Un procer catalán para España: Luis de Requesens y Zúñiga

EL CURIOSO IMPERTINENTE

Será en Octubre
Desde
17 May 2011
Mensajes
29.088
Reputación
60.469
Rindamos homenaje a este gran español a fuer de catalán que sirvió fielmente a Felipe II luchando contra los moriscos en las Alpujarras, contra los turcos en Lepanto y contra los herejes en los Países Bajos.

lossy-page1-800px-Emanuel_van_Meteren_Historie_ppn_051504510_MG_8710_lowys_de_requesens.tif.jpg


http://blog.todoavante.es/?p=2086

"El eminente militar Luis de Requesens y Zúñiga nació en Barcelona en fecha ignorada.

De nobilísima cuna, su padre Juan de Zúñiga y Avellaneda estaba emparentado con varias de las más linajudas familias españolas. Por su parte, su progenitora Estefanía de Requesens era hija de los condes de Palamós y descendía de la dinastía de los Valois, de la de los Trastamara y de la de los condes de Barcelona.

Este alto origen hizo que sus padres, al acordar las capitulaciones matrimoniales, estipularan que sus descendientes masculinos se conocieran en primer lugar con el apellido de la progenitora con el fin de perpetuar el nombre de la ilustre casa catalana.

Con tan aristocráticos progenitores, Luis heredó, a su fin, numerosos títulos y derechos, entre ellos el de señor de los Estados de Molins de Rey, Castellón de Rossanes, Olorde, Sas Roviras y Abrera.

De larga vida militar, sirvió primeramente en Alemania en los ejércitos de Carlos V, y como gran maestre de la Orden de Santiago participó destacadamente en la lucha contra los berberiscos defendiendo de sus ataques las costas levantinas españolas.

Encontrándose en Italia, encabezó la flota que hubo de regresar a España para bloquear las costas malagueñas con el fin de impedir que llegasen de costas africanas apoyos a los moriscos alzados en las Alpujarras. Conseguido este objetivo, desembarcó con sus tropas y participó en el rodeo y victoria sobre los amotinados.


Nombrado gran comendador de Castilla, su hecho más glorioso fue su principal participación en la batalla de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, como segundo de don Juan de Austria. Dirigió los preparativos de la flota, que quedó perfectamente avituallada, provista y aparejada en el puerto de Barcelona para que don Juan llegara a ponerse a su frente tan solo cuatro días antes de zarpar al encuentro del enemigo.

Requesens desconfiaba de la capacidad guerrera de los venecianos, por lo que recomendó a don Juan que completase las dotaciones de las galeras de Venecia con soldados españoles.

Como lugarteniente de don Juan, participó en la batalla a bordo de la nave capitana de la escuadra cristiana. Al conocer que la flota turca se concentraba en torno del golfo de Lepanto, se celebró consejo de guerra en la nave capitana. Requesens y Andrea Doria dudaban sobre la oportunidad de atacar, a lo que respondió don Juan:


"Señores, ya no es hora de debates, sino de combates".

Al avecinarse el momento de la lucha, don Juan se dirigió a los venecianos con estas palabras:


"Hoy es día de vengar afrentas; en vuestras manos tenéis el remedio a vuestros males. Por lo tanto, menead con brío y cólera las espadas".

Y a los españoles:


"Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía: ¿dónde está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre, porque, muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad".

Juan Pujol, presbítero de Mataró, escribió dos años después de la que Cervantes calificara como la ocasión más grande que vieron los siglos, un poema –rara muestra de literatura en catalán en un siglo en el que el cultivo literario de dicha lengua había sido mayoritariamente abandonado– en el que cantó la gloria que a España dio una batalla cuya memoria perdurará mientras perdure el mundo:


"Lo seu valor, a tota Spanya smalta
y durara tant com lo mon sens falta".

Pujol subrayó "el gran valor dels nobles Cathalans", como Guillen Sancliment, Enrich de Centellas, Alexandre Torrellas, Ramón Caldes, Francesch Cornet, Luis de Queralt, Dimas de Baxadors, Iaume Mijavila y Raphael Ioan. Dedicó especial atención al capitán catalán Juan de Cardona, comandante de la escuadra de descubierta, que navegó ocho millas por delante de la flota para ir reconociendo la situación del enemigo:


"Entre tots ells n'ha hu molt senyalat
qu'es don Ioan que diuhen de Cardona".

Y, por supuesto, a Requesens:


"Un don Luis de cognom Requesens
comanador molt digne de Castella
de qui volant per tot la fama bella
va dignament, illustrant sos parents".

Alonso de Ercilla dedicó el canto XXIV de su poema épico La Araucana a la batalla de Lepanto. Estos son los versos en los que describió la participación de Requesens en la batalla:


"Don Luis de Requesens de otra banda
provoca, exhorta, anima, mueve, incita,
corre, vuelve, revuelve, torna y anda
donde el peligro más le necesita.
Provee, remedia, acude, ordena, manda,
insta, da priesa, induce y solicita,
a la diestra, siniestra, a popa, a proa,
ganando estimación y eterna loa".

También dedicó Ercilla unos versos a recordar a Juan de Cardona:


"Que don Juan, de la sangre de Cardona,
ejercitando allí su viejo oficio,
ofrece a los peligros la persona
dando de su valor notable indicio;
y la fiera nación de Barcelona
hace en los enemigos sacrificio,

trayendo hasta los puños las espadas
todas en sangre bárbara bañadas".

Jacinto Verdaguer, ya en el siglo XIX, escribió un épico poema a la victoria cristiana de Lepanto:


"A arrancar la Creu d'Europa vénen quatre-centes naus;
si avui no escorna la Lluna, ¿què en vol fer Déu de sos llamps?
Mellor llamps li sou vosaltres, ¡naus d'Espanya, sempre avant!;
al topar-se Europa i Àssia, una o altra al fons del mar.
...
–Valga'ns Deu –crida–; ¡a ler armes, que el abismes tenen fam!
Soterrem la Mitja Lluna dins les aigües de Lepant.
...
Com lleons a l'escometre's prou la invoca l'austriac
la Reina de les batalles: ¡espanyols, agenollau's!
Mentre a terra s'agenollen són absolts de sos pecats:
junt amb lo nom de Maria gran descàrrega ha tronat.
...
–¡Au!, aquí, turcs; aquí, egipcis; gossos meus, a foc i a sang;
si la Creu és una espasa, ¡la Mitja Lluna un alfang!–.
I aborda a mata-degolla la capitana real.
Mes ¡a ells!, lleons d'Espanya, qui us atia és don Joan;
i les dues s'abraonen, com dos monstres infernals,
escopint-se fum y flames per cent boques de volcà.
Proa amb proa se garfeixen, bales vénen, bales van,
se topen fletxes i llances, simitarres i destrals;
cauen colps com calamarsa, ferro i plom a raig a raig:
quants arrisquen l'abordatge, tants ne roden daltabaix;
mes ¡avant!, si ells són de ferro, també hi podem colps de mall,
que amb Requesens sebatent-s'hi, llamp de Déu, los catalans,
...
Catalunya, Catalunya, prou te'n pots ben alabar,
que al rei jovenlandés de l'armada un teu fill li llevà el cap;
per ço sa llàntia de plata n'és promesa a Montserrat,
la gran llàntia del rei jovenlandés que mai l'han vista cremar;
i per ço tens, Barcelona, lo Sant Cristo de Lepant".


("A arrancar la Cruz de Europa vienen cuatrocientas naves; si hoy no descuerna la luna, ¿qué hará Dios con sus rayos? Mejores rayos sois vosotros, ¡naves de España, siempre adelante!; al toparse Europa y Asia, una u otra al fondo del mar.

–Válganos Dios –grita–; ¡a las armas, que los abismos tienen hambre! Enterremos la Media Luna en las aguas de Lepanto.

Como leones que se acometen, invoca el austriaco a la Reina de las batallas: ¡españoles, arrodillaos! Mientras se arrodillan en tierra son absueltos de sus pecados: junto al nombre de María gran descarga ha tronado.

–¡Au!, aquí, turcos; aquí, egipcios; perros míos, a fuego y sangre; si la Cruz es una espada, ¡la Media Luna un alfanje!–. Y aborda a mata degüello la capitana real. Mas, ¡a ellos!, leones de España, quien os acomete es don Juan; y ambas se abrazan, como dos monstruos infernales, escupiéndose humo y llamas por cien bocas de volcán. Proa con proa se enganchan, balas vienen, balas van, se encuentran flechas y lanzas, cimitarras y hachas; caen golpes como granizo, hierro y plomo por doquier: cuantos se lanzan al abordaje acaban cayendo al mar; pero ¡adelante!, si ellos son de hierro, a mazazos les podremos, que con Requesens se baten, santo Dios, los catalanes.
Cataluña, Cataluña, bien te puedes alegrar, que al rey jovenlandés de la armada un hijo tuyo le arrancó la cabeza; por eso su lámpara de plata ha sido prometida a Montserrat, la gran lámpara del rey jovenlandés que nunca la han visto quemar; y por eso tienes, Barcelona, el Santo Cristo de Lepanto").

No sólo la literatura española ha inmortalizado aquel tras*cendental hecho de armas del siglo XVI. El inglés G. K. Chesterton escribió en las primeras décadas del siglo XX un famoso poema destinado a alabar el empeño de España en su lucha contra la amenaza otomana mientras otros países europeos, como Francia o su propia patria, se desentendieron de ello o incluso llegaron a dar su apoyo al turco. Éstas son una estrofas de la magnífica traducción que hiciera Luys de Santa Marina:


"Corren las blancas fuentes en los patios soleados
y, mientras juegan, ríe el Sultán de Bizancio;
en su temido rostro, cual las fuentes, su risa,
que la maraña obscura de sus barbas agita
y abre la media luna sangrienta de sus labios
porque al cerrado mar estremecen sus barcos,
retaron las repúblicas de los cabos itálicos
y echaron del Adriático al León de San Marcos.
Tendió el Papa los brazos entre pena y quebranto:
la Cruz pide su espada a los Reyes Cristianos.
La Reina de Inglaterra se remira en su espejo;
y el enclenque Valois en misa da un bostezo;
truenan en lejanas islas los cañones de España,
y el rey del Cuerno de Oro al sol ríe y solaza.
...
Y se ríe a través de su barba galana
de los tronos del mundo, su cabeza levanta
cual bandera de cuantos aman la libertad.
¡Bese el sol a nuestra España,
y a África mal rayo parta!
Don Juan de Austria
cabalga hacia el mar.
...
Cañonea Don Juan –su nave tinta en sangre
las olas cual bajel pirata torna almagre–
va la púrpura en ríos sobre el oro y la plata;
saltan las escotillas a recios golpes de hacha,
y surgen los cautivos: son cientos, millaradas,
pálidos y dichosos, cegadas las miradas.
¡Dómino gloria!
¡Viva España!
¡A los cautivos
libró Don Juan de Austria!
...
En la galera envaina Cervantes su tizona
(regresa Don Juan de Austria, de lauros se corona)
y se ve sobre las tierras fatigadas de España
un caballero flaco que incansable cabalga,
y sonríe, y retorna el acero a la vaina
(pero Don Juan de Austria vuelve de la Cruzada)".

Por la influencia de Requesens quedaron en Barcelona el Santo Cristo de Lepanto, venerado durante siglos en la catedral, y los estandartes que fueron depositados en la capilla del palacio de su familia.


Tras la gran batalla fue nombrado por Felipe II gobernador del ducado de Milán, cargo que hubo de abandonar a los pocos meses por haber sido elegido por el rey como sustituto del duque de Alba en el gobierno de los problemáticos Países Bajos, cuya posesión tomó en noviembre de 1573. Intentó mediar pacíficamente entre los enfrentados, escuchó las reclamaciones de los diputados flamencos y llevó adelante una política de pacificación, para lo que amnistió a los rebeldes que volviesen a la obediencia del Papa y del rey de España. Incluso eliminó una estatua del duque de Alba cuya presencia en la calle ofendía a la población.

A pesar de ello las luchas continuaron, debiendo Requesens asistir a numerosos enfrentamientos armados, entre ellos la batalla de Moock, victoriosa para las armas españolas al mando de Sancho Dávila, el Rayo de la guerra.

Aparte de luchar contra sus enemigos, tuvo que solucionar varios motines que organizaron sus soldados a causa de las pagas, por lo que, además de vender su lujosa vajilla para atender a los gastos, solicitó al rey refuerzos armados y dinero. Pero no alcanzó a ver su llegada, pues murió en Bruselas el 5 de marzo de 1576, probablemente de peste, al igual que su hijo Juan. Los restos de ambos fueron trasladados a su ciudad natal, donde fue enterrado un año después de su fin."



Jesús Laínz, La nación falsificada, Ed. Encuentro, Madrid, 2006

Luis de Requesens y Zúñiga - www.loqueotroshandicho.com
 
Era medio vasco, medio catalán, a juzgar por sus apellidos.

Era natural de Barcelona. Su padre se llamaba don Juan de Zúñiga y Avellaneda. Le pusieron Requesens de primer apellido para que este no se perdiera. Creo que era pariente de Alonso de Ercilla y Zúñiga, el famoso poeta.
 
Por qué había tanto Zúñiga en esa época.
 
Por qué había tanto Zúñiga en esa época.

Casa de Zúñiga - Wikipedia, la enciclopedia libre
La Casa de Zúñiga es un linaje noble español compuesto por los descendientes de los reyes de Navarra de la Casa Íñiga, que tomaron el nombre de su señorío por apellido y cuyos miembros destacados se distinguieron al servicio de la Corona de España en Europa y América como gobernantes, militares, diplomáticos, religiosos y escritores.
 
Volver