En 1918 la 'gripe' de los Estados Unidos fue utilizada por su ejército como arma de guerra. ¿Repiten un siglo después la misma operación?

Todo eso es muy posible y tambien que ahora sea mas de lo mismo. Pero lo que yo rebato es que el ejercito aleman despues del fracaso de las ofensivas que terminaron en agosto de 1918 pudiese ya ganar la guerra, pues si bien los ejercitos frances e ingles no podian romper su frente el enorme flujo de unidades norteamericanas entrando en linea les hubiese arrollado en dos o tres meses como en 1945.
Y el abastecimiento desde el este era ya imposible desde que Ucrania era un campo de batalla entre gente de izquierdas, blancos y verdes y las divisiones alemanas y austriacas se habian retirado. Erich Maria Remarque que participó en la guerra en el lado alemán lo explicó muy bien en Sin novedad en el frente :

Verano de 1918. Brisa de esperanza que sopla sobre los campos calcinados, fiebre furiosa de impaciencia, de decepción, de dolorosa convulsión de fin, de pregunta sin respuesta. ¿Por qué? ¿Por qué no se termina? ¿Y por qué corren esos rumores sobre el fin de la guerra?

Hay tantos aviones en este sector, y tienen tanta puntería, que cazan a los soldados como a liebres. Por cada avión alemán, hay como mínimo cinco ingleses y americanos. Por cada soldado alemán hambriento y extenuado en la trinchera, hay cinco vigorosos y descansados en el lado contrario. Por cada pan de munición alemán, los de enfrente disponen de cincuenta latas de carne en conserva. No nos han vencido, porque, como soldados, somos mejores y más experimentados; simplemente nos han aplastado y nos han obligado a retroceder gracias a su enorme superioridad numérica.

Ganar, no, pero derrotar a Alemania iba a costar un precio que quizá no estaban dispuestos a pagar. Hasta entonces habían sido incapaces, y con dos frentes, excuso decir con uno solo.
 
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Todo ayuda. Y la oposición interna en Francia era de aúpa. Hitler sufrió atentados y sin embargo no cayó hasta que entraron los rusos en su casa. Bien es verdad que era una oposición en la cima del poder, no en la calle. Pero el problema es que ya no podía ni combatir.

Erich Ludendorff, el general al frente del esfuerzo de guerra alemán, creía que la gripe española le había arrebatado la victoria. Se han formulado muchas especulaciones hipotéticas sobre la primera guerra mundial. ¿Qué habría sucedido si el gobierno liberal de Herbert Asquith hubiera mantenido al margen a Gran Bretaña, como estuvo a punto de hacer en 1914? ¿Qué habría pasado si Estados Unidos no hubiera entrado en la guerra tres años más tarde? ¿Qué habría ocurrido si Fritz Haber no hubiera descubierto cómo producir amoniaco a partir de nitrógeno e hidrogeno, lo que permitió a los alemanes seguir fabricando explosivos pese al bloqueo naval de los Aliados, que les impedía recibir cargamentos de salitre? Las cosas sucedieron como sucedieron debido a multitud de procesos complejos e interrelacionados, e intentar aislar uno de ellos podría inducir a error. Sin embargo, la afirmación de Ludendorff merece un examen más detenido, aunque solo sea porque no ha sido el único en formularla. En este siglo la han repetido académicos que se dedican a estudiar las guerras.
Cuando las Potencias Centrales lanzaron la ofensiva de primavera a finales de marzo de 1918, contaban con ventaja. El colapso del frente oriental había liberado a un gran número de aguerridos soldados a los que entonces adiestraron en tácticas modernas, como la infiltración en las líneas enemigas (las ágiles tropas de asalto). Pese a que la comida escaseaba tanto en el país como en las trincheras por culpa del bloqueo, los alemanes creían haber llegado a un punto de inflexión y se mostraban optimistas. En cambio, la jovenlandesal de los Aliados era baja. Sus efectivos eran insuficientes y estaban cansados tras años de ofensivas fallidas contra el otro bando. El otoño anterior había estallado un motín en Étaples, que fue brutalmente sofocado.
La primera fase de la ofensiva dio resultado y, para principios de abril, los alemanes ya habían hecho retroceder a los Aliados más de sesenta kilómetros. El 9 de abril lanzaron una segunda fase, la operación Georgette, y siguieron ganando terreno. El comandante en jefe británico sir Douglas Haig urgió en un tono sombrío a sus hombres a «pelear» hasta el final. Pero entonces Georgette empezó a perder ímpetu y fue cancelada a finales de abril. El 27 de mayo comenzó la tercera fase, la operación Blücher, pero a principios de junio ya mostraba signos de debilidad. Un eficaz contraataque francés detuvo la batalla del káiser en julio y, a partir de agosto, los Aliados lanzaron una serie de ofensivas que expulsaron a las Potencias Centrales de Francia y pusieron fin a la guerra.
Para junio, las Potencias Centrales habían dejado atrás sus líneas de suministro y también estaban exhaustas. Pero como muestra esta cronología, las cosas ya habían empezado a ir mal para ellas antes, en torno a mediados de abril. Fue entonces cuando apareció por primera vez la gripe en las trincheras. Ambos bandos sufrieron un gran número de bajas a causa de la enfermedad, pero Ernst Jünger, un soldado de asalto alemán al que habían enviado con su compañía a defender un bosquecillo situado a veinte kilómetros al sur de Arras (los británicos lo llamaban el bosque de Rossignol y los alemanes, Bosquecillo 125), creía que su bando se había visto más gravemente afectado. Más tarde recordaría que varios de sus hombres enfermaban cada día, mientras que un batallón que debía relevarlos fue casi «aniquilado». «Pero nos enteramos de que la enfermedad también se propagaba entre las líneas enemigas; aun así, nosotros, con nuestras escasas raciones, estábamos más expuestos. Los jóvenes, sobre todo, morían a menudo de la noche a la mañana. Además nos encontrábamos en un estado permanente de alerta, ya que una nube de humo neցro se cernía en todo momento sobre el Bosquecillo 125 como sobre el caldero de una bruja.»
La mayoría de los historiadores se muestran reacios a afirmar que la gripe determinó la victoria en la guerra, aunque coinciden en que aceleró el fin de las hostilidades. Sin embargo, hay dos que se han desmarcado y han señalado que la gripe «castigó» a las Potencias Centrales con más severidad que a los Aliados, influyendo en el desenlace de la contienda. El historiador militar David Zabecki está de acuerdo con la afirmación de Jünger de que la gripe se vio agravada por la desnutrición en las filas alemanas, mientras que el politólogo Andrew Price-Smith afirma que la mortífera oleada de otoño podría haber sido la puntilla que acabó con el tambaleante Imperio austrohúngaro. Tal vez Ludendorff vio lo que se avecinaba para Alemania: hacia finales de septiembre sufrió algo parecido a una crisis nerviosa y su personal llamó a un psiquiatra.


Laura Spinney. El jinete pálido.1918: La epidemia que cambió el mundo
 
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