A veces pienso que lo que viene es un escenario absolutamente distópico en el que las CBDC, los identificadores digitales, la vigilancia omnipresente y el control total de la población serán las herramientas que permitan convertir el dinero en una simple “cartilla de racionamiento digital”, donde el Estado decidirá, en función de nuestro grado de sumisión a él, qué bienes y servicios podremos consumir, cuándo, dónde y en qué cantidad. Un escenario de economía centralizada y planificada donde el 99% de los seres humanos serán poco más que ganado. Vamos, lo que habría hecho Stalin si hubiese dispuesto de la tecnología actual.