¿Tú te has creído, en serio, que hasta que han llegado los veinteañeros pogres la gente era gilipishas y se dejaba explotar porque sí?
Los camareros buenos han estado ganando 3000 euros al mes, y probablemente más, en dinero equivalente después de impuestos, hasta que Antonio y sus Antoniettes decidieron meterse a salvadoras de la famélica legión explotada.
Sí, tenían horarios inhumanos, sí, metían más horas extras que un reloj, pero se llevaban un pastizal a casa. No era un trabajo para todos, pero los que rendían y aguantaban el tirón ganaban muy bien.
Precisamente eso explica que, ante propuestas que teóricamente mejoraban la vida de los trabajadores de la hostelería, muchos de los camareros estuviesen del lado de los empleadores y dijeran que les dejasen en paz apañarse a ellos. Por ejemplo, en la feria de abril de hace un par de años, cuando pretendieron limitar las horas trabajadas y regular los sueldos, y los trabajadores habituales se negaron a aceptar las nuevas condiciones, porque no les compensaban, es decir, porque ganaban mucho más con las de antes.
El problema es que en esos sectores que funcionaban a su manera se ha metido la administración a proteger, de la misma manera que protegía la mafia a los comerciantes italianos de Nueva York a principios del siglo XX, y ahora ya no hay para patrón, protector y trabajador protegido, porque el protector le cobra bastante más del 35% al patrón y bastante más del 25% al trabajador protegido, con lo que el que la única que sale ganando con el nuevo régimen de controles es la administración.
Por eso ante la "mejora" de las condiciones, ahora ni dios quiere trabajar en la hostelería, mientras que antes sí que había gente interesada. No solo había gente interesada, sino que venían del otro extremo del mundo a dejarse explotar por los "explotadores" españoles. Es como si los neցros de Nigeria hubiesen cruzado a nado el Atlántico, voluntariamente, para trabajar en las plantaciones, y cuando llegasen los soldados de la Unión a liberarles, les hubiesen echado a gorrazos, diciendo que preferían arreglarse con los amos esclavistas.
Y ese mismo sistema es el que hace imposible que la gente normal alcance no ya la IF, sino una simple tranquilidad financiera. Tal y como están las cosas en España se puede vivir, malamente, de las paguitas y las ayudas, mientras que te tocas las narices. Alternativamente, también se puede malvivir trabajando, con salarios de subsistencia y renunciando a muchas ayudas, aunque con un nivel impositivo (directo) relativamente bajo. La diferencia de nivel de vida entre el paguitero y el trabajador de subsistencia es prácticamente inexistente, con lo que no existe incentivo para trabajar.
Pero es que si el trabajador pretende aumentar su nivel de vida y alcanzar una cierta tranquilidad financiera, se tiene que enfrentar a una batería de medidas fiscales desincentivadoras, tanto para la empresa como para el propio trabajador, que hace que cualquier cifra adicional que se añada a su salario, en neto, requiera una auténtica barbaridad de subida en bruto. Es decir, que de cada 1000 euros adicionales que gane el trabajador (trabajando más o aumentando sus responsabilidades) la administración se llevará por lo menos 500.
En esas condiciones pasa, a escala general, lo que está pasando en la hostelería en el momento actual: que todo el mundo tira el remo al suelo.