San Bernardo, voz de la Europa Cristiana: “es una afrenta a Cristo, un vástago judío en el Trono de

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Los hebreos Ratzinger-Tauber y Montini-Alghisi (y las extrañas cruces)

Cuando San Bernardo de Claraval tuvo noticias de los infaustos acontecimientos ocurridos en Roma, tomó una resolución que muchos se resisten a tomar, o sea, la de dejar la vida apacible y tranquila del Convento, para lanzarse a una lucha dura, llena de incomodidades, sufrimientos y peligros, que además a todos se antojaba perdida, ya que el supuesto Papa cripto-judío dominaba por completo la situación con su oro y con el apoyo que seguía recibiendo, mientras que INOCENCIO II, abandonado y fugitivo, excomulgado por ANACLETO, parecía tenerlo todo perdido, debilitado todavía más sus pretensiones una elección que, según el decir de teólogos e historiadores eclesiásticos de peso, no era muy canónica.

Sin embargo San Bernardo tomó en sus manos la causa ya casi liquidada, sólo porque tenía la convicción de que era la buena, de que la Santa Iglesia no podía en tal forma caer en las garras de su peor enemigo: el Judaísmo.

Prescindiendo del problema de que la mayoría de 23 Cardenales había votado por Anacleto en contra de seis que votaron por INOCENCIO y haciendo caso omiso de la forma en que había sido electo éste, consideró la cuestión desde el punto de vista en que debía considerarse. En carta dirigida al Emperador LOTARIO de Alemania, decía entre otras cosas:

“Es una afrenta para Cristo que “un vástago judío ocupe el Trono de San Pedro”. Con ello ponía el Santo Doctor de la Iglesia el dedo en la llaga y diagnosticaba la situación en toda su gravedad, pues no podía ser posible en realidad, que un judío, enemigo de la Santa Iglesia, fuera papa. Decía también en dicha carta al Emperador que: “la reputación de Anacleto era baja e incluso entre sus amigos, mientras que INOCENCIO estaba al abrigo de toda sospecha”.


El antipapado de los hebreos cabalistas

En 1963, tras la fin de Angelo Roncalli/Juan 23º muy pocos, fuera de los jerarcas de la Logia Vaticana, se imaginaban que el cripto-judío Batista Montini Alghisi, sería electo. Descendiente de rabinos, hijo de una hebrea recién bautizada, ordenado sin haber cursado completo el canónico seminario, consagrado obispo por el modernista Tisserant (ante la negativa de Pío XII, se afirma que por enfermedad), alejado del Vaticano tras el oscuro episodio del caso Tondi (agente de la Sinagoga que siendo empleado de Montini tras*mitió nombres y ubicación de los eclesiásticos que trabajaban en secreto tras el Muro de Berlín). Recién elevado a cardenal por Roncalli, sería electo por la mayoría modernista, infiltrada en el Cónclave.

Muchos años después de su elección, se conoció realmente su ascendencia hebrea, por su progenitora “conversa” Judith Alghisi, miembro de una familia de terroristas hebreos de Brescia, comunistas, protegidos del cabalista “cardenal” Rampolla. Igualmente su padre Giorgio Montini, legislador de la modernista Democracia Cristiana y descendiente de familia rabínica.

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Pablo VI (Montini Alghisi) con el amuleto de sumo sacerdote hebreo

Cuando a la fin de Montini Alghisi en 1978 se eligió al enigmático Karol Wojtylacomo Juan Pablo 2º, parte del orbe católico se esperanzó en que al fin el nuevo pontífice regresaría a la Iglesia por la senda de la ortodoxia, de la sana doctrina cristiana y de la milenaria tradición apostólica.

De inmediato se vio la realidad y luego de las reformas al Código de Derecho Canónico en 1983 en favor de la masonería, del gran impulso al modernismo, del primer aquelarre de Asís en 1986; el enigma acera de quién era realmente Wojtyla despareció y se reveló la filiación hebreo-cabalista del modernista pontífice. Finalmente se reveló su ascendencia materna (Emilia Katczarowa Schulze), cuidadosamente reservada por la Logia Vaticana. Wojtyla provenía de una simiente hebrea de varias generaciones por el lado materno.

A su fin, otro personaje hebreo arribó al antipapado, el cabalista Joseph Alois Ratzinger Peintner (Tauber),conocido como Benedicto XVI, descendiente de un antiquísimo linaje israelita en el cual se incluyen una docena de rabinos, líderes de la realeza de color del la región de jovenlandesavia y Praga, entre quienes figuran el mítico mago luciferino, el Maharal, Judá Ben Bezalel, cuya tribu y Gran Rabinato conserva desde hace siglos la misión de controlar a la Iglesia.

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La perfidia hebrea y el repruebo a la Iglesia

ENTENDER LA «CUESTIÓN JUDÍA»[/CENTER​

Cuando el pueblo hebreo rechazó y asesinó al Mesías, fue adoptado por Satanás y convertido en su instrumento de lucha contra el Redentor y la Iglesia fundada por Él.

Durante siglos, los hebreos hilaron su manto secreto para ir penetrando en las altas esferas de la jerarquía eclesiástica, pero por la actuación de decididos cristianos, su proyecto se iba deteniendo. Es famosa la narración bíblica de Simón el Mago, quien con su oro quiso comprar los poderes apostólicos a San Pedro y sus hermanos obispos.

En ocasiones, los hebreos lograron infiltrar a sus hijos y posicionarlos como sacerdotes (por ejemplo Arrio) y hasta como obispos (Pablo de Santa María, obispo de Burgos). Pero el caso más grave en toda la historia antes del siglo XX fue la del criptojudío Pedro Pierleoni.

Antes de la llegada de Pierleoni, la elección de un papa había provocado, con harta frecuencia, verdaderos dramas. El decreto del año 1059 se propuso resolver el problema reservando esa tarea sólo a los cardenales. La sucesión de Honorio II vino a demostrar, sin embargo, que la cuestión no se había arreglado todavía.

Cuando Honorio yacía en su lecho de fin, Pierleone pudo contar con los votos de 23 de los cardenales, respaldados por el apoyo del populacho mercenario y por todas las familias nobles romanas, excepto los Corsi y los Frangipani. La pars senior del Sacro Colegio eran solo 16dirigidos por el enérgico canciller Haymaric y el cardenal obispo de ostra. Los squadronisti, como se les habría llamado después, resolvieron rescatar el papado de manos indignas con un coup d’état (golpe de estado). Aunque en una minoría sin esperanza. Para asegurarse la libertad de acción, trasladaron al enfermo pontífice del Lateranense a San Gregorio, cerca de las torres de los Frangipani.

Honorio murió la noche del 13 de febrero, lo enterraron precipitadamente a la mañana siguiente, y obligaron a un reacio cardenal de San Jorge, Gregorio Papareschi, bajo amenaza de excomunión, a que aceptara el manto pontifical. Tomó el nombre de Inocencio II. Más tarde ese mismo día el partido de Pierleone se reunió en la iglesia de San Marcos y lo proclamaron Papa con la más estricta sujeción a la normativa vigente., el cual tomó el nombre de Anacleto II. Ambos fueron consagrados el mismo día 23 de febrero, Anacleto en la Sede de San Pedro e Inocencio en Santa María Nuova.
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Anacleto II (Pedro Pierleoni)



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