Madrid
Madmaxista
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Hechos como estos te hacen sentir orgullos de nuestra historia, bien sabía que el Kaiser había sentido admiración por los hechos de Baler y la defensa quijotesca de la bahía de Cavite por parte de España, sirvió para que Alemania repatriara en sus barcos a casi 500 soldados españoles , que el Gobierno de Sagasta y Silvela habían "olvidado", incluso algunos se quedaron hasta 1901 siendo testigos privilegiados del conflicto entre filipinos y estadounidenses.
Este favor fue devuelto por España en 1916. Alemania tenía sus posesiones en África, los alemanes fueron los más interesados en defender la neutralidad de las colonias pues su imperio colonial estaba disperso y mal defendido. Los aliados franco-británicos hicieron caso omiso y pronto atacaron las posesiones alemanas en todo el mundo. El Camerún alemán fue uno de los principales objetivos pues se creía que se rendiría pronto ante la abrumadora superioridad, cosa que no fue así. Una tenaz resistencia duró casi dos años, e hizo temblar de nerviosismo la vecina Guinea española.
A principio de 1916 , se veía venir que Alemania no podría resistir mucho tiempo el asalto aliado anglo-francés. Los alemanes decidieron refugiarse en el territorio neutral de la Guinea española, atravesando el río Muni.
Después de tensas discusiones en Madrid, de un gran nerviosismo en Santa Isabel (capital de la Guinea Española) y de superar las suspicacias de los gobiernos de París y Londres, se decidió trasladar a los denominados “internados alemanes" a territorio peninsular español.
Después de unos meses de internamiento en la isla de Fernando Poo, en condiciones difíciles y de gran escasez de alimentos y medicinas, los alemanes fueron trasladados en barco, no exento de peligros, debidos a la alta presencia de submarinos alemanes que intentaban cortar los suministros con los aliados.
Provenientes de su recién perdida colonia del sur muy sur del Camerún, a bordo de los vapores Isla de Panay y Cataluña y escoltados por el crucero Extremadura, unos 820 alemanes avistaron la roca de San Sebastián que les anunciaba el comienzo de la bahía de Cádiz el 2 de mayo de 1916.
Después de Cádiz los alemanes se dirigieron en un tren especial hacia Sevilla. A la estación del tren acudió a recibirlos el cónsul imperial en la ciudad, Otto Enghelardt, y la numerosísima colonia alemana en Sevilla. El recibimiento que les dispensó la ciudad a los alemanes del Camerún fue sencillamente apoteósico. Estos veteranos de África iban tomando conciencia del protagonismo que iban adquiriendo por las ciudades que iban pasando.
La prensa
España entera estaba atenta al recibimiento de estos alemanes. La bienvenida que se le ofrecía a los alemanes en los andenes de las estaciones por donde pasaban sus trenes no era propia de un país neutral, sino más bien de un país aliado de Alemania. Vítores, escarapelas con los colores de las banderas de los dos países, canto del himno alemán, regalos en forma de flores y bocadillos,… todo es síntoma de un espíritu colectivo espontáneo, ya que no hubo ninguna directriz u orden del gobierno respecto a cómo debían ser recibidos. Sólo preocupaba que no se produjera ningún tipo de violencia en forma de tumulto o reyerta. Parece que todos los rotativos españoles seguían un pacto tácito por el cual debían resaltar el carácter generoso y hospitalario de la población española ante unos extranjeros vencidos en la guerra y, no sólo eso, sino los riesgos que asumía el gobierno español para darles refugio cumpliendo con sus compromisos internacionales. Tanto fue así que incluso la prensa aliadófila de España no publicó, en esos momentos, ningún artículo beligerante contra la hospitalidad desprendida del pueblo español hacia los soldados derrotados de una de las principales potencias beligerantes de la guerra. Sin embargo, en muchos sectores de la población española se veía con recelo y suspicacia la presencia de más alemanes en nuestro suelo.
Las suspicacias llegaban incluso a niveles más altos. El conde de Romanones, entonces presidente del Gobierno y un convencido aliadófilo, estaba a favor de la victoria de Francia en la guerra y, paradójicamente, fue a él quien le tocó lidiar con la crisis ocasionada por los alemanes del Camerún. No fue de su agrado el tener que brindar refugio y alojamiento a unos soldados a quienes deseaba ver derrotados. En sus Memorias dejó clara la ingratitud de los alemanes con España: “La conducta observada con nosotros por el Imperio alemán, contrapuesta a la del Gobierno español, no corresponde ni a la consideración merecida por España ni al respeto debido a los ciudadanos e intereses nacionales”. Su análisis no carecía de rigor pues no le faltaban hechos que le dieran la razón, como por ejemplo el descubrimiento de contrabando de armas en Málaga. El vapor Pedro Pi descargó, el 9 de diciembre de 1915 en el puerto de Málaga, 318 bloques de cemento que contenían 2.600 carabinas y 200.000 cartuchos. Las averiguaciones practicadas permitieron averiguar que esas armas y municiones procedían de Alemania y estaban destinadas a jovenlandia, y que el encargado de recogerlas era uno de los agentes de los hermanos Manesmann. Un escándalo en toda regla que comprometía la situación de los alemanes del Camerún en España.
A pesar de estos pormenores , los alemanes continuaron en España, ya que la epopeya de atravesar la selva huyendo de la persecución aliada ya más como fugitivos que como soldados para evitar el cautiverio y el deshonor de la rendición ante el enemigo. Como única posibilidad les quedó refugiarse en territorio neutral español y esperar acontecimientos. La verdad que es una historia fascinante que planeaba en la mente de muchos.
Muchos decidieron quedarse en sus ciudades de acogida en España mientras durase la guerra pero una vez finalizada ¿qué harían? ¿Regresarían a su patria o se quedarían en su país de acogida?. . La Alemania de posguerra no ofrecía un panorama muy halagüeño para estos alemanes: derrota, miseria y pobreza.
Muchos se casaron con españolas y establecieron su residencia en lugares de Andalucía, en especial , toda la zona de la provincia de Málaga, aunque según el Conde de Romanones, en Málaga pasaban de doscientos los alemanes dedicados al espionaje. En Casarabonela, Torremolinos y en los montes llamados Sancha, instalaron estaciones radiotelegráficas de gran potencia adquiriendo para ellos fincas. Desde allí se relacionaban con jovenlandia…”.
Como conclusión, la neutralidad de España fue un privilegio de los alemanes, que devolvió con creces el favor ocurrido casi 20 años atrás en la Perla del Pacifico , Filipinas.
Este favor fue devuelto por España en 1916. Alemania tenía sus posesiones en África, los alemanes fueron los más interesados en defender la neutralidad de las colonias pues su imperio colonial estaba disperso y mal defendido. Los aliados franco-británicos hicieron caso omiso y pronto atacaron las posesiones alemanas en todo el mundo. El Camerún alemán fue uno de los principales objetivos pues se creía que se rendiría pronto ante la abrumadora superioridad, cosa que no fue así. Una tenaz resistencia duró casi dos años, e hizo temblar de nerviosismo la vecina Guinea española.
A principio de 1916 , se veía venir que Alemania no podría resistir mucho tiempo el asalto aliado anglo-francés. Los alemanes decidieron refugiarse en el territorio neutral de la Guinea española, atravesando el río Muni.
Después de tensas discusiones en Madrid, de un gran nerviosismo en Santa Isabel (capital de la Guinea Española) y de superar las suspicacias de los gobiernos de París y Londres, se decidió trasladar a los denominados “internados alemanes" a territorio peninsular español.
Después de unos meses de internamiento en la isla de Fernando Poo, en condiciones difíciles y de gran escasez de alimentos y medicinas, los alemanes fueron trasladados en barco, no exento de peligros, debidos a la alta presencia de submarinos alemanes que intentaban cortar los suministros con los aliados.
Provenientes de su recién perdida colonia del sur muy sur del Camerún, a bordo de los vapores Isla de Panay y Cataluña y escoltados por el crucero Extremadura, unos 820 alemanes avistaron la roca de San Sebastián que les anunciaba el comienzo de la bahía de Cádiz el 2 de mayo de 1916.
Después de Cádiz los alemanes se dirigieron en un tren especial hacia Sevilla. A la estación del tren acudió a recibirlos el cónsul imperial en la ciudad, Otto Enghelardt, y la numerosísima colonia alemana en Sevilla. El recibimiento que les dispensó la ciudad a los alemanes del Camerún fue sencillamente apoteósico. Estos veteranos de África iban tomando conciencia del protagonismo que iban adquiriendo por las ciudades que iban pasando.
La prensa
España entera estaba atenta al recibimiento de estos alemanes. La bienvenida que se le ofrecía a los alemanes en los andenes de las estaciones por donde pasaban sus trenes no era propia de un país neutral, sino más bien de un país aliado de Alemania. Vítores, escarapelas con los colores de las banderas de los dos países, canto del himno alemán, regalos en forma de flores y bocadillos,… todo es síntoma de un espíritu colectivo espontáneo, ya que no hubo ninguna directriz u orden del gobierno respecto a cómo debían ser recibidos. Sólo preocupaba que no se produjera ningún tipo de violencia en forma de tumulto o reyerta. Parece que todos los rotativos españoles seguían un pacto tácito por el cual debían resaltar el carácter generoso y hospitalario de la población española ante unos extranjeros vencidos en la guerra y, no sólo eso, sino los riesgos que asumía el gobierno español para darles refugio cumpliendo con sus compromisos internacionales. Tanto fue así que incluso la prensa aliadófila de España no publicó, en esos momentos, ningún artículo beligerante contra la hospitalidad desprendida del pueblo español hacia los soldados derrotados de una de las principales potencias beligerantes de la guerra. Sin embargo, en muchos sectores de la población española se veía con recelo y suspicacia la presencia de más alemanes en nuestro suelo.
Las suspicacias llegaban incluso a niveles más altos. El conde de Romanones, entonces presidente del Gobierno y un convencido aliadófilo, estaba a favor de la victoria de Francia en la guerra y, paradójicamente, fue a él quien le tocó lidiar con la crisis ocasionada por los alemanes del Camerún. No fue de su agrado el tener que brindar refugio y alojamiento a unos soldados a quienes deseaba ver derrotados. En sus Memorias dejó clara la ingratitud de los alemanes con España: “La conducta observada con nosotros por el Imperio alemán, contrapuesta a la del Gobierno español, no corresponde ni a la consideración merecida por España ni al respeto debido a los ciudadanos e intereses nacionales”. Su análisis no carecía de rigor pues no le faltaban hechos que le dieran la razón, como por ejemplo el descubrimiento de contrabando de armas en Málaga. El vapor Pedro Pi descargó, el 9 de diciembre de 1915 en el puerto de Málaga, 318 bloques de cemento que contenían 2.600 carabinas y 200.000 cartuchos. Las averiguaciones practicadas permitieron averiguar que esas armas y municiones procedían de Alemania y estaban destinadas a jovenlandia, y que el encargado de recogerlas era uno de los agentes de los hermanos Manesmann. Un escándalo en toda regla que comprometía la situación de los alemanes del Camerún en España.
A pesar de estos pormenores , los alemanes continuaron en España, ya que la epopeya de atravesar la selva huyendo de la persecución aliada ya más como fugitivos que como soldados para evitar el cautiverio y el deshonor de la rendición ante el enemigo. Como única posibilidad les quedó refugiarse en territorio neutral español y esperar acontecimientos. La verdad que es una historia fascinante que planeaba en la mente de muchos.
Muchos decidieron quedarse en sus ciudades de acogida en España mientras durase la guerra pero una vez finalizada ¿qué harían? ¿Regresarían a su patria o se quedarían en su país de acogida?. . La Alemania de posguerra no ofrecía un panorama muy halagüeño para estos alemanes: derrota, miseria y pobreza.
Muchos se casaron con españolas y establecieron su residencia en lugares de Andalucía, en especial , toda la zona de la provincia de Málaga, aunque según el Conde de Romanones, en Málaga pasaban de doscientos los alemanes dedicados al espionaje. En Casarabonela, Torremolinos y en los montes llamados Sancha, instalaron estaciones radiotelegráficas de gran potencia adquiriendo para ellos fincas. Desde allí se relacionaban con jovenlandia…”.
Como conclusión, la neutralidad de España fue un privilegio de los alemanes, que devolvió con creces el favor ocurrido casi 20 años atrás en la Perla del Pacifico , Filipinas.