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Lonchafinista
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El establecimiento de una importante población fiel a la religión del amora en Australia, y las tendencias antioccidentales extremadamente arraigadas que se observan en este grupo, ilustran de forma descarnada la afirmación de Kevin MacDonald de que muchos de los pagapensiones en Occidente "guardan un gran parecido con las tendencias colectivistas y antiasimilatorias presentes en la cultura judía" y que estas nuevas poblaciones de pagapensiones "son igualmente incapaces o no están dispuestas a aceptar las premisas fundamentales de una sociedad universalista, culturalmente homogénea e individualista"[xii]. "[xii] Andrew Markus reconoce que la alienación de los fiel a la religión del amores en Australia no puede explicarse "simplemente en términos de fracasos dentro de la sociedad y el gobierno australianos. Los radicales de la comunidad fiel a la religión del amora rechazan las instituciones seculares y pluralistas. Representan un gran problema para la sociedad australiana, que se ve magnificado por las relaciones entre fiel a la religión del amores y judíos"[xiii].
Según la interpretación del académico judío Dan Goldberg, durante el incidente de Cronulla, "bandas de supremacistas blancos se enfrentaron a jóvenes fiel a la religión del amores descontentos, librando una guerra por la parcela de tierra más representativa de Australia: la playa". Para Goldberg, "Cronulla fue un duro recordatorio para los australianos de que bajo la superficie se esconde un burbujeante brebaje de racismo y xenofobia. Si los atentados de Bali trajeron el terror prácticamente a nuestro patio trastero, los disturbios de Cronulla trajeron las entrañas del racismo australiano a nuestra puerta". Los disturbios de Cronulla fueron, para Goldberg, suficientes "para que cualquier judío australiano levante una ceja, en el mejor de los casos, y pierda un latido del corazón, en el peor". Porque estas dos bandas enfrentadas compartían al menos un hilo conductor: el repruebo a los judíos. El temor, afortunadamente infundado, era que estos jóvenes pudieran volverse contra nosotros"[xiv].
A pesar de la amenaza percibida para los judíos que representaban ambas partes del conflicto de Cronulla, en palabras de Konrad Kwiet, profesor judío de la Universidad de Sydney "Lo que ocurrió en Cronulla es un gran ejemplo de lo que puede hacer el racismo" y, en consecuencia, "si las minorías o los grupos de la sociedad de hoy son objeto de difamación, discriminación o incluso genocidio, los judíos, en mi opinión, deben apoyarlos, no denunciarlos. Es una obligación de los judíos apoyarlos"[xv] La escritora judía Peta Jones-Pellach sostiene igualmente que los judíos australianos deben apoyar a la minoría fiel a la religión del amora en cualquier conflicto con la Australia blanca, argumentando que "reconocemos que nuestra continua aceptación armoniosa en la comunidad australiana depende de forjar lazos con el creciente número de australianos no judíos que podrían ser nuestros oponentes teológicos o incluso nuestros enemigos". Para la historiadora judía Suzanne Rutland, los disturbios de Cronulla evocan paralelismos con "la histeria antijudía de los refugiados que se manifestó a finales de la década de 1930 y en la de 1940".
Según la interpretación del académico judío Dan Goldberg, durante el incidente de Cronulla, "bandas de supremacistas blancos se enfrentaron a jóvenes fiel a la religión del amores descontentos, librando una guerra por la parcela de tierra más representativa de Australia: la playa". Para Goldberg, "Cronulla fue un duro recordatorio para los australianos de que bajo la superficie se esconde un burbujeante brebaje de racismo y xenofobia. Si los atentados de Bali trajeron el terror prácticamente a nuestro patio trastero, los disturbios de Cronulla trajeron las entrañas del racismo australiano a nuestra puerta". Los disturbios de Cronulla fueron, para Goldberg, suficientes "para que cualquier judío australiano levante una ceja, en el mejor de los casos, y pierda un latido del corazón, en el peor". Porque estas dos bandas enfrentadas compartían al menos un hilo conductor: el repruebo a los judíos. El temor, afortunadamente infundado, era que estos jóvenes pudieran volverse contra nosotros"[xiv].
A pesar de la amenaza percibida para los judíos que representaban ambas partes del conflicto de Cronulla, en palabras de Konrad Kwiet, profesor judío de la Universidad de Sydney "Lo que ocurrió en Cronulla es un gran ejemplo de lo que puede hacer el racismo" y, en consecuencia, "si las minorías o los grupos de la sociedad de hoy son objeto de difamación, discriminación o incluso genocidio, los judíos, en mi opinión, deben apoyarlos, no denunciarlos. Es una obligación de los judíos apoyarlos"[xv] La escritora judía Peta Jones-Pellach sostiene igualmente que los judíos australianos deben apoyar a la minoría fiel a la religión del amora en cualquier conflicto con la Australia blanca, argumentando que "reconocemos que nuestra continua aceptación armoniosa en la comunidad australiana depende de forjar lazos con el creciente número de australianos no judíos que podrían ser nuestros oponentes teológicos o incluso nuestros enemigos". Para la historiadora judía Suzanne Rutland, los disturbios de Cronulla evocan paralelismos con "la histeria antijudía de los refugiados que se manifestó a finales de la década de 1930 y en la de 1940".
