Apocalipsis existencial
Himbersor
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Es un bebé mimado
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No me creo pero ni una de las seis, a cada cual más petulante y absurda
El príncipe Carlos de Inglaterra, al contrario de su austera progenitora -cuyo vicio más conocido es echarle tabasco a todas las comidas-, mantiene un tipo de vida bastante suntuosa, y se caracteriza por algunas excentricidades. Entre ellas:
1) Se cambia 5 veces de ropa al día, incluyendo cambio de calcetines y calzoncillos.
2) Hay dos asistentes para ayudarlo a vestirse y desvestirse, pues tiene la costumbre de arrojar la ropa al suelo según se la quita.
3) Cada mañana exige que le cuezan 8 bemoles con distintos tiempos, desde 6 a 10 minutos. Luego él los va abriendo hasta quedarse con el que más se ajusta a sus deseos.
4) Exige que sus sábanas sean planchadas minutos antes de irse a dormir, para que estén calientes.
5) Cuando se traslada de su residencia oficial en Clarence House, exige que se le acondicione el cuarto donde vaya a dormir, imitando su dormitorio. Para ello, se traslada su cama, sus muebles y hasta sus fotos de recuerdo.
6) El baño que va a usar mientras está fuera de su casa debe ser acondicionado con un retrete a estrenar.
Yo pienso que, para ser tan rico como es, no son demasiadas extravagancias. ¿Qué pensáis?
El príncipe Carlos de Inglaterra, al contrario de su austera progenitora -cuyo vicio más conocido es echarle tabasco a todas las comidas-, mantiene un tipo de vida bastante suntuosa, y se caracteriza por algunas excentricidades. Entre ellas:
1) Se cambia 5 veces de ropa al día, incluyendo cambio de calcetines y calzoncillos.
2) Hay dos asistentes para ayudarlo a vestirse y desvestirse, pues tiene la costumbre de arrojar la ropa al suelo según se la quita.
3) Cada mañana exige que le cuezan 8 bemoles con distintos tiempos, desde 6 a 10 minutos. Luego él los va abriendo hasta quedarse con el que más se ajusta a sus deseos.
4) Exige que sus sábanas sean planchadas minutos antes de irse a dormir, para que estén calientes.
5) Cuando se traslada de su residencia oficial en Clarence House, exige que se le acondicione el cuarto donde vaya a dormir, imitando su dormitorio. Para ello, se traslada su cama, sus muebles y hasta sus fotos de recuerdo.
6) El baño que va a usar mientras está fuera de su casa debe ser acondicionado con un retrete a estrenar.
Yo pienso que, para ser tan rico como es, no son demasiadas extravagancias. ¿Qué pensáis?
Con razón "LA LAGARTA" no puede morirse. Lo que no pudieron hundir los enemigos de "LA PÉRFIDA ALBIÓN" lo derriban desde dentro.
El príncipe Carlos de Inglaterra, al contrario de su austera progenitora -cuyo vicio más conocido es echarle tabasco a todas las comidas-, mantiene un tipo de vida bastante suntuosa, y se caracteriza por algunas excentricidades. Entre ellas:
1) Se cambia 5 veces de ropa al día, incluyendo cambio de calcetines y calzoncillos.
2) Hay dos asistentes para ayudarlo a vestirse y desvestirse, pues tiene la costumbre de arrojar la ropa al suelo según se la quita.
3) Cada mañana exige que le cuezan 8 bemoles con distintos tiempos, desde 6 a 10 minutos. Luego él los va abriendo hasta quedarse con el que más se ajusta a sus deseos.
4) Exige que sus sábanas sean planchadas minutos antes de irse a dormir, para que estén calientes.
5) Cuando se traslada de su residencia oficial en Clarence House, exige que se le acondicione el cuarto donde vaya a dormir, imitando su dormitorio. Para ello, se traslada su cama, sus muebles y hasta sus fotos de recuerdo.
6) El baño que va a usar mientras está fuera de su casa debe ser acondicionado con un retrete a estrenar.
Yo pienso que, para ser tan rico como es, no son demasiadas extravagancias. ¿Qué pensáis?
Lo de llevarse la cama de un sitio a otro ya lo había visto. Lo otro es curioso.
El príncipe Carlos de Inglaterra, al contrario de su austera progenitora -cuyo vicio más conocido es echarle tabasco a todas las comidas-, mantiene un tipo de vida bastante suntuosa, y se caracteriza por algunas excentricidades. Entre ellas:
1) Se cambia 5 veces de ropa al día, incluyendo cambio de calcetines y calzoncillos.
2) Hay dos asistentes para ayudarlo a vestirse y desvestirse, pues tiene la costumbre de arrojar la ropa al suelo según se la quita.
3) Cada mañana exige que le cuezan 8 bemoles con distintos tiempos, desde 6 a 10 minutos. Luego él los va abriendo hasta quedarse con el que más se ajusta a sus deseos.
4) Exige que sus sábanas sean planchadas minutos antes de irse a dormir, para que estén calientes.
5) Cuando se traslada de su residencia oficial en Clarence House, exige que se le acondicione el cuarto donde vaya a dormir, imitando su dormitorio. Para ello, se traslada su cama, sus muebles y hasta sus fotos de recuerdo.
6) El baño que va a usar mientras está fuera de su casa debe ser acondicionado con un retrete a estrenar.
Yo pienso que, para ser tan rico como es, no son demasiadas extravagancias. ¿Qué pensáis?
Y esas seran las que se puedan publicar.
A saber que otras tendra
Caprichos de una casta venerada. En qué y cómo se gasta uno dinero dice mucho de la persona.
En todo caso, los empleados en dar servicio a sus deseos, se ganarán la vida mucho mejor que la mayoría de remeros hispanistañís, que también están a los caprichos y ocurrencias de sus jefes y todo por un cuenco de arroz. Y ahora ya, llevando el cuenco y comiendo con las manos sucias.
Y se creerá que estrena él el váter, cuando realmente lo estrenó ya el obrero de turno.
Cambiarme cinco veces de ropa al día también lo hago yo, vaya chorrada, para andar en casa, para salir, para hacer deporte, para abrigarse y para desabrigarse cuando hace caló.
Lo de cambiar las sábanas lo hacen en los hoteles de Londres, cada vez que sales de la habitación.
Por no darle dos palos a tiempo pasa lo que pasa
Mira, no lo sabía y quizás sea al contrario de lo que decía.Igual fue el exceso de palos. Fue un hijo muy poco querido.
Cuando tenía 6 años su progenitora regresó de un viaje de seis meses por el Imperio. Cuando la vio llegar al puerto no pudo resistir la tentación de correr hacia ella y darle un abrazo. Ella lo apartó de sí tirándole de la oreja y luego lo castigó una semana, por no haber sabido mantener el protocolo.