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Himbersor
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Uxía, opositora con 24 años antes de graduarse: «Soy la más joven de la academia, prefiero esto que ponerme a hacer un máster»
Esta viguesa ya está preparando la oposición, antes incluso de terminar la carrera: «Lo tengo clarísimo, no voy a perder el tiempo. Y en la privada, sin cinco másteres y siete idiomas tienes poco más que hacer»
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Uxía, opositora con 24 años antes de graduarse: «Soy la más joven de la academia, prefiero esto que ponerme a hacer un máster»
Esta viguesa ya está preparando la oposición, antes incluso de terminar la carrera: «Lo tengo clarísimo, no voy a perder el tiempo. Y en la privada, sin cinco másteres y siete idiomas tienes poco más que hacer»
A sus 24 años, Uxía Davila todavía no ha acabado la carrera de Ciencias Políticas y ya se ha matriculado en la academia para preparar la oposición en tramitación y gestión procesal. Mientras miles de universitarios recién salidos de la facultad invierten miles de euros en másteres para intentar acceder a un mercado laboral voraz, esta viguesa solo piensa en dirigir todos sus esfuerzos hacia un único objetivo: el funcionariado. La exigencia curricular para entrar en la empresa privada es tal que muchos estudiantes ya descartan el maratón de estudios que requiere entrar en ella y se enfocan directamente en la oferta pública. Uxía, que compatibiliza el trabajo de fin de grado con la preparación para la prueba en la Academia Postal, les pone rostro. «Prefiero esto que ponerme a hacer un máster. Me matriculé para no perder más el tiempo, porque si la puedo aprobar con 26, que no sea con 28», señala.
Siempre dudó si estudiar Ciencias Políticas o Derecho. Se decantó por la primera, que contiene varias asignaturas relacionadas con la materia jurídica. Por eso empezó a pensar en una oposición de este tipo, e incluso habló con una persona que la aprobó. Esa conversación la convenció aún más. «Le pregunté qué era exactamente ser gestor y cómo era la tramitación en los juzgados. Me contó que consistía en llevar la documentación, trabajar para el juez... y me gustó, porque siempre me llamó la atención», asegura.
«NO ME PRESIONO»
Como todavía está empezando a prepararse y además tiene que compatibilizarlo con su trabajo de fin de grado, Uxía se lo toma con calma. Eso sí, sin vacilar en su intención. «Estoy familiarizándome con el vocabulario, que son términos muy técnicos, y asimilando las lecciones generales. Vengo dos días a la semana a la academia, donde tengo clases cuatro horas por la tarde, y ellos te ponen deberes. Mi objetivo diario es cumplir con lo de la academia. Si puedo ir más allá, genial, pero no me presiono», indica. Normal, porque es la benjamina entre sus compañeros: «Soy la más joven de la academia. Yo veo a los demás con 35 o 37 años, con sus trabajos, muchos con hijos... y pienso: 'Si a mí me cuesta... ¿a ellos?'».
Cuenta la universitaria que hay quien le pregunta si está loca para ponerse a opositar con 24 años. «Sí, hay gente que lo piensa, porque dicen que pierdes tus 24, tus 25, y que no sabes si vas a aprobar o ni siquiera tienes fecha para presentarte. Sin embargo, yo pienso que puedes perder dos años, tres o cuatro, sí, pero te queda el resto de tu vida», señala Uxía, que visualiza la meta con frecuencia: «Conseguir una plaza te da una tranquilidad... Igual cobras más en la privada, pero yo priorizo la calidad de vida». Esa calidad de vida la traduce rápidamente en tres conceptos clave: estabilidad, sueldo fijo y buen horario de trabajo. «Esta es la mejor opción, al menos mientras haya crisis, esa época en el 2020 de la que yo le hablo y demás. Es duro estudiar sin beneficios económicos, pero si me sale, consigo un trabajo fijo de lunes a viernes en horario de mañana. Eso no hay quien lo pague, es una aguja en un pajar», mantiene.
Por desgracia, la de la empresa privada es una opción que muchos jóvenes como ella descartan antes de empezar, fruto de lo infladas que están las expectativas en muchos procesos selectivos que exigen un maratón de títulos sumado a una experiencia que todavía no tienen. Es, por así decirlo, la pescadilla que se muerde la cola. «Sin experiencia no puedes entrar, pero tampoco te la dan. En mi caso, yo no voy a estudiar un máster porque solo me daría tres puntos más en los méritos de la oposición y supondría otros dos años estudiando, y más dinero. Prefiero emplear esos años en la oposición, y el dinero en la academia para prepararla. No necesito ese máster, pero en la privada, sin cinco másteres y siete idiomas tienes poco más que hacer», reconoce resignada.
Esta viguesa no es de las que ha estudiado una carrera por cumplir el trámite. La suya, Ciencias Políticas, tiene un claro componente vocacional. Precisamente eso le confiere cierto riesgo de abandono cuando no se cumplen las expectativas previas —Uxía se bloqueó en el ecuador de la carrera, pero logró sobreponerse y terminarla, tan solo a falta del trabajo de fin de grado que está realizando actualmente—. «Esto te tiene que gustar, pero yo entré en la carrera con unas expectativas que no se ajustan a los contenidos reales. No es estudiar la política que conocemos, sino su historia, y la mitad abandona o la utiliza como carrera puente para entrar en Derecho», explica. No es su caso. A ella siempre le llamó la política, «pero entras y, al ver que no es lo que te gustaba, te da bajón», indica.
Una vez decidida a terminar el grado, evaluó cuáles serían sus posibles salidas profesionales. «Dije: '¿Voy a trabajar en la privada como asesora política?'. Me gustaba, pero sabía que no era la idea que ves en la tele, y que la realidad de los políticos es otra cosa, con unos entresijos que van mucho más allá y a los que yo no estoy dispuesta. A mayores, la figura del politólogo en España no se percibe igual que en otros países», asegura.
EL EJEMPLO, EN CASA
Uxía sabe de lo que habla cuando se refiere a la tranquilidad que supone contar con una plaza pública, porque tiene el ejemplo en casa. También el necesario apoyo para emprender lo que podrían ser varios años de estudio. «Mi progenitora es funcionaria. Cuando le dije que no sabía si meterme en la pelea, me dijo que sí o sí», apunta. Como muchos de sus compañeros de la academia, su progenitora se vio preparando el examen con treinta y tantos años y dos hijas. «Ella trabajaba en la privada, y cerró. Cuando empezó a opositar al Sergas ya me tenía a mí. Por eso me anima y me dice: 'Si yo pude con 35 años, una casa y dos hijas, tú con 24 tenlo claro'».
En ello está, con las cosas muy claras y el ansia de conocer cuál será la fecha de su primera oportunidad. «Este año tienen que sacar la fecha del 2019, porque caduca. Lo malo es que va a ser concurso-oposición, y yo experiencia no tengo. Pero las del 2021 y 2022 las quieren hacer libres otra vez, y también deberían convocarlas», opina.
Si le tiene que poner una pega a su opción, es el hecho de que se trata de una plaza estatal. Eso significa que el destino puede ser cualquiera del país. «No sé dónde me va a tocar. Y yo soy muy de mi casa y de mi ciudad, pero es lo que hay», afirma. Con esa plaza, si algo es seguro —además del sueldo— es que tendrá todos los fines de semana de su vida para volver a casa.