La descomunal tragedia sufrida por los armenios hace cien años está presente en Israel más allá de la reciente y mediática visita de la famosa por ser famosa, Kim Kardashian, de origen armenio. Desde hace décadas, intelectuales, ongs, periodistas y políticos israelíes exigen a las autoridades una clara posición pública independientemente de las relaciones con Turquía.
"Pedimos al Gobierno y Parlamento de Israel que reconozcan el genocidio armenio. Siendo hijos del pueblo que sufrió el Holocausto y que lucha contra su negación, debemos mostrar una sensibilidad especial para la tragedia de otro pueblo", reza la misiva en referencia a dos acontecimientos dramáticos del siglo XX: el asesinato de un millón y medio de armenios a manos del Imperio Otomano y el asesinato de seis millones de judíos, víctimas de la maquinaria nancy.
Cada vez que se discute la cuestión armenia en Israel, se suele mencionar la Shoa. Sin voluntad ni posibilidad de comparar. Sólo para apuntar la obligación jovenlandesal surgida de las cenizas de los campos de exterminio nazis. Lo mencionan tanto los judíos como los armenios que viven en este país.
Uno de los diputados y ministros israelíes que más ha luchado en los últimos años a favor del pueblo armenio y el reconocimiento de sus víctimas ha sido Reuven Rivlin. Hoy, como presidente de Israel, no abandona la causa pero se ciñe a los parámetros diplomáticos israelíes y de gran parte de países europeos (entre ellos España) que prefieren no usar el término "genocidio" para no dañar las relaciones con Estambul. Así lo hace el Gobierno israelí pese a que las relaciones con la Turquía del islamista Recep Tayyip Erdogan son pésimas.
Eso sí, Rivlin no se calla. En una reunión con los principales líderes políticos y espirituales armenios en Israel, ha afirmado que "el pueblo armenio fue la primera víctima del asesinato en masa moderno. Nosotros no buscamos a quien culpar sino mostrar nuestra identificación con las víctimas de la matanza".
"Hace dos semanas, en Israel conmemoramos el Día del Recuerdo del Holocausto. Después de ese terrible Holocausto, nuestra obligación judía por razones humanitarias y jovenlandesales es recordar la tragedia del pueblo armenio", añadió.
El arzobispo armenio Shirvanian y el presidente israelí Rivlin en Jerusalén (Reuters)
Aunque al arzobispo Aris Shirvanian, encargado de las Relaciones Internacionales del Patriarcado Armenio en Jerusalén, le hubiera gustado escuchar la palabra "genocidio" en el discurso de Rivlin, no olvida su pasado. "El presidente de Israel es un conocido y destacado defensor del reconocimiento oficial. Se lo agradecemos. Me imagino que en su cargo actual está sujeto a presiones políticas pero yo aún le considero un hombre valiente que actúa según su conciencia", comenta.
Pese a que sólo 3000 armenios están inscritos en el registro oficial en Israel, cree que la cifra real ronda los 15.000.
Lo que sucedió hace un siglo no es sólo una tragedia para su pueblo sino también para su familia. Su abuelo y sus dos hermanos fueron obligados a servir en el ejército otomano en 1915. "No les dieron armas, les usaron para trabajos forzados y luego les mataron", cuenta. También explica que varios familiares suyos se salvaron de la masacre en su aldea gracias a la valiente ayuda de una familia turca.
Nacido en Haifa (norte de Israel), Shirvanian explica por qué es tan necesaria la posición del Gobierno israelí. "Para nosotros, el reconocimiento de Israel es muy importante. El genocidio armenio precedió a la Shoa. Hitler lo dijo en 1939 cuando prometió a sus generales que la historia no les juzgaría por el genocidio judío afirmando que nadie se acordaba del genocidio armenio", señala en Jerusalén. La ciudad donde aún resuenan las cien campanadas de la treintena de iglesias armenias en recuerdo a lo sucedido hace cien años.
Muchos encontraron refugio en la Ciudad Santa. "En 1915 cuando los miembros del pueblo armenio fueron masacrados, mis padres en Jerusalén vieron llegar a miles de armenios refugiados. Hoy sus descendientes continúan viviendo aquí. Nadie en Jerusalén niega que las masacres tuvieron lugar", concluye el presidente Rivlin atrapado entre su posición personal y su obligación como jefe de Estado.
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