Santo Evangelio de hoy y lecturas. Domingo, 31 de julio, "Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación"

Ya lo dice la Santa Virgen María en su Magníficat:

"A los hambrientos colma de bienes y a los ricos despide sin nada".

Hambrientos: de Dios
Ricos: se refiere a los egoístas que acumulan.

Conozco casos de gente que cuanto más ha acumulado por codicia, le ha venido un revés que parece enseñarle que ese no es el camino. Pero no aprenden.
Desde gente a la que le ha tocado la lotería y han acabado arruinados, hasta gente que se han pulido herencias. Una de mi barrio ganó un premio de lotería teniendo un negocio que le iba bien, lo dejó todo porque se puso a vivir la vida loca, y se arruinó en menos de dos años.
Y otros a los que se les ha ido la pinza por herencias que no han dudado en hacerle la vida imposible a otros, miembros de su propia familia.


"Es más fácil que pase un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos".
Con el rico entiendo que Jesucristo no se refería al que tiene dinero, sino al codicioso.

¿No os ha pasado que habéis conocido a alguien que estaba obsesionado con el dinero y parecen personas sin alma muy egoístas y son capaces de hacer cualquier cosa por dinero?. Yo sí, y desprenden una vibración malísima.

La codicia por el dinero es algo satánico sin duda.



Buenos días y feliz domingo.

Precisamente hoy leyendo me he encontrado con esto:

Con la moneda, originada por los primeros cambios indispensables, nació igualmente la venta, otra forma de adquisición excesivamente sencilla en el origen, pero perfeccionada bien pronto por la experiencia, que reveló cómo la circulación de los objetos podía ser origen y fuente de ganancias considerables. He aquí cómo, al parecer, la ciencia de adquirir tiene principalmente por objeto el dinero, y cómo su fin principal es el de descubrir los medios de multiplicar los bienes, porque ella debe crear la riqueza y la opulencia. Esta es la causa de que se suponga muchas veces que la opulencia consiste en la abundancia de dinero, como que sobre el dinero giran las adquisiciones y las ventas; y, sin embargo, este dinero no es en sí mismo más que una cosa absolutamente vana, no teniendo otro valor que el que le da la ley, no la naturaleza, puesto que una modificación en las convenciones que tienen lugar entre los que se sirven de él, puede disminuir completamente su estimación y hacerle del todo incapaz para satisfacer ninguna de nuestras necesidades. En efecto, ¿no puede suceder que un hombre, a pesar de todo su dinero, carezca de los objetos de primera necesidad?, y ¿no es una riqueza ridícula aquella cuya abundancia no impide que el que la posee se muera de hambre?. Es como el Midas de la mitología, que, llevado de su codicia desenfrenada, hizo convertir en oro todos los manjares de su mesa.

Así que con mucha razón los hombres sensatos se preguntan si la opulencia y el origen de la riqueza están en otra parte, y ciertamente la riqueza y la adquisición naturales, objeto de la ciencia doméstica, son una cosa muy distinta. El comercio produce bienes, no de una manera absoluta, sino mediante la conducción aquí y allá de objetos que son precisos por sí mismos. El dinero es el que parece preocupar al comercio, porque el dinero es el elemento y el fin de sus cambios; y la fortuna que nace de esta nueva rama de adquisición parece no tener realmente ningún límite. La medicina aspira a multiplicar sus curas hasta el infinito, y como ella todas las artes colocan en el infinito el fin a que aspiran y pretenden alcanzarlo empleando todas sus fuerzas. Pero, por lo menos, los medios que les conducen a su fin especial son limitados, y este fin mismo sirve a todas de límite. Lejos de esto, la adquisición comercial no tiene por fin el objeto que se propone, puesto que su fin es precisamente una opulencia y una riqueza indefinidas.

Aristóteles, Política, cap. III.

Y añado esto otro, para dar la puntilla:

Hoy día se quiere aplicar la medida hasta en el dominio psicológico, que, no obstante, se le escapa por su naturaleza misma; se acaba por no comprender ya que la posibilidad de la medida no reposa más que sobre una propiedad inherente a la materia, propiedad que es su divisibilidad indefinida, a menos que se piense que esta propiedad se extiende a todo lo que existe, lo que equivale a materializar todas las cosas. Es la materia, ya lo hemos dicho, la que es principio de división y de multiplicidad pura;

René Guénon, La crisis del mundo moderno.
 
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