«El cristianismo es la religión de la laicidad» (Carmelo Dotolo)

Es un submarino de la Masonería.

Busca confundir y alejar a las almas de la Divina Misericordia de Dios.
A mí tampoco me agrada mucho ese artículo. Pero es cierto que la laicidad es fruto de la doctrina de Jesucristo, no solo con lo de «dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César» o lo de «mi reino no es de este mundo», sino que hay más. Por ejemplo, cuando Jesús dice «quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra» realiza una separación entre la ley mosaica (que tenía bastante de político) y la conciencia de las personas como voz de Dios en ellas. O también con la persecución de los cristianos desde Pentecostés hasta el Edicto de Milán: con la negativa de los cristianos en ver a un dios en el César de turno, negativa que les lleva a dar sus vidas, se va profundizando la separación entre Iglesia y Estado.
Pero cuando el payo habla de que lo más importante es la fraternidad, el amor… malo. En el Oficio de Lectura de no recuerdo qué día (ya sabes que cada día toca leer a un autor santo o patrístico) leí que la caridad el cristiano debe hacerla por amor a Cristo, y efectivamente, muchos de los pobres a los que ayudamos son antipáticos, o desagradecidos, blasfemos…, de modo que no lo hacemos por el pobre en sí, sino por Cristo, no recuerdo qué santo lo dijo, tal vez san Vicente de Paul. El centro de todo es Dios, es Jesucristo, no nosotros las criaturas humanas. Además, la mayor caridad cristiana que puede ejercerse es la espiritual: la Iglesia no debe convertirse en una ONG que se limite a cubrir necesidades materiales a los más pobres y desfavorecidos, sino que lo primordial es contribuir (de alguna manera, porque en definitiva es de Dios de quien depende) a la salvación de las almas. Así, es inadmisible que Cáritas se diga católica solo porque reparte comida a los pobres y no hace nada para convertirlos, los cristianos no practicantes en practicantes, y los ateos y fiel a la religión del amores en cristianos.
Por otro lado, las exposiciones del filósofo Rémi Brague sobre cristianismo y laicidad me parecen mucho más convincentes. Tengo que buscarlas, recopilarlas y ya lo expondré.

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Rémi Brague


EDITO añadiendo lo que sigue:
ya he encontrado el texto de san Vicente de Paul:
Oficio de Lectura, 27 Septiembre, San Vicente de Paúl Presbítero
El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo
De los escritos de san Vicente de Paúl, presbítero
Carta 2.546

Nosotros no debemos estimar a los pobres por su apariencia externa o su modo de vestir, ni tampoco por sus cualidades personales, ya que, con frecuencia, son rudos e incultos. Por el contrario, si consideráis a los pobres a la luz de la fe, os daréis cuenta de que representan el papel del Hijo de Dios, ya que él quiso también ser pobre. Y así, aun cuando en su pasión perdió casi la apariencia humana, haciéndose necio para los gentiles y escándalo para los judíos, sin embargo, se presentó a éstos como evangelizador de los pobres: Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres. También nosotros debemos estar imbuidos de estos sentimientos e imitar lo que Cristo hizo, cuidando de los pobres, consolándolos, ayudándolos y apoyándolos.

Cristo, en efecto, quiso nacer pobre, llamó junto a sí a unos discípulos pobres, se hizo él mismo servidor de los pobres, y de tal modo se identificó con ellos, que dijo que consideraría como hecho a él mismo todo el bien o el mal que se hiciera a los pobres. Porque Dios ama a los pobres y, por lo mismo, ama también a los que aman a los pobres ya que, cuando alguien tiene un afecto especial a una persona, extiende este afecto a los que dan a aquella persona muestras de amistad o de servicio. Por esto, nosotros tenemos la esperanza de que Dios nos ame, en atención los pobres. Por esto, al visitarlos, esforcémonos en cuidar del pobre y desvalido, compartiendo sus sentimientos, de manera que podamos decir como el Apóstol: Me he hecho todo a todos. Por lo cual, todo nuestro esfuerzo ha de tender a que, conmovidos por las inquietudes y miserias del prójimo, roguemos a Dios que infunda en nosotros sentimientos de misericordia y compasión, de manera que nuestros corazones estén siempre llenos de estos sentimientos.

El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo, y hay que prestarlo sin demora. Por esto, si en el momento de la oración hay que llevar a algún pobre un medicamento o un auxilio cualquiera, id a él con el ánimo bien tranquilo y haced lo que convenga, ofreciéndolo a Dios como una prolongación de la oración. Y no tengáis ningún escrúpulo ni remordimiento de conciencia si, por prestar algún servicio a los pobres, habéis dejado la oración; salir de la presencia de Dios por alguna de las causas enumeradas no es ningún desprecio a Dios, ya que es por él por quien lo hacemos.

Así pues, si dejáis la oración para acudir con presteza en ayuda de algún pobre, recordad que aquel servicio lo prestáis al mismo Dios. La caridad, en efecto, es la máxima norma, a la que todo debe tender: ella es una ilustre señora, y hay que cumplir lo que ordena. Renovemos, pues, nuestro espíritu de servicio a los pobres, principalmente para con los abandonados y desamparados, ya que ellos nos han sido dados para que los sirvamos como a señores.
 
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La Verdad se puede descomponer en partes que representan una porción de esa Verdad. ¿Tendríamos que renunciar a nuestra Verdad Cristiana por el temor a que surja en su seno una pléyade de verdades pequeñas? Pues no. La tendencia al sectarismo no va implícita en la Verdad sino en el ánimo de los que se valen de ella por intereses que al final son opuestos a la Verdad. Si el cristianismo es tan prolífico para crear sectas y pensamiento sectario, deberíamos pensar si no es esa la prueba definitiva de la Verdad que representa. No es lógico ni honesto culpar a la Verdad de ser la progenitora de las medias verdades y sí lo sería entender que es la voluntad humana la responsable. Si de la Verdad nos quedamos con una parte le estamos haciendo un flaco favor y cuando lleguen la amargura y la contradicción, no deberíamos ampararnos en que esa gran Verdad fuera demasiada para nuestras pequeñas capacidades. En el Cristianismo nadie va solo que no quiera ir solo.
 
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