gold digger
Musa de yayofachas
- Desde
- 10 Mar 2022
- Mensajes
- 3.074
- Reputación
- 4.294
Activistas de la Red subida de peso madrileña la semana pasada en la capital.
Cinco mujeres posan en una calle peatonal de Madrid como si fuesen las Spice Girls mientras un móvil emite débilmente Wannabe sobre el bullicio de las terrazas. Entre 28 y 33 años, hay una socióloga, una psicóloga, una abogada... Preparan una actuación en la que bailarán para celebrar “la liberación de los cuerpos” al ritmo de una heterodoxa lista de reproducción (de I’m feeling good de Nina Simone al Rumore de la Carrà) que traza un viaje compartido “desde el disgusto individual hasta el disfrute colectivo” de su “corporalidad”. “Bailamos juntas, porque bailar sola en una discoteca siendo subida de peso es una movida, no te sientes segura”, dice la antropóloga del grupo. Las cinco son activistas obesas y lo que, parafraseando a las Spice, real, realmente quieren, es que las dejen “existir en paz, sin violencia ni discriminación”. La psicóloga se tira al suelo en pura pose Mel C, entre sexy y atlética. Lleva una camiseta rasgada en la que se lee: Fat Bitch.
Las actrices Teresa López, en primer plano, y Mara Jímenez, en un momento de la obra 'obesas' en los Teatros Luchana de Madrid a principios de mayo.
“Yo soy subida de peso de alma”, resume Teresa López, influencer, actriz y periodista, “para mí ser subida de peso es mucho más que la báscula: sé quién soy por haber nacido así”. Piñeyro explica la cuestión identitaria exponiendo el camino que va de “estar subida de peso” a “ser subida de peso”: “Estar subida de peso implica que es un estado tras*itorio, encierra una promesa de felicidad, hace que no asumamos el cuerpo que tenemos, te obliga a no cuidarlo, ni disfrutarlo, pospones la vida —ponerte minifalda, hacer deporte, amar— a la espera de ser flaca... Cuando asumimos el ser subida de peso, comprendemos que hay una experiencia de un mundo que nos discrimina, llena de dolores, pero también de resistencias”.
El Komando Gordix de Barcelona resiste desde el “artivismo”. Lo suyo son las acciones de calle. Talleres de autodefensa, pasarelas obesas, incluso “ir en grupo a las manis”, explica su portavoz, la actriz Violen, “ocupar un espacio juntas en el que te sientes segura, aceptada y guapa, desde un lugar de alegría, es superpotente, aunque la gente ponga caras”. Su mayor éxito han sido los Kabarés rellenitos, espectáculos de humor que recorren “los ejes de la discriminación subida de peso” (la ropa, el médico, la sexualidad) e incluyen un desnudo final. “No dejan a nadie indiferente”, dice Violen, “la gente se pone en la piel del rellenito porque entiende el cuerpo desde la emoción”.
El activismo rellenito se ha apropiado del término que sus militantes escucharon siempre como un insulto. Tras el baile y las risas, las mujeres debaten lo que las une. Comparten las X delante de su talla, pero además todas están “politizadas”. Han “salido del armario”. Hablan de rellenitofobia personal y estructural. En lo personal son comunes las historias de bullying escolar, vergüenza adolescente y rabia ante insultos callejeros (el “¡fruta subida de peso!” de la camiseta exclamado por un desconocido sin venir a cuento). También las citas médicas en las que el diagnóstico, independientemente del síntoma, siempre es su peso, los años de esclavitud a las dietas, los trastornos alimenticios, el aislamiento y el tabú que les impedía compartir lo que sufrían incluso en familia. “Las tristes anécdotas personales en las que prefieren centrarse los medios porque es lo fácil”, dice Teresa García del Vello, la abogada. Ellas prefieren hablar de lo estructural: de la violencia estética y médica sobre los cuerpos disidentes (alguna dice “cuerpes”), la discriminación laboral, el poder de la industria dietética y alimenticia, la relación entre gordura y clase, el capital erótico, la falta de representación de la diversidad corporal en la ficción y la publicidad y el “valor de lo colectivo frente a un capitalismo salvaje donde el cuerpo ha de ser productivo, autocuidado y tras*formable solo desde lo individual” socavando un “necesario cambio social que combata la desigualdad”, que consideran telón de fondo de la rellenitofobia. También bromean abiertamente sobre “dar la turra” y resumen sus argumentaciones teóricas con sonoros “vamos, que estamos hasta el shishi”.
"¡Pa subida de peso tú, calva!"
Art completo