Religión: Santo Evangelio de hoy y lecturas. Jueves, 18 de abril, "Aclamad al Señor, tierra entera" **********************************Sto.ROSARIO A LAS 22.00

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Muy buenas tardes, y un abrazo. Gracias




Prosiguiendo con la iniciativa que comenzamos para subir diariamente la Palabra -siempre necesaria, pero especialmente en los tiempos bélicos y de desesperación que vivimos-, en primer lugar os recuerdo los beneficios que relaciona el Salmo 119 (en Spoiler porque es reiteración).

El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

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Bonus: Añado los comentarios de los dominicos con el Evangelio anterior, así como los del padre Pedro Brassesco, en YT. Para quien prefiera las reflexiones por escrito, las dejo a continuación, hoy a cargo de D. José Vicente Vila Castellar, OP, de la Fraternidad Laical Dominicana Torrent (Valencia).






Reflexión del Evangelio de hoy

¿Entiendes lo que estás leyendo?
Tras la fin de Esteban se produjo una persecución a los cristianos en Jerusalén, la gran mayoría se dispersaron, excepto los apóstoles, y algunos como el diácono Felipe, que se fue a Samaría, fueron anunciando la Buena Noticia de Jesús allá donde iban.

Felipe recibió un anuncio del ángel del Señor para que se desplazara al desierto camino de Gaza, vio el cortejo de un alto dignatario etíope que volvía a su tierra después de haber peregrinado a Jerusalén y estaba leyendo al profeta Isaías, y acercándose a la comitiva y oír lo que estaba leyendo le preguntó ¿lo entiendes? Y aprovechó para explicarle la “Buena Noticia”, al llegar a un lugar donde había agua, el etíope pidió a Felipe que lo bautizara, pues creía firmemente que Jesús es el Hijo de Dios, y Felipe lo bautizó.

El diácono fue capaz de evangelizar al etíope en un corto periodo de tiempo, escasamente una etapa de camino, y consiguió que creyera profundamente. Frente a esto, cuántas trabas y burocracia inventamos para incorporar al Evangelio a los que no han compartido nuestra civilización cristiana.

La Buena Noticia de Jesús es clara y sencilla, si sabemos transmitirla con auténtico testimonio de vida, aquello de “por sus obras los conoceréis” se puede aplicar perfectamente a los que nos llamamos cristianos y queremos anunciar la alegría del Evangelio, haciendo como nos pide el salmo 65: “Aclama al Señor, tierra entera”

El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo
Tras la multiplicación de los panes y los peces Jesús se desplaza con sus discípulos a Cafarnaúm, y hasta allí va buscándolo la gente, y Él aprovecha para hablarles del auténtico pan del cielo, no el que habían comido hasta saciarse, sino de aquel que da la vida eterna.

Comienza advirtiendo que todo el que quiera llegar a él, previamente lo ha tenido que atraer el Padre celestial, tal como dicen las escrituras “serán todos discípulos de Dios”.

Jesús manifiesta a Dios como Padre, siempre preocupado por el hombre. El alimento que les promete, ofrece la vida definitiva ya desde el momento que se asume.

En este pasaje Jesús no pretende que nos convirtamos en caníbales antropófagos. La imagen de comer y beber se refiere a creer en Él y asimilar totalmente su ser, introduciéndolo en el nuestro como introducimos lo que comemos o bebemos, pero asumiendo que Él es la vía para alcanzar la vida eterna, como nos dice que “el que coma de este pan, vivirá para siempre”.

Esto no fue entendido por los judíos, que no comprendían la simbología de lo que les estaba anunciando y también, en parte, fue el motivo de que muchos de sus seguidores lo abandonaran.

Por lo tanto, para descubrir claramente a Jesús, hay que dejarse arrastrar por lo que hay de Dios en lo profundo del hombre, y de esta forma emprender una vida hacia adelante, para llegar a alcanzar la meta que es la configuración con Jesús como reflejo del amor del Padre encarnado por nosotros.

¿Es nuestra vida un auténtico testimonio para los que viven a nuestro alrededor?

¿Nos sentimos atraídos hacia Jesús, como pan vivo bajado del cielo?

El mensaje de Jesús es duro, pero ¿lo asumimos?


Fuente: El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo

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Y porque has resucitado, te damos las gracias. Contigo seremos invencibles. Contigo, llamados a la Vida.



Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.» (Salmo 90)



¿Cómo que "la imagen de comer y beber"?
No quiere escandalizarse, como aquellos discípulos que abandonaron al Señor cuando les habló de que había que comer su Cuerpo. Pues sí, comemos verdaderamente el Cuerpo del Señor. Algo ocurrirá en nuestra materia, cuando lo hacemos, algo que tendrá que ver con lo que sucederá algún día, cuando haga resucitar nuestros cuerpos y los de todos los hijos de Dios. No es una imagen, no.

O creemos a este señor, que debe de ser una excelente persona, lo he buscado, y quiere ir a ayudar a los necesitados al jubilarse. Pero no hay nada de símbolo en la Eucaristía. Es la forma en la que Él ha escogido permanecer realmente, no sólo en Espíritu sino en verdad, hasta que vuelva de forma gloriosa.

O le hacemos caso al señor que escribe, o le hacemos caso a Nuestro Señor, en estas lecturas maravillosas de estos días escogidas en el Evangelio de San Juan, o a San Pedro y San Pablo. Y a San Ireneo, hoy, en el Oficio de lectura

San Ireneo, en cambio, sí cree en la certeza -y dogma- de la transubstanciación y no se anda con las imágenes. No hay rastros luteranos ni indiferentismo.

SEGUNDA LECTURA Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las herejías (Libro 5, 2, 2-3: SC 153, 30-38)

LA EUCARISTÍA, PRENDA DE LA RESURRECCIÓN

Si no fuese verdad que nuestra carne es salvada, tampoco lo sería que el Señor nos redimió con su sangre, ni que el cáliz eucarístico es comunión de su sangre y el pan que partimos es comunión de su cuerpo. La sangre, en efecto, procede de las venas y de la carne y de todo lo demás que pertenece a la condición real del hombre, condición que el Verbo de Dios asumió en toda su realidad para redimirnos con su sangre, como afirma el Apóstol: Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Y, porque somos sus miembros, nos sirven de alimento los bienes de la creación; pero él, que es quien nos da estos bienes creados, haciendo salir el sol y haciendo llover según le place, afirmó que aquel cáliz, fruto de la creación, era su sangre, con la cual da nuevo vigor a nuestra sangre, y aseveró que aquel pan, fruto también de la creación, era su cuerpo, con el cual da vigor a nuestro cuerpo. Por tanto, si el cáliz y el pan, cuando sobre ellos se pronuncian las palabras sacramentales, se convierten en la sangre y el cuerpo eucarísticos del Señor, con los cuales nuestra parte corporal recibe un nuevo incremento y consistencia, ¿cómo podrá negarse que la carne es capaz de recibir el don de Dios, que es la vida eterna, si es alimentada con la sangre y el cuerpo de Cristo, del cual es miembro? Cuando el Apóstol dice en su carta a los Efesios: Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos, no se refiere a alguna clase de hombre espiritual e invisible -ya que un espíritu no tiene carne ni huesos-, sino al hombre tal cual es en su realidad concreta, que consta de carne, nervios y huesos, que es alimentado con el cáliz de la sangre de Cristo, y que recibe vigor de aquel pan que es el cuerpo de Cristo. Y del mismo modo que la rama de la vid plantada en tierra da fruto a su tiempo, y el grano de trigo caído en tierra y disuelto sale después multiplicado por el Espíritu de Dios que todo lo abarca y lo mantiene unido, y luego el hombre, con su habilidad, los transforma para su uso, y al recibir las palabras consecratorias se convierten en el alimento eucarístico del cuerpo y sangre de Cristo; del mismo modo nuestros cuerpos, alimentados con la eucaristía, después de ser sepultados y disueltos bajo tierra, resucitarán a su tiempo, por la resurrección que les otorgará aquel que es el Verbo de Dios, para gloria de Dios Padre, que rodea de inmortalidad a este cuerpo mortal y da gratuitamente la incorrupción a este cuerpo corruptible, ya que la fuerza de Dios se muestra perfecta en la debilidad.
 
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