Torrijos, el fusilamiento de un héroe que condenó a España a la Edad de Piedra - Noticias de Alma, Corazón, Vida
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Con las primeras luces del alba desembarcarían en una discreta playa de Málaga. El silencio era sepulcral y sólo la cadencia de las olas mediterráneas y la cálida luz del sur eran testigos de aquel asalto contra la tiranía. Era un día mágico que abría la puerta a muchas expectativas. Pero no estaban solos. Desde las dunas, eran observados y escrutados al detalle por tres centenares de soldados afectos al rey felón.
Procedente de Gibraltar, en los primeros días de diciembre 1831, y acompañado por sesenta incondicionales, este desmesurado idealista intentaría su postrer asalto a un país, el suyo, dirigido y expoliado por un monarca sin talla, palabra, ni escrúpulos. Pero no contaban con la trampa que le habían tendido las autoridades absolutistas, y serian detenidos. El 11 de diciembre, Torrijos y 48 de sus compañeros supervivientes fueron fusilados sin juicio previo en la playa de San Andrés de Málaga, queriendo así el destino cercenar otro sueño para los españoles.
¿Qué había ocurrido con este humanista que había alcanzado el grado de general con tan sólo 23 años? ¿Por qué se disputaban sus habilidades como estratega Wellington y Suchet? Todos querían “ficharlo” y nadie quería tenerlo como enemigo, habida cuenta de que sus portentosas habilidades en el campo de batalla conducían a sus adversarios a severas derrotas.
Solo Espoz y Mina prestigiaría al ejército con una resistencia a ultranza durante el sitio de Barcelona
Como era un recalcitrante y empedernido conspirador a favor de las libertades, no paró de reivindicar la Constitución de Cádiz hasta que dio con sus huesos en la guandoca. Estas aventuras conspirativas se saldarían con un par de años de régimen correctivo, que pasaría a la sombra en un penal murciano. Pero cuando triunfa el general Riego en su pronunciamiento es liberado automáticamente. Se cuenta que ambos pertenecían a la misma sociedad secreta y además de compartir vocación de masones, eran claros enemigos del absolutismo representado por el mendaz monarca que había expropiado a su pueblo la posibilidad de asomarse al futuro.
Una máquina de guerra que no encontró obstáculos
Es entonces cuando Fernando VII, al ver que su regia silla comienza a sufrir unas extrañas vibraciones provocadas por estos correosos ciudadanos de uniforme, empieza a temer por su integridad física y hace algunas concesiones. Como era habitual en él, marearía la perdiz con algunas promesas y renuncias, que ya había determinado que serían coyunturales, pues estaba ya pensando en la próxima jugarreta que le haría a su pueblo. Incorregible este rey, además de padecer una peculiar amnesia que le convertía en un mentiroso compulsivo. El caso es que los españoles gozamos de una efímera aproximación a las libertades durante unos tres años (El trienio liberal) que fueron una anécdota entre una maraña de absolutismo.
Finalmente, perseguido por la Sierra de Mijas se resguarda en una alquería de Alhaurin de la Torre
Junto con Espoz y Mina, Van Halen, Riego y otros ilustres militares que pugnaban por traer la luz a este castigado país, presentarían una resistencia simbólica ante los Cien mil hijos de San Luis, una especie de ejército de intervención y ayuda recíproca que los poderes absolutistas a ambos lados de los pirineos habían pactado como herramienta de asistencia mutua. Este colosal ejército dirigido por el Duque de Angulema, basaría su logística en la compra de vituallas in situ a los más que dispuestos comerciantes al por mayor que en la península eran legión.
Esta máquina de guerra no encontraría obstáculos de tal nombre en ninguno de los pagos por donde desarrollaría su “actividad”. Solo Espoz y Mina prestigiaría al ejército con una resistencia a ultranza durante el sitio de Barcelona. Madrid fue tomada sin dificultades y Cádiz caería después de una heroica lucha de las muy mermadas milicias nacionales. Se había pactado un respeto al statu quo anterior, que el incalificable Fernando VII volvería a traicionar.
En suma, vuelta a la Edad de Piedra
Si algo respetó este indigno personaje, fue la integridad física de los alzados y sus pensiones… pero solo hasta cruzar la frontera. Torrijos conseguiría que la oficialidad que marchó al exilio cobrase sus sueldos en la emigración, de acuerdo con su condición de refugiados. Se rindió con todos los honores: y no se fusiló a nadie, ni hubo prisioneros ni represalias.
Camino de Marsella, solo duraría medio año al otro lado de los pirineos. Arrojado a la miseria por el incumplimiento de los compromisos reflejados en la rendición, vigilados constantemente por la policía gala, sin recursos económicos y con un hostigamiento más que patente por parte de las autoridades locales, Torrijos y la mayoría de la oficialidad en su momento acogida en Francia, decidirían poner rumbo a Inglaterra. Allá sobreviviría con una generosa pensión que Wellington le adjudicaría en aras de su probada y recíproca amistad. Además, se convirtió en un traductor prolífico, lo que le ayudaría a sortear los trances propios del exilio.
El grupo fue conducido prisionero al Convento de los Carmelitas Descalzos, en el que prepararían su tránsito a la eternidad
Pero Torrijos era irreductible e incorregible. Vía París y Marsella, se dirigió hacia Gibraltar para desde allá volver a la carga. La idea era desembarcar en algún lugar de la costa sur de España y sincronizar un levantamiento en otros lugares del país. En una zafia maniobra orquestada por la inteligencia militar del capitán general de Andalucía, utilizarían al gobernador de Málaga al que impulsarían a mantener una correspondencia artificial con objeto de atraerle hacia una emboscada mortal por necesidad, como así fue.
Finalmente, perseguido por la Sierra de Mijas se resguarda en una alquería de Alhaurin de la Torre. Era el principio del fin. En inferioridad numérica manifiesta, se rendirían después de un intenso intercambio de disparos.
El grupo fue conducido prisionero al Convento de los Carmelitas Descalzos, en el que prepararían su tránsito a la eternidad. A las once y media de la mañana del domingo 11 de diciembre. Ya en capilla y después de escribir las últimas preceptivas cartas a familiares, Torrijos y sus compañeros fueron fusilados sin juicio previo en la playa de San Andrés de Málaga. El general liberal que tanto lucharía por la aproximación de España al futuro, solicitaría en una arraigada tradición militar, mandar el pelotón de ejecución, solicitud que le sería denegada.
Al Dr. Estrada, hijo de Málaga, le sería asignada la dirección del pelotón de fusilamiento por su vinculación con los voluntarios reales, a lo cual se negó rotundamente. Entonces, el segundo, un joven teniente del mismo cuerpo, sería el artífice de aquella infame ignominia. Todos pidieron recibir el disparo a la altura del corazón y de frente, como así fue. Para escarnio público y aviso a navegantes, los finados serían paseados en carromatos por el centro de Málaga para desincentivar cualquier veleidad insurreccional. Así se las gastaba Fernando VII. Un elemento.
Su fin, como la de Mariana Pineda, sería una de las últimas que se cobraría el absolutismo.
In memoriam. Otro día de luto para la libertad.
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Con las primeras luces del alba desembarcarían en una discreta playa de Málaga. El silencio era sepulcral y sólo la cadencia de las olas mediterráneas y la cálida luz del sur eran testigos de aquel asalto contra la tiranía. Era un día mágico que abría la puerta a muchas expectativas. Pero no estaban solos. Desde las dunas, eran observados y escrutados al detalle por tres centenares de soldados afectos al rey felón.
Procedente de Gibraltar, en los primeros días de diciembre 1831, y acompañado por sesenta incondicionales, este desmesurado idealista intentaría su postrer asalto a un país, el suyo, dirigido y expoliado por un monarca sin talla, palabra, ni escrúpulos. Pero no contaban con la trampa que le habían tendido las autoridades absolutistas, y serian detenidos. El 11 de diciembre, Torrijos y 48 de sus compañeros supervivientes fueron fusilados sin juicio previo en la playa de San Andrés de Málaga, queriendo así el destino cercenar otro sueño para los españoles.
¿Qué había ocurrido con este humanista que había alcanzado el grado de general con tan sólo 23 años? ¿Por qué se disputaban sus habilidades como estratega Wellington y Suchet? Todos querían “ficharlo” y nadie quería tenerlo como enemigo, habida cuenta de que sus portentosas habilidades en el campo de batalla conducían a sus adversarios a severas derrotas.
Solo Espoz y Mina prestigiaría al ejército con una resistencia a ultranza durante el sitio de Barcelona
Como era un recalcitrante y empedernido conspirador a favor de las libertades, no paró de reivindicar la Constitución de Cádiz hasta que dio con sus huesos en la guandoca. Estas aventuras conspirativas se saldarían con un par de años de régimen correctivo, que pasaría a la sombra en un penal murciano. Pero cuando triunfa el general Riego en su pronunciamiento es liberado automáticamente. Se cuenta que ambos pertenecían a la misma sociedad secreta y además de compartir vocación de masones, eran claros enemigos del absolutismo representado por el mendaz monarca que había expropiado a su pueblo la posibilidad de asomarse al futuro.
Una máquina de guerra que no encontró obstáculos
Es entonces cuando Fernando VII, al ver que su regia silla comienza a sufrir unas extrañas vibraciones provocadas por estos correosos ciudadanos de uniforme, empieza a temer por su integridad física y hace algunas concesiones. Como era habitual en él, marearía la perdiz con algunas promesas y renuncias, que ya había determinado que serían coyunturales, pues estaba ya pensando en la próxima jugarreta que le haría a su pueblo. Incorregible este rey, además de padecer una peculiar amnesia que le convertía en un mentiroso compulsivo. El caso es que los españoles gozamos de una efímera aproximación a las libertades durante unos tres años (El trienio liberal) que fueron una anécdota entre una maraña de absolutismo.
Finalmente, perseguido por la Sierra de Mijas se resguarda en una alquería de Alhaurin de la Torre
Junto con Espoz y Mina, Van Halen, Riego y otros ilustres militares que pugnaban por traer la luz a este castigado país, presentarían una resistencia simbólica ante los Cien mil hijos de San Luis, una especie de ejército de intervención y ayuda recíproca que los poderes absolutistas a ambos lados de los pirineos habían pactado como herramienta de asistencia mutua. Este colosal ejército dirigido por el Duque de Angulema, basaría su logística en la compra de vituallas in situ a los más que dispuestos comerciantes al por mayor que en la península eran legión.
Esta máquina de guerra no encontraría obstáculos de tal nombre en ninguno de los pagos por donde desarrollaría su “actividad”. Solo Espoz y Mina prestigiaría al ejército con una resistencia a ultranza durante el sitio de Barcelona. Madrid fue tomada sin dificultades y Cádiz caería después de una heroica lucha de las muy mermadas milicias nacionales. Se había pactado un respeto al statu quo anterior, que el incalificable Fernando VII volvería a traicionar.
En suma, vuelta a la Edad de Piedra
Si algo respetó este indigno personaje, fue la integridad física de los alzados y sus pensiones… pero solo hasta cruzar la frontera. Torrijos conseguiría que la oficialidad que marchó al exilio cobrase sus sueldos en la emigración, de acuerdo con su condición de refugiados. Se rindió con todos los honores: y no se fusiló a nadie, ni hubo prisioneros ni represalias.
Camino de Marsella, solo duraría medio año al otro lado de los pirineos. Arrojado a la miseria por el incumplimiento de los compromisos reflejados en la rendición, vigilados constantemente por la policía gala, sin recursos económicos y con un hostigamiento más que patente por parte de las autoridades locales, Torrijos y la mayoría de la oficialidad en su momento acogida en Francia, decidirían poner rumbo a Inglaterra. Allá sobreviviría con una generosa pensión que Wellington le adjudicaría en aras de su probada y recíproca amistad. Además, se convirtió en un traductor prolífico, lo que le ayudaría a sortear los trances propios del exilio.
El grupo fue conducido prisionero al Convento de los Carmelitas Descalzos, en el que prepararían su tránsito a la eternidad
Pero Torrijos era irreductible e incorregible. Vía París y Marsella, se dirigió hacia Gibraltar para desde allá volver a la carga. La idea era desembarcar en algún lugar de la costa sur de España y sincronizar un levantamiento en otros lugares del país. En una zafia maniobra orquestada por la inteligencia militar del capitán general de Andalucía, utilizarían al gobernador de Málaga al que impulsarían a mantener una correspondencia artificial con objeto de atraerle hacia una emboscada mortal por necesidad, como así fue.
Finalmente, perseguido por la Sierra de Mijas se resguarda en una alquería de Alhaurin de la Torre. Era el principio del fin. En inferioridad numérica manifiesta, se rendirían después de un intenso intercambio de disparos.
El grupo fue conducido prisionero al Convento de los Carmelitas Descalzos, en el que prepararían su tránsito a la eternidad. A las once y media de la mañana del domingo 11 de diciembre. Ya en capilla y después de escribir las últimas preceptivas cartas a familiares, Torrijos y sus compañeros fueron fusilados sin juicio previo en la playa de San Andrés de Málaga. El general liberal que tanto lucharía por la aproximación de España al futuro, solicitaría en una arraigada tradición militar, mandar el pelotón de ejecución, solicitud que le sería denegada.
Al Dr. Estrada, hijo de Málaga, le sería asignada la dirección del pelotón de fusilamiento por su vinculación con los voluntarios reales, a lo cual se negó rotundamente. Entonces, el segundo, un joven teniente del mismo cuerpo, sería el artífice de aquella infame ignominia. Todos pidieron recibir el disparo a la altura del corazón y de frente, como así fue. Para escarnio público y aviso a navegantes, los finados serían paseados en carromatos por el centro de Málaga para desincentivar cualquier veleidad insurreccional. Así se las gastaba Fernando VII. Un elemento.
Su fin, como la de Mariana Pineda, sería una de las últimas que se cobraría el absolutismo.
In memoriam. Otro día de luto para la libertad.