Consuelo Álvarez de Toledo en su libro “4 días de Marzo” (Planeta, 2004, pág. 125).
Agustín Díaz de Mera recibe la llamada en el IFEMA. Son las 2:40 de la madrugada.
En la comisaría de Vallecas ha aparecido la mochila número 13.
“Ya están todas”, piensa el comisario general de Policía, acordándose de las trece mochilas de las que habían hablado los etarras detenidos en Cañaveras. La bolsa, le dicen, ha estado en el recinto ferial toda la tarde. El director general de la Policía mira hacia el lugar donde estuvo la mochila y observa que todavía hay pertenencias y objetos apilados. Llaman a los guías caninos, por si hay otra bomba en el Ifema. Entra un perro. No se sienta.
Yo he tenido el sumario de Cañaveras. El relato de las mochilas de Baqueira es falso. No aparece por ninguna parte.
Agustín Díaz de Mera recibe la llamada en el IFEMA. Son las 2:40 de la madrugada.
En la comisaría de Vallecas ha aparecido la mochila número 13.
“Ya están todas”, piensa el comisario general de Policía, acordándose de las trece mochilas de las que habían hablado los etarras detenidos en Cañaveras. La bolsa, le dicen, ha estado en el recinto ferial toda la tarde. El director general de la Policía mira hacia el lugar donde estuvo la mochila y observa que todavía hay pertenencias y objetos apilados. Llaman a los guías caninos, por si hay otra bomba en el Ifema. Entra un perro. No se sienta.
Yo he tenido el sumario de Cañaveras. El relato de las mochilas de Baqueira es falso. No aparece por ninguna parte.