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ENTREVISTA
Padre Damián, sacerdote y tiktoker: "Si la gente no encuentra un sentido en Dios, lo busca en otros dioses: el dinero, la fama, las redes, el placer"
En plena crisis de la religión católica, el cura con más feligreses en las redes sociales reivindica una vuelta a los orígenes de la Iglesia: "No me preocupa que seamos pocos, me preocupa que dejemos de ser referencia"
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Actualizado Lunes, 2 octubre 2023 - 15:28
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Damián María Montes (Granada, 1986) es sacerdote y misionero redentorista, pero también actor, músico y cantante. Nieto de una cantaora de flamenco, fue concursante de
La Voz y hoy es tertuliano ocasional e
influencer. En estos tiempos en los que la Iglesia católica ha perdido la conexión wifi con la sociedad, el Padre Damián (con alzacuellos y arroba por delante) acumula cientos de miles de seguidores en las redes sociales. Tiene 800.000 amigos en
TikTok y otros 34.000 en
Instagram, donde cada
story suya es una mini ciber homilía, y casi 4.000 en el canal de
YouTube, donde sube los vídeos de sus actuaciones musicales.
En plena crisis de vocaciones y con la Iglesia perdiendo peso a velocidad de vértigo, Damián representa
la versión 5G del cura de toda la vida. "Pasamos del cura que salía en las películas de Paco Martínez Soria, el cura de pueblo un poco ingenuo y simplón, al cura rigorista, super ultra, que sólo tenía planteamientos jovenlandesales. Ahora algunos estamos colaborando en redes sociales y en medios para que el perfil del sacerdote sea algo más cercano y normal".
Su profesión, sin embargo, empieza a ser una especie en peligro de extinción.
En los últimos 20 años, las vocaciones en España han caído un 40% y, según los datos de la Conferencia Episcopal (CEE), este año el número de seminaristas mayores ha bajado del millar por primera vez en la historia. El último barómetro del CIS dice también que el porcentaje de ciudadanos que se declaran católicos en nuestro país ha caído a un 52%, la cifra más baja de la historia, y la tendencia augura que
en 2024 España dejará de ser mayoritariamente católica por primera vez en casi 1.700 años.
"Nunca ha sido fácil ser sacerdote o monja. Para mí tampoco lo fue", cuenta Damián. "Cuando yo era adolescente recuerdo que la sociedad se posicionaba de una manera muy beligerante en contra de la Iglesia, hoy hay más indiferencia. Hace unos años la Iglesia enfadaba; hoy en día la gente pasa".
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¿Por qué está la Iglesia en crisis?Yo creo que es una crisis que viene anunciándose desde hace ya bastantes años, casi podríamos decir décadas. Y que tiene que ver con un conjunto de factores. Uno de ellos es la secularización profunda de la sociedad. Ya no hay un interés religioso: el ser humano se ha desconectado de Dios. La gente está más centrada últimamente en la razón, en lo empírico, y deja poco espacio para la trascendencia.¿Hemos sustituido la religión por la ciencia y la tecnología?Pero es que ciencia y fe no se contraponen. La ciencia y la fe son dos alas que nos ayudan a volar hacia el encuentro con la verdad, y si nos falta una de ellas, nos falta una parte de la verdad.
¿Qué ha hecho mal la Iglesia para que la gente desconecte de Dios?
Ese es un segundo factor. Haciendo autocrítica, hay que hablar de la evidente falta de conexión que hemos tenido como Iglesia en las últimas décadas. No hemos sabido utilizar el lenguaje que hablaba nuestro tiempo y no hemos sabido actualizar las verdades de siempre al lenguaje que podían comprender nuestros coetáneos. Y eso ha ido desconectando a las personas también en su realidad concreta. Y se podría sumar otro factor, que es el componente escandaloso. Todo el tema de la corrupción y los escándalos, evidentemente, no han ayudado a que esa conexión con la Iglesia sea fluida.Entiendo que eso ha contribuido al desprestigio de la institución.Bueno... Yo eso no lo veo mal. O sea, no tengo una visión negativa de la pérdida del prestigio. Al contrario, creo que eso nos puede volver a un estadio más original de lo que fuimos y de lo que muchos soñamos volver a ser.
¿Cómo sueña usted la Iglesia del futuro?
No le tengo miedo a a las minorías. El papa Benedicto XVI ya lo dijo en un texto muy bonito sobre la Iglesia del futuro, que fue como una especie de profecía. La Iglesia del futuro, decía, volverán a ser comunidades pequeñas. Yo creo que va a ser así. Y no le tengo nada de miedo a ese modelo de Iglesia. Creo que esas nuevas comunidades van a volver a ser la Iglesia de Jesucristo. Y no es que no lo seamos ahora, por supuesto que lo somos, pero creo que va a venir una fase de purificación o de limpieza interior de todo lo que ha manchado a la Iglesia. Estamos llamados a ser comunidades pequeñas pero muy apasionadas, comunidades pequeñas de gente realmente convencida, de gente que tiene experiencia de Dios y que quiere comunicar esa experiencia al mundo, no como algo grandilocuente, no con los privilegios o los números de hace décadas, sino como la levadura en la masa. Eso es lo que estamos llamados a ser.
¿Qué pierde la sociedad española si la Iglesia pìerde influencia?
A mí no me preocupa que seamos pocos. Lo que sí me preocupa es que dejemos de ser referencia. Referencia de Evangelio. Que dejemos de ser referencia de lo que Jesús era: acogida de los pobres y perdón hasta el extremo, misericordia, amor gratuito... Eso no lo podemos perder. Creo que ese es el mensaje más maravilloso que tiene la Iglesia y me atrevo a pensar que nadie ni nada lo podrá sustituir jamás. Si la Iglesia se vuelve a centrar en eso, si volvemos a ser la Iglesia del Dios del amor y del Dios que se entrega especialmente por las personas más desfavorecidas, volveremos a ser referente de todo.
¿Cuál ha sido el mayor pecado de la Iglesia en estos últimos años?Evidentemente, el pecado de los abusos sensuales ha sido una lacra tremenda. Es una herida enorme que todavía está sangrando y que tardará tiempo en curarse. Pero más allá de eso, yo siempre digo que el gran pecado de la Iglesia ha sido identificar la dimensión sensual humana con el pecado. Y creo que eso también ha colaborado en que dejemos de ser referente. Nos hemos metido en unos espacios jovenlandesales que a veces han sido demasiado complejos y que no han sabido responder a lo que el ser humano vive en su realidad concreta.
¿Cómo puede renovarse la Iglesia y sus rituales para conectar con la gente joven?
La liturgia se mantiene siempre en una tensión entre la tradición y la renovación y no es fácil renovarla. Es un producto que viene de siglos atrás y que ha servido a millones y millones de hombres y mujeres de todos los tiempos. La pregunta que tenemos que hacernos es cómo podemos actualizarnos sin dejar de ser nosotros mismos. Para mí esa es la cuestión. Cómo actualizarnos en las formas sin dejar de ser nosotros mismos en el fondo. Y cuando digo fondo no me refiero a cualquier fondo, sino al fondo del Evangelio, ese fondo que es imitar a Jesucristo.Usted se ha hecho famoso por tras*formar esas formas, por comunicar la palabra de Dios a través de las redes sociales, incluso en un 'talent' musical de televisión.
¿Cuántas críticas ha sufrido dentro de la Iglesia por ello?
Siempre hay gente aferrada a la tradición que no entiende las formas nuevas, pero me atrevo a pensar que son pocos. Y tampoco podemos hacer una Iglesia de esa minoría, que a veces hace mucho ruido pero que realmente no representa a la inmensa mayoría de los creyentes, que entienden que la Iglesia debe actualizarse en sus lenguajes y en sus formas sin dejar de ser lo que es.¿En qué creen los jóvenes de hoy en día?El problema del hombre es que tiene que creer en algo. El ser humano está diseñado para abrirse a lo trascendente. Si lo encuentra en Dios, encuentra un sentido religioso. Pero si no lo encuentra en Dios, pues pone a otros dioses por delante: puede ser el dinero, puede ser TikTok, puede ser la fama, el placer o lo que quieras. Esos dioses con minúscula ocupan el lugar de Dios con mayúscula.
¿Cuánto ha pesado la política y el posicionamiento ideológico de la Iglesia en su descrédito?
Esa es una fotografía muy propia de nuestra cultura y del contexto español. Aquí la Iglesia se ha relacionado en numerosas ocasiones con partidos políticos durante las últimas décadas. Yo creo que en la mayoría de ocasiones por intereses de los partidos políticos, que han querido hacerse con la bandera de una institución como la nuestra. Eso no nos beneficia y no creo que sea el camino que debemos recorrer. La Iglesia no debe casarse con ningún partido político porque los supera a todos. Nosotros somos más que un partido político. No es que seamos mejores, sino que vamos más allá de cualquier propuesta política. Y vincularnos a eso no nos beneficia en absoluto. A mí me enfada cuando un partido político asume para sí la bandera de la defensa del catolicismo.