Del capitalismo productivo anglosajón al capitalismo financiero parasitario judío

@Smiling Jack

Napoleón ha sido descrito por muchos historiadores superficiales como un simple conquistador, sólo preocupado en lograr posiciones de renombre y fortuna para él y su numerosa familia. Su filosofía del Estado ha sido ignorada. Pero sus ideas económicas fueron claramente expuestas por él a sus fieles. Las Cases, en su “Memorial de Santa Elena” reproduce la siguiente frase del Gran Corso: “La Economía es Producción, no Comercio, se basa primordialmente en la Agricultura; secundariamente en la Industria, y finalmente en el Comercio Exterior”.



Creemos sinceramente que es imposible mejorar esta definición de la Economía, genial en su simplicidad. Es evidente que lo primero, lo esencial en el Sistema Digestivo de una colectividad organizada, o sea, en una Economía Nacional, es conseguir que el cuerpo de esa entidad orgánica exista, es decir, se alimente. A riesgo de incurrir en perogrullada osamos afirmar, o mejor, recordar, que nadie se comerá un cigüeñal, un tractor, ni un lingote de hierro... ni siquiera de oro.



Lo primero, lo esencial, es la Agricultura. Y no sólo desde un punto de vista primario, existencial, sino también espiritual. La Agricultura significa la asociación de los hombres con su tierra natal, con la progenitora Tierra, a la que se ama (contrariamente al Capitalismo, que en la Tierra solo ve una cortesana a la que explotar); es la vida misma de los pueblos, es la raigambre a que pertenecemos. Es irracional el repruebo a las ciudades en cuanto tales, pero creemos que las ciudades sin un anillo de campos cultivados son como árboles sin raíces.



No cabe duda de que nada de lo anteriormente dicho pretende ser denigratorio para la Industria. Si la Agricultura es imprescindible para existir, es decir, para sobrevivir, la Industria lo es para vivir, materialmente hablando, y para llevar a cabo una Gran Política, como dijera Spengler, si queremos referirnos al aspecto total, es decir, político, de la Nación.



Finalmente, en el orden económico natural, enunciado por Napoleón, sigue el Comercio Exterior. La finalidad del Comercio Exterior consiste en importar de otros países lo que no puede producirse -o se produce demasiado caro- en el propio, y exportar al Extranjero los propios excedentes que allí se puedan necesitar. Como decía Napoleón: “La Agricultura es el alma, el fundamento del Imperio; la Industria procura la comodidad y la felicidad material del
Pueblo: el Comercio Exterior es la superabundancia, y permite el libre cambio del exceso de la Agricultura y la Industria
”.



La idea napoleónica respecto a la Exportación consiste en qué los exportadores -salvo casos excepcionales- se las arreglan por sus propios medios. Esto es lógico. La Exportación es la superabundancia; es el lujo. No hay nada de malo en el lujo, siempre que sea honradamente ganado, claro es. Pero es irracional sacrificarse por el lujo. Y precisamente es lo que se hace a diario, y a escala mundial, en el absurdo Sistema del Patrón Oro y el Capitalismo Internacional.



¿Por qué?

Pues porque, contrariamente al Sistema Natural de la Economía, el Capitalismo, la Alta Finanza, con sus tras*ferencias de créditos a los países extranjeros que pueden proporcionarle mayores beneficios, logra desposeer a los mercados nacionales de su capacidad adquisitiva, obligando así a los productores a exportar los artículos que no tienen posibilidad de vender -por artificial escasez de medios de compra- en su propio país. Así, el comercio exterior viene primero y si languidece, en la situación dada, en la circunstancia

económico-financiera actual, el país se arruina. Industria y agricultura quedan incondicionalmente subordinadas a las exigencias del mercado de exportación.



En última instancia, el obrero y el campesino pasan igualmente a depender del mercado exportador, pues una subida de salarios influiría en los costos de producción y ello repercutiría desfavorablemente en las posibilidades de colocar los productos nacionales en los mercados extranjeros. Por tal razón, la natural política económica seguida por Alemania a partir de 1933 provocó tan tremenda reacción por parte de la Alta Finanza Internacional. El Gobierno Alemán, al coartar paulatinamente la facultad de los banqueros privados de conceder créditos, es decir, de crear dinero de la nada, logró estabilizar los precios. Al mismo tiempo, y como medida complementaria indispensable de cara a su Comercio Exterior, dejó libres los cambios de divisas, dejó que sus exportadores se defendieran sólos, aunque contando -eso sí- con el respaldo de una moneda, el Marco, que se basaba, no en el Oro, sino en el Trabajo de un pueblo laborioso, inteligente y tenaz.



Y eso es lo contrario de la práctica financiera a escala internacional, que exige:

a) Una escala de precios móvil, que se obtiene mediante la inflación y la deflación crediticias, origen de los llamados ciclos económicos, gracias a los cuales la Finanza obtiene fabulosas ganancias y, paralelamente: Poder.



b) Unos cambios exteriores fijos, que sólo se cambian cuando así conviene a los mercaderes del Dinero. Por otra parte, a la Finanza le interesa infinitamente más la Industria que la Agricultura.



¿Por qué? Sencillamente, porque con aquella pueden obtenerse mayores beneficios. La industria depende de las máquinas. La Agricultura de imponderables, como sequías, granizos, plagas y epidemias. Aún cuando con la industrialización de la Agricultura ésta puede mejorar sus rendimientos, todo tiene un límite. Ese límite es más difícil de alcanzar en la industria.



Además está el carácter del agricultor, menos manipulable, por estar mas apegado a su propia tierra; que el obrero por cuenta ajena de cadena de producción.



El resultado de la aplicación de la mecánica del Sistema financiero a la Economía tras*muta, pues, todos los valores económicos. El lujo resulta ser mas importante que lo útil e incluso que lo necesario. Los Mercados Exteriores consiguen la atención primordial de los Gobiernos. Luego, se ocupan de la Industria, que puede procurar artículos, en masa, para la exportación. En último lugar, viene el pariente pobre, la Agricultura.



¡Qué infame parodia de lo que debiera ser un auténtico y sano comercio normal! ¡Se explota, se esclaviza a otros países con grandes sumas de crédito financiero que ya no puede ser prestado en el propio país, para ser empleado en alguna parte para que reporte beneficios a los Señores del Oro, cuando los stocks del país abundan y todos están deseosos de consumir lo que han producido! La exportación financiera por el crédito al Extranjero no es comerciar honradamente con otros países, sino forzarles a contraer obligaciones; es un timo, un engaño destinado a sacar provecho de la creación de Dinero a escala internacional y, en fin, es un medio ladino para llegar a dominar a otro país al que se ha entrampado con la Deuda.



La Deuda bancaria que es impagable, a menos de contraer, para cancelarla -temporalmente- una nueva Deuda, mayor que la anterior. ¡Y esto lo presentan los apóstoles del Sistema como una contribución al entendimiento entre los pueblos! Pero ¿qué vemos por todas partes? A escala mundial, gobiernos de
nobles naciones disputando como verduleras por la posesión de mercados, y creando tensiones pre-bélicas.



¿Y a escala nacional? Pues a escala nacional, en todos los países ocurre lo mismo. Los industriales claman por rebajar, directa o indirectamente, los salarios, con objeto de ser competitivos en los mercados exteriores. Estallan huelgas. Los patronos, cuando pueden, responden con “deslocalizaciones”. Como es natural, los obreros se enfadan con sus patronos. Los patronos, con sus obreros. Pero unos y otros están en manos de desconocidos financieros, que son quienes controlan la cantidad de dinero que existe en el mercado. En esas circunstancias, una gran parte de la población obrera se quedará sin trabajo, a menos que los salarios se reduzcan.



Y si no se reducen -directa o indirectamente- muchísimas empresas quebrarán, y de todas maneras los obreros se quedarán sin trabajo. Y cuando en fin una gran parte de la Sociedad -obreros y patronos, agricultores y jornaleros- se han arruinado, entonces el horrendo ciclo Prosperidad-Crisis--Prosperidad-Crisis, puede volver a empezar de nuevo. En tan trágicas circunstancias, ¿puede alguien sorprenderse del repruebo entre las “clases”? ¿O de los obreros contra los patronos? ¿O de los patronos contra los obreros? ¿O de las naciones entre sí?



Nadie ve el verdadero enemigo. Nadie ve al Gran Parásito. O no lo quiere ver. Nadie parece querer darse cuenta de que la raíz de todos los males económicos se halla en las falsas promesas de pagar puestas en circulación a interés por los Parásitos. Nadie parece querer admitir que si el dinero, a escala mundial, fuera verdadero, y no falso, no habría necesidad de fijar los cambios ni de hacer los tremendos esfuerzos que se hacen para impedir una demanda de Oro superior al diez por ciento del que se ha prestado. Así se subvierte el orden económico natural. Y se arrojan a pueblos contra pueblos, naciones contra naciones, razas contra razas, para que sobreviva el más monstruoso sistema de robo que la mente humana (?) ha logrado concebir para establecer la tiranía de ese aquelarre de brujas que es la Finanza Internacional.

PD: corta pega de un articulo entresacado hace tiempo de libros que ya no recuerdo.

Has dado buena cuenta de este impostor y piojo hinchado prepotente llamado @Smiling Jack
 
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Tenemos inquietudes diferentes, a mi me preocupa el regirnos bajo un sistema monetario justo en el cual se preserve el valor del dinero en la medida de lo posible. Ustedes no me ofrecen nada a ese respecto, más bien al contrario.

Será usted un rentista y, ciertamente, los rentistas no ameritan nuestras simpatías. Pero el valor del dinero se va a hundir en la próxima inflación bajo el sistema capitalista, que al parecer sí le ofrece ---según usted--- muchas garantías. Cálcese, señor rentista. meparto: meparto: meparto: meparto:
 
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