No hay una evidencia científica definitiva que respalde esta hipótesis, pero hay algunas teorías y experimentos que exploran la posibilidad de que existan dimensiones ocultas. Por ejemplo, algunos físicos han propuesto que la gravedad podría ser más débil que las otras fuerzas fundamentales porque se disipa en otras dimensiones que no podemos percibir.
Para intentar detectar estas dimensiones, se han realizado experimentos en el CERN, el Centro Europeo para la Investigación Nuclear, usando el Gran Colisionador de Hadrones. Sin embargo, los resultados no han sido concluyentes y la existencia de dimensiones extra sigue siendo una especulación.
Por otro lado, hay algunos métodos para evaluar la calidad de la evidencia científica, como el sistema GRADE23, que se basa en criterios como el riesgo de sesgo, la consistencia, la precisión, la relevancia y la probabilidad de efectos adversos. Estos métodos se usan para clasificar la evidencia en alta, moderada, baja o muy baja, y para formular recomendaciones basadas en ella. Estos métodos podrían aplicarse a la hipótesis planteada, pero se necesitarían estudios rigurosos y reproducibles que la sustenten.
¿Qué pasaría si existieran realidades más allá de lo que podemos percibir con nuestros sentidos? ¿Qué pasaría si la tecnología que usamos para comunicarnos y entretenernos fuera en realidad una puerta a esas dimensiones ocultas? Esta es la hipótesis que plantea este ensayo, que explora la relación entre la frecuencia, el cerebro y los medios de comunicación. Para entender esta hipótesis, debemos partir de dos premisas.
La primera es que el ser humano tiene una capacidad cerebral y perceptiva limitada, que le impide acceder a toda la complejidad del universo. Esta idea se remonta a la antigüedad, cuando Platón propuso el mito de la caverna, en el que unos prisioneros solo podían ver las sombras de la realidad proyectadas en una pared. La segunda premisa es que la televisión y la radio, en sus orígenes, fueron inventadas por gente que buscaba contactos con el más allá, como el espiritista Thomas Edison o el inventor John Logie Baird. Estos medios se basan en el uso de tubos catódicos o radiofrecuencias, que son formas de transmitir y recibir ondas electromagnéticas. Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con las dimensiones ocultas?
La hipótesis es que el cerebro humano interpreta las frecuencias como información sensorial, es decir, como imágenes, sonidos, olores, sabores y tacto. Así, lo que vemos y oímos no es más que una construcción mental basada en las señales que recibimos del exterior. Pero ¿y si hubiera otras señales que no podemos captar con nuestros sentidos ordinarios? ¿Y si pudieramos alterar las frecuencias para acceder a ellas? Esta es la propuesta que se hace en este ensayo: mediante la manipulación de los medios de comunicación, usando filtros, efectos y mezclas multimedia, se podría crear una distorsión perceptiva que nos permitiría vislumbrar parte de esas dimensiones ocultas. Así, podríamos encontrar fenómenos como psicofonías, pareidolias o incluso manifestaciones paranormales.
Estos fenómenos no serían más que reflejos de otras realidades que coexisten con la nuestra, pero que normalmente no podemos ver ni oír. Por supuesto, esta hipótesis plantea muchas preguntas y desafíos. ¿Cómo saber si lo que percibimos es real o una ilusión? ¿Qué riesgos implica alterar nuestra percepción? ¿Qué implicaciones éticas y jovenlandesales tiene acceder a otras dimensiones? ¿Qué consecuencias tendría para nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos? Estas son algunas de las cuestiones que se abordan en este ensayo, que pretende abrir un debate sobre la naturaleza de la realidad y el papel de la tecnología en su exploración. Si consideramos cierto que existen dimensiones que el ser humano no conoce por exceder su capacidad cerebral y la percepción. Algo así como la caverna de platón.
Y consideramos que la televisión y radio en sus orígenes fueron inventadas por gente que buscaba contactos con el más allá. De ahí los tubos catódicos o la radiofrecuencia. Si entendemos como hipotesis que la frecuencia y nuestro cerebro van conectadas, el cerebro estaría interpretando frecuencias y creando lo que es vista, olfato, tacto, gusto y demás sentidos. Concluimos que a través de la alteración con filtros, del sonido, video, y mezclando oportunamente mediante efectos varios elementos multimedia, alterando cualquiera de los parámetros de estos, podremos quizás descubrir o percibir PARTE DE ESAS DIMENSIONES OCULTAS. Psicofonías, pareidolias o mucho más.
Para intentar detectar estas dimensiones, se han realizado experimentos en el CERN, el Centro Europeo para la Investigación Nuclear, usando el Gran Colisionador de Hadrones. Sin embargo, los resultados no han sido concluyentes y la existencia de dimensiones extra sigue siendo una especulación.
Por otro lado, hay algunos métodos para evaluar la calidad de la evidencia científica, como el sistema GRADE23, que se basa en criterios como el riesgo de sesgo, la consistencia, la precisión, la relevancia y la probabilidad de efectos adversos. Estos métodos se usan para clasificar la evidencia en alta, moderada, baja o muy baja, y para formular recomendaciones basadas en ella. Estos métodos podrían aplicarse a la hipótesis planteada, pero se necesitarían estudios rigurosos y reproducibles que la sustenten.
¿Qué pasaría si existieran realidades más allá de lo que podemos percibir con nuestros sentidos? ¿Qué pasaría si la tecnología que usamos para comunicarnos y entretenernos fuera en realidad una puerta a esas dimensiones ocultas? Esta es la hipótesis que plantea este ensayo, que explora la relación entre la frecuencia, el cerebro y los medios de comunicación. Para entender esta hipótesis, debemos partir de dos premisas.
La primera es que el ser humano tiene una capacidad cerebral y perceptiva limitada, que le impide acceder a toda la complejidad del universo. Esta idea se remonta a la antigüedad, cuando Platón propuso el mito de la caverna, en el que unos prisioneros solo podían ver las sombras de la realidad proyectadas en una pared. La segunda premisa es que la televisión y la radio, en sus orígenes, fueron inventadas por gente que buscaba contactos con el más allá, como el espiritista Thomas Edison o el inventor John Logie Baird. Estos medios se basan en el uso de tubos catódicos o radiofrecuencias, que son formas de transmitir y recibir ondas electromagnéticas. Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con las dimensiones ocultas?
La hipótesis es que el cerebro humano interpreta las frecuencias como información sensorial, es decir, como imágenes, sonidos, olores, sabores y tacto. Así, lo que vemos y oímos no es más que una construcción mental basada en las señales que recibimos del exterior. Pero ¿y si hubiera otras señales que no podemos captar con nuestros sentidos ordinarios? ¿Y si pudieramos alterar las frecuencias para acceder a ellas? Esta es la propuesta que se hace en este ensayo: mediante la manipulación de los medios de comunicación, usando filtros, efectos y mezclas multimedia, se podría crear una distorsión perceptiva que nos permitiría vislumbrar parte de esas dimensiones ocultas. Así, podríamos encontrar fenómenos como psicofonías, pareidolias o incluso manifestaciones paranormales.
Estos fenómenos no serían más que reflejos de otras realidades que coexisten con la nuestra, pero que normalmente no podemos ver ni oír. Por supuesto, esta hipótesis plantea muchas preguntas y desafíos. ¿Cómo saber si lo que percibimos es real o una ilusión? ¿Qué riesgos implica alterar nuestra percepción? ¿Qué implicaciones éticas y jovenlandesales tiene acceder a otras dimensiones? ¿Qué consecuencias tendría para nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos? Estas son algunas de las cuestiones que se abordan en este ensayo, que pretende abrir un debate sobre la naturaleza de la realidad y el papel de la tecnología en su exploración. Si consideramos cierto que existen dimensiones que el ser humano no conoce por exceder su capacidad cerebral y la percepción. Algo así como la caverna de platón.
Y consideramos que la televisión y radio en sus orígenes fueron inventadas por gente que buscaba contactos con el más allá. De ahí los tubos catódicos o la radiofrecuencia. Si entendemos como hipotesis que la frecuencia y nuestro cerebro van conectadas, el cerebro estaría interpretando frecuencias y creando lo que es vista, olfato, tacto, gusto y demás sentidos. Concluimos que a través de la alteración con filtros, del sonido, video, y mezclando oportunamente mediante efectos varios elementos multimedia, alterando cualquiera de los parámetros de estos, podremos quizás descubrir o percibir PARTE DE ESAS DIMENSIONES OCULTAS. Psicofonías, pareidolias o mucho más.