Documentos desclasificados implican al PSOE en las peores matanzas de la Guerra Civil española

El pucherazo del Frente Popular en 1936 – Pedro Fernández Barbadillo
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La edición de las verdaderas memorias de Niceto Alcalá Zamora, robadas en 1937 por el Gobierno del Frente Popular de la caja de seguridad de un banco madrileño, en la que su dueño las había guardado, permiten reconstruir las elecciones de 1936. La izquierda se hizo con la mayoría absoluta en las Cortes primero a tiros y palos, y después en la comisión de actas.
En realidad no hubo un solo pucherazo, sino dos, más un golpe de estado parlamentario; y mientras tanto, en las calles las bandas de matones de la izquierda se dedicaban a los actos revolucionarios del saqueo, el incendio y el crimen político. Los pucherazos se produjeron en las parlamentarias de febrero –celebradas en dos vueltas– y en la revisión de los resultados en la comisión de actas de las Cortes, en marzo; el golpe parlamentario fue la destitución inconstitucional de Alcalá Zamora, en abril.
De las dos elecciones más importantes de los años 30, las municipales de 1931 y las parlamentarias de 1936, no tenemos los datos oficiales, porque los Gobiernos, ambos de centro-izquierda, no los dieron, lo que hace sospechar de su legitimidad. Los resultados se reconstruyeron en las décadas posteriores. En el caso de las elecciones del 12 de abril de 1931 se dan las cifras de 22.000 concejales monárquicos y 5.700 de las listas de la conjunción republicano-socialista, aparte de los correspondientes al PNV, la Liga Regionalista catalana y la Esquerra Republicana de Cataluña. La caída de la Monarquía se debió no a las urnas, sino a la desmoralización del rey y sus cortesanos y a las maniobras golpistas de los socialistas y los republicanos burgueses.
Las Cortes más democráticas, disueltas antes de plazo

Las elecciones de 1936 se celebraron después de que el presidente de la República, el exministro de Alfonso XIII (de Fomento y Guerra) Niceto Alcalá Zamora, dictase la disolución de las Cortes elegidas en noviembre de 1933, en las que la CEDA, la coalición de derechas, obtuvo 115 diputados, mientras que el PSOE consiguió sólo 59. Las izquierdas y Manuel Azaña trataron de que Alcalá Zamora impidiese la apertura de esas Cortes, a las que consideraban ilegítimas, pero éste se negó. Sin embargo, sí obstaculizó el funcionamiento de las Cortes, hasta el punto de que el 7 de enero de 1936 recurrió a su facultad constitucional de disolverlas (lo podía hacer dos veces durante su mandato de seis años).
Las primeras Cortes ordinarias de la República, elegidas en lo que el historiador Stanley Payne considera las elecciones más libres y tras*parentes registradas en España hasta entonces (las primeras en las que participaron las mujeres, por cierto), duraron sólo dos de los cuatro años previstos.
La reciente publicación de la primera parte de las memorias inéditas de Alcalá Zamora, recuperadas en 2008 gracias a la intervención de los historiadores César Vidal y Jorge Fernández-Coppel, aporta más datos sobre el pucherazo de la izquierda, sobre todo del PSOE, en las elecciones de febrero.
Los burgueses quieren favorecer a la izquierda
Tanto Alcalá Zamora como el presidente de Gobierno que él había nombrado, el masón y sexagenario Manuel Portela (que también había sido ministro de la Monarquía, en 1923, y que en la guerra se ofrecerá a los nacionales y a los gente de izquierdas como personalidad de prestigio), estaban convencidos de la victoria de la coalición de derechas, el Frente Nacional Contrarrevolucionario; hasta el punto de que el primero aconsejó al segundo echar una mano a las candidaturas de izquierdas. Así lo explica en esta frase (gramaticalmente incorrecta, por cierto):
Con motivo de ser hoy la proclamación de candidatos, se confirma y acentúa cuán lejos de vocingleras e impacientes ilusiones están las posibilidades de la izquierda, a pesar de que Portela promete, y yo se lo aconsejo reiteradamente, procure no quitarles un acta y aun favorecerles lícitamente en cuanto pueda.
La misma tarde del día de las votaciones, los militantes de izquierdas salieron armados en cuadrillas y causaron tal terror, que numerosos alcaldes y concejales huyeron y varios gobernadores civiles dimitieron. Los izquierdistas aprovecharon el vacío de poder para manipular la documentación electoral y preñar las urnas. Fue el caso de Cáceres, donde ganó la CEDA, pero la izquierda convirtió en vencedora a la candidatura del Frente Popular, encabezada por José Giral.
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Los primeros resultados que se conocieron fueron los de las ciudades de Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao y Sevilla, donde el Frente Popular quedó primero; eso, más los tumultos perfectamente preparados (Alcalá Zamora reconoce que el PSOE había elaborado listas negras), amedrentó a las derechas y a las autoridades. El mismo Alcalá Zamora, que se negó a declarar el estado de guerra para no provocar a la izquierda ni justificar “un golpe de estado reaccionario”, su gran miedo, cuenta que su mujer se trasladó al Palacio de Oriente para evitar cualquier ataque.
El fistro Portela dimitió y el 19 de febrero Alcalá Zamora encargó la presidencia del Gobierno a Manuel Azaña, sin que siquiera se hubieran comunicado los resultados oficiales de la primera vuelta. Desde el Gobierno, el Frente Popular dirigió la segunda vuelta.
Los documentos de las memorias robadas
La Secretaría General de la Presidencia de la República elaboró para el presidente un promedio de los votos obtenidos por las candidaturas el día 16, que es una de las novedades de este libro:
– Izquierda: 4.358.903.
– Centro y PNV: 556.010.
– Derecha: 4.155.126.
Entre los dos bloques había una diferencia en sufragios de 203.000. A la vista de las violencias ejecutadas por las bandas de pistoleros de las izquierdas cabe preguntarse si el Frente Popular no habría quedado por debajo del Frente Nacional de haber sido completamente libres las elecciones.
Otra de las novedades son las previsiones del reparto de actas entregado a Alcalá-Zamora en las horas posteriores a las elecciones por el Gobierno de Portela y que muestran una mayoría para las derechas:
– CEDA: 134, más incluso que los 115 obtenidos en 1933.
– Ministeriales (el centro montado por Alcalá-Zamora y Portela): 115.
– PSOE: 55, cuatro menos que en la legislatura anterior.
– Izquierda Republicana: 56.
– Renovación Española: 23, en auge.
– Liga: 20.
– Comunistas: 2.
– Falange: 1.
– PNV: 7.
Por muy desigual que fuera la ley electoral elaborada por las Cortes de Azaña y el PSOE, la diferencia de votos auténtica no habría dado una distancia tan grande en diputados entre ambos bloques como la que quedó tras la segunda vuelta.
El 24 de febrero Manuel Becerra, que fue ministro de Justicia en el último Gobierno de Portela, le dijo a Alcalá-Zamora que al menos cincuenta actas cambiaron de la derecha a la izquierda durante el primer pucherazo.
El escándalo de la comisión de actas
El segundo tuvo lugar con la Cortes ya abiertas, lo que ocurrió el 17 de marzo: se formó una comisión para la revisión de las actas discutidas presidida por el socialista Indalecio Prieto. De las 456 actas presentadas, sólo 187 no tenían protesta de legitimidad. A los debates de la comisión los precedió una campaña de desprestigio de la prensa de izquierdas. El Socialista de 20 de marzo escribió: “Ni un solo diputado de derechas puede afirmar que alcanzó limpiamente su escaño”.
En esa comisión el Frente Popular, con el respaldo del PNV, robó un puñado más de escaños a la derecha: la CEDA pasó de 101 diputados a 88 y el PSOE subió de 88 a 99. Así cambiaron de siglas 32 actas, que fueron en su mayoría a la izquierda. Además, se anularon las elecciones en dos provincias donde la derecha había ganado, Cuenca y Granada, y se ordenó que se repitieran en mayo. Ante la violencia de las bandas socialistas y comunistas, las derechas renunciaron a presentarse en Granada, donde los milicianos detenían en las calles a sus adversarios, y el Frente Popular ganó en Cuenca.
Al final del proceso, el Frente Popular, unido al Frente d’Esquerres catalán, superaba los 280 diputados.
Una vez construida una mayoría absoluta con fraudes y tiros, la misión de esas Cortes ilegítimas fue la destitución de Alcalá Zamora por un mecanismo inconstitucional. El 8 de abril de 1936, veinte meses antes de cumplir su mandato, el abogado andaluz fue destituido por la misma izquierda a la que tanto había ayudado, al disolver las Cortes con mayoría de derechas (a las que calificó de “Parlamento fernandino”) y ordenar a Portela que procurase favorecer a los candidatos del Frente Popular. Sólo cinco diputados votaron en contra de su remoción.
 
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La derecha del Bajo Aragón encarcelada: el Campo de Concentración de Valmuel (1936-1938) – Pedro J. Bel Caldú
Durante los primeros meses de la revolución anarquista del 36 no hubo cárceles. Los delincuentes comunes fueron liberados y para los presos políticos no eran necesarias. Eran detenidos en calabozos y edificios municipales y se les fusilaba, sin juicio, poco después de su detención. A finales de 1936, casi toda la derecha “pura y dura” había sido ejecutada o había huido hacia Zaragoza. Entonces se comenzó a detener a los derechistas “blandos”, que fueron recluidos en las cárceles de Caspe y Alcañiz. La falta de capacidad de ambos establecimientos penitenciarios fue resuelta con la creación del Campo de Concentración de Valmuel. También se crearon Batallones de Trabajadores presos para trabajos de fortificación en la zona de Muniesa-Moyuela-Moneva.


guandoca de Alcañiz
LOS REGADÍOS DE VALMUEL
La construcción del pantano de Santolea (1927-1932) permitió regular el cauce del Guadalope e hizo posible la puesta en regadío de tierras áridas de secano en la zona de Valmuel. Había un proyecto de tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, olvidado durante la República, para la construcción de los canales y acequias necesarios para la tras*formación de cultivos.
La necesidad de ubicar y ocupar el gran número de presos se resolvió creando el Campo de Valmuel en la zona ocupada hoy, en parte, por las instalaciones de Motorland. Los propios presos construyeron unos barracones para su alojamiento y una torre de vigilancia para su control. Los barracones estaban construidos con paredes de ladrillo y tejadillos de uralita y, en cada uno de ellos, se alojaban 25 o 30 presos. Allí hubo una población reclusa flotante de, entre 150 y 200, presos.


Traslado de presos. Plaza de Alcañiz
EVOLUCIÓN DE LA VIDA CARCELARIA EN EL CAMPO DE VALMUEL
Desde su creación, hasta mayo del 37, el “campo” fue dirigido por la CNT local de Alcañiz y no dependía ni era controlado por ningún organismo penitenciario regional ni estatal. Dependía del Comité de Alcañiz. Allí mandaba, con absoluta autoridad, el anarquista alcañizano Valero Burillo Navarro, apodado El Lela. Tenía como segundo a su hermano José y como auxiliares a varios hombres armados, que se turnaban con frecuencia en la vigilancia y manejo de los presos. Fue la fase más dura para los detenidos.


Interior de un barracón del Campo de Valmuel
Desde finales de mayo del 37, pasó a depender de la Dirección General de Prisiones, fue financiado por el gobierno central, fue dirigido por Francisco Huertas Martínez y administrado por funcionarios. El trato ya no fue tan duro y arbitrario. En esta fase se inició el enjuiciamiento de los presos por el llamado Tribunal Popular de Aragón en Alcañiz y por un Jurado de Urgencia establecido en Caspe. Entonces se les dotó del uniforme de presidiario con que aparecen.
En 1938, cuando los nacionales entraron en Alcañiz, salieron los derechistas del Campo de Valmuel y fue utilizado por los franquistas para recluir a los izquierdistas represaliados.


Carpintería del Campo de Valmuel
EL TRATO DADO A LOS PRESOS
En “La causa general” hay la declaración de varios testigos de Alcañiz: Ángel Royo Gorostegui (comerciante); Víctor Domenech Cólera (farmacéutico); Luis Félez Trasovares (abogado). Dicha declaración está resumida en un informe elaborado por la Guardia Civil de Alcañiz. El trato y el trabajo eran duros, pero no consta que se practicasen torturas corporales. En el campo estuvieron presos muchos comerciantes, empresarios y profesionales de Alcañiz. Para ellos el trabajo a pico y pala en el duro erial, que era entonces Valmuel, ya suponía una humillación y una tortura. Agravada por las chanzas que los vigilantes les hacían, por su torpe manejo de las herramientas. Ellos, en su declaración, hablan de malos tratos como “insultos, amenazas, vejámenes y atropellos”.


Presos trabajando en el Campo de Concentración de Valmuel
Los que eran campesinos de pueblos como Torrevelilla, Fórnoles o Las Cuevas de Cañart, presos en Valmuel, no se resentían tanto del trabajo físico. Pero, en todos ellos, pesaba el escarnio de estar encarcelados sin saber por qué. Alejados de su pueblo y de su familia, mal alimentados, y el sentirse objeto de la arbitrariedad de unos energúmenos que podían disparar contra ellos, impunemente, por cualquier nimiedad. O ser víctimas de alguna de las sacas de madrugada, que con frecuencia se practicaban.


Estado actual de un canal excavado por los presos.

Tras el golpe de Líster en agosto del 37, notaron un gran alivio al desaparecer el terror anarquista. Aunque siguieron produciéndose fusilamientos selectivos, sobre todo de hombres apresados con las armas en la mano durante la batalla de Belchite.


Presos saliendo de su barracón

LA MEMORIA DE QUIENES ESTUVIERON EN EL CAMPO DE VALMUEL
Un reportero anarquista alemán, de nombre Agustín Souchy, cuenta en su libro “Entre los campesinos de Aragón”, las maravillas del Campo de Valmuel. Describe el campo como un lugar casi idílico, donde presos y guardianes conviven en perfecta igualdad y armonía. Resalta la “libertad” de movimiento de los presos, que contrasta con la dureza de los Campos de Trabajos Alemanes.


Presos delante de un barracón
Dispongo también de las memorias de un preso de Valmuel, escritas “in situ” y en tiempo real, en forma de coplas. Se trata de mi padre, Lucas Bel Conchello, que estuvo recluido allí, junto con mi abuelo y otros dos vecinos de Fórnoles. El Jurado de Urgencia de Caspe les condenó a un año de Campo de Trabajo por un delito de opinión. Según la sentencia: “Pues comete una falta de desafección al Régimen quien, como los inculpados, propalan falsos rumores y se dedican a pronosticar el fracaso de las armas leales, a pretexto de un fingido rumor, por la actuación de diversos Gobiernos dentro de la República”.


Causa General
Seguramente, Agustín Fouchy y Lucas Bel, tenían razón. Sólo que su visión de la realidad, que ambos contemplaron directamente, era muy distinta. Como escribió el poeta: “Nada es verdad, nada es mentira. Todo es del tonalidad del cristal con que se mira”.


Liberación de los presos de Valmuel por el Coronel García Valiño
En anexo al final, copio parcialmente los escritos de ambos testigos presenciales, para lectores aficionados al conocimiento de documentos originales.
 
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