Los huevones.
Anda que no robaban.
Otra cosa es que los retarded no os enterábais.
No tanto como ahora. ¡No todos!
Argala y sus compañeros frecuentan los bares de la zona, se echan su partidita de cartas y unas cervezas, pronto empiezan las preguntas y las bromas. Sobre todo las bromas. Pese a todos sus intentos, los terroristas no consiguen disimular su acento y comienzan a ser conocidos por los vecinos y comerciantes como "los de la ETA". A fuerza de rutina, acaban por asumir, sin sobresaltos, el dudoso sentido del humor del vecindario.
Uno de los parroquianos se escama por el acento y las expresiones en euskera y pregunta con discrecion al camarero: -Llevan ya unos dias en el barrio. Son vascos. Trabajan y estudian.-
Es un agente del servicio de información de la guardia civil adscrito a la 111 comandancia de Madrid. Los observa, pregunta por ellos y eleva un informe al teniente coronel Francisco Aguado, jefe de la comandancia, que opina igual que él.
Opta por entrar en la casa cuando esté desocupada. Es una operación rutinaria en la que nunca se entrometen los superiores, esta vez sí. Recibe una llamada telefónica: "hay que anular el servicio" es una orden superior y no hay más que hablar.
La irrupción en la cueva habría salvado la vida de Carrero Blanco. En 1998, 4 años antes de morir, el entonces ya general Aguado, sigue sin encontrar una explicación a esa orden, pero se sigue negando a dar el nombre de quien le dió la orden "de arriba, de muy arriba".
si los agentes de la 111 hubiesen entrado se habrían encontrado con la sorpresa de unos cuantos micrófonos ocultos, al menos 2 fuentes ratifican esta versión, y hay serias sospechas de que así era. Segun el espía "cisne" les estaban siguiendo los servicios secretos de 2 países.
30 años despues, la información de cisne es retificada por José María Manrique y Matías Ros, quienes, en uno de los ultimos libros publicados sobre el tema "el magnicidio de Carrero Blanco" aportan el "testimono reservado de alguien muy proximo al registro" de la calle Mirlo, posiblemente alguno de los que intervino directamente, que confiesa que tras el primer registro que se hizo a la vivienda, se hizo un segundo, mucho más minucioso, en el que aparecieron sofisticados microfonos espias.
Del libro “Todos quieren apiolar a Carrero Blanco” de Ernesto Villar.
El gran drama del Almirante es, sin rodeos y sin atajos, que había demasiada gente interesada en que muriera. No pertenecía a ninguna familia política y NO ENTRABA EN COMPONENDAS CON NADIE. Y precisamente por eso, porque vivía al margen de todo lo que se cocía a su alrededor, no tenía aliados.
La paradoja en torno a él, es que en la conveniencia de su desaparición, si no física, sí al menos política, convergían intereses tan opuestos como los de los comunistas y los inmovilistas, los separatistas y los que más prisa tenían en que llegara la democracia.
El dilema de su breve experiencia como presidente y de su extenso curriculum como hombre de confianza de Franco, era como interpretar sus deseos para neutralizar cualquier apertura y a su vez frenar a los ultras. El esfuerzo por un equilibrio imposible le hizo ganarse enemigos en las dos orillas, acusado a la vez de ser una cosa y la contraria, de ser de derechas y demócrata, traidor y esclavo del movimiento.
Al margen de algunos ministros incondicionales, con Laureano Lopez Rodó a la cabeza, su único aliado veredadero fue Franco(en singular, es decir, no su familia, no el cartel del pardo), Carrero está detras de las 2 principales decisiones de franco, no entrar en la WWII (a través de un informe de 1940 contrario a la opinión mayoritaria del ejercito que lo convirtió en el consejero más fiel) y nombrar sucesor a Juan Carlos.
Estoy con todos en general y con ninguno en particular, había dicho Carrero desde el tribunal de las cortes, la primera parte fue un anhelo imposible, la segunda una verdad como un templo que explica porqué unos le retratan como el ultra de los ultras de Franco y otros como el tapado que preparaba una suerte de perestroika que serviría en bandeja al príncipe. Las dos cosas posiblemente tienen algo de verdad.
Se llevaba bien con Blas Piñar, aunque nunca vistió camisa azul y, lo que es peor, se convirtió en el traidor que entregó la victoria al principe y en uno de los artífices de la ruina del cuñado de Franco, Ramon Serrano Suñer. No se le perdonaba que volcara su confianza en los tecnócratas del opus dei o en los monarquicos. Segun Lopez Rodó: "le tenían sin cuidado las maniobras que se urdían contra él" "si estorbo me iré"(presentó su reniuncia a Franco en, al menos, 2 ocasiones, en una por incompatibilidad con Fraga, que fue cesado).
Carrero era un "anti" furibundo en muchas cosas, veía el fantasma de la masoneria en cada esquina, detras de cada acto subversivo, de cada atentado, agazapado en la fin de sus predecesores, como lo estuvo(segun su viuda) en la suya. EEUU le repelía, el capitalismo le asustaba, la democracia parlamentaria le daba alergia, los partidos gobiernan para ganar las elecciones, no para procurar mayor bienestar a la nación gobernada, concluía.
Manuel Diez-Alegria (presunto implicado) uno de los que menos congenió con él, estaba convencido de que era una "buena pernona", pero le definió de una forma atinada: vivia en una campana de cristal y creia que la situacion externa era tal y como la veia dentro de su despacho, "sigue viendo en todas partes los protocolos de sión y hoy en dia hay que saber utilizar a cada uno en la faceta que interese" dijo.
En una ocasión en que Jose Ignacio San Martin estaba ausente le toco despachar a sus subalternos con el Almirante. Los capitanes Fernández Monzón y Leandro Peñas, este ultimo, con el descaro del primerizo, le dijo a la cara que lo del asociacionismo era un montaje y que había llegado el momento de la liberalizacion de partidos. "Carrero cogió el libro de las leyes fundamentales del movimiento que tenía en su escritorio y nos dijo a gritos: eso no lo pone aquí, no lo pone en ningun sitio" y nos lo tiró a la cabeza. nos dio tiempo por los pelos de salir corriendo antes de que nos diera, explica Monzón. No he conocido a nadie con tanto caracter como él. Tenía una mala leche del diablo, pero era la persona más honrada y trabajadora que he conocido, añade.
Dos problemas tenía el llamado bunker de Franco con Luis Carrero Blanco. Uno era su debilidad por el futuro rey. El otro, su manía de no hacer la vista subida de peso ante la corrupción, especialmente con el resbaladizo marqués de villaverde. ¿y como podría Carrero mirar para otro lado? hacerlo sería incompatible con su ADN. Cuenta Joaquín Bardabío, jefe de los servicios informativos de la presidencia del gobierno entre 1970 y 1973, que en cierta ocasión se encontró con el secretario Luis Acevedo, que venía rezongando por los pasillos "esto es un despilfarro, ¿como vamos a pagar? !se han vuelto locas! era el dia de las banderitas y una de las mujeres que estaba en la mesa petitoria junto con la esposa de Carrero Blanco había pedido el refrigerio al restsaurante Jockey (faltaría más) en lugar de hacerlo al quiosco de la esquina como era habitual. No será para tanto contestó el periodista. Pero Acevedo no estaba para bromas, y le enseñó uno de los boligrafos que usaba carrero: estaba roto y remendado con una cinta adhesiva. Pues ya ve, lleva asi 2 meses, pero él no pedirá otro, adivinó Acevedo.
Los boligrafos con celo del almirante se convirtieron en un mito y en toda una advertencia para sus compañeros de administración. Carrero recordaba los ingresos de cualquier compañero de su grado militar y se consideraba bien pagado...ha dejado un pequeño departamento en Campoamor que adquirió a plazos, que aún siguen venciendo. su casa de Madrid era alquilada. Esta austeridad en carne propia le llevó a hacer de la lucha contra la corrupción una de sus cruzadas, aunque para ello tuviera que pisar los callos que fuera necesario. "Franco era tras*igente con los casos de corrupción, dejaba hacer, pero Carrero era intransigente, tenia una mentalidad de militar prusiano, no entraba en componendas, y de ahí que no le interesara a nadie" afirma el escritor Fernando Muniesa....
