Las ocupaciones que nos hacen perder el tiempo y derrocharlo en un mero existir, distinto del vivir, son, en primer lugar, los vicios. Para Séneca, entregarse al alcohol o al sesso son las formas más deshonrosas de derrochar el tiempo. Pero también malgastan su tiempo los que se entregan a vicios «más respetables», aquellos que tienen la apariencia de ser actividades trabajosas e intensas, pero que en realidad son formas sofisticadas de perder el tiempo: la avidez de dinero, la búsqueda del poder político, el impulso hacia conquistas bélicas, la vida de lujos, los pasatiempos o la erudición inútil
Para Séneca, entonces, quien disfruta del tiempo libre es solo aquel que es «consciente de su propio ocio», quien tiene dominio de las actividades a las que dedica el tiempo en el que no está ocupado. A su vez, dominar el ocio, veremos, será clave para determinar también el propósito de nuestras ocupaciones. Y, sobre todo, para no confundir una cosa con la otra: hacer del tiempo de ocio un tiempo «rentable», «productivo», porque esto impide que el ocio tenga su autonomía con respecto al resto de las actividades de la vida. En síntesis:
«La recuperación del ocio presupone el ocio mismo y no puede ‘implementarse‘
»‘
haciendo de él un negotium
».
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Da vergüenza el caso del hombre que, más exhausto por su modo de vivir que por sus labores, cae muerto en medio de sus obligaciones».
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La condición de todos los ocupados es mísera; pero la más mísera de todas es la de quienes no se afanan en ocupaciones propias, sino que duermen para un sueño ajeno, que caminan para un curso ajeno, y son ordenados a amar u reprobar, que son las acciones más libres de todas. Si estos quisieran saber cuán breve es su vida, que piensen qué parte es realmente suya».
«
¿Qué gusto hay en morir ocupado? La misma actitud se da en la mayoría. Su deseo de trabajo es más permanente que su capacidad para llevarlo a cabo».
En cambio, quien se dedica al estudio de las artes liberales, muere feliz y colmado de experiencias, como los grandes filósofos, que al leerlos sentimos que, como ellos, nuestra vida se despliega armónicamente entre el pasado, el presente y el futuro.
En «La brevedad de la vida», escrito hace cerca de dos mil años, Séneca toca un tema que en este siglo XXI está de gran actualidad: la sensación de estar perdiendo el tiempo. ¿Qué queremos decir cuando usamos esta expresión? Que nos hemos dedicado a algo que finalmente no ha salido bien, es...
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