Puesto que no sois capaces de vivir sin inhalar fuerte los vapores que emana mi escroto, procedo a contaros mi vida.
Soy, entre otras cosas, doctor en ingeniería, nunca he dicho que fuera médico, siempre he dicho que trabajo de consultor independiente. Ahora ya llevo dos años contratado por, entre otros tinglados, una entidad de gestión sanitaria. Mi trabajo últimamente, que en nada ya veremos, es auditar y supervisar una serie de cuestiones tecnológicas de complejidad biosanitaria, desde el software de la maquinaria de los hospitales hasta todo un sistema de aplicaciones y repositorios documentales desplegados casi de urgencia para paliar la situación que se está dando en muchos centros de un tiempo a esta parte.
Con la esa época en el 2020 de la que yo le hablo me han puesto a apagar incendios y en ello estoy. Algunos sois demasiado burros como para imaginar cómo funciona la dirección sanitaria y con qué personal se dota, os creéis que todas esas maquinitas que pitan en las UCIs las calibra un enfermero y las audita un técnico de mantenimiento. Os pensáis que banderillar a toda una masa poblacional ingente es algo que te llevan dos ATS con el Excel. ¿Queréis pensar que estoy a sueldo de querido líder porque eso os hace trempar cosa mala y así me podéis llamar CM? Pues me la rezuma. Porque las cosas que os traigo siempre son la fruta verdad, y a los hechos me remito.
La cosa es que el personal sanitario no es sólo enfermeros y médicos, también está el de servicios y, oh, el de administración y dirección. Supervisando todo y comiendo pardoes, o vigilándolos. Y a eso me dedico yo.
Hale, seguid con el ojo ciego en llamas. Y soltando cosa sobre gente anónima. Si tuvierais algo en la cabeza os limitaríais a atacar las cosas que digo en vez de a especular sobre quien soy o cómo de larga tengo la platano que os he metido hasta la campanilla.