Antes no había que pedir cita en ningún sitio y teníamos a gente amontonada en ciertas oficinas porque varios funcionarios se habían ido a tomar el café todos a la vez.
Los días que debo atender al público tengo una planilla en la que se detalla persona, hora y trámite.
Nos dan unos diez minutos por persona por varios motivos. El principal es que además de hacer el trámite que nos corresponde, les ayudamos con trámites que no son de nuestro negociado. Esto es algo que hacemos, sobre todo, con las personas mayores: no suelen entenderse bien con las aplicaciones informáticas.
(Aplicaciones que, por otra, parte son manifiestamente mejorables desde el punto de vista de la usabilidad; claro que a las subcontratas de amigotes de los politicastros hay que echarles de comer.)
En esa planilla está indicada la hora del café. Si un día es a las 11h00, es a las 11h00; si otro día es a las 10h30, es a las 10h30; en todo caso, no es algo que esté abierto a discusión, precisamente para evitar que todos hagamos uso de ese descanso al mismo tiempo.
La pausa del café siempre dura media hora cronometrada. Vuelves del café a tu hora y justo a la hora fijada en la planilla, suena el timbre que avisa de una nueva "entrada" en caso de que la persona citada haya acudido o que haya otra a la espera; y más me vale estar en el puesto en ese momento, saludar con la debida educación al ciudadano y hacer el trabajo.
Esa es la realidad en la AGE a día de hoy. Si en otras administraciones - autonómicas y locales - funcionan en modo "casa de pilinguis", poco puedo hacer; yo también las sufro cuando me toca.