El coche eléctrico: caro e inútil

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Joaquín Leguina

«El movimiento ecologista más radical, que es dominante en Europa, ha hecho tomar decisiones precipitadas y a menudo equivocadas»
Opinión
07 de marzo de 202303:30
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El coche eléctrico: caro e inútil

Erich relleniton

Joaquín Leguina

Joaquín Leguina. Villanueva de Villaescusa (1941). Nací en el año del hambre, pero lo hice en la tahona de mi abuela Pilar. Estudié el bachillerato con los curas escolapios en Santander y la licenciatura en CC. Económicas en Bilbao. Después fui becado en la Sorbona, donde obtuve dos master y un doctorado. También me doctoré en la Complutense. Más tarde saqué la oposición a Estadístico Facultativo del INE (hoy Estadístico Superior) y como tal trabajé para la CEPAL en Chile, donde me pilló el golpe de Estado de Pinochet. He sido profesor en la Complutense y concejal en el Ayuntamiento de Madrid. Y diputado nacional. Ah, se me olvidaba (hace ya tanto tiempo), también he sido presidente de la Comunidad de Madrid durante doce años. He escrito novelas, relatos, ensayos y cientos de artículos en variados periódicos y revistas.
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El Parlamento Europeo aprobó la prohibición de vender coches de combustión a partir de 2035, pero la votación en el seno del Consejo que ha de cerrar todo el proceso legislativo y que debía haber tenido lugar el martes próximo ha sido aplazada a una fecha «posterior» que no se ha determinado. Lo que ha alegado ahora Alemania es que en el acuerdo aprobado por la Eurocámara no está nada claro qué es lo que va a pasar con los combustibles biológicos, ¿también los van a prohibir?
Las prisas nunca son buenas y menos a la hora de tomar decisiones políticas, y en este ámbito de «la lucha contra el calentamiento global» el movimiento ecologista más radical, que es dominante en Europa, ha hecho tomar decisiones precipitadas y a menudo equivocadas. Por ejemplo: en Alemania consiguieron acabar con las centrales nucleares, que no emiten nada contaminante a la atmósfera. ¿Y qué consiguieron? Que Alemania sustituyera las nucleares por centrales de carbón, las cuales, como su nombre indica, sueltan sin parar CO2 al aire. Y en España ha pasado casi lo mismo. Amortizar nucleares, ¿a cambio de qué?
En Alemania los verdes ya han cambiado de opinión y han dejado de demonizar a las nucleares, pero en España tenemos todavía una ministra que no quiere ni siquiera oír hablar de replantearse la desnuclearización de la industria eléctrica. Y es que cuando la ideología inunda de esta forma a la política, expulsa de ella el razonamiento.
«Los puntos de carga hoy existentes habría que multiplicarlos por 20 o 30»
El retraso decidido en la UE ha sido un alivio para quienes en España pensamos que esa decisión no sólo era apresurada, también puede ser letal para países como el nuestro, que depende en gran medida de la producción y exportación automovilística. Además, la tecnología que usa el automóvil eléctrico es altamente mejorable. Por ejemplo, si yo quiero ir desde Madrid a mi tierra natal, Cantabria, no llegaré en un coche eléctrico si no me paro a recargar (durante más de una hora) en, digamos, la provincia de Burgos. Por otro lado, los puntos de carga hoy existentes habría que multiplicarlos por 20 o 30 si se quiere hacer viable esa apuesta por los coches eléctricos. Alcanzar antes de 2035 esas dotaciones es, según algunos expertos, imposible. Además, el precio de las baterías representa una amenaza para el desarrollo de los coches eléctricos, sobre todo los modelos más asequibles.
La industria del automóvil representa aproximadamente el 5% del PIB alemán y emplea a más de 800.000 personas, incluyendo a la industria auxiliar que proporciona a las grandes marcas (BMW, Mercedes y Volkswagen) componentes para sus motores de combustión.
Alemania es el primer productor automovilístico de la UE y –entre otras demandas- quiere que la Comisión se comprometa a preparar en 2026 una nueva propuesta para que se puedan matricular vehículos con motor de combustión limpia a partir de 2035.
«Igual que Alemania e Italia, tampoco Hungría y Polonia desean esa prohibición»
Y algo parecido pasa en Italia, que también depende de las fábricas de automóviles, y no son sólo las grandes fábricas, también el tejido industrial de pequeñas empresas que dependen de las factorías automovilísticas y que dejarán de ser rentables –y por lo tanto perderán su razón de ser- en una industria totalmente electrificada.
Igual que Alemania e Italia, tampoco Hungría y Polonia desean esa prohibición.
Para concluir esta columna, recordaré algunos efectos de esta movida tan ecologista. Hace dos semanas, Ford anunció que, tras perder 2.200 millones de dólares en 2022, prevé el despido sólo en Europa de 3.800 trabajadores en tres años, entre administrativos e ingenieros. Casi todos se producirán en Alemania (2.300 puestos) y Reino Unido (1.300), pero algunos de los 200 despidos restantes saldrán de las oficinas de Ford en Madrid.
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40 años, ¿es

 
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