buscaban refugio, propuso a Genaro de Quesada, ministro de la Guerra y veterano de la campaña de jovenlandia de 1859-1860, ocupar la zona y establecer varias bases fijas, con objeto de brindarles protección y puntos de aprovisionamiento. Éste rechazó el proyecto, pese a que venía avalado por la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas. Pero Bonelli, tenaz, no tiró la toalla y porfió hasta conseguir audiencia con el presidente del Gobierno, Cánovas del Castillo.

Si bien el máximo dirigente del Partido Conservador acogió con cautela la empresa, puso a disposición del aragonés 7.500 pesetas, una cantidad meramente testimonial procedente de los fondos reservados, para que intentara ponerla en marcha. Si no cristalizaba, tampoco sería mucha la pérdida y el Gobierno podía darse por no enterado y lavarse las manos.

Es probable que Cánovas viera la oportunidad de que España, de forma discreta y apenas sin coste, se sumara a otras naciones europeas, que en ese momento se repartían África sin pudor con el fin de apropiarse de sus inmensas riquezas naturales. Aunque hoy resulte algo inconcebible, para reclamar la soberanía sobre un territorio africano en aquella época solo había que comprobar que no había otra potencia colonial en el lugar, ocuparlo de forma efectiva, es decir, establecer guarniciones militares o puestos comerciales, y comunicar dicha ocupación con carácter oficial en los medios internacionales. Este “derecho”, que refrendó la Conferencia de Berlín (1884-1885), no tenía en cuenta a la población local, gentes primitivas a quienes llevar la civilización. Bastaba tan sólo con suscribir algún tratado, de buen grado o por la fuerza, con sus elites dirigentes, los únicos nativos que obtenían beneficios del convenio.

Una vez recibido el plácet, Bonelli marchó rápidamente a Canarias, pues existía el temor de que un explorador británico, el escocés Donald Mackenzie, instalase factorías en la zona y demandase su posesión. Allí preparó sin tardanza la expedición con la ayuda de la Compañía Mercantil Hispano-del sur muy sur y la Sociedad de Pesquerías Canario-del sur muy sur, que le proporcionaron diversas mercancías y materiales de construcción. Y a bordo de la goleta Ceres, se encaminó hacia la costa saharaui.

En noviembre de 1884 atracó en la llamada península de Río de Oro (que carecía tanto de río como de oro), junto a un pontón que la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas había instalado unos meses antes para que sirviese de muelle y almacén. El enclave era un puerto natural, con pozos de agua potable en las cercanías, visitado por tribus nómadas y ajeno a la jurisdicción del sultán de jovenlandia.

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En solo unos días fue edificada una caseta de madera en la que se izó la bandera española, la primera construcción de un asentamiento bautizado con el nombre de Villa Cisneros (hoy Dajla) en homenaje al confesor de Isabel la Católica, promotor de la conquista de Orán en 1509.

Lo mismo hizo en las siguientes semanas en puntos más al norte y más al sur. En el golfo de Cintra fundó Puerto Badía, en recuerdo del arabista y aventurero Domingo Badía. Y en el cabo Blanco, Medina Gatell conmemoró al tarraconense Joaquin Gatell (ninguno de los dos establecimientos prosperaría y serían pronto abandonados).

Bonelli entró inmediatamente en conversación con varios jefes de tribus locales, con quienes acordó poner bajo protectorado español la franja costera en la que se habían levantado las instalaciones, germen del futuro Sáhara Español. En dichas negociaciones resultó clave la figura del zaragozano. Tenía mano izquierda, era generoso con los regalos, consideraba sagrada la hospitalidad, conocía el Corán, no dudaba en vestir la indumentaria local y se acompañaba siempre de su tetera y su pipa de kif. Además, entendía la hassanía, el dialecto árabe usado en la zona.

Como el propio Bonelli dejó en papel: “el objetivo principal de este viaje por tan áridas comarcas, desconocidas del mundo civilizado, consistía en asegurar para mi patria la explotación de aquellos bancos de pesquerías, que algunos escritores, mucho más competentes que yo en esta industria, aseguran ser muy superiores en calidad y abundancia de peces á los famosísimos de Terranova”.

También se pretendió abastecer de agua y carbón a los barcos que lo necesitaran, además de potenciar el comercio con los nómadas y hacer que algunas caravanas se desviasen de su camino habitual, tras*ahariano, para intercambiar animales o géneros exóticos como oro, marfil, pieles o plumas de avestruz por alimentos, azúcar, té y manufacturas españolas. El éxito de esas últimas iniciativas fue, sin embargo, muy escaso. Aunque comenzaron a circular tímidamente duros con la efigie de Isabel II (sabil) y Alfonso XII (fonsus), el comercio de trueque mantuvo su primacía. La región era paupérrima y estaba muy alejada de las rutas del gran comercio, que nunca se asomaron por el territorio ocupado.

No se pretendió sojuzgar militarmente el lugar, “civilizar” a los saharauis, imponerles leyes o convertirlos al cristianismo, como se hacía en otros puntos del continente. En todo momento se respetó su autogobierno, así como sus costumbres y tradiciones.

A pesar de ello, en los primeros años hubo algunos roces e incluso enfrentamientos con tribus despechadas, en busca de botín, que habían quedado al margen de los tratados. El primero, en 1885, cuando Bonelli visitaba la Península para dar cuenta de sus actividades y ser nombrado nada más y nada menos que Comisario Regio para África Occidental. Villa Cisneros fue saqueada y hubo varios muertos. Su regreso a toda prisa, acompañado de un pequeño destacamento militar, apaciguó la situación y, con ayuda de nativos leales, recompuso el orden.

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Se planificaron entonces expediciones hacia el interior del desierto, hacia el Sur y hacia el Norte, y se suscribieron nuevos pactos de amistad. Poco a poco, el dominio se fue extendiendo y consolidando, aun cuando en el Gobierno español no sobraban ni los recursos ni el interés por el territorio sahariano.

Bonelli, sin embargo, ya no dirigiría las operaciones principales desde el puesto de mando. Su inesperado éxito, que cogió a todos por sorpresa, había llamado la atención tanto dentro como fuera de España.

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Claudio López Bru, segundo marqués de Comillas, lo “fichó” para su Compañía Trasatlántica, un verdadero imperio naviero puesto en pie por su padre, el primero en ostentar el título nobiliario. En junio de 1886 cesó como Comisario Regio y unos meses más tarde emprendió viaje hacia la Guinea española.

Durante tres años, en colaboración con Enrique D'Almonte y con vistas a su explotación económica, reconoció y cartografió varias de sus islas y la parte continental de Guinea Ecuatorial, explorada sólo unos años antes por el vitoriano Manuel Iradier. Remontó la cuenca del río Muni y las de sus afluentes el Noya, el Utamboni, el Bañe, el Utongo y el Congüe, además de las de los ríos Benito y Campo. Después, levantó una factoría en la isla de Elobey Chico.

Según algunas fuentes, a su regreso a España la Royal Geographic Society de Londres, dados sus amplios conocimientos del Sáhara occidental, le encargó la búsqueda de la expedición del coronel Paul Flatters. El militar francés había partido en diciembre de 1881 de Ouargla, en el sur de Argelia, al frente de un numeroso convoy con la intención de abrir una ruta entre el Mediterráneo y el Atlántico a través del desierto. Dos meses después de su salida la caravana fue asaltada por los tuaregs, que no dejaron supervivientes. Parece ser que Bonelli dio con los restos de la columna y los hizo llegar a Londres a excepción hecha del podómetro personal de Flatters, que le fue obsequiado como recuerdo.

Su reconocido prestigio le permitió dar numerosas conferencias y llevar a la imprenta varias publicaciones sobre sus viajes antes de su fallecimiento, en 1926. Llegó a dirigir la Compañía Mercantil Hispano-del sur muy sur y como representante de la Real Sociedad Geográfica participó en los congresos comerciales hispano-marroquíes celebrados en 1907 (Madrid), 1908 (Zaragoza), 1909 (Valencia) y 1910 (Madrid).

Varios de sus hijos también eligieron la vida castrense. Uno de ellos, Juan María Bonelli Rubio, fue gobernador de Guinea Ecuatorial en la década de 1940. Como máximo responsable político de la colonia, secundó a los docentes indígenas que solicitaban la equiparación laboral con los funcionarios españoles. Y al igual que al inspector general de educación, ese apoyo le costó el puesto, una decisión que alimentaría los primeros brotes independentistas en la región.

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Aragonautas: Emilio Bonelli, el creador del Sáhara Español
 
El olvidado pasado español de Alaska​

A finales del siglo XVIII, España impulsó varias expediciones navales a las costas noroccidentales de América para frenar el avance ruso. Todavía hoy sobreviven en Alaska varios topónimos en español, los más septentrionales del planeta.

El mayor desastre ecológico de la historia de Estados Unidos dio una pista. El petrolero que en 1989 derramó al mar más de 40 millones de litros de crudo en las aguas del golfo de Alaska tenía apellido español: «Exxon Valdez». Merecidísimo, porque en Puerto Valdez mueren los 1.200 kilómetros de tubería del oleoducto tras*Alaska, que abastece de crudo a estos gigantes de los mares.
Pero, ¿qué hace un topónimo en español en el lejano Gran Norte? No es el único. Basta echar una ojeada a los mapas para percatarse de que en Alaska sobreviven un puñado, los más septentrionales del mundo en nuestro idioma, testimonio de la olvidada presencia de navegantes y exploradores españoles hace más de dos siglos.
Alaska es, a finales del siglo XVIII, el canto del cisne de la exploración española de América. La efímera ocupación de este territorio hostil –amparada desde 1493 en la bula Inter Caetera de Alejandro VI, que arbitraba la expansión española y portuguesa en el Nuevo Mundo– es una de las páginas más desconocidas de nuestra historia. Un nombre descuella por encima de todos: el del leridano Salvador Fidalgo (nacido en Seo de Urgel en 1756), que fue quien, en junio de 1590, bautizó Puerto Valdez y Cordova por encima del paralelo 60º Norte.
El Virreinato de Nueva España extendió sus dominios desde México hasta el sur de los actuales Estados Unidos. En el último cuarto del siglo XVIII, una España menguante empezó a mirar hacia el Gran Norte acuciada por el expansionismo británico y ruso. Comisionado por el virrey Juan Antonio Bucareli, el mallorquín Juan Pérez abrió el camino en 1774, alcanzando los límites meridionales de la actual Alaska, descubriendo el puerto de San Lorenzo –rebautizado cuatro años después como Nootka por el capitán James Cook– y la isla de Vancouver, que creyó parte del continente, en lo que hoy es la Columbia británica.
Bodega y Cuadra, en sendos viajes en 1775 y 1779, llegó a alcanzar los 58º de latitud Norte, apuntalando las reclamaciones de soberanía española sobre las costas septentrionales del viejo continente. Pero fue el sevillano Esteban José Martínez quien, por orden del virrey de Nueva España, tomó posesión de Nutka (actual Nootka) en nombre de la Corona, fundando el fuerte de San Miguel, donde ondeó la bandera española hasta abril de 1795, un año después de que Carlos IV cediese ante Inglaterra y ordenase la definitiva retirada española de Alaska.
Por Nutka pasó, en agosto de 1791, el navegante italiano Alejandro Malaspina, en su célebre viaje de exploración alrededor del mundo al servicio de la Corona española. «Puede imaginarse –escribió– cuál sensación nos haría el ver poco después tremolar la bandera nacional en un altito inmediato a la punta sur».
Es entonces cuando entra en escena Fidalgo. El 3 de febrero de 1790 zarpa del puerto de San Blas –base de las expediciones españolas al Pacífico Noroccidental por obra y gracia del visitador de Nueva España José de Gálvez– una flota con tres embarcaciones comandada por el teniente de navío Francisco de Elisa con el objetivo de realizar el «escrupuloso reconocimiento del Príncipe Guillermo y la Rivera de Cook» para comprobar si en aquellos dominios «se hayan establecido los rusos».
Fidalgo, que estaba al mando del paquebote «San Carlos», escribió un diario de la expedición, único testimonio escrito de la misión, que se conserva en el Museo Naval de Madrid. La flotilla avistó el 24 de marzo la costa norte del puerto de Nutka que, tras superar un fuerte temporal, alcanzó «no habiendo encontrado embarcación en el puerto ni visto en la navegación».

Toma de posesión del territorio​

Reforzada la bocana con una batería de artillería, Fidalgo continuó la travesía hasta desembarcar en la costa de las islas del Príncipe Guillermo el 24 de mayo. De los rusos seguía sin haber ni rastro. Tras explorar la costa, el 3 de junio tomó posesión del territorio en nombre de la Corona española y bautizó la ensenada como bahía de Córdova (a 60º de latitud Norte) en homenaje a Luis de Córdova, capitán general de la Armada. Cuatro días después, hizo lo propio en la ensenada de Menendes. Hoy en día, Puerto Cordova aún sobrevive en los mapas como uno de los topónimos en español más septentrionales del mundo.
Fidalgo prosiguió hacia el norte «deseoso de reconocer sus límites» y fue tomando posesión de la costa y dejando un reguero de topónimos españoles que ya se han perdido en los puertos de Gravina (capitán general de la Armada), Mazarredo (por José de Mazarredo, teniente general de la Armada) y Revilla Gigedo (en honor del virrey de Nueva España que ordenó la expedición).

Poco dado al egocentrismo (pese a que en su diario casi siempre usa la primera persona), se conformó con dar su nombre a «un volcán de nieve» situado a nivel del mar que despedía «con un ruido estrepitoso, como de truenos, pedazos de nieve del tamaño de una lancha». Pero, sin embargo, cuatro años después George Vancouver navegó por esas mismas aguas y rebautizó Puerto Mazarredo como Puerto Fidalgo, nombre que todavía subsiste en reconocimiento a los méritos del marino leridano.
También sobrevive el topónimo de Puerto Valdez, bautizado también por Fidalgo el 15 de junio de 1790 (en reconocimiento al ministro de Marina Antonio Valdés), y de cuyo municipio el petrolero del desastre ecológico adoptó el apellido. La vieja ciudad de Valdez fue arrasada por un terremoto en 1964 y el actual municipio se levantó seis kilómetros al oeste, en la costa norte de la bahía. Situado a 490 kilómetros de Anchorange, Valdez prosperó al calor del petróleo en la década de los 70, cuando se construyó el oleoducto.

Concluida días después la exploración en Príncipe Guillermo, Fidalgo retornó hacia el sur, donde finalmente advirtió la presencia de destacamentos balleneros rusos en la Rivera de Cook. Armados con fusiles y pistolas resistían como podían las acometidas de los indígenas, que unos días antes de su llegada habían apiolado a tres rusos. Fidalgo averiguó que pertenecían a una empresa de San Petersburgo establecida en Alaska desde hacía tres años. De mayo a finales de agosto se dedicaban a la pesca de nutrias, lobos marinos y ballenas. Y el resto del año lo empleaban cazando osos y ciervos para el comercio de pieles.

Fidalgo se topó el 15 de agosto con otro destacamento ruso con 200 marineros en la Isla Codia (Kodiak Island), asentado allí dese 1785. «Conseguidas todas las noticias relativas a los rusos como punto más esencial de mi comisión», pusieron rumbo al puerto de Nutka, pero un fuerte temporal les impidió atracar allí y continuaron hasta Monterrey primero y hasta el puerto de San Blas, después, donde llegaron el 13 de noviembre, nueve meses después del comienzo de la expedición. Nueve meses en los que el intrépido marinero sembró la costa occidental de Alaska de topónimos españoles. Sus esfuerzos, sin embargo, resultarían estériles, pues cuando aún no había concluido su viaje, en octubre de 790, España rubricaba la primera de las convenciones de Nutka, que en enero de 1794 culminaron con la renuncia al territorio en favor de Inglaterra y, en definitiva, al sueño del maltrecho imperio de mantener el dominio español de la costa oeste de América desde Alaska a Tierra de Fuego

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Valdez, herencia de un leridano

La ciudad de Valdez, en Alaska debe su nombre a un leridano, Salvador Fidalgo. El marino español bautizó Puerto Valdez durante su expedición de 1791 por orden del virrey de Nueva España (bajo estas líneas, plano del teniente de navío Francisco de Elisa, que comandaba la expedición) para frenar el avance ruso en el territorio. Fidalgo se conformó con dar su nombre a un volcán, pero posteriormente George Vancouver rebautizó como Puerto Fidalgo, nombre que aún subsiste, que el marino leridano había bautizado cuatro años antes como Puerto Mazarredo, en memoria del teniente general de la Armad


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