Santo Evangelio de hoy y lecturas.Martes,10 de octubre, "Si llevas las cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?" *Sto.ROSARIO A LAS 22.00

Hoy acudí a la iglesia en la mañana para pedir por el alma de mi padre, le he dedicado la misa de hoy, pues es el aniversario de su fallecimiento.
Me ha sorprendido que el salmo sea el De Profundis, el salmo que se suele leer en las misas de difuntos, dedicado a aquellos que ya no están entre nosotros.
Se sincronizan las lecturas con el aniversario de la fin de mi querido padre, Dios me lo tenga en su gloria.


El evangelio de hoy nos presenta a Marta y María, las hermanas de Lázaro de Betania, tan amigas de Jesús. Mi querida santa Marta se queja de que María no ayude, pero María está en plena contemplación, a los pies del Señor.
María es la parte espiritual de la iglesia, mientras que Marta es la parte activa, la que trabaja. Así lo ha explicado el sacerdote.


Feliz martes para todos.

Un gran abrazo @Lux Mundi

Los buenos padres cuidan de nosotros, en esta breve prueba, y desde los Mismisimos círculos Celestiales
 
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La doctrina cristiana no es pacífica, es de milicia pura y dura.

Hay que apiolar a todos los que tengas por delante en uso de la legitma defensa

Y asegurarte que estén bien muertos

Ten en cuenta que Cristo nos dijo que pusiésemos la mejilla izquierda si te daban la segunda bofetada, es decir que la guantazo era dado con la mano izquierda..... Los pequeños ultrajes diarios de la vida

Lo de Pedro era la segunda parte de que no bajará a Jerusalén y eso de vade retro

67.-‐ EL QUINTO MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS ES: NO MATARÁS.

67,1. Este mandamiento ordena no apiolar ni herir gravemente a persona
inocente, ni hacer daño a la propia vida o a la de otros con palabras, obras o
deseos (repruebo); es decir, querer bien a todos y perdonar a nuestros enemigos.

El desear la fin a sí mismo o a otro, es pecado grave, si se hace por
repruebo o desesperación rebelde.

«El repruebo es incapaz de liberar a nadie. El repruebo sólo sirve para fomentar el
repruebo, y en la historia humana nadie ha conseguido ser libre gracias al repruebo.
El repruebo nunca está justificado para un cristiano».

«Para ser feliz hay que tener el corazón en paz.
El que odia no vive feliz.

El repruebo hace daño al que odia.
Ese rencor le destruye por dentro».

El rencor envenena. El perdón libera. Si sientes rencor por una persona,
reza por ella para que le vaya bien. Te sentirás mejor.

En una ocasión recibí por INTERNET esto: «¿Quieres ser feliz un instante?
Véngate. ¿Quieres ser feliz para siempre? Perdona».

Las riñas, los insultos, las injurias, etc., pueden, a veces, llegar a ser
pecado grave si se desea en serio un mal grave a otro, si se falta gravemente
a la caridad, y si son la exteriorización del repruebo. Pero de ordinario no lo son,
ya sea por inadvertencia, ya porque no se les dé importancia, etc.

Cuando dos riñen, de ordinario cada uno tiene la mitad de la razón y la
mitad de la culpa; pero cada cual mira la parte que él tiene de razón y la que
el otro tiene de culpa. Por eso no se ponen de acuerdo.

Las riñas empiezan generalmente por pequeñeces, pero con el calor de la
discusión se van desorbitando hasta terminar en enemistades profundas...,
y, a veces, en crímenes. Lo mejor en las riñas es cortarlas desde el principio
sin permitir que adquieran grandes proporciones.

Y si uno se encuentra de mal humor, seguir el consejo de aquel inglés que
contaba hasta diez antes de contestar. Con calma y con sensatez se evitarían
muchas riñas nacidas generalmente por pequeñeces.

Si estás airado, calla. Aunque tengas tú la razón. Dirás más de lo que
quisieras, y luego te pesará. Nunca te arrepentirás de haber callado.
En cambio, ¡cuántas veces quisieras poder sujetar las palabras que
lanzaste a volar! Y esto ya no es posible.

Una pequeña disputa puede destrozar una gran amistad.

Un diálogo sincero es difícil.

Hay que aprender a dialogar. Hay que saber descubrir la parte de verdad
que hay en el punto de vista del otro.

Ponerse en equilibrio no es buscar el término medio, sino buscar la
verdad completa que puede surgir de lo que aporta cada parte. Venganzas

67,2. La venganza personal no está permitida en ningún sentido.
Cristo la prohibió. Porque si fuese permitida, no se podría vivir en el
mundo. Todos nos creeríamos con derecho a vengarnos de alguien.

No: hay que perdonar a los enemigos, y dejar que Dios los castigue en la
otra vida, y la Autoridad Pública en este mundo. Como dice San Pablo, hay
que saber «vencer al mal con el bien».

«Tal vez, la afirmación más radical que hizo Jesús fue: Sed misericordiosos
como vuestro Padre es misericordioso».

»Jesús describe la misericordia de Dios no sólo para mostrarme lo que
Dios siente por mí, o para perdonarme los pecados y ofrecerme una vida
nueva y mucha felicidad, sino para invitarme a ser como Dios, y para que sea
tan misericordioso con los demás como lo es Él conmigo».

«Con frecuencia aquellos que no perdonan a sus semejantes cometen los
mismos pecados que critican».

Es necesario saber perdonar a las personas que nos hayan ofendido.
No sé quién dijo: «Si quieres ser feliz un instante, véngate. Si quieres ser feliz
toda la vida, perdona».

«La experiencia enseña que quien descuida la oportunidad de hacer bien
a su prójimo porque ha sido anteriormente ofendido por él, suele ser
también culpable».

Perdonando podemos salvar al prójimo.

Juan Pablo II fue a visitar a la guandoca, para perdonarlo, a Alí Agca, el turco
que intentó asesinarle. Pues bien, en 2009, Alí ha renegado del Islam y se ha
convertido al catolicismo.

Es, desde luego, indispensable estar dispuestos a conceder el perdón si
nos lo piden ya sea explícitamente o implícitamente con su conducta,
quedándonos satisfechos con una moderada reparación.

Quien niega el perdón a su hermano, es inútil que espere el perdón de
Dios. En el Padrenuestro tiene su sentencia: como él no perdona, tampoco
Dios le perdonará. Lo dijo Jesucristo.

Y no seamos fáciles en echar al otro toda la culpa.

Ordinariamente la culpa hay que repartirla entre los dos.

Uno fue el que empezó, pero el otro contestó con ofensa más grave.

Si los dos están esperando a que sea el otro el que se adelante a pedir
perdón, la cosa no se arreglará nunca.

El que sea más generoso con Dios, es el que debe tomar la iniciativa.
Cristo habla de poner la otra mejilla. Es una fórmula oriental hiperbólica,
para dar a entender que debemos estar dispuestos al perdón; pero no es
para que lo entendamos al pie de la letra.

El mismo Cristo al ser abofeteado no puso la otra mejilla, sino que
respondió con toda energía, verdad y dominio propio: «Si he respondido mal,
muestra en qué; mas si bien, ¿por qué me hieres?».

Si la culpa ha sido nuestra, tenemos obligación de pedir perdón de alguna
manera.

Pero incluso aunque sea claro que toda la culpa es del otro, da una muestra
de virtud el que se adelanta a otorgar el perdón, por ejemplo, dirigiéndole
amablemente la palabra, ofreciendo un servicio, reanudando el saludo, etc.

Durante un tiempo puede manifestarse el disgusto, por ejemplo, con una
actitud más seria y distanciada; pero esto no debe durar indefinidamente.

Salvo en algunos casos excepcionales de ofensas gravísimas, es muy de
aconsejar que al cabo de cierto tiempo se reanuden los saludos ordinarios
entre gente educada.

Negar el saludo no es cristiano. Si el otro no contesta allá él; pero que la
cosa no quede por tu parte.

Cuando han fracasado ya varios intentos de reconciliación, o el otro se
niega obstinadamente a devolver el saludo, o si parece cierto que nuestro
esfuerzo por la reconciliación puede ahondar la mala voluntad del otro, será
mejor esperar otra ocasión.

Pero no abandonar el deseo de reconciliación, ni escudarse en esta
dificultad para no reconciliarse, por no desearlo.

Nuestra voluntad de reconciliación debe ser sincera.

Si el otro no quiere saludarnos o hablarnos, nosotros debemos estar
dispuestos a hablarle cuando él lo desee, y saludar cuando él nos salude.

Adelantarse a reanudar el saludo es una prueba de virtud superior.

A veces puede facilitar la reconciliación la ayuda de una tercera persona.

Eso de «piensa mal y acertarás», aunque a veces dé resultado es poco
cristiano Es mucho mejor eso de «piensa bien mientras no tengas motivos
para pensar mal».

«Si una persona fomenta sospechas poco caritativas, no tardará en
manifestar también con palabras los pensamientos poco amables».

Distingue, con todo, entre el rencor admitido, y un cierto distanciamiento
para evitar el chocar de nuevo. Y también entre el sentimiento de la ofensa y
el resentimiento admitido voluntariamente. Aunque la ofensa recibida nos
duela, no podemos desear mal a nadie.

Esta voluntad de perdonar puede unirse a un sentimiento inevitable de la
ofensa recibida. Muchos se refieren a este sentimiento cuando dicen que no
pueden perdonar. Es posible que la serenidad de espíritu, después de la
ofensa, requiera un tiempo mínimo para sobreponerse al dolor.

Si alguien te da un pisotón, es natural que te duela.

Sentir amor hacia él es imposible.

Pero puedes no responder con otro pisotón y rezar por él. Si rezas por una
persona has vencido la aversión hacia ella.

Una prueba de esta sincera buena voluntad sería orar por el ofensor,
nunca hablar mal de él, y pedir a Dios la gracia de saber perdonar.

Cuando tengas antipatía por una persona, pide por ella.
Y cuando tengas ganas de desearle algo malo, reza por ella un
Padrenuestro. Dice Jesucristo «rogad por los que os persiguen».

«El Señor nos pide que perdonemos, pero jamás nos ha pedido que
deseemos hacerlo. (...) Si esperas que aparezca en ti el instinto natural de
perdonar, esperarás mucho tiempo».

A veces se oye decir: «yo perdono, pero no olvido».

El olvidar puede ser difícil.

No depende de nuestra voluntad.

Uno puede perdonar de corazón y no poder evitar el recuerdo.

Esto no se opone al amor que Jesucristo manda a nuestros enemigos.
Lo que Cristo manda no es un amor sensible, pues esto no se puede
mandar, no depende de nuestra voluntad.

Se trata de un amor de benevolencia, un amor desinteresado, un amor
que devuelve bien por mal, que hace el bien al que nos hace daño,
independientemente de nuestros sentimientos.

Un amor efectivo, no afectivo. Un amor dispuesto a hacer un servicio al
que nos ofendió.

Si el que consideramos nuestro enemigo estuviera en una necesidad
grave, y no pudiera salir de ella, sin nuestro especial auxilio, tenemos
obligación de ayudarle, porque en estos casos hay obligación de atender al
prójimo, aunque sea enemigo.

No es repruebo a una persona reprobar lo que hay de malo en ella, o el mal que
nos causa injustamente a nosotros o a otros.

El amor a nuestros enemigos que pide el Evangelio, no obliga a la amistad
con ellos, sino que prohíbe el repruebo y la venganza, o el desearles algún mal; y
manda tener un deseo de reconciliación.

«El ofendido está obligado siempre a perdonar al ofensor que le pide
perdón, en forma directa o indirecta.

»Si se niega a hacerlo, comete un grave pecado contra la caridad, y
regularmente no podrá ser absuelto mientras continúe en su obstinación».

Por supuesto que es lícito exigir una reparación del daño recibido, pero no
por repruebo ni por venganza, sino por deseo de justicia.

Ver completo aquí (página 627):

67,3. Al prójimo se le puede apiolar en tres casos: en la guerra justa,
en defensa propia y en la justa aplicación de la pena de fin.


El mandato divino "No matarás" significa que nadie puede apiolar
sin motivo y sin razón. Pero hay circunstancias en las que hay una
justificación.

1) En la guerra justa.
La guerra no puede ser nunca un medio normal para la solución de
conflictos. «Todo ciudadano y todo gobernante están obligados a
empeñarse en evitar las guerras».

Según los jovenlandesalistas, para que la guerra sea justa se deben cumplir
varias condiciones:

a) Imposibilidad de solución pacífica.

b) Causa justa, como sería legítima defensa, mientras no haya una
autoridad supranacional competente y eficaz.

c) Que la decisión sea tomada por la autoridad legítima a quien
corresponde velar por el bien común de la nación.

d) Intención recta buscando la justicia y no la venganza.

e) Que sean superiores los bienes que se van a conseguir a los males
que se pueden producir.

«La apreciación de estas condiciones de legitimidad jovenlandesal pertenece
al juicio prudente de quienes están al cargo del bien común».

«Los poderes públicos tienen, en este caso, el derecho y el deber de
imponer a los ciudadanos las obligaciones necesarias para la defensa
nacional», «pero atenderán equitativamente el caso de quienes, por
motivos de conciencia, rehúsan el empleo de las armas; éstos siguen
obligados a servir de otra forma a la comunidad humana».

«Una cosa es utilizar la fuerza militar para defenderse con justicia, y
otra muy distinta querer someter a otras naciones».

Buscar la guerra es absurdo. Pero rehuirla por principio puede ser
cobardía ante la injusticia.

El creyente obra con rectitud mientras luche por implantar la justicia
en el mundo.

La paz es el ideal del hombre: pero esta paz debe ser obra de la
justicia. Un pacifismo conformista con la injusticia no es cristiano. El buen
cristiano no puede desinteresarse del bien común de la sociedad.

El peligro de una tercera guerra mundial que podría destruir la
humanidad por el armamento de que hoy dispone el hombre, hace deseable
un desarme internacional. Pero para que esto sea eficaz tiene que ser de
ambos bloques, y con posibilidades de mutua vigilancia.

Aunque la guerra sea justa, «no todo es lícito entre los
contendientes». Debe respetarse la ley jovenlandesal y el derecho de gentes.

«Las acciones deliberadamente contrarias al derecho de gentes son
crímenes».

«Existe la obligación jovenlandesal de desobedecer aquellas decisiones que
ordenan genocidios».

2) En defensa propia se puede apiolar cuando alguien quiere
matarnos injustamente, o hacernos un daño muy grave en nuestros bienes,
equivalente a la vida; si no hay otro modo eficaz de defenderse.

No es necesario esperar a que él nos ataque. Basta que nos conste
que él tiene un propósito decidido de matarnos, y sólo está esperando el
momento oportuno para hacerlo; y no hay otro modo de salvar la vida que
adelantarse y atacar primero.

Esto en el terreno jovenlandesal, independientemente de la ley civil.

Lo que se permite en defensa propia se autoriza igualmente en pro
del prójimo injustamente atacado. La caridad fraterna puede obligar a esto,
pero no a exponer la propia vida, a no ser que se trate de parientes cercanos
o esté uno obligado por contrato (guardias, policías).

«Éstas son las condiciones para que pueda hablarse de legítima
defensa:

- Debe tratarse de un mal muy grave, cual es, por ejemplo, el peligro
de la propia vida, la mutilación o heridas graves, la violación sensual, el
riesgo de la libertad personal, la pérdida de bienes de fortuna desmedidos,
etc.

- Que sea un caso de verdadera agresión física.

- Que se trate de un daño injusto. Por ejemplo no sería lícito
defenderse de un policía, hasta producirle la fin, pues el agente,
normalmente, actúa en cumplimiento de su deber.

- Para defenderse no hace falta que el agresor lo haga de modo
voluntario y consciente. Por eso es lícito contra un borracho o un loco.

- Que no haya otro modo eficaz de defenderse.

El obispo de Mérida-Badajoz D. Antonio Montero escribió en el
ABC (6-II-2003) un artículo donde decía que también sería lícita la guerra
para corregir infracciones graves y duraderas del derecho natural.

3) La Autoridad Pública puede imponer la pena de fin al
criminal para defender a los demás. Dice la Biblia: «Aquel que derrame
sangre de hombre, debe morir». «El que mata a otro voluntariamente
sea castigado con la fin».

«Es de notar que el verbo del original hebreo es “rasach”, que
significa la fin del inocente. Por eso habría que traducirlo: “No
causarás la fin de un hombre inocente”.

»Para otra clase de muertes la Biblia emplea los términos “harag” y
“hemit”.
Salvador de Madariaga, conocido intelectual que murió a los 92
años en Lugano, Suiza, escritor internacional y ministro de la República en
1934, dice: «La pena de fin no será necesaria el día que la supriman
primero los asesinos».

«En un año murieron en España más de cien víctimas del terrorismo.

Si se hubiera ejecutado al criminal al primer asesinato, no hubieran muerto
todos los demás asesinados. Algún terrorista asesinó más de diez veces. No
es deseable la fin de nadie, pero si para que no mueran los inocentes es
necesario ejecutar a los asesinos, puede ser esto una exigencia del bien
común».

En las Navidades de 1986 hubo 62 muertos en un avión Boeing 737,
secuestrado por un grupo de terroristas.

El 19 de julio de 1987, una bomba terrorista produjo 20 muertos en
un hipermercado de Barcelona.

No se comprende por qué los criminales pueden aplicar la pena de
fin a un inocente, y los jueces no puedan aplicar la misma pena a los
asesinos culpables.

Se supone, naturalmente, una culpabilidad claramente demostrada.

Lo mismo que es lícito apiolar a un injusto agresor en defensa
propia, la Autoridad puede aplicar la pena de fin para defender la
vida de los inocentes.

«La Autoridad tiene el deber de defender la vida de los ciudadanos
inocentes»

«Los que tienen autoridad legítima, tienen también el derecho de
usar las armas para rechazar a los agresores de la sociedad civil confiada a
su responsabilidad».

La legítima defensa propia es aceptada por todo el mundo. Con la
pena de fin la Autoridad defiende a los inocentes, siempre expuestos a
caer en manos de los criminales.

Se trata de casos extremos en los que le pena de fin sea el único
modo eficaz de defender la vida de personas inocentes de un injusto
agresor.

El psico-pedagogo Dr. Bernabé Tierno dice: «Existe la figura del
sanguinario sin retorno, del maligno retorcido y mala sangre incorregible
que necesita hacer daño, desea el mal ajeno y disfruta con el sufrimiento
que causa. (...) Difícilmente puede tener recuperación un ser demoníaco
que disfruta segando vidas ajenas. (...) La sociedad tiene un grave problema
en decidir lo que debe hacer con individuos así, cuyo objetivo es apiolar. (...)
Está claro que la sociedad debe impedir, a toda costa, que estos individuos
vuelvan a saciar su sed de apiolar».

«Por eso el 73% de los británicos son partidarios de la pena de
fin para los terroristas, según un sondeo de opinión de Harris».

Según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, la
mitad de los españoles está a favor de la pena de fin para los terroristas
y asesinos.

En Estados Unidos se ha restablecido la pena de fin en muchos
Estados.

No es lo mismo el que mata en un arrebato pasional que el
profesional del crimen. Un malo es un peligro para las personas
inocentes.

La cadena perpetua puede no bastar, pues los asesinos se pueden
fugar. A veces de modo espectacular.

En 1986 se fugó de la guandoca de La Santé, de París, Michel Baugour,
en un helicóptero alquilado y pilotado por su novia Nadine.

Tres presos se fugaron de una guandoca de Marsella en un helicóptero
que aterrizó en un patio de la guandoca a las cuatro y media de la tarde. Se da
la circunstancia de que en ese mismo sitio se produjo una evasión similar
en julio de 199255.

En Alemania un preso se fugó en un tanque que robaron sus amigos
y entró en la guandoca derribando la puerta.

En Copenhague (Dinamarca) doce presos se escaparon de la guandoca al
ser derribada parte del muro de la prisión por una excavadora manejada por
un cómplice de los presos.

A primeros de mayo de 1982, se fugó de la guandoca central de Lovaina,
considerada como de alta seguridad, Freddy Horion, a quien se le había
conmutado por cadena perpetua la pena de fin a la que había sido
condenado por haber asesinado a cinco personas miembros de una
familia.

Dos terroristas, se fugaron de la guandoca de San Sebastián, escondidos
en los altavoces de un cantante que había actuado en la guandoca.

De la guandoca de «máxima seguridad» Can Brians, considerada la más
moderna de Cataluña, en menos de dos meses se fugaron nueve reclusos.

Ver completo aquí (página 554 aproximadamente):
 
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