En mi opinión, alineada con los mejores hispanistas y más activos, la Hispanidad no va de poner a España en el centro, o no al menos a su clase dirigente, que repudio como español y la considero tan inútil como indigna de liderar algo remotamente semejante. No la veo como un remedo o reposición del viejo Imperio sino como un rescate que antes de concretarse en lo político y lo económico, debe haber convencido a quien tengan el honor y el castigo de ponerlo en marcha. No es, tal como empiezan a argumentar algunos, una cuestión que parta de la mirada cortoplacista del beneficio mutuo -sin negar en absoluto que lo sea- sino de empaparse de su espíritu, que no será el mismo en lo evidente porque no es replicable el pasado y será distinto pero enriquecido con la suma de la experiencia adquirida, tanto como países en solitario como por el conocimiento de esta herencia espiritual, sí, espiritual en forma y contenido.
Ese espíritu no es otro que la Civilización Hispana; el comprender la originalidad y sus consecuencias de un modo de hacer "nuestro", pues si bien en un primer momento se impuso, el correr de los siglos ha dejado claro que era universal y asequible. Y defendible tras ver con claridad otros modelos que brillaron tanto que hoy fatiga verlos cómo se retuercen en su amargura y cómo son esclavos de sus mentiras que los obliga a mentir como si no hubiera otro camino aún conscientes de que la mentira no puede alcanzar una dimensión eterna. ¿Acaso no ven el hartazgo, la desolación, la desconfianza y la desilusión antes tantas promesas recurrentes que nos dejan a la mayoría atrás mientras modifican nuestro modo de entendernos como seres humanos?
Todos participamos, todavía, de una alegría espontánea y de cierta ingenuidad sin la cual la alegría sería interés y mera mueca. Esa debilidad nuestra cuando la ingenuidad nos lleva a pensar que todos piensan como nosotros, es el mal que se retuerce sin que sepamos comprenderlo. No miramos la vida del mismo modo, ni ponemos por delante la balanza de su peso contante y sonante. Simplemente descuidamos este aspecto de nuestra forma de ser hasta confundirlo con un modo de hacer y pensar universal que no era. No me cansaré de decir que ninguna civilización, hasta donde alcanzo, se ha sometido con tanta bravura a la paradoja individuo-sociedad. Otros la resolvieron -mintiendo cuando su talento mayúsculo es hoy reconocido- y fueron recompensados creando un sistema sin solución pero generoso en sus primeros estadíos, como es generosa una herencia "muerta" para la que se está dispuesto a poner en circulación hoy mejor que mañana.
No soy político ni estratega pero tengo claro que sin asumir un legado que subterráneamente no ha dejado de crecer al modo en que lo pensaron sus creadores pero con más experiencia, todo ésto será flor de un día en manos de arribistas que no dudaría en venderse al mejor postor. Es una obra de sacrificio espiritual, mental y físico, por ese orden, pero bajo el hechizo de la Verdad que vuelve a abrirse camino en medio del cenagal.
¿Qué podemos perder? ¿Acaso un sueño que con tanta facilidad torna en pesadilla y desgracia? Envidiamos a China por su voluntad de trabajar a largo plazo pero se queda en envidia mala, de esa que corroe por dentro porque uno sabe internamente lo que está dispuesto a pagar para pensar y actuar de otro modo. No obstante es el perfil de los salvapatrias que todo lo ven como una oportunidad pero las oportunidades son efímeras y requieren de voluntades y obras súbitas, poco pensadas, arriesgadas y finalmente dependientes de la fortuna y otras voluntades.
Podemos asentir y dejarnos llevar porque más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Pero en algún momento todos deberemos preguntarnos si la vida -y la existencia como vida que es posible legar- es una hilera continua de dejarnos llevar y de conformismos porque no somos capaces de pensar de otro modo que como piensan nuestros amos.