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Han hecho que las mujeres se porten como una especie de hombres-fake.Artículo de El Mundo interesante y largo, muy largo, que no gustará a las feministas:
Y ahora... qué hacemos con los hombres: "Es imposible alcanzar la igualdad sin atender el malestar creciente de los chicos"
Fracasan más en la escuela y el trabajo, tienen más problemas de salud y mayores tasas de suicidio. Un polémico libro se pregunta ahora si es el momento de discriminar positivamente al género masculino
Hace sólo unos días, un diputado británico llamado Nick Fletcher la armó tras proponer en un programa de radio de la BBC (La hora de la mujer, se llama curiosamente el espacio) la necesidad de crear un Ministerio de los Hombres. La ocurrencia -no era la primera en este sentido del político conservador- se convirtió rápidamente en motivo de mofa en todo el país. Como si el señor Fletcher hubiera sugerido recuperar aquel Ministerio de los Andares orates que patentaron los Monty Python en Londres hace más de 50 años.
"¿Qué tal un ministerio para blancos, o para heterosexuales, o uno para las clases altas?", ironizaba la periodista Martha Gill en The Guardian. "Algunos hombres son discriminados, claro. Pero también lo son algunas personas antiestéticas", añadía Robert Crampton en The Times. "De hecho, las personas antiestéticas merecen su ministerio mucho más que los hombres".
El argumento de fondo de su señoría, sin embargo, reflejaba una realidad que está lejos de sonar a chiste. Fletcher recordó las estadísticas que dicen que el 75% de las personas que se suicidan son hombres (la brecha es aún mayor entre niños), que la esperanza de vida es casi cuatro años menor para ellos que para ellas, que el 83% de los que duermen en la calle son varones y que el porcentaje alcanza el 96% entre la población reclusa.
"Si fuera al revés, habría una protesta total", alertó el diputado tory. "Necesitamos hacer algo al respecto. Le estamos fallando a nuestros niños, le estamos fallando a nuestros jóvenes, le estamos fallando a la sociedad y también le estamos fallando a las mujeres y a las niñas. Si los hombres viven una vida mejor, más feliz y más saludable, entonces también será mejor para las mujeres y para la sociedad en su conjunto".
Cuando la presentadora del programa le preguntó si el futuro Ministerio haría campaña para que los hombres comprendieran los privilegios que tienen (tenemos) en la sociedad, Fletcher respondió que él jamás se había sentido "particularmente privilegiado" y el debate se esfumó por el sumidero de la guerra de sexos.
Aun así -y más allá de los titulares grandilocuentes- los datos que expuso el político británico no son muy distintos en el resto del mundo. La gran mayoría de las personas condenadas por delitos son hombres. Sus problemas de salud mental se han disparado. También los índices de fracaso escolar y de desempleo. Para ellos suele ser más problemático que para ellas pasar de la vida laboral a la jubilación. Así que los hombres beben más alcohol, los hombres consumen más drojas, los hombres dan el pasaporte más...
"El problema de muchos niños y hombres en las sociedades occidentales es real", sostiene en conversación telefónica el economista británico Richard V. Reeves, investigador de la Brookings Institution en Washington y presidente del American Institute for Boys and Men. "Se puede ver en la educación, en el mercado laboral, en la vida familiar... Muchos varones luchan por asumir un nuevo papel en el mundo. Y esto no es una invención, no lo dice un foro de internet ni un periodista preocupado por una crisis de masculinidad. Lo dicen los datos".
Reeves también es el autor de un ensayo tan exitoso como incómodo que ahora llega a España. Su título es Hombres (Ed. Deusto) y pretende explicar por qué el hombre moderno lo está pasando mal, por qué es un asunto a tener en cuenta y, lo más polémico de todo: que ha llegado el momento de discriminar positivamente al varón en diversas áreas de la sociedad para arreglar sus problemas.
-¿Cuánta gente le recomendó no escribir este libro?
-La mayoría de mis amigos me aconsejaron que no lo hiciera. Pero la persona más importante para mí, mi mujer, una feminista convencida, me animó a escribirlo. Fueron sobre todo mis colegas de profesión los que me advirtieron del peligro para mi reputación que tenía tratar este tema, porque hablar hoy de las necesidades de los hombres se considera automáticamente un tema reaccionario. Y el simple hecho de escribir sobre ello conlleva el riesgo de que te metan en ese saco.
-¿Y por qué lo hizo? ¿No es posible que esas desventajas puntuales de las que habla su libro sean sólo el resultado de un reajuste hacia la igualdad entre hombres y mujeres tras siglos de dominio absoluto del género masculino?
-Sí creo que hay una parte que es fruto de un reequilibrio necesario, positivo e inevitable. No me preocupa, por ejemplo, que haya menos hombres en los consejos de administración o en los parlamentos. Eso es bueno. Necesitamos menos hombres para que haya más mujeres.
-¿Entonces?
-Es diferente cuando ves las tasas de suicidio o las estadísticas en educación o en el mercado laboral. No comparadas con las mujeres, sino con los propios hombres a lo largo del tiempo. Yo quiero que la brecha entre hombres y mujeres se reduzca, pero porque aumenten los salarios de las mujeres no porque se estanquen los de los hombres.
No podemos llegar a la igualdad frenando a los chicos.
El ensayo de Reeves, dedicado a sus tres hijos varones, es una completa radiografía de esa ansiedad masculina que no sólo él ha detectado. Este mismo año se presentó en Washington un proyecto de ley para crear una primera comisión estatal sobre niños y hombres. El año pasado, Noruega ya puso en marcha la suya para abordar el papel de los varones en la familia, la educación, la vida laboral, el ocio, la salud, la violencia, la integración o la vejez. Y Naciones Unidas introdujo hace años en sus cumbres sobre la mujer la campaña #HeForShe, que apela al rol de los hombres en la batalla por la igualdad.
En España, el Ministerio de Igualdad presentó la semana pasada la aplicación 'Me Toca' para repartir de forma corresponsable las tareas domésticas y de cuidados. Y Sumar prometió en la última campaña electoral poner en marcha un servicio de atención telefónica para asesorar a los "hombres en crisis" y que puedan encauzar sus reacciones hacia "alternativas no violentas".
"Lo que le pasa a los hombres es que las mujeres han cambiado radicalmente su lugar en la sociedad, su estatus y su manera de construirse como seres humano, pero la mayor parte de nosotros no hemos hecho ese proceso de cambio para ajustarnos a un nuevo modelo de sociedad que ha avanzado de forma acelerada en materia de igualdad", lamenta Octavio Salazar, profesor de Derecho Constitucional y autor de El hombre que (no) deberíamos ser (Ed. Planeta). "Los hombres seguimos anclados en un modelo tradicional de masculinidad y, en el mejor de los casos, estamos perdidos y desubicados. Hay que hacer a los hombres partícipes de las tras*formaciones porque si no, estaremos en permanente desequilibrio".
Según una encuesta reciente, el término feminismo genera hoy rechazo entre el 62% de los hombres españoles y cuatro de cada 10 no cree que haya desigualdades de género en nuestro país. Repasen las últimas comparecencias públicas de Luis Rubiales y tendrán el perfecto ejemplo del cacao mental que tras*itan todavía demasiados hombres.
"Está calando la idea de que somos víctimas del movimiento feminista y eso es un error gravísimo", comparte Reeves. "Y la manera de que esa idea suene completamente loca es ayudar a los hombres en vez de ignorarlos. No podemos, por ejemplo, abordar la cuestión de la violencia masculina sin hablar de los problemas de los hombres. Y esto es muy importante decirlo. La evidencia sugiere que cuando los hombres tienen problemas económicos, con su educación, en la sociedad o con su salud mental son más propensos a ser agresivos. Y no se trata en absoluto de excusar la violencia machista, sino de intentar comprenderla y abordarla".
La receta del autor de Hombres viaja a los orígenes de ese supuesto malestar masculino, los vértices de una nueva desigualdad. "El primer reto -asegura- es convencer a los responsables políticos de que, en materia de educación, son los chicos los que ahora están en desventaja".
Según los cálculos que recoge su libro, en los países de la OCDE, las niñas ya van un año por delante de los niños en varias asignaturas y los chicos tienen un 50% más de probabilidades que ellas de fracasar en las tres materias escolares clave: matemáticas, lectura y ciencias. En Estados Unidos, por cada 100 licenciaturas logradas por mujeres, los hombres obtienen 74, una brecha mayor pero a la inversa de la que existía hace medio siglo, cuando se aprobó la ley americana para promover la igualdad de género en la enseñanza superior.
"Una de las razones es que las chicas maduran antes que los chicos", admite Reeves. "Antes no lo veíamos tan claramente porque estábamos frenando a las mujeres, pero cuando hemos ido eliminando las barreras, se han revelado las ventajas naturales".
La solución que propone el investigador de la Brookings Institution es tan sencilla como controvertida: retrasar un año la escolarización de los chicos. "Sería más equitativo y ya está ocurriendo en escuelas privadas y familias adineradas que tienen a sus hijos un año extra en el jardín de infancia". También pasa por aumentar la proporción de hombres entre los profesores de Primaria y Secundaria: "Hay sólidas evidencias de que los profesores varones mejoran los resultados académicos de los niños".
Según los datos del Ministerio de Educación, los hombres representan sólo el 33% del profesorado en España, un porcentaje que se desploma en los niveles educativos iniciales. En el caso de la Educación Infantil sólo el 2% son maestros, y en Primaria, el 18%. Sólo en educación universitaria, pese a haber caído su presencia en más de cinco puntos porcentuales en la última década, los hombres siguen por delante (57%).
Estas cifras entroncan con el segundo problema que analiza el libro de Reeves: el laboral. Según los economistas David Autor y Melanie Wasserman, autores del estudio Hijos descarriados: la brecha de género emergente en el mercado laboral y la educación, la trayectoria de los varones americanos ha experimentado un giro a la baja a lo largo de las tres últimas décadas en cuatro dimensiones: adquisición de competencias, tasas de empleo, categoría profesional y niveles salariales.
Reeves defiende que los empleos tradicionalmente masculinos se han visto afectados por el doble golpe del libre comercio y la automatización. "Las máquinas suponen una amenaza mayor para los trabajadores que para las trabajadoras", asegura. Y sostiene que los hombres carecen cada vez de más competencias en el nuevo panorama profesional. "Mientras que los salarios de las mujeres han aumentado de forma generalizada, los de los hombres se han estancado".
Su fórmula aquí es conseguir que un mayor número de hombres ocupen puestos en los llamados sectores HEAL (por las siglas en inglés de salud, educación, administración y alfabetización). "Hay escasez de mano de obra en dos de los sectores más importantes de nuestra economía: la sanidad y la educación. No obstante, intentamos resolverlos con sólo la mitad de la mano de obra", critica Richard V. Reeves, que propone discriminar positivamente a los hombres en estas profesiones y que se priorice la contratación de dos varones por cada mujer. "Antes de que me denuncies ante la Comisión de Igualdad, debes saber que es la misma preferencia que actualmente se da a las profesoras mujeres en los campos de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas", se defiende.
El último informe Gender Monitor, de octubre de 2022, dice que sólo el 20% del alumnado que cursa en España las carreras de Enfermería, Magisterio, Trabajo Social y Psicología es masculino. En los cursos de Educación Infantil, las cifras caen por debajo del 10%.
"La elección de carreras y grados por parte del alumnado sigue mostrando una segregación por sexos en porcentajes similares a los de los años 70, sigue casi igual desde el final del franquismo", censura Matilde Peinado, profesora de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Jaén y autora de un artículo académico que recuerda por qué es tan importante que haya hombres maestros y enfermeros como que haya mujeres ingenieras.
"Durante años le hemos dicho a las niñas que ellas también podían ser químicas, banqueras o astronautas", coincide Octavio Salazar. "Pero nadie le está diciendo a los niños que ellos también pueden ser unos cuidadores o unos educadores maravillosos".
Peinado recuerda que si las profesiones relacionadas con el cuidado están todavía copadas por mujeres no es fruto de la casualidad, sino porque durante años artículos, tratados, congresos e incluso instituciones públicas se encargaron de desprestigiarlas intelectual y económicamente. "La dictadura franquista fue especialmente incisiva en este aspecto, cuando, una vez aceptado como mal menor el trabajo remunerado por parte de las mujeres, las orienta hacia aquellas profesiones jovenlandesalmente aceptadas como femeninas", apunta la profesora, convencida de la necesidad de "enganchar" a los hombres a las tareas históricamente feminizadas, tanto para lograr una igualdad real como para abrir nuevos espacios a la reinvención del hombre.
"El varón se ha quedado sin referentes más allá de la masculinidad hegemónica y necesita explorar otras maneras de ser, de sentir, de estar en sociedad... Y el camino no puede ser negar la masculinidad o culpabilizarla, sino abrir nuevos campos de posibilidades", explica. "Ponemos mucho el foco en el movimiento feminista, que es el más importante del siglo XX, pero hay una mirada hacia la realidad masculina que no se está teniendo".
Y aquí enlazamos con el tercer punto del tratado de Reeves: el laberinto de la paternidad. El investigador defiende que el papel de las madres en el hogar se ha ampliado y ahora no son sólo cuidadoras, sino también parte del sostén familiar. El papel de los padres, sin embargo, no se ha inmutado en demasiados casos.
"Hay un modelo obsoleto de paternidad, muy alejado de la realidad económica", explica. "La dependencia económica de las mujeres respecto a los hombres las reprimía, pero también apuntalaba a los segundos. Ahora los puntales han desaparecido y muchos hombres están cayendo. Si la respuesta social es culpabilizarlos y hablarles de masculinidades tóxicas, la reacción de muchos hombres será defensiva o incluso reactiva. Si nosotros no hablamos de los problemas de los niños y los hombres, otras personas lo harán por nosotros. En los discursos políticos y en internet hay mucha gente dispuesta a llenar ese hueco y a explotarlo de forma reaccionaria".
De esa respuesta más primitiva del hombre ante su malestar se nutre la llamada manosfera, la manifestación más agresiva de esa desorientación, un submundo en la red en el que comparten sus quejidos colectivos antifeministas, gurús y youtubers misóginos o movimientos como el de los incels (célibes involuntarios), hombres que se autoidentifican por su incapacidad para establecer relaciones sensuales y culpan de ello, por supuesto, a las mujeres.
"Debemos reconocer y tomarnos en serio los problemas a los que se enfrentan los hombres jóvenes, al tiempo que reconocemos la crisis de la violencia contra las mujeres", subraya a través del correo electrónico la escritora británica Laura Bates, fundadora del proyecto Sexismo Cotidiano y autora de Los hombres que odian a las mujeres (ed. Capitán Swing), un ensayo que se adentra en la clandestinidad de las comunidades machistas que se han reproducido como esporas en los últimos tiempos. "No es una coincidencia que en la última década los jóvenes hayan recurrido a comunidades extremas en internet, mientras desaparecían los espacios fuera de la red donde los jóvenes solían encontrar un sentimiento de comunidad, solidaridad, hermandad... Si los chicos tuvieran acceso universal a una educación de alta calidad sobre estas cuestiones desde una edad temprana, el impacto de estas comunidades se vería muy mitigado".
¿Y nosotros? Hemos hablado aquí de mejorar el sistema educativo, de establecer cuotas profesionales, de rediseñar la paternidad y de la responsabilidad de los discursos políticos. Pero, ¿qué responsabilidad tenemos nosotros, los hombres? ¿Está habiendo una revisión crítica de la masculinidad por parte de los propios hombres?
"Tenemos que dar un paso al frente", reivindica Reeves. "Tenemos que aceptar y abrazar la igualdad sin sentir que dejamos de ser hombres por ello. Pero necesitamos un mundo donde esté bien ser hombre. De la misma manera que las mujeres dijeron un día: joróbate, no voy a vestirme como un tío, no voy a llevar más chaquetas con hombreras ni a comportarme como uno de ellos para prosperar, nosotros tenemos que hacer lo mismo a la inversa. Está bien que seamos diferentes a las mujeres, pero esas diferencias nunca deben justificar la desigualdad en ninguna de las dos direcciones. Si las obviamos, nuestros hombres jóvenes se alejarán y los perderemos. Y eso es algo que no nos podemos permitir".
Hombres, de Richard V. Reeves, ya está a la venta (Ed. Deusto). Puedes comprarlo aquí.
Y ahora... qué hacemos con los hombres: "Es imposible alcanzar la igualdad sin atender el malestar creciente de los chicos"
Hace sólo unos días, un diputado británico llamado Nick Fletcher la armó tras proponer en un programa de radio de la BBC (La hora de la mujer, se llama curiosamente el espacio) laamp.elmundo.es
Se ha PRIORIZADO a los hombres-fake por encima de los hombres DE VERDAD.
Se MARGINA ACTIVAMENTEa s los hombres DE VERDAD en favor de los hombres-fake.
OBVIAMENTE, los hombres DE VERDAD están molestos.