No sé si os ocurre a vosotros también.
A mí me pasa que de un tiempo a esta parte cada vez me cansa más tener que sostener y fundamentar mis argumentos en estadísticas, estudios y gráficas, es como si para sostener que la oleada turística USA de Irak ha causado muchas víctimas civiles te tuvieras que basar en un estudio de aumento de mortalidad de The Lancet. En el mejor de los casos es innecesario, en el más frecuente sólo vale para medirte la platano con un troll.
No digo que no esté bien, sobre todo cuando se tiene tiempo y se quiere ser exhaustivo, pero llegamos a un punto en que llega a ser más significativo lo que ves a tu alrededor que lo que te diga la web del INE (especialmente desde que sabes que este organismo va a ser investigado por funcionarios europeos para verificar la fiabilidad de sus datos). Llega un momento en que es tal el esfuerzo que invierte el poder en controlar y distorsionar el big picture, que no te queda más remedio que extraer conclusiones de tu entorno inmediato.
Cuando ves que el agua del Segura a su paso por Orihuela (uno de los cauces más contaminados de Europa) empieza a bajar poco a poco más limpia los días laborables, ya puedes imaginar cómo debe ser la situación en los polígonos industriales murcianos río arriba, aunque no veas ninguna estadística de cierres de empresas. Ves que en los supermercados cada vez la gente tira menos de carro grande y más de cestillo, que cadenas semielitistas como Eroski sacan con éxito una línea blanca de productos, y te haces un cuadro del poder adquisitivo de las familias mucho mejor que cualquier dibujito de colorines publicado en El País o La Razón.
Microindicadores como esos te los encuentras a patadas en tu entorno inmediato: escaparates de boutiques céntricas de Donostia apagando las luces por la noche para ahorrar electricidad, el número de comercios que sobrevivieron a la crisis del 29, guerra civil y posguerra para sucumbir ahora, vecinos que se pasan del gas natural al butano, manifestaciones laborales en el centro de la ciudad día sí y día también, los conocidos, cada vez más, que van perdiendo su trabajo, y te entra una pereza enorme a la hora de discutir según qué cifras con el forero de turno.
Y uno de los microindicadores que más me está llamando la atención últimamente es el brutal aumento de actividad fanboy en este foro. Los fanboys están inquietos. ¿Como los animales antes de un terremoto? Puede ser. Presienten, intuyen, que su realidad cotidiana se va a ver alterada a peor de manera irreversible en los acontecimientos que se avecinan. Y no quieren, porque ellos están a gusto como están. Por lo que he leído de varios, en su mayoría ni siquiera lo hacen por unos céntimos, bocata mortadela, compromiso ideológico o la mano del patrón revolviéndoles el pelo, no. Lo hacen porque son unos blandengues niños de papá que pensaban que su vida sería como un episodio muy largo de Ana y los Siete, instalados por siempre en el confort de la clase media, y ahora ven que no, que su destino es acabar como la gente obrera de la que tan por encima se querían creer.
Pues sí, queridos mocosos, vais a ser pobres, y ninguna desgracia ajena ni nada de lo que digáis aquí va a cambiar ese destino. El país va a peor, y empeorará mucho más. La calle se hará más violenta e insegura. La gente con bemoles dejará de lado la neutralidad (lujo burgués, mal que nos pese) y saldrá a luchar por lo suyo, y la que no seguirá rabiando en un foro desde casa, mientras se lo pueda permitir, que no será mucho tiempo. Es normal que os fastidie el aumento de movilizaciones y protestas, pero no os hagáis ilusiones: va a ir a más, no a menos. La vida que habéis conocido ya no la volveréis a disfrutar.
Para este foro sois, y perdonad la comparación porque ya sé que os joroba, algo parecido a un canario en la mina. Vuestra actividad indica la proximidad de conflictos sociales, incluso mejor que los análisis de Miss Marple.
Para algo teníais que servir.