kepaxa
Himbersor
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Buenas risas.
Erasmus | Guantánamo | Blogs | elmundo.es
Ceno en casa de unos amigos y nos acompaña su hija de 20 años, que nos explica que en septiembre partirá de Erasmus a Florencia. "¿Y a tu novio cuando piensas dejarlo?". Me responde que no piensa dejarlo de ninguna manera, que su amor es maduro y que podrá sobrevivir a la distancia. Los Erasmus son ridículos desde el punto de vista académico y el único interés que tienen es etílico y sensual. Ni siquiera sirven para conocer el país donde vas, porque estás demasiado borracho para conocer nada y demasiado ocupado intentando amar.
En este momento seguro que hay algún padre iluso camino del aeropuerto pensando que le está pagando a su hijo o hija una experiencia de incalculable valor educativo. Si eres padre de un chico, piensa que lo que le estás pagando es una fiesta sin medida ni final, algo así como un bono ilimitado en un burdel de Medellín. Si eres padre de una chica, mejor no pienses nada, porque te vas a deprimir.
Niña que tienes veinte años, tu novio es un fulastre si te dejar marchar a Florencia. Erasmus, Italia, esperma. Son tres palabras que van siempre juntas y forman un solo concepto. Los primeros días os llamaréis cada día y las conversaciones serán largas y nostálgicas. Haréis planes de cuándo vendrá a visitarte, probablemente al cabo de un mes para que estés ya instalada. Serán conversaciones tiernas e inacabables, y pensarás que tú tenías razón y que yo estaba equivocado.
Luego vendrán los días de irte integrando en la Universidad, e irás estableciendo tus propias rutinas italianas. Continuarás hablando cada día con él, aunque las conversaciones ya no serán tan largas, y algunas –no todas- se te harán un poco pesadas.
-Cielo, perdona, te tengo que dejar que me vienen a buscar unas amigas portuguesas que he conocido esta mañana.
Naturalmente en el grupo habrá también algún chico pero le omitirás este dato para no preocuparle. El creciente interés por tu nueva vida va a irritar poco a poco a tu novio, tal vez no de un modo consciente, pero sí que notarás que está algo más borde cuando te llama y que se queja amargamente cada vez que le quieres colgar. Un viernes por la noche tendrás una cena, tendrás poco tiempo para arreglarte, no vas a contestar a su llamada y la primera bronca estará armada. Whatsapps como cuchillos afilados. Tal vez alguna lágrima. Algunas de tus lágrimas. No será grave, y el sábado a mediodía lo habréis arreglado con una conversación cariñosa y muy larga.
Pero cada vez será más feliz en Florencia y cada vez sentirás menos nostalgia. El fin de semana que con tanta alegría esperabas finalmente será el próximo y aunque tendrás ganas de verle te parecerá una carga tenerle que prestar tanta atención y no te gustará renunciar a dos días libres con tu grupo italiano. De todos modos estaréis bien, aunque tampoco como cuando vivíais en Barcelona. Estaréis bien, o bastante bien, pero el domingo cuando se vaya tendrás ganas de llamar a los tuyos y tomar una cerveza para recuperara tu italiano ritmo.
Probablemente ya en este momento algún chico autóctono te habrá empezado a gustar, aunque dirás a tus amigas que tienes muy claro que quieres a tu novio y que no vas a engañarle. Pero claro, el tío ahí estará, con su aspecto italiano un poco macarra, su sonrisa encantadora y su increíble talento para hacerte sentir bien. También probablemente estudie lo mismo que estudies tú y te parezca muy bonito pasar tiempo con alguien que comparte tus intereses y aficiones. Al fin y al cabo, zumbarse a un italiano es un clásico, algo así como un polvo de fondo de armario.
Con tu novio las conversaciones serán cada vez más breves y espaciadas. Las broncas serán constantes. Algún día se te escapará el nombre del italiano encantador, pongamos que Mateo (regalo de Dios), y a tu chico se le dispararán todas alarmas. Los cuernos aún no, pero es cuestión de tiempo. De poco tiempo. Porque una tarde de noviembre la bronca va a ser un poco más dura de lo normal, y un poco más desagradable, y en lugar de ponerte a llorar sentirás un punto de rabia y de desprecio, y ya antes de colgar pensarás en llamar a Mateo y en ir a pasear lo que quede de la tarde.
Y pasearás por Florencia que es como pasear por el cielo, al lado de Mateo, y aunque no andaréis cogidos se irán rozando los cuerpos. Le contarás los desencuentros con tu novio, y tu desazón, y él sabrá como un especialista consolarte el corazón. El primer beso será en la calle, el segundo en tu habitación. Italia es una banda de asalto y si en la mesita de noche hay una lámpara es allí donde irán a parar tus ropa interior. No te vas a sentir ni culpable.
Más temprano que tarde vas a tener la siguiente conversación con tu pobre barcelonés. Y éstas van a ser exactamente las palabras:
-No eres tú, soy no. Necesito espacio y tiempo para pensar.
¡Mentira! Necesitas tiempo para amar, para amar todo el día con Mateo, para "empaparte de Italia", como les dijiste a tus padres para que te pagaran el viaje. Pobre viejo, si viera para qué ha servido su dinero. ¿No te da vergüenza, desalmada? A tu novio no le vas a dejar todavía, ni le vas a contar los detalles, siempre a la espera de cómo evolucione con Mateo, no fuera que te dejara a la primera de cambio y te quedaras sola.
Pero como irá todo tan bien, y será todo tan intenso, y pensarás que nunca te habían querido así en tu vida, y que nunca te habían poseído de un modo tan brutal, cuando regreses por Navidad a Barcelona se lo vas a soltar. Del modo más cruel y sin ninguna piedad, también sin ningún remordimiento, con ese modo despectivo y humillante que tenéis de tratarnos cuando ya no os importamos.
Y aunque te parezca increíble, esta no va a ser la peor escena que tu novio va a tener que soportar. Primero vendrán los horribles días de tenerte en la ciudad sin poder verte. Los días de intentar quedar contigo y de constatar una vez y otra tu frialdad y tu absoluto desinterés. Él estará llorando como un petulante y tú contestándole un mensaje –tal vez guarro- a Mateo el italiano. Pero lo más terrible vendrá al cabo de unos meses, cuando Mateo se haya cansado de tomar aviones cada fin de semana y te deje tirada como tú dejaste a tu chico. Tu chico que estará todavía tan enamorado de ti que volverá a consolarte, a abrazarte, a estar contigo y a ser tu soldado.
No por amor, no por pasión, ni siquiera por morbo. Nada más que para no estar tan sola, ni tan triste, te volverás a acostar con él algunas veces, hasta tal vez vuelvas a salir con él, y finalmente os caséis y fundéis una familia. Y en cada uno de sus días y de sus noches la imagen de un italiano abstracto y sin rostro -si no has tenido la indecencia de mostrarle alguna foto- le hundirá en su miseria más perversos, y cuando te ame lo hará acomplejado y cuando piense en cómo os ha ido, en quién es y qué hace en el mundo, sabrá meticulosamente que es plato de segunda mesa y que marcó su gol de rebote.
Si realmente amabas a tu novio, dime: ¿qué falta te hacía irte de Erasmus a Italia?
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Ceno en casa de unos amigos y nos acompaña su hija de 20 años, que nos explica que en septiembre partirá de Erasmus a Florencia. "¿Y a tu novio cuando piensas dejarlo?". Me responde que no piensa dejarlo de ninguna manera, que su amor es maduro y que podrá sobrevivir a la distancia. Los Erasmus son ridículos desde el punto de vista académico y el único interés que tienen es etílico y sensual. Ni siquiera sirven para conocer el país donde vas, porque estás demasiado borracho para conocer nada y demasiado ocupado intentando amar.
En este momento seguro que hay algún padre iluso camino del aeropuerto pensando que le está pagando a su hijo o hija una experiencia de incalculable valor educativo. Si eres padre de un chico, piensa que lo que le estás pagando es una fiesta sin medida ni final, algo así como un bono ilimitado en un burdel de Medellín. Si eres padre de una chica, mejor no pienses nada, porque te vas a deprimir.
Niña que tienes veinte años, tu novio es un fulastre si te dejar marchar a Florencia. Erasmus, Italia, esperma. Son tres palabras que van siempre juntas y forman un solo concepto. Los primeros días os llamaréis cada día y las conversaciones serán largas y nostálgicas. Haréis planes de cuándo vendrá a visitarte, probablemente al cabo de un mes para que estés ya instalada. Serán conversaciones tiernas e inacabables, y pensarás que tú tenías razón y que yo estaba equivocado.
Luego vendrán los días de irte integrando en la Universidad, e irás estableciendo tus propias rutinas italianas. Continuarás hablando cada día con él, aunque las conversaciones ya no serán tan largas, y algunas –no todas- se te harán un poco pesadas.
-Cielo, perdona, te tengo que dejar que me vienen a buscar unas amigas portuguesas que he conocido esta mañana.
Naturalmente en el grupo habrá también algún chico pero le omitirás este dato para no preocuparle. El creciente interés por tu nueva vida va a irritar poco a poco a tu novio, tal vez no de un modo consciente, pero sí que notarás que está algo más borde cuando te llama y que se queja amargamente cada vez que le quieres colgar. Un viernes por la noche tendrás una cena, tendrás poco tiempo para arreglarte, no vas a contestar a su llamada y la primera bronca estará armada. Whatsapps como cuchillos afilados. Tal vez alguna lágrima. Algunas de tus lágrimas. No será grave, y el sábado a mediodía lo habréis arreglado con una conversación cariñosa y muy larga.
Pero cada vez será más feliz en Florencia y cada vez sentirás menos nostalgia. El fin de semana que con tanta alegría esperabas finalmente será el próximo y aunque tendrás ganas de verle te parecerá una carga tenerle que prestar tanta atención y no te gustará renunciar a dos días libres con tu grupo italiano. De todos modos estaréis bien, aunque tampoco como cuando vivíais en Barcelona. Estaréis bien, o bastante bien, pero el domingo cuando se vaya tendrás ganas de llamar a los tuyos y tomar una cerveza para recuperara tu italiano ritmo.
Probablemente ya en este momento algún chico autóctono te habrá empezado a gustar, aunque dirás a tus amigas que tienes muy claro que quieres a tu novio y que no vas a engañarle. Pero claro, el tío ahí estará, con su aspecto italiano un poco macarra, su sonrisa encantadora y su increíble talento para hacerte sentir bien. También probablemente estudie lo mismo que estudies tú y te parezca muy bonito pasar tiempo con alguien que comparte tus intereses y aficiones. Al fin y al cabo, zumbarse a un italiano es un clásico, algo así como un polvo de fondo de armario.
Con tu novio las conversaciones serán cada vez más breves y espaciadas. Las broncas serán constantes. Algún día se te escapará el nombre del italiano encantador, pongamos que Mateo (regalo de Dios), y a tu chico se le dispararán todas alarmas. Los cuernos aún no, pero es cuestión de tiempo. De poco tiempo. Porque una tarde de noviembre la bronca va a ser un poco más dura de lo normal, y un poco más desagradable, y en lugar de ponerte a llorar sentirás un punto de rabia y de desprecio, y ya antes de colgar pensarás en llamar a Mateo y en ir a pasear lo que quede de la tarde.
Y pasearás por Florencia que es como pasear por el cielo, al lado de Mateo, y aunque no andaréis cogidos se irán rozando los cuerpos. Le contarás los desencuentros con tu novio, y tu desazón, y él sabrá como un especialista consolarte el corazón. El primer beso será en la calle, el segundo en tu habitación. Italia es una banda de asalto y si en la mesita de noche hay una lámpara es allí donde irán a parar tus ropa interior. No te vas a sentir ni culpable.
Más temprano que tarde vas a tener la siguiente conversación con tu pobre barcelonés. Y éstas van a ser exactamente las palabras:
-No eres tú, soy no. Necesito espacio y tiempo para pensar.
¡Mentira! Necesitas tiempo para amar, para amar todo el día con Mateo, para "empaparte de Italia", como les dijiste a tus padres para que te pagaran el viaje. Pobre viejo, si viera para qué ha servido su dinero. ¿No te da vergüenza, desalmada? A tu novio no le vas a dejar todavía, ni le vas a contar los detalles, siempre a la espera de cómo evolucione con Mateo, no fuera que te dejara a la primera de cambio y te quedaras sola.
Pero como irá todo tan bien, y será todo tan intenso, y pensarás que nunca te habían querido así en tu vida, y que nunca te habían poseído de un modo tan brutal, cuando regreses por Navidad a Barcelona se lo vas a soltar. Del modo más cruel y sin ninguna piedad, también sin ningún remordimiento, con ese modo despectivo y humillante que tenéis de tratarnos cuando ya no os importamos.
Y aunque te parezca increíble, esta no va a ser la peor escena que tu novio va a tener que soportar. Primero vendrán los horribles días de tenerte en la ciudad sin poder verte. Los días de intentar quedar contigo y de constatar una vez y otra tu frialdad y tu absoluto desinterés. Él estará llorando como un petulante y tú contestándole un mensaje –tal vez guarro- a Mateo el italiano. Pero lo más terrible vendrá al cabo de unos meses, cuando Mateo se haya cansado de tomar aviones cada fin de semana y te deje tirada como tú dejaste a tu chico. Tu chico que estará todavía tan enamorado de ti que volverá a consolarte, a abrazarte, a estar contigo y a ser tu soldado.
No por amor, no por pasión, ni siquiera por morbo. Nada más que para no estar tan sola, ni tan triste, te volverás a acostar con él algunas veces, hasta tal vez vuelvas a salir con él, y finalmente os caséis y fundéis una familia. Y en cada uno de sus días y de sus noches la imagen de un italiano abstracto y sin rostro -si no has tenido la indecencia de mostrarle alguna foto- le hundirá en su miseria más perversos, y cuando te ame lo hará acomplejado y cuando piense en cómo os ha ido, en quién es y qué hace en el mundo, sabrá meticulosamente que es plato de segunda mesa y que marcó su gol de rebote.
Si realmente amabas a tu novio, dime: ¿qué falta te hacía irte de Erasmus a Italia?