En El Capital, Marx utiliza dos ejemplos históricos, el caso británico entre el siglo XV y el siglo XIX, y las colonias británicas del siglo XIX.
En primer lugar, toma el caso británico como prototipo de la desposesión de derechos de los campesinos en Europa. Los siervos, al ser liberados de sus obligaciones feudales, también perdieron sus derechos a ocupar una parcela y cultivarla, pues ésta pasó a ser propiedad privada del antiguo señor feudal. Además, pocos pero pequeños propietarios que dejaron de utilizar las tierras comunales de los municipios cuando éstas se convirtieron en bienes privados, de modo que vieron disminuidos sus medios de vida y se vieron obligados a endeudarse y, a medio plazo, perder las pocas tierras que poseyesen.
Marx analiza la legislación que desde el siglo XV, gradualmente, permitió ese proceso de expropiación (hay que tener en cuenta que el parlamento británico representaba los intereses de los grandes propietarios agrarios) También da cuenta de las alarmas sociales generadas por las sucesivas oleadas de población desposeída que, impedida de ganarse la vida, pasaron a vagar por los caminos. La aparición de tantos hombres y mujeres sin recursos, pidiendo por los caminos y ciudades generó una red de casas para pobres (poorhouses) en las que se les recluía y se les obligaba a trabajar para tener derecho a la caridad pública. Esas instituciones, en las que se podía concentrar el trabajo forzado de centenares de personas sin cualificaciones artesanales, incluyendo niños, se tras*formaron en un modelo para la producción de bienes manufacturados en serie. Con el desarrollo de del capitalismo industrial, las fábricas de enrolamiento "libre" sustuirían a las casas para pobres.
Mapa de las colonias británicas a finales del siglo XIX.
En segundo lugar, Marx habla de la colonización. Pero no para dar cuenta de la relación entre la metrópolis y las colonias, es decir del colonialismo o el imperialismo. Habla de lo que se podía ver en las colonias a mediados del siglo XIX como un ejemplo de lo que ya había pasado en Gran Bretaña, y en la mayor parte de Europa: la expropiación de la población. Y le da un sentido ontológico-geográfico: los obreros sólo son obreros allí donde ya han sido expropiados de los medios de producción, cosa que no sucede en las colonias en la medida en que existan tierras vírgenes y no se ponga en vigor una legislación represiva que impida a la población apropiarse de ellas y cultivarlas de modo independiente.
Por eso Marx cuenta la anécdota de Mr. Peel en las colonias del río Swan, que se llevó allí unos centenares de obreros empaquetados con familia y todo. Esperaba beneficiarse de tener una fábrica de textiles colocada cerca de donde se producían las materias primas, pero se encontró que esos obreros, llegados a tierras casi vírgenes, prefirieron convertirse todos en campesinos independientes: adentrarse en la selva, abrir un claro del terreno y cultivar por su cuenta. La existencia de tierras vírgenes (medios de producción a su libre disposición) hacia que dejasen de ser obreros, condición que sólo portaban en Inglaterra, donde no tenían acceso a ningún medio de producción. Así, lo que Peel veía claro con las categorías de la economía política: que él poseía el dinero y las máquinas, que los obreros eran obreros y que estarían encantados de firmar los contratos de trabajo; lejos de Inglaterra se demostraba falso. Allí donde no existían las relaciones de producción capitalistas, es decir, allí donde los medios de producción no estaban monopolizados en las manos de una clase social restringida, los obreros no acudían voluntariamente a trabajar en su fábrica.
Ante estos casos, Marx muestra la abundante legislación en las colonias destinada a impedir que los indígenas y los emigrantes blancos se apropiasen libremente de tierras vírgenes. La economía de plantación esclavista, inexistente en Gran Bretaña, podía explicarse en Estados Unidos por la dificultad de tener trabajadores asalariados, pues todo hombre libre siempre podía preferir ir al oeste.
Es significativo comprobar la sensibilidad a los problemas de la acumulación originaria por parte de intereses manufactureros estadounidenses de la costa este desde finales del S.XVIII, intereses que quisieron frenar la expansión al oeste. Su expresión clásica, el Informe sobre las Manufacturas de Alexander Hamilton (que es considerado uno de los padres del liberalismo clásico) solicitaba al Congreso encarecer el acceso a las tierras de frontera, establecer contratos de inmi gración que obligasen a los europeos recién llegados a trabajar en las manufacturas (antítesis de la libre elección de profesión) y enrolar en las fábricas a personas sin derechos políticos: mujeres y niños.[4] Sin embargo, las mayorías republicanas en el Congreso (frente a los federalistas de Hamilton), y después las demócratas, tuvieron en la conquista del Oeste el mito de la independencia individual y, a expensas del genocidio indígena, atrasaron la formación de una clase obrera estadounidense totalmente desposeída hasta finales del siglo XIX. Había trabajadores asalariados, pero con un alto poder de negociación en la medida en que siempre podían tener como opción