Una cosa sucia, un descrédito

Mitrofán

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La inmersión: una cosa sucia, un descrédito

Después de leer Sumar y no Restar de Mercè Vilarrubias…

Jesús Royo Arpón.


Es inevitable, está cantado. La ILO no es sostenible. No es sostenible, y tampoco se sostiene: ni pedagógicamente, ni socialmente, ni políticamente. Ni siquiera como defensa de la lengua catalana: a las lenguas les sienta mejor la libertad que la imposición. Olviden lo de la línea roja, olviden lo de “ni un paso atrás” y el “no serem moguts”. De repente la ILO se ha quedado sin razones, sin justificación ninguna. Y empieza a ser vista más como una rémora que como una ventaja: una cosa sucia de la que avergonzarse, un descrédito de Cataluña y de la propia lengua catalana.

El libro que comento y que se presentará oficialmente el 12 de junio (el 19 de junio en Ágora Socialista) es de una contundencia absoluta. Pero no contundencia por la cantidad de calificativos (o mejor, descalificativos), improperios y epítetos que los contrarios a la inmersión solemos dedicarle, no. Es un libro pausado y ecuánime, como suele ser la prosa británica, o más concretamente la prosa académica británica. Lo cual no impide que en ocasiones aflore una ironía mucho más eficaz que todos los vituperios. Valga un ejemplo: cuando la Defensora del Pueblo fue calificada de “falangista” por Josep Huguet (ERC), porque proponía la libre elección de lengua en la escuela, la autora comenta: “no soy historiadora, pero sé que la Falange y todas las formas de fascismo están muy lejos de creer que los ciudadanos deben ser libres para escoger”.Eso en tenis se llama una dejada en la red.

No es un libro militante. Mercè Vilarrubias, catedrática de inglés en la Escuela Oficial de Idiomas, adopta el punto de vista escéptico y aséptico del científico. Chequea la ILO sin pasión, profesionalmente, como el ingeniero que realiza un control de calidad, como el médico que pasa un escáner. Todos los profesores hemos tenido en algún momento la sensación de que la inmersión no nos cuadraba, de que fallaba por algún lado. Vilarrubias sigue el hilo de esa perplejidad, y concluye que la inmersión no cuadra por ningún lado. En los seis capítulos de libro intenta poner neցro sobre blanco las bases de la ILO, esas bases que siempre se nos venden como indudables, absolutas y clamorosamente aceptadas por todos. Lo hace en forma de preguntas, pedagógicamente: 1.- ¿Existe un amplísimo consenso acerca del sistema de inmersión? 2.- ¿Los alumnos logran una competencia alta en ambas lenguas oficiales? 3.- ¿Estudiar en lengua materna no es importante ni necesario? 4.- ¿Tener una doble red de escuelas supondría segregar a los alumnos? 5.- ¿La ILO garantiza la cohesión social en Cataluña? y 6.- ¿Presentar alternativas al modelo de ILO implica, necesariamente, ser de derechas y anti catalán?

Y el escáner resulta devastador. El sistema de inmersión es claramente insuficiente, no resiste un análisis mínimamente serio, está lleno de agujeros por todas partes. La única bondad que tiene es que la sociedad catalana cree que es bueno: o sea, pura tautología, mitos nacionales injustificados, mantras repetitivos a porrillo. Para empezar, el consenso amplísimo sobre la inmersión solo lo es entre los políticos -los adictos al mantra-, porque las encuestas parecen decir que una parte significativa de población preferiría poder escoger la lengua escolar, y que ambas lenguas fueran vehiculares. La competencia alta en las dos lenguas oficiales no está garantizada, ni mucho menos, para el castellano: como demostración, la reciente prueba de final de primaria, sonrojante. La Unesco sigue diciendo que la lengua materna siempre debe ser la opción primera: la inmersión en otra lengua solo puede ser una opción voluntaria. ¿Segregar por lengua? “Segregar” solo tiene sentido si es algo obligatorio, contra la voluntad de la gente. Si existen opciones diversas, no hay segregación, sino elección. Y finalmente, que la ILO garantice la cohesión social es otro mito: lo que sí es factor de cohesión es la calidad y la equidad de la enseñanza. Muchos recordamos, y al hacerlo nos sube un sabor agrio a la boca, que los teóricos de la ILO siempre prefirieron la catalanidad a la calidad. Y así nos ha ido.

Lean el libro, y subráyenlo a placer. Sientan el subidón del pensamiento libre. Sientan el gustazo de desmontar los mitos nacionales, los idola tribus. Y prepárense a una escuela catalana realmente normal, sin ILO. Se adivina, está al caer. Quizás a la vuelta de la crisis.

Después de leer Sumar y no Restar, de Mercè Vilarrubias
 
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En Catalunya, el catalan. Es evidente, aunque la bilis te nuble el juicio
 
Ahora anda la Rigau mareada, resulta que quiere más inglés pero que al mismo tiempo la lengua vehicular en la clase de inglés sea el catalán.
 
Ahora anda la Rigau mareada, resulta que quiere más inglés pero que al mismo tiempo la lengua vehicular en la clase de inglés sea el catalán.

todo es posible en la única escuela fascista de europa. incluso que la vehicularización de matemáticas en inglés se imparta en catalán.

el exceso de protección y mimos ahoga, y castra... están dilapidando el futuro de su lengua propia en cuatro días estos ministrillos, pedagogos y sociolingüistas de de la señorita pepis.

en ningún lugar del planeta consigue el 10% del voto y subiendo un partido político cuyo único punto de su programa sea conseguir un sistema de educación plurilingüe.
algo huele a cadáver en avanzado estado de putrefacción en el régimen pujolista.

---------- Post added 21-nov-2013 at 15:08 ----------

Edicar para la patria.
Xavier Pericay

Ese informe de la Guardia Civil del que habla hoy El Mundo no creo que sorprenda a nadie. Que una cuarta parte de los maestros de las ikastolas de la Comunidad Foral de Navarra esté más o menos vinculada a la izquierda abertzale es algo que, por desgracia, se da casi por descontado. O que damos casi por descontado, al menos, quienes, habiendo nacido en Cataluña o residiendo en sus aledaños ideológicos —léase las Islas Baleares—, sabemos cómo las gastan muchos de los maestros de esos niveles educativos. Con una diferencia: en las zonas de Navarra donde se ofrece esta enseñanza integral en vascuence, así como en el País Vasco, los padres tienen siempre la opción —o deberían tenerla— de matricular a sus hijos en otros modelos lingüísticos, mientras que en las tierras catalanas de origen o conquista no hay tutía, esto es, no hay otro modelo que la inmersión generalizada —a no ser que uno disponga del capital necesario para llevar al nene o la nena a un centro privado—. Y, por supuesto, con otra diferencia: en esas tierras bañadas por el Mediterráneo no existe ETA ni nada parecido. La erosión, pues, es de una intensidad distinta. Aunque no menos eficaz, como los hechos vienen demostrando.

Aun así, gente tan dispar en lo mental y en lo jovenlandesal como J. B. Culla y Arcadi Espada coinciden en afirmar que la escuela no ha sido un factor determinante en el auge del independentismo en Cataluña. Ambos se remiten al mismo contraejemplo: si durante los 35 años de franquismo la escuela no consiguió moldear la personalidad de los españolitos de a pie, ¿por qué iba a lograrlo ahora en un lapso idéntico y bajo un régimen parecido? A mi modo de ver, por algo que no se daba en aquellos tiempos y sí se da ahora. Durante el florido pensil, la reacción, cuando reacción había, era en contra de un régimen autoritario, de unos maestros y profesores que no dudaban en recurrir a los métodos más abstrusos —y a veces hasta violentos— para doblegar cualquier forma de disidencia o resistencia. Ahora, en cambio, los maestros y profesores participan junto a los alumnos, lo mismo en Cataluña y Baleares que en parte del País Vasco, Navarra o Galicia, de un misma cruzada contra el maligno, personificado, cómo no, en la pérfida España —la de color, la de la Inquisición, la del franquismo—. Es decir, antes el maestro era percibido como la última pieza del engranaje opresor; ahora es percibido como la primera del engranaje liberador. Por eso es tan frecuente, en nuestros días, ver desfilar a esos educadores cogidos de la mano con sus educandos, cada vez que una movilización cualquiera los saca a la calle. La patria los llama y ellos, todos a una, acuden prestos en su auxilio.

Por si acaso. Xavier Pericay
 
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