Al leer a alguien hablando del comedor de su facultad me he acordado del de la mia. No se que clase de aceite de girasol industrial usaban, pero cada vez que comia alli se me quedaba el estomago hecho un cirio. Cuando tenia clase a las 16:00 acudia a veces con postura napoleonica.
Cuando llegaba a casa por la noche y cenaba, cualquier cosa me sabia a gloria, hasta un bocadillo de queso.
Tambien me acuerdo de las horas muertas, aquellos huecos que habia en medio del horario y que no sabias con que llenar. A veces me iba a la biblioteca a leer el periodico. Recuerdo aquellos viernes cuando no faltaba a la puntual cita de El Pais de las Tentaciones.
Ahora si en el trabajo tengo una hora muerta (ocurre poco, eh), se que me la van a pagar igual, pero en los pasillos de la facultad desperdicie miles de horas de mi vida.