El clan de 'Los Mofetas' y las apuestas deportivas

david53

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Reciben el veto de las casas de juego 'on-line' tras dispararse sus beneficios
'En dos días podíamos ganar la mitad de nuestro sueldo de un año', dicen


"Y de repente, empezamos a ganar". Salva abre los ojos y relata entre el pudor, la inocencia y el orgullo disimulado el clic que les cambió la vida, que les hizo ricos. Sus cuatro amigos asienten detrás, primero tímidos ante el periodista y luego generosos en los detalles de la historia de Los Mofetas, el frenético viaje de un grupo de cinco treintañeros que en seis meses ha ganado casi un millón de euros apostando por internet. Juego limpio, garantizan, labrado en el estudio de los deportes, la preparación y la valentía. Encontraron un método; y saltaron la banca.

«En dos días podíamos ganar la mitad de nuestro sueldo de un año», cuenta Salva, portavoz del grupo. Se disculpa por utilizar un nombre ficticio, pero no quiere ser reconocido. La sesión de fotos del reportaje la aceptan a regañadientes tras garantizar Crónica su anonimato. Caretas por delante, cita en un piso de alquiler y nada de apellidos. Algunos de sus familiares no saben de su éxito ni tampoco sus compañeros de trabajo. Han sido discretos con las ganancias, serenos en el gasto, dicen. Bocados a la hipoteca, alguna señal para un coche y un verano prometedor, de bolsillo alegre. Nada más, por ahora. En cierta medida, dan la sensación de estar superados por el chorro de euros que ha caído en sus cuentas bancarias, mientras arrugan la frente pensando en la próxima declaración de Hacienda, donde su IRPF se disparará. Las ganancias del juego así se gravan. No hay escapatoria.

Son chicos de clase media, universitarios y amantes del deporte. Comerciales algunos, administrativos otros. Con novia, solteros y alguno pensando en boda. Cinco colegas que pasaron de jugar unos euros a los partidos de Liga en las tardes de sábado a crear una minuciosa organización de trabajo. Se profesionalizaron cuando comenzaron a dibujar saldos en verde, positivos. Nacho arrancó hace año y medio a tomárselo en serio, tras descubrir que había gente ganándose bien la vida con las apuestas por internet. Él, mileurista y fanático del tenis desde pequeño, topó a través de Twitter con algunos especialistas en distintos deportes que vendían pronósticos bastante certeros. Por 90 euros al mes, estos gurús suministraban pistas. Citas donde valía la pena jugar porque había bajo riesgo de pérdida.

Nacho aprendió de los expertos hasta darse cuenta poco a poco de que se valía por sí mismo para detectar dónde había oportunidades. En una salida de viernes por la noche reveló a sus cuatro mejores amigos que le estaban yendo bien las cosas con las apuestas, que iba picando aciertos y que ya se sacaba un sobresueldo que casi igualaba su nómina de oficinista. Todos escucharon atentos. Les sonó bien, cómo no. Poco a poco se fueron incorporando al universo de las apuestas serias, al arrullo de los consejos de Nacho. Formaron un grupo de WhatsApp: Los Mofetas. «Nos dividíamos el trabajo. Uno marcaba los partidos interesantes, otro estudiaba a los rivales y revisaba enfrentamientos previos, otro comparaba las cuotas... Incluso nos fijábamos en la meteorología», detalla Carlos. Porque en el móvil de cada uno caían ganancias (y también pérdidas) de todos los puntos del planeta, gracias a la cartelera de eventos globales que ofrecen las grandes casas de juego on-line. «Nos hemos dado buenas palos. Un día palmamos 10.000 euros con un dobles en El Salvador. Seguro que había trampas».

En su tapete mundial han tropezado con el gran cáncer del deporte profesional: los amaños de partidos. A ellos, que nunca apostaban a sorpresas, fuera en tenis, baloncesto o fútbol de categorías inferiores, les rompía su método cualquier sobresalto durante el encuentro. Era ahí cuando sonaba la alarma, en ese favorito que flaqueaba. Entonces había que salir de la apuesta, parar la sangría, aunque ya tocara perder. Mejor salvar algo que nada. Al contrario, también. A su favor. Muchas veces han retirado ganancias sin necesidad de que finalizara el choque. Los operadores ofrecen buenas cifras si detectan que un jugador ha dado en el clavo y su carta va por delante. Entonces Los Mofetas cerraban apuestas, no con el 100% del premio, pero sí con un 70%, evitando sacudidas posteriores: lesiones, un cambio de tendencia en el partido, un apaño improvisado...

«Empieza como un juego, pero termina enganchando. Mueves mucho dinero», afirma Nacho, el que más ha ganado en los últimos meses, casi 300.000 euros. Su inversión inicial fue de 600, igual que sus compañeros. Semejante beneficio sólo podría conseguirse legalmente con un pelotazo brutal en la Bolsa, a lo Jordan Belfort. De máxima especulación.

Sus mañanas eran estresantes, atendiendo al trabajo con un ojo en la pantalla del móvil, siempre en línea del WhatsApp por si había que salir por piernas de alguna apuesta o entrar con todo en otra. También en ocasiones quedaban para despertarse de madrugada a la misma hora para jugar en directo a un partido de otro continente. «Dolía cuando perdíamos, pero siempre era ya sobre ganancias. Es adrenalina. Pero estabas en vilo, jorobar, porque era mucha pasta. Sudábamos hasta en invierno... De ahí lo de Mofetas», confiesan.

100 euros, 200, 400... Los pellizcos diarios eran cada vez mayores, algunos de vértigo. «Quizá pecamos de avariciosos», reconocen en conversación con Crónica, mientras enseñan sus recibos de retirada de beneficios. Una cascada de éxito. «Si nos hubiéramos quedado ganando 3.000 euros al mes, las casas no nos hubieran echado». No midieron su codicia, porque todo les iba de cara en una carrera desenfrenada. Hasta que saltaron en el radar de las empresas apostadoras, que hace un par de meses empezaron a torpedear su extraordinaria racha.

Los Mofetas se aprovecharon de un resquicio mal cubierto por las casas de apuestas, menos hábiles que ellos a la hora de analizar las cuotas de algunos partidos alejados de la elite. Jugaban fuerte porque su conocimiento del mercado era mayor incluso que el del ejército de analistas de Bet365, Bwin o Betfair, sus sabuesos ahora, el muro que ha acabado con tan goloso negocio. A Salva y sus amigos ya no les dejan apostar. O sí, pero no en los deportes donde encontraron oro en este 2015 inolvidable. Las casas les están invitando a invertir en otras especialidades (póker, carreras de galgos, fútbol australiano) o limitando al máximo sus apuestas, por ejemplo, en el tenis. Donde antes llegaban a meter 5.000 euros a un partido, ahora apenas les permiten jugar 20.

A Los Mofetas, como a Los Pelayos en su momento, les han echado del casino. Aquella familia madrileña, cuyas aventuras llegaron incluso a las pantallas de cine, fue expulsada físicamente de los salones más famosos del mundo cuando rompieron a ganar millones de pesetas. Exprimieron la estadística para encontrar las deformaciones que el tiempo iba rasgando en las ruletas, las invisibles cicatrices del uso que provocaban que la bolita cayera más veces en una casilla que en otra. Ganaron y, claro, eso no gustó en los casinos de Las Vegas, Holanda o Australia, donde se les prohibió la entrada. La Justicia levantó después alguno de esos vetos.

De Los Pelayos hablan Los Mofetas comparando casos, aunque haya notables diferencias. Ellos no pisan moquetas verdes ni dan propinas a los crupieres. Sus chutes de riesgo son a través del móvil y la tableta, rápidos para meter contraseñas, calibrar cuotas y detectar los partidos más interesantes de las inmensas parrillas que cada día ofertan los gigantes del juego deportivo 'on line'. Pero también, como Los Pelayos, han sido frenados en seco.

Con las cuentas bloqueadas, se les ha enseñado la puerta de salida. Estudian ahora denunciar su situación en los tribunales. «No es justo. Las casas de apuestas realizan una publicidad engañosa. Incitan al juego, dan bonos de regalo por la apertura de cuentas (hasta 200 euros), pero si detectan que comienzas a ganar, te echan. Eso lo debe saber la gente». A Los Mofetas no les han dado demasiadas explicaciones, simplemente les cierran el paso cuando intentan apostar grandes cantidades. «Lamentamos informarle de que se aplicarán ciertas restricciones a las apuestas que realice a partir de este momento», reza uno de los correos electrónicos que han recibido de Bet365, la compañía que acumula la mayoría de sus lamentos. En la comunicación no se matiza la verdadera clave de su decisión, el adiós porque estáis ganando.

Las casas han descubierto su método y cada vez que detectan parámetros similares, les cortan, incluso en cuentas diferentes a los suyas, al intuir que son ellos los que están detrás como asesores. ¿Tienen potestad los operadores de apuestas para hacer lo que quieran? La legislación sobre la materia no es clara y está todavía tierna, pero tras consultar Crónica a despachos de abogados especializados y a la propia Administración se puede interpretar que, como sucede en los bares o discotecas, en algunas variedades del juego on-line hay derecho de admisión. «Así es en las apuestas de contrapartida [las de los Mofetas]», explican fuentes de la Dirección General de Ordenación del Juego, el organismo regulador dependiente de Hacienda, «en este tipo de apuestas, donde la casa juega contra el cliente marcando una cuota, sí tiene la libertad de decidir contra quién arriesga su dinero». Desde JDigital, asociación que agrupa a las empresas del sector, se remarca que los operadores tienen restricciones: «No pueden tomar decisiones discrecionales y no justificadas que perjudiquen a sus usuarios». Por su parte, Bet365, la compañía líder en España y la más severa con Los Mofetas, no ha respondido para este reportaje.

«Las casas buscan jugadores de ocio, no de negocio», subrayan desde la Administración. Ante las respuestas oficiales, Nacho y sus amigos fruncen el ceño. «Si no quieren que se apueste a determinados partidos, Bet y las demás tendrían que no ofrecerlos. Y punto», dicen.

Ahora se resignan a mirar con nostalgia al retrovisor de su hazaña. Fue bonito mientras duró... Aunque prometen volver a intentarlo en el futuro. Se bajan la careta y susurran: «Esta vez seremos más discretos»

El clan de 'Los Mofetas' y las apuestas deportivas | Crónica | EL MUNDO
 
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Durante el franquismo el juego estaba prohibidísimo, salvo quinielas y loterías donde hay menos componente adictivo, porque se sabía que era un anzuelo para que los más orates picaran y se dejaran la vida en ello. No demostró ser mala medida para meter en vereda a la sociedad.

y la gente seguía jugando, anda que no he oído historias yo del pueblo de mi abuelo donde se jugaban su patrimonio al dominó o las cartas, nos guste o no el juego y las apuestas forman parte del hombre y su sociedad y nada tiene que ver con ser más o menos productivos.
 
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