RedSixLima
Madmaxista
El Ejército español y Francia
Pablo Sebastián
Francia es un gran país del que alardean sus ciudadanos y gobernantes con orgullo patrio y con razón. El pasado martes celebraron su fiesta nacional del 14 de julio con el tradicional desfile militar en los Campos Elíseos, y la televisión pública francesa tuvo a bien dedicar un programa especial a sus soldados en el que intervino el presidente Sarkozy para elogiar a sus tropas y confirmar el esfuerzo presupuestario del Gobierno para modernizar todo el ejército francés. Y todos estos actos, presididos por el mayor respeto a la bandera y entonando La Marsellesa, el vibrante himno de nuestros vecinos del norte.
En España, en el pasado Día de las Fuerzas Armadas, el presidente Zapatero suspendió el desfile y lo sustituyó por unas maniobras playeras con el falso argumento de que no había dinero por culpa de la crisis. Sin embargo, sí que ha encontrado Zapatero 11.000 millones de euros para satisfacer el ansia de los independentistas catalanes, y ha callado cuando los jefes del PNV, con Urkullu a la cabeza, se echaron al monte Gorbea para desairar a la bandera de España y calificar al ejército español de colonizador e intruso. Allí calló Zapatero, y el lendahakari, Patxi López, también. En Cataluña la bandera de España y el ejército nacional no son bien recibidos ni siquiera por parte del Gobierno de la Generalitat que preside José Montilla, el charnego converso al nacionalismo y compañero de partido de la ministra de Defensa, Carme Chacón, responsable directa de la supresión del desfile militar español.
Pero ¿qué se puede esperar de un Gobierno y de un país que consiente que el idioma oficial del Estado, de España, el castellano, esté discriminado en la enseñanza básica y universitaria de Cataluña, siendo esa parte de España el único territorio de la Unión Europea -y de toda América- donde no está permitida la enseñanza en castellano? ¿Imagina alguien que en Córcega, en Perpiñán o en Biarritz se prohibiera la enseñanza en francés para promover el corso, el catalán o el euskera?
Todo esto sólo ocurre en la España de Zapatero, donde además el ejército español está abandonado y maltratado, política, económica y socialmente. Y donde sus medios y material de defensa -como ocurre en la Armada y en otros cuerpos de los tres ejércitos- o están averiados, o son insuficientes. Y qué decir del llamado Centro Nacional de Inteligencia, convertido en los últimos días en el hazmerreír de la política y los medios de comunicación. O el lío que la Chacón -a quien nos gustaría oírle decir cuántas naciones hay en España- montó en Kosovo, o en el cuartel madrileño donde se detectó la gripe A, y donde un mando militar la declaró "benigna" (sic).
Sarkozy es el presidente de Francia y Zapatero no sabemos bien de qué es el presidente, porque ni siquiera el binomio de la "nación española" le sale de la boca con el obligado respeto y fluidez. Por si algo faltara, tenemos la crisis económica como excusa y argumento para malbaratar a los ejércitos, pero sí hay dinero, por miles de millones de euros, para salvar a la banca y para contentar al independentismo catalán.
Eso sí, para jugar a las superpotencias y enviar soldados a guerras ajenas, da igual la de Iraq o la de Afganistán, nuestro Gobierno de turno sí que está dispuesto a hacer el gasto, siempre y cuando ello le reporte una plusvalía de fotografías en la Casa Blanca al presidente español. Pero nunca pasa nada en España por muchas cosas que pasen en este país. En España siempre se minimizan todas estas cosas que afectan al prestigio y la cohesión nacional y nadie quiere mirar más allá de sus narices, ni siquiera al espejo vecino de Francia, no vaya a ser que los reflejos del sol galo nos vayan a deslumbrar.
Pablo Sebastián
Francia es un gran país del que alardean sus ciudadanos y gobernantes con orgullo patrio y con razón. El pasado martes celebraron su fiesta nacional del 14 de julio con el tradicional desfile militar en los Campos Elíseos, y la televisión pública francesa tuvo a bien dedicar un programa especial a sus soldados en el que intervino el presidente Sarkozy para elogiar a sus tropas y confirmar el esfuerzo presupuestario del Gobierno para modernizar todo el ejército francés. Y todos estos actos, presididos por el mayor respeto a la bandera y entonando La Marsellesa, el vibrante himno de nuestros vecinos del norte.
En España, en el pasado Día de las Fuerzas Armadas, el presidente Zapatero suspendió el desfile y lo sustituyó por unas maniobras playeras con el falso argumento de que no había dinero por culpa de la crisis. Sin embargo, sí que ha encontrado Zapatero 11.000 millones de euros para satisfacer el ansia de los independentistas catalanes, y ha callado cuando los jefes del PNV, con Urkullu a la cabeza, se echaron al monte Gorbea para desairar a la bandera de España y calificar al ejército español de colonizador e intruso. Allí calló Zapatero, y el lendahakari, Patxi López, también. En Cataluña la bandera de España y el ejército nacional no son bien recibidos ni siquiera por parte del Gobierno de la Generalitat que preside José Montilla, el charnego converso al nacionalismo y compañero de partido de la ministra de Defensa, Carme Chacón, responsable directa de la supresión del desfile militar español.
Pero ¿qué se puede esperar de un Gobierno y de un país que consiente que el idioma oficial del Estado, de España, el castellano, esté discriminado en la enseñanza básica y universitaria de Cataluña, siendo esa parte de España el único territorio de la Unión Europea -y de toda América- donde no está permitida la enseñanza en castellano? ¿Imagina alguien que en Córcega, en Perpiñán o en Biarritz se prohibiera la enseñanza en francés para promover el corso, el catalán o el euskera?
Todo esto sólo ocurre en la España de Zapatero, donde además el ejército español está abandonado y maltratado, política, económica y socialmente. Y donde sus medios y material de defensa -como ocurre en la Armada y en otros cuerpos de los tres ejércitos- o están averiados, o son insuficientes. Y qué decir del llamado Centro Nacional de Inteligencia, convertido en los últimos días en el hazmerreír de la política y los medios de comunicación. O el lío que la Chacón -a quien nos gustaría oírle decir cuántas naciones hay en España- montó en Kosovo, o en el cuartel madrileño donde se detectó la gripe A, y donde un mando militar la declaró "benigna" (sic).
Sarkozy es el presidente de Francia y Zapatero no sabemos bien de qué es el presidente, porque ni siquiera el binomio de la "nación española" le sale de la boca con el obligado respeto y fluidez. Por si algo faltara, tenemos la crisis económica como excusa y argumento para malbaratar a los ejércitos, pero sí hay dinero, por miles de millones de euros, para salvar a la banca y para contentar al independentismo catalán.
Eso sí, para jugar a las superpotencias y enviar soldados a guerras ajenas, da igual la de Iraq o la de Afganistán, nuestro Gobierno de turno sí que está dispuesto a hacer el gasto, siempre y cuando ello le reporte una plusvalía de fotografías en la Casa Blanca al presidente español. Pero nunca pasa nada en España por muchas cosas que pasen en este país. En España siempre se minimizan todas estas cosas que afectan al prestigio y la cohesión nacional y nadie quiere mirar más allá de sus narices, ni siquiera al espejo vecino de Francia, no vaya a ser que los reflejos del sol galo nos vayan a deslumbrar.