Después de la llegada de la noticia del asesinato de mi amigo, el archiduque Francisco Fernando, yo renuncie a ir a Kiel para la semana de regatas y fui de vuelta a casa, ya que tenía la intención ir a Viena para su funeral. Pero me pidieron que renunciara a ese plan. Más tarde me enteré hizo una de las razones fue por consideración por mi seguridad personal; a esta yo, naturalmente, no le habría prestado atención. Profundamente preocupado por razón del giro que los acontecimientos podrían tomar decidí renunciar a mi viaje previsto a Noruega y permanecer en casa., El Canciller Imperial y el Ministerio de Relaciones Exteriores tenían una opinión contraria a la mía y deseaban que emprendiera el viaje, considerado como ellos lo hicieron que tendría un efecto tranquilizador en toda Europa. por mucho tiempo argumenté en contra de ir lejos de mi país en momentos en que el futuro era tan incierto, pero el Canciller Imperial Von Bethmann me dijo, en términos breves y concisos, que si yo fuera entonces a renunciar a mis planes de viaje, que ya eran generalmente conocidos, haría que la situación pareciera más grave de lo que había sido hasta ese momento
y posiblemente conduciría a la declaración de guerra, por la que podría ser considerado responsable; todo el mundo estaba a la espera de ser puesto fuera de suspenso por la noticia de que, a pesar de la situación, me había ido tranquilamente de viaje. Consulté al Jefe del Estado Mayor General, y cuándo, demostró calma y despreocupación respecto a la situación y pidió un permiso para ausentarse de veraneo para ir a Carlsbad, decidí, aunque con el corazón encogido, sobre mi partida. El tan discutido Consejo de la Corona de Potsdam del 05 de julio, en realidad nunca tuvo lugar. Es un invento de personas malévolas. Naturalmente, antes de mi partida, recibí, como era mi costumbre, parte de los Ministros individualmente, a fin de recibir de ellos informes relativos a sus departamentos. Tampoco hubo ningún consejo de Ministros y no se habló sobre preparativos en una sola de las conferencias. Estaba de crucero en los fiordos noruegos, como de costumbre, mientras yo estaba en mi viaje de vacaciones de verano. Durante mi estancia en Balholm recibí escasas noticias del Ministerio de Asuntos Exteriores y me vi forzado a depender de los periódicos noruegos, Me dio la impresión de que la situación empeoraba cada vez más. Telegrafié repetidamente al Canciller y al Ministerio de Relaciones Exteriores que consideraba conveniente mi regreso a casa, pero me pidieron cada vez que no interrumpiera mi viaje. Cuando supe que la flota Inglés no se había dispersado después de la revista en Spithead, sino que se mantuvo concentrada, Telegrafié de nuevo a Berlín que consideraba mi regreso necesario. Opinión que no era compartida allí. Pero cuando, después de eso, me enteré por los periódicos noruegos en vez de por Berlín del Ultimátum de Austria a Serbia, e inmediatamente después de eso, de la nota de Serbia a Austria, emprendí sin más preámbulos mi viaje de regreso y ordené a la flota recalar en Wilhelmshaven. Tras mi partida me enteré a través de una fuente de Noruega que dijo que una parte de la flota inglesa había partido en secreto para Noruega con orden de capturarme (aunque la paz reinaba aún). Es significativo que Sir Edward Goschen, el embajador Inglés, fuera informado el 26 de julio en el Ministerio de Relaciones Exteriores que mi viaje de regreso por mi propia iniciativa había de ser lamentado, ya que los rumores podían ser causados por el mismo.
A mi llegada a Potsdam encontré al Canciller y al Ministerio de Asuntos Exteriores en conflicto con el Jefe del Estado Mayor General, desde que el general de Moltke estaba seguro de que la guerra iba a estallar, mientras que los otros dos mantenían con firmeza qu las cosas no llegaría a ese extremo y habría alguna forma de evitar la guerra, siempre y cuando yo no ordenara la movilización. Esta disputa mantuvo hasta que el general de Moltke anunció qué los rusos habían prendido fuego a sus puestos fronterizos, roto la vía férrea de frontera y publicados órdenes de movilización rojas se hizo la luz sobre los diplomáticos en la Wilhelmstrasse y causó
tanto su propio derrumbe y el
de su capacidad de resistencia. Ellos no habían
querido creer en la guerra.
Esto muestra claramente lo poco que habíamos esperado y mucho menos preparado la guerra en julio de 1914. Cuando, en la primavera de 1914, el zar Nicolás II, fue preguntado por su mariscal Corte en cuanto a su y planes para la primavera y el verano, él contestó: "El resterai chez moi cette année parceque aurons nous la guerre "("Deberé permanecer en el país este año, porque tendremos guerra "). (Este hecho, se dice, que fue reportado al Canciller von Bethmann; No oí nada al respecto entonces y me enteré por primera vez en noviembre de 1918.) Este fue el mismo Zar que me dio, en dos ocasiones diferentes en Bjorko y Baltisch-Port enteramente sin ser presionado por mí y de una manera que me hizo sorprender, su palabra de honor como soberano, a la que añadió peso tomándome de la mano y abrazándome, que él nunca desenvainaría su espada contra el emperador alemán y mucho menos como aliado de Inglaterra en caso de que una guerra empezara en Europa, debido a su gratitud al Emperador de Alemania por su actitud en la guerra ruso-japonesa Guerra, en la que unicamente Inglaterra había involucrado a Rusia, añadiendo que él odiaba a Inglaterra, por lo que ella les había hecho a él y a Rusia un gran agravio al incitar al Japón contra ellos.